Este trabajo del Dr. Sergio Toscano forma parte de la Revista Gradiva No. 2 Volumen 1, publicado en 1980.
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El desarrollo de la identidad sexual es una parte fundamental de la evolución del individuo, ocurre durante los primeros tres años de la vida y significa en pocas palabras: que tanto la persona realiza y funciona a nivel consciente e inconsciente lo masculino o femenino que sea de acuerdo a su dotación biológica.
Es faceta de la evolución humana aparte de lo intrigante que resulta para su estudio ha sido necesario tratar de entenderla en virtud de las trascendencia que tiene, ya que cuando hay anomalías, éstas se manifiestan fenomenológicamente por las conductas homosexuales o las perversiones sexuales. Para el individuo en particular significan sufrimiento mental y en muchas ocasiones invalidez psicológica aunado también frecuentemente al rechazado social. Lo ideal por lo  tanto es que el ser humano funcione psicológicamente de acuerdo a su anatomía, en forma armoniosa y placentera.
El estado actual de nuestra evolución teórica nos indica que el concepto de identidad sexual se deriva a su vez de otros dos conceptos fundamentales: 1º. La Identificación genérica que implica que tanto la persona se siente y actúa de acuerdo a su sexo, y 2º. La Orientación genérica que significa que tanto la persona funciona y siente las tareas y modos de comportamiento que en una determinada sociedad se demandan de su sexo. Este tipo de pensamiento nos ha ayudado para el entendimiento más preciso de las disarmonías de la identidad sexual.
Por otra parte mediante la observación directa de niños y sus padres desde que aquéllos acababan de nacer y de estos también durante el embarazo de los primeros, ha sido posible probar fórmulas psicoanalíticas, rectificarlas o crear otras respecto a la evolución de la identidad sexual y así hemos llegado a creer que en la estructuración de ésta intervienen factores de orden biológico, psicológico y sociales.
Desde el punto de vista biológico es importante tomar en cuenta, el sexo de la criatura, la configuración y funcionamiento correspondientes con las capacidades endógenas hereditarias para tipos de comportamiento propios de su género, hablamos aquí de lo descrito por Peter Wolf 1 de la Universidad de Harvard, respecto a conductas maternales complejas que se despiertan en  muchas mujeres ante la presencia de signos de tensión de un bebé las cuales se incrementan cuando la mujer ya ha sido madre, algunas de ellas hasta acompañadas de algunos cambios glandulares principalmente a nivel de los senos. Dichas conductas son tan complicadas y de profundo raigambre biológico que no basta la explicación de que son aprendidas exclusivamente para comprenderlas.
Los puntos de vista psicológico y social se encuentran tan sólidamente fundidos que los trataremos al unísono, pero demos considerar que la dotación biológica del pequeño sigue contando fuerte y e ininterrumpidamente en la formación de la identidad sexual.
Rubin y colaboradores (1974) de la Universidad Tufts de Massachusetts hicieron un estudio para determinar el punto de vista de los padres respecto al sexo de sus hijos recién nacidos, para el objeto entrevistaron 30 pares de padres primíparos, la mitad de ellos con hijos y la otra mitad con hijas, la entrevista tuvo lugar durante las 24 horas después del parto. No obstante que los bebés hombres y mujeres no diferían en cuanto a estatura, peso o resultados en la escala Apgar, las hembras eran descritas como pequeñas, hermosas, bonitas, graciosas y muy parecidas a sus madres. A los hombres al contrario se les describía como grandes, fuertes, briosos, no necesariamente guapos o hermosos y muy parecidos a sus padres. Por otra parte, los padres fueron más radicales y estereotipados que las madres al emitir las opiniones a que nos referimos.
La implicación primordial de estos resultados indica entonces que el tipo sexual, lo que ahora llamamos Identificación genérica, y el Rol sexual que ahora conocemos como orientación genérica empieza prácticamente desde el nacimiento del bebé, cuando la información acerca del mismo es mínima. La Gestalt que los padres se forman, y los calificativos que adscriben al recién nacido, pueden muy bien influenciar las perspectivas de cómo el infante se ha de comportar, así como también influyen en el comportamiento del padre mismo. Más aún el comportamiento paterno cuando considerado conjuntamente con el rápido despliegue de conductas del bebé puede llevar a modificaciones en los juicios de aquél respecto a éste y cambiar o reforzar los patrones previamente establecidos, estableciéndose así un circuito retroalimentador en ambas direcciones.
Para la evaluación del grado de reconocimiento de la identidad sexual de niños en Kindergarten así como las reacciones de estos ante el sexo de infantes, Karen Smith y Lisa Barclay (1979) de la Universidad de Duke diseñaron un estudio mediante el cual 32 niños fueron examinados al respecto. Los resultados demostraron que los infantes no sólo son influenciados en cuanto a su Identidad sexual por sus padres, sino también por extraños, no obstante que a veces estos sean niños pequeños. Las formas como se espera que se comporte el bebé influyen en las maneras de éste, comprendiendo necesariamente el comportamiento sexual.
Por otra parte los datos obtenidos sugieren que a la edad de 5 años ya tienen ideas claras y estereotipadas acerca de los rasgos y conductas de los infantes masculinos o femeninos y que dichas ideas preconcebidas no se basan en las características físicas o comportamiento real del infante en cuestión. En general tantos los niños como las niñas reaccionaron durante el experimento de la misma manera.
Finalmente Moss, Robson y Pederson (1939) encuentran que las conductas de los padres hacia los hijos son estereotipadas respecto al sexo y así señalan por ejemplo que las madres verbalizan más con las hijas, esperan que éstas sean mejor comportadas, les permiten más dependencia y les dan más afecto físicamente. A los niños al contrario les fomentan la independencia,  les pasan por alto ciertas rudezas y son encaminados a exhibir curiosidad intelectual.
De lo anteriormente expuesto se infiere que la Identidad Sexual con sus componentes La Identificación genérica y la Orientación genérica, es un proceso que tiene efecto temprano en la vida precisamente durante los primeros 3 años y forma parte de todas las maniobras yoicas madurativas que en su conjunto constituyen las etapas de separación-individuación brillantemente descritas por Margaret Mahler.
A este respeto Mahler, Pine y Bergman (1975) en su publicación más reciente indican que en el proceso de la obtención de una sólida individualidad hay que lograr dos niveles de identidad: 1º. El reconocimiento de ser separado y un individuo, y 2º. El inicio del reconocimiento de la identidad sexual. Añaden que la Identidad genérica en el varón se desarrolla con menor conflicto si la madre “respeta y disfruta de lo fálico de su hijo, especialmente durante la segunda mitad del 3er. Año de vida”, en donde también es indispensable la presencia del padre o de un hermano mayor para que a través del mecanismo de identificación con estos este proceso se facilite. La madre por lo tanto no debe interferir con el desarrollo de su autonomía, o su Identidad genérica sufriría. Ella debe desprenderse de la propiedad del cuerpo de su hijo y además permitirle a él la pertenencia de su pene.
Una actividad exagerada para el niño de esta edad o una pasividad forzosa dañan el desarrollo de la Identidad Sexual, el esfuerzo de reaproximación puede dicotomizarse para alejar a la madre peligrosa después de la separación, es por lo tanto en esta temprana edad cuando el “miedo de ser devorado por la madre agresiva” se establece, y que a la postre se convertirá en una resistencia nodal en el tratamiento de los pacientes adultos.
Raiphe y Galenson (1973) del Colegio de Medicina Albert Einstein de Nueva York por un lado y Ralph Greenson (1964) por otro, confirman  los pensamientos de los autores citados en última instancia y enfatizan el rol del padre en todo este proceso como un elemento indispensable para su identificación, para que así el niño cruce con éxito la etapa de separación-individuación.

Finalmente Burgner (1975) de la Clínica Hampstead de Inglaterra indica que el desarrollo de las representaciones del sí mismo (self) y del cuerpo constituye una contribución crucial para el establecimiento de la identidad sexual. Esta, dicen empieza a adquirirse durante el segundo año y continúa a través de la fase anal y adquiere su máxima intensidad durante la fase fálica narcisista, en logrando ésta adecuadamente el niño estará en condiciones de entrar en la fase edípica de su desarrollo.

BIBLIOGRAFÍA.

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