Este texto del Dr. Avelino González, fue publicado en el número inaugural de la Revista Gradiva, en el año 1980.

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Introducción

El presente trabajo tiene por objeto demostrar que los ataques de asma bronquial de una paciente constituían la expresión somática, en el aparato respiratorio, de fantasías inconscientes de invernación y petrificación, que se ponían de manifiesto, igualmente, en su conducta y en la estructura de su carácter. Pretende, además aclarar los diversos significados de estas fantasías y el papel que jugaban en el mantenimiento del equilibrio psíquico del paciente y en la conformación de la situación transferencial.

En el mes de diciembre de 1951, contando 28 años de edad, Clara inició sus análisis con el fin de curar un asma bronquial que la aquejaba desde los 19 años, y de solucionar graves conflictos afectivos que la incapacitaban para el matrimonio.

Su tratamiento planteó serias dificultades técnicas desde un principio, emanadas, sobre todo, de mecanismos de defensa del tipo obsesivo. Amparándose en diversas racionalizaciones, hacía ocultación consciente de material histórico y actual, y la necesidad de evitar toda vivencia transferencial la llevaba, además del mecanismo descrito,  a un permanente “acting-out” 1 que, afectando entre otras cosas, su situación económica, amenazaba frecuentemente la continuación del tratamiento. Toda su actuación estaba puesta al servicio de su mecanismo defensivo más importante: el aislamiento, al que, a pesar de haber reconocido enseguida, no presté la debida atención durante el primer año y medio de análisis. Nadie, excepto la persona que le había recomendado el tratamiento, y, dos íntimas amigas, sabian una palabra de esto. Ante sus padres lo ocultaba por temor a que se inmiscuyeran en él, trataran de controlarla y acabaran por “estropearlo todo” como ya habían hecho con otras de sus actividades. De sus hermanos temía que la ridiculizaran por necesitar ayuda para resolver sus problemas y de sus amigas que pensaran que estaba loca o algo por el estilo.

Aunque en diversos momentos interpreté las proyecciones implícitas en estas angustias, los resultados fueron muy poco alentadores y frente al rechazo sistemático que hacía de las interpretaciones en términos de transferencia, acabé por seguirla en sus desplazamientos limitándome a analizarle las situaciones extra transferenciales que  giraban alrededor de tres temas fundamentales: disputas con los padres, a los que acusaba de no permitirle hacer una vida independiente; vinculaciones masoquistas con hombres de los que nada podía esperar, y dificultades económicas continuas, resultantes de una administración deficiente de las utilidades que le rendía su capital.

Al año y medio de análisis mi comprensión del caso no pasaba de los planos más superficiales, se notaba un estancamiento evidente y yo me sentía impotente frente a la acorazada estructura caracterológica de  Clara.

Así las cosas, un buen día nos encontramos inesperadamente en una reunión social. Este acontecimiento cambió por completo el cariz del análisis y dio lugar a un sueño que me permitió profundizar en la comprensión del caso.

Pero, antes de entrar a describir esta nueva fase, expondré algunos datos de su historia personal.

Clara nació en el seño de una familia adinerada. Además de una hermana melliza, bivitelina nacida media hora después, tiene dos hermanos más: una hembra y un varón, año y medio y tres años, respectivamente, más jóvenes que ella.

La madre, figura dominante de la familia, es una persona desconfiada, impaciente, sumamente envidiosa, “generosa para con los suyos e inhumana para con los demás”. Incapaz de disfrutar de un momento de solaz, se desvive por el bienestar de sus hijos, sobreprotegiéndolos en extremo. Perdió a su propia madre cuando tenía 12 años, a consecuencia de una infección que le sobrevino después de un parto prematuro, originado por el grave disgusto que le produjo un accidente sufrido por la hija. Su padre (abuelo de Clara) no quiso volver a casarse, dejando en manos de la hija el manejo del hogar.

Clara manifiesta la repercusión que esto tuvo en la educación de sus hijos con las siguiente palabras: “Sí, mi madre siempre nos dio de todo, y no sólo eso: sino que nunca nos permitió hacer nada, con lo cual nos mantenía incapacitadas para aprender a valérnoslas por nosotras mismas en la vida. Hizo esto porque no quería que nosotras sufriésemos todo lo que sufrió ella al tener que sustituir a su madre”.

Clara era la preferida del abuelo paterno, al que apenas recuerda, aunque murió cuando ella tenía 10 años. Por el contrario, el abuelo materno, que siempre ofició como tutor de la familia, prefería abiertamente a Ana. Murió cuando Clara tenía 16 años, dejando a sus nietos una pequeña fortuna, que invertida en el negocio del padre constituye la única fuete de ingresos de Clara.

Ana, la otra melliza, fue sin discusión, la preferida de los padres y ejercía un dominio absoluto sobre sus tres hermanos. Clara era su compañera inseparable y le profesaba una ilimitada admiración, pero al mismo tiempo envidiaba sus éxitos, que abarcaban tanto el terreno intelectual como el amoroso. La acusación de que a ella nadie la quería, porque carecía de las virtudes que Ana ostentaba, produjo en Clara un serio estado depresivo que se prolongó por espacio de varios años. Con el noviazgo de definitivo y el matrimonio de Ana, a los 23 años, la amistad que las unía sufrió un enfriamiento paulatino. Poco después del matrimonio, Clara tuvo un escarceo amoroso, sin consecuencias, con su cuñado, que confesó por carta a su hermana causando un gran revuelo entre los padres. Para aliviar la tensión familiar, se decidió que pasara una temporada en Europa donde conoció a Jorge, su primer amor, con el que inició una vida sexual satisfactoria. En él encontró reunidos los rasgos de carácter de ambos padres: era colérico y burlón como el padre y desconfiado, pesimista, sobreprotector, celoso y “generoso para con los suyos e inhumano con los demás”, igual que la madre.

A pesar de su juventud Jorge ocupaba un lugar destacado en el mundo de los negocios, pero había jurado no casarse nunca, porque estaba convencido de que, si lo hacía, acabaría siguiendo el mismo destino del padre, quien después de dilapidar la fortuna de la madre, se había suicidado pegándose un tiro. Clara luchó denodadamente por convencerlo de que sus temores eran infundados, pero todo fue en vano y terminó abandonándola. Este acontecimiento desencadenó un grave estado depresivo con ideas suicidas, que duró alrededor de un año, al cabo del cual Clara mantuvo sucesivamente relaciones amorosas, de franco cariz masoquista, con diversos individuos. Finalmente, en el transcurso del tratamiento psicoanalítico, conoció a Pedro su actual marido, que constituye el polo opuesto de Jorge por su optimismo, simpatía, tolerancia y comprensión. Pedro se enorgullece, además de su padre, fallecido años atrás y tiene la misma edad de Clara.

El hermano de Clara, casado en la actualidad, vivió siempre atemorizado por el padre. A los 17 años intentó suicidarse disparándose un tiro en el corazón que, por suerte sólo interesó el pulmón izquierdo.

De la hermana menor que, conscientemente tiene poca importancia para Clara, no se recogieron datos que pudieran definir su personalidad.

El nacimiento de las mellizas tuvo lugar después de un parto prolongado. Clara pesaba solamente un kilo y medio y estaba llena de arrugas. Fue colocada en incubadora junto con Ana, aunque el estado físico de esta última no era tan precario como el de su hermana. Cada una de ellas tuvo, desde un principio su propia ama de leche, pero Clara hubo de terminar compartiendo la suya con Ana, porque se le acabó la leche a la de ésta.

Entre los once y doce años ambas mellizas se masturbaban mutuamente acariciándose y besándose los senos. De los dieciséis a los dieciocho, coincidiendo con su estado depresivo, Clara practicó la masturbación clitoridiana con gran temor de ser descubierta por su hermana. A los diecinueve años, estando de veraneo con la familia tiene su primer ataque de asma. Se le presenta poco después del almuerzo, va acompañado de sibilancias y lo percibe como una imposibilidad de meter aire dentro de los pulmones. Desde entonces, los ataques aparecen, con frecuencia variable, cuando se encuentra en lugares donde hay mucho humo o excesivo polvo y en otras situaciones que no alcanza a precisar. Se  exacerban con los cambios de estación, son más frecuentes durante la noche y, aunque ceden a los tratamientos usuales, dejan siempre una sensación de opresión que la obliga a dormir semisentada.

Ruptura del mecanismo de aislamiento y segundo periodo del análisis.

Como ya indiqué con anterioridad, al promediar el año y medio de análisis, me encontré con Clara inesperadamente, en una reunión social. Aunque durante la reunión no dejó traslucir angustia alguna, en su sesión analítica me contó que, al verme, había sido presa de una intensa desesperación que, más tarde, se transformó en rabia contra mí. Su primera impresión  fue la de que, con ese encuentro, se había venido por tierra todo lo que hasta entonces había logrado adquirir en el transcurso de su tratamiento. Que yo fuera su analista y, al mismo tiempo, participara en el círculo de sus actividades sociales le parecía totalmente incompatible. No obstante, pasado el sacudón inicial, empezó a verme completamente distinto a como me había imaginado en análisis; si antes le parecí corto de genio, tímido, indeciso y retraído, ahora surgía ante ella como una persona accesible, que participaba con desenvoltura en la reunión, transformándose por mementos en el centro de ésta. Ella paralelamente, empezó  sentirse tímida y falta de recursos, corta de genio, finalmente acabó temiendo que yo la despreciara por insignificante.

En las sesiones subsiguientes a este encuentro, la actuación de Clara experimentó un cambio radical; fantaseaba invitarme a su casa, pero temía que yo conociera a su madre porque le parecía que esto acabaría perturbando el análisis en alguna forma. Mostrábase, además, interesada en saber detalles acerca de mi vida privada, y expresaba deseos de que nuestra relación fuera menos impersonal de lo que había sido hasta entonces.

Pudo verse, con claridad, que me identificaba con Jorge, en sus aspectos paternos, y temía que la madre, celosa, me separara de ella convenciéndome de que era mala y sucia y no merecía ser amada. Esta era la razón por la que necesitaba mantener el “aislamiento” entre su madre y yo.

Su interés por mí tomaba claros perfiles de enamoramiento y, paralelamente, su angustia iba en aumento, al punto de no permitirle concentrarse en ninguna de sus otras actividades, hasta que una noche, incapaz de soportar la gran tensión angustiosa a la que estaba sometida, decidió enviarle a Jorge (quien, poco antes, había reaparecido proponiéndole reiniciar las relaciones sexuales)  un telegrama pidiéndole una entrevista urgente. Pensaba acceder a sus exigencias y entregarse a él sin condiciones, pero al día siguiente le parecía haber hecho una locura y estaba arrepentida deseando, como sucedió realmente, que el telegrama quedara sin respuesta. Sin embargo, esa noche, fue la primera en que pudo dormir tranquila después de su encuentro conmigo.

Su necesidad de encontrar una figura substitutiva, que la salvara de la situación transferencial, se vio satisfecha por un acontecimiento inesperado: Pedro, a quien hacía medio año que no veía, apareció, de pronto, diciéndole que había estado en el interior trabajando como administrado de una mina de caolín, y que en ese intervalo, se había convencido plenamente de que la amaba y deseaba casarse con ella.

Esta proposición constituyó para Clara un choque tan intenso como su encuentro conmigo en la fiesta ya que si, por una parte, implicaba la posibilidad de realizar  el anhelo más grande de su vida, representaba también un serio peligro, como se verá enseguida en el sueño que transcribo a continuación, surgido de estos acontecimientos.

“Yo estaba enferma. Mi madre me abría la boca y metía un  brazo por ella hasta mi vientre. Agarraba en el intestino lo que me estaba haciendo daño y me lo sacaba. Hacía lo mismo con mis hermanas. Ponía lo que sacaba encima de una mesa. Yo, al verlo, tenía miedo de que en vez de sacarme lo que me enferma a, me habría sacado un órgano y, así, me iba a morir”.

“Pensaba esto, porque en lo que me había sacado, estaban pegadas unas cosas que me parecían venas gruesas: como petrificadas; me daba la impresión de que ese órgano estaba todo petrificado. Pensaba que podría ser el hígado que me había sacado por equivocación, pues como ella no veía lo que agarraba dentro de mi cuerpo bien podía haberse equivocado y haberme sacado un órgano”.

Clara inicia sus asociaciones con lo que más le llama la atención en el sueño; el órgano petrificado, expresando al respecto, que un órgano separado del cuerpo acaba pudriéndose, a menos de que pueda petrificarse. Recuerda que su padre fue operado hace un año de una litiasis biliar y que no sólo le sacaron el cálculo, sino también la  vesícula. Esto le hace pensar en un parto y trae el recuerdo de una apendicectomía, que le fue practicada a ella, y de un sueño que tuvo poco antes de iniciar su análisis, en el cual, alguien le sacaba, por ósmosis un pincel del vientre.

Interrumpe sus asociaciones y aprovecho para señalarle que hace algún tiempo, cuando decidió aprender cerámica, habíamos visto la relación existente entre esta actividad y su necesidad de poder “detener” y conservar ciertos momentos de su vida, como le ocurre, por ejemplo, después del coito, en que experimenta la necesidad de retener y eternizar un algo indefinible, dentro de ella.

Responde que, efectivamente, el órgano que su madre deposita sobre la mesa es comparable a una pieza de cerámica, de la que puede decirse que está llena de vida, dentro de su inmovilidad. Lo inmóvil e inanimado que, no obstante, contiene vida, le hace pensar en los árboles durante el invierno, que protegen su vida latente con la corteza, y a falta de hojas continúen alimentándose por las raíces hasta el arribo de la primavera en que vuelven a ponerse en contacto con el ambiente. Le parece que durante este periodo, el agua es un peligro para el árbol, pues en el caso de que consiga penetrar su corteza, éste no puede metabolizarla y se pudre. Asocia también con el oso que pasa el invierno dormido en su madriguera, manteniéndose durante todo ese tiempo de la vida latente que ha podido almacenar y menciona a la tortuga, que necesita vivir permanentemente dentro del caparazón porque su organismo no resistiría el contacto directo con el ambiente. A propósito de tortugas me cuenta que, a su sobrino, le regalaron una a la que llamaron  Clara, la cual terminó muriéndose porque, éste, la sacó del caparazón  mientras estaba en vida latente. Se le ocurre pensar también, en la incubadora donde pasó los primeros días de su vida.

Lo primero que nos enseñan estas asociaciones es que el sueño, representa el propio nacimiento de Clara, la cual, sintiéndose incapaz de sobrevivir en el medio ambiente, retorna al seno materno, petrificándose. Pero es evidente que esta primera represión implica, en sí, un nuevo peligro, ya que, en el sueño, aparece que ella debe nacer porque está enfermando a la madre (con quien aparece identificada en el contenido manifiesto). Por lo tanto, el “retorno” debe efectuarse en condiciones que excluyan este nuevo peligro, es decir, debe hacerlo petrificada, (cálculo en la vesícula biliar del padre). De esta manera, Clara, se petrifica, “afuera”, para no ser destruida, y “adentro”, para no destruir a la madre.

La comprensión de este segundo aspecto exige el siguiente material probatorio:

Una de las angustias hipocondríacas de Clara es la de padecer arterioesclerosis, como resultado de los frecuentes tratamientos calcificantes a que fue sometida en el curso de su vida. Para ella, el efecto terapéutico del calcio reside en que petrifica las zonas enfermas, deteniendo la descomposición de los tejidos y, por supuesto, matando los gérmenes patógenos. El temor a la arterioesclerosis tiene su contrapartida en el miedo a padecer de várices, enfermedad que concibe como la muerte de las venas y de la sangre que contiene, que acaba pudriéndose. Asocia esto con la menstruación, que es “sangre muerta que si no sale puede contaminar el resto del organismo y producir la muerte”.

Cabe señalar aquí que, Clara, sustentaba la teoría de que cuando el semen no embaraza a la mujer, acaba pudriéndose dentro de su vientre, poniendo en peligro la vida de ésta, y que, dicha teoría, tenía su equivalente en el plano oral-digestivo por medio de una fantasía en la que la flora intestinal aparece cumpliendo la misión de purificar los alimentos ingeridos antes de que estos pasen al torrente circulatorio, y de evitar la putrefacción de los restos que permanecen en el intestino, comiéndoselos y depurándolos, también en el curso de su propio proceso digestivo.

Por lo tanto, la petrificación parece como un proceso destinado a inmovilizar los objetos malos introyectados (gérmenes patógenos) y a reparar las partes buenas dañadas por éstos.

Ahora bien, Clara, había asociado, también, los órganos que saca la madre de su cuerpo, con un pecho repleto de leche, en el cual resaltan las venas superficiales. Dada La identidad que establece entre el semen y el alimento, podemos decir que pecho y pene son, para su inconsciente, una y la misma cosa. Siendo así, ella, como feto, está identificada con ambos y participa de los dos aspectos que les atribuye, bueno y malo, destructor y reparador. Puede dar leche, semen y excrementos buenos (calcio); y todo lo contrario.

El niño petrificado como un pene-pecho erecto pero inmovilizado (nota 1), ya no pone en peligro la vida de la madre, ni por contaminación, o si se quiere retaliación, la suya propia, que permanece latente dentro de las paredes rocosas como el animal que inverna en su madriguera.

La solución, por medio de la petrificación del dilema chupar o ser chupada, pudrir o pudrirse, dentro del vientre materno, aparece expresado claramente en varias fantasías.

La primera de ellas surge mientras Clara contempla una pecera que le han regalado, y que contiene dos peces de pequeño tamaño. Se imagina con gran angustia, que esos dos seres, continuamente juntos en un espacio tan reducido acabarán peleándose a muerte, y asocia esto con el matrimonio. Podemos ir más lejos y considerar a los peces en la pecera como representantes de ella y su melliza en el vientre materno.

La otra fantasía fue verbalizada por medio del relato de una lectura que la apasionó, en la que se describía cómo, en el fondo del mar, los caracoles se adhieren a las valvas de las almejas, las horadan pacientemente y por el agujero practicado las chupan después. El fondo del mar es, de nuevo, el vientre materno, la almeja y el caracol, las dos mellizas.

Complementa estas dos fantasías una tercera, en la que Clara interpreta el haber nacido arrugada, como debido a que su melliza la había chipado dentro del vientre de la madre.

Ana representaba en estas fantasías al pene del padre y, más profundamente al pecho de la madre, sobre los que había proyectados sus sadismos, oral, anal y fálico.

Según esto, permanecer dentro del vientre materno es para Clara tan peligroso como estar fuera de él; de ahí su necesidad de recurrir a la petrificación como mal menor.

El hecho de que la madre, para curarla, le sacara un órgano, poniendo en peligro su vida, pudo ser referido a varias situaciones cruciales de la vida de Clara. Una de ellas, la mas importante, era la percepción inconsciente, del significado de las conductas sobreprotectoras de la madre. Esta debía negarles a sus hijas la vida extrauterina y la madurez sexual, porque, de no hacerlo, así, temía seguir el mismo destino de su propia madre, con la que se hallaba identificada. Por eso tuvo sus partos prolongados y se obstinaba en tratar a las hijas como si fueran todavía niñas desamparadas. En la medida en que Clara vivía esto, inconscientemente, como una realidad, había formado la imagen de una madre terrorífica que castigaría implacablemente cualquier intento de madurez por su parte, ya que esto representaba la muerte para ella. El pene del padre, heredero de los primitivos conflictos con el pecho de la madre jugaba en todo esto un papel muy importante, ya que estando bajo el control absoluto de esta última, constituía su arma de ataque más temible (recuérdese que Clara consideraba al padre un instrumento de la madre y que los disgustos que tenía con éste eran siempre a causa  de conflictos con aquélla). Aparece en el sueño representado por el brazo de la madre (madre fálica); lo que nos lleva a la situación transferencial.

Clara habíase quejado, repetidas veces, de que los frecuentes tratamientos a base de penicilina a los que le fue preciso someterse para curar sus bronquitis, habían matado su flora intestinal, forzándola a seguir una dieta exenta de vegetales y hortalizas; estas quejas pueden relacionarse con el tratamiento analítico, del que opinaba que trataba de liberarla de sus sufrimientos haciendo de ella una persona ordenada y metódica. Lo cual era lo mismo que vivir adormecida, sin experimentar placer en la satisfacción de sus necesidades. En ambos casos, la penicilina y las interpretaciones, el análisis descubrió la misma fantasía inconsciente:

Ella, que venía a solicitar ayuda del padre para penetrar con su pene en el vientre de la madre y obtener así la femineidad de ésta, en posesión de la cual, podría ya relacionarse con el mismo pene como objeto de satisfacción, reencontraba en  mí a la madre que la obligaba de nuevo a renunciar a la satisfacción instintiva, haciéndola regresar a la situación intrauterina.

Justamente,  para evitar esto, había elegido un analista hombre y lo había ocultado “aislado”, a los ojos de su madre.

Para Clara no sólo me aislaba a mí de su madre, sino también de ella misma, y esto obedecía a diversas razones de las que ya hemos indicado varias. En tanto yo representaba a Ana, debía aislarse de mí para que no le “chuparan” todas las cualidades que había adquirido de la madre (inversión de los papeles en la fiesta en que ella pierde su identificación con Ana). Cuando mi papel era directamente el de un substituto materno, el aislamiento la protegía del insoluble dilema depresión-paranoia, matarme o morirse, que al final siempre culminaba con vivencias paranoides, ya que la madre destruída reaparecía como figura retaliadora. Si proyectaba sobre mí la imagen del padre y ella actuaba identificada, en la periferia de su cuerpo, con la madre, que entonces la llevaba a ella misma en su vientre, el aislamiento representaba separar a los padres en la escena primaria, con el fin de no ser alcanzada por los aspectos malos del pene del padre, en el vientre de la madre.

Las consideraciones precedentes nos permiten ya comprender la relación que guardaba el sueño de la petrificación con su encuentro conmigo en la fiesta y con la propuesta de matrimonio que le hizo Pedro. Encontrarse conmigo representó, en las capas más profundas de su inconsciente, un nacimiento prematuro (como el parto de la abuela); su propio nacimiento en lo que se refiere al estado de desnutrición en que se hallaba. Cubrir el déficit alimenticio que arrastraba, hubiera significado en el plano oral vaciar y aniquilar el pecho materno (notas 2 y 3), y por proyección de estas tendencias destructivas, ser vaciada y aniquilada por éste: en el plano anal arrebatarle los excrementos buenos (flora intestinal) y atacarla con los  (gérmenes bronquiales) y en el genital apropiarse de sus órganos reproductores, hijos y pene del padre. El monto abrumador de las angustias paranoides que se desataría así, e invernar de nuevo, lo mismo que en la realidad, aunque en esta última, recurre también  a otra técnica que le permite salir de su petrificación: la identificación proyectiva.

Citaré algunos ejemplos comprobatorios de estas afirmaciones:

Cuando decidió casarse con Pedro, decisión que le comunicó a Jorge, empezó a temer que éste, enloquecido por los celos asesinara al primero. Simultáneamente, se axacerbaran los conflictos con los padres. La madre trataba de disponer los detalles del matrimonio como si fuera ella, y no la hijas, quien habría de  casarse, y la rebelión de Clara contra esta actitud, fue motivo de permanentes reyertas, en una de las cuales, fue acusada por la madre de ser una mujer sucia porque no había lavado una prenda íntima que se había manchado con sangre menstrual. Clara vivió esto, inconscientemente, como una prueba de que la madre, envidiosa, porque ya no tenía más la menstruación, trataba de transformarle ésta en algo sucio.

El problema con la madre apareció, aún más claramente, en  relación con la mina de caolín. Pedro había logrado que el padre de Clara invirtiera, a su nombre, una importante suma de dinero en dicha mina, estipulando que se repartieran las ganancias por partes iguales, negocio que finalmente no se realizó. Apoyándose en el elevado monto de la cantidad que aportaba, pensaba Pedro excluir de la sociedad anónima a varios de sus miembros. Clara temió entonces que éstos asesinaran a Pedro, pero también fantaseó excluir ella del negocio a su propio padre para repartirse con Pedro todos los beneficios e, incluso, “incorporar las cualidades” de éste (Pedro), que a ella le faltaban, no casarse con él y quedarse con la mina para ella sola.

La mina representaba a la madre, de cuyo vientre, extraía todos los contenidos buenos. El dinero del padre y las cualidades de Pedro, estaban equiparados con el pene de éstos, que le permitiría entrar en el vientre materno. Pero si incorporaba el pene del padre recaería sobre ella la persecución de los “excluídos”, que en el inconsciente eran el padre mismo y los hermanos y, más profundamente, la madre despojada. Por lo tanto, casarse con Pedro era satisfacer todas estas tendencias por identificación proyectiva evitando así la culpabilidad y el peligro de ser destruida.

Para comprender la evolución posterior del tratamiento es preciso hacer algunas observaciones más, acerca de Jorge, cuyas características condicionaron que Clara lo identificara con sus objetos infantiles más importantes.

La pérdida de su padre, lo había colocado en una situación parecida a la de la madre de Clara, forzándolo desde muy joven a tomar a su cargo las funciones y responsabilidades paternas. Igual que la madre de Clara, temía ser víctima del mismo destino trágico que el padre y, finalmente, compartía son ésta los rasgos de carácter más importantes. Del padre de Clara, tenía el carácter violeto e irascible. Al abuelo materno lo representaba a través de su hijo, que había heredado el papel de tutor extraoficial de la familia, por residir ambos en la misma ciudad provinciana, y con el hermano tenía en común su temor a suicidarse.

No es entonces de extrañar la necesidad compulsiva que Clara tenia de curarlo, ni que ésta fuera una de las razones que la trajeron al tratamiento, ya que curarlo significaba, nada menos, que reparar a sus objetos internalizados con los que ella se encontraba identificada.

Una vez que Clara hubo decidido abandonarlo, llevó a cabo su introyección que expresó  en los siguientes términos: “Ahora lo llevo adentro como una imagen y de esta manera lo tengo  él y a Pedro”. Los resultados de esta introyección no se hicieron esperar y Clara empezó a manifestar aquellos temores hipocondriacos que correspondía a los objetos que Jorge representaba. Fue así que temió estar enferma del corazón como la madre, sufrir de un padecimiento hepático como el padre, padecer del intestino como el abuelo materno, que murió de una oclusión intestinal y  tener “algo en los pulmones” como el hermano, llegando incluso a experimentar dolores transfictivos en el tórax, que representaban la trayectoria de la bala que éste se disparó.

Aunque no las hizo desaparecer por completo, el análisis de todas estas angustias, disminuyó su intensidad en una forma bastante apreciable.

A los seis meses de haberme encontrado en la fiesta, Clara contrajo matrimonio con Pedro y suspendió su análisis por tres meses, no transcurridos todavía en el momento en que escribo el presente trabajo.

EL ASMA

Cuando Clara, asociando en relacionando con el órgano petrificado que aparecía en el sueño, comparó  el estado en que este órgano se encontraba con el de los árboles durante el invierno, se me ocurrió pensar que, durante el ataque de asma, la persona que lo sufre ha perdido momentáneamente y desde el punto de vista funcional, los alveólos pulmonares como el árbol sus hojas. Recordé, además, que Clara me había hablado, meses atrás, de una niñera que acostumbraba castigarla, lo mismo que a sus hermanos, sumergiéndole la cabeza en el agua durante un tiempo suficientemente largo como para despertar un serio estado de angustia. Pude darme cuenta, entonces, de que Clara aludía a estas experiencias infantiles, cuando expresaba que el agua era un peligro para los árboles mientras éstos se hallaban sin hoja porque, de penetrar en su interior llegaría a pudrirlo.

Al principio del análisis yo había interpretado sus ataques de asma siguiendo la hipótesis propuesta por Alexander y French (1943) es decir, como una reacción al temor de ser abandonada por la madre, que tenía el significado de un grito reprimido. Cuando estuve en posesión del material referente a la niñera citada, mis interpretaciones tendieron a demostrarle que su asma representaba el sometimiento a la niñera introyectada en el Super-yo, que ahora la castigaba desde “adentro” forzándola a reaccionar con apnea como si tuviera la cabeza debajo del agua (nota 4). En este sentido no respirar, constituía una defensa por partida doble; en lo referente a la respiración, contra el peligro de ser ahogada (nota 5) por el aire, que, para su inconsciente, se había transformado en agua, y en lo que concernía a la respiración para no perder el aire bueno que tenía en sus pulmones, que era toda la reserva vital de que disponía mientras subsistiera el peligro externo.

Ahora bien, puesto que Clara se identifica, durante el ataque de asma, con el árbol sin hojas, debemos pensar que el temor específico en relación con el agua, durante dicho estado, es el de pudrirse como el árbol. De acuerdo con esto, el agua y, por lo tanto, el aire, en el momento del ataque asmático, está equiparada en su inconsciente con el semen y con los alimentos; el tórax con el vientre materno y los alveolos pulmonares con la flora intestinal la que, a su vez, constituye una expresión regresiva de los hijos, que absorben el semen del padre i impiden la putrefacción.

Estos hallazgos implicaban que el ataque asmático tenía el significado inconsciente de una fantasía de petrificación e invernación, puesto que incluía todos los elementos presentes en ésta. Basándome en los significados, ya expuestos, de las fantasías citadas, logré una comprensión más amplia del papel, que la respiración y el asma jugaban en Clara.

En condiciones normales respirar era para ella, en el plano genital, ser embarazada por el pene del padre, con la inspiración, y dar a luz con respiración. Este proceso podía realizarse sin inconvenientes porque los alveolos pulmonares (células procreadoras femeninas, hijos) absorbían y metabolizaban sin inconvenientes los aspectos dañinos del aire (semen y pene del padre), y el nacimiento de los hijos no significaba el vaciamiento del vientre materno. En el plano oral-digestivo, el aire representaba la leche materna que los hijos era capaces de asimilar adecuadamente, sin peligro para ellos o para la madre. Pero en un momento dado, el aire toma el carácter de un pene destructor (en la situación oral de un pecho) que amenaza con atacar y destruir a los hijos dentro del vientre materno y después a la propia madre.

Clara divide, entonces, el objeto conservando la parte buena con la que se halla identificada dentro del tórax, (aire retenido), y cerrándose al aire exterior, malo. Pero como ha podido evitar totalmente la penetración del pene-pecho destructor, se petrifica logrando así inmovilizar (nota 6) las partes malas que hayan podido penetrar y separar las buenas que hayan sido dañadas. Con la petrificación consigue además simultáneamente, un refugio seguro para el objeto bueno y una garantía contra la contaminación de éste por el dañado. Las paredes de este refugio constituyen lo que podríamos llamar su identificación con el pene-pecho agresor, erecto pero inmovilizado. Inverna, así, hasta que cambian las condiciones externas y cuando esto sucede, vuelve a la situación anterior normal.

Cuando por medio del análisis del sueño de la petrificación comprendí todas estas cosas, no me fue difícil descubrirlas en el material analítico que me proporcionaba Clara durante esa época, aunque para ser justo, debo aclarar que, en este período del análisis, que duró “seis meses” presentaba sus problemas con mucha mayor claridad que antes y proporcionó datos históricos importantísimos que hasta entonces había ocultado, como por ejemplo, el intento de suicidio del hermano, la forma en que murió la abuela materna, y la descripción completa, que no había hecho nunca, del carácter de Jorge.

Mostraré, en una breve síntesis, los aspectos clínicos a que me he referido.

Con la ruptura del mecanismo de aislamiento (ruptura de la petrificación) y la proposición de matrimonio hecha por Pedro, reaparecieron los ataques de asma, de los que Clara hacía seis meses que no tenía noticias, (hecho que no mencionó hasta unas semanas antes de encontrarme en la fiesta).

Esta recaída era comprensible ya que habiéndola yo sacado bruscamente de su refugio, necesitaba buscarse otro que cumpliera la misma función (como ocurre en el sueño). Sin embargo estos nuevos ataques no tenían ya la misma intensidad de los anteriores y eran substituidos, con mucha más frecuencia que antes, por sensaciones de opresión.

En términos generales, el módulo actual del que irradiaban todas sus angustias era el matrimonio con Pedro, que le exigía la renuncia definitiva a curar a Jorge (sus objetos infantiles dañados, y, a fin de cuentas, la pareja parental), lo cual implicaba sumirse en una situación persecutoria. Pues bien, los ataques de asma o las sensaciones de opresión, aparecían sistemáticamente en cuanto temía estar expuesta a la agresión del perseguidor, que, al final, siempre era la madre (nota 7).

Por ejemplo, un día que había sido invitada a comer a casa de su futura suegra, sobre la que había proyectado lo aspectos buenos de la madre, temió que ésta, que no andaba muy bien de la vista, no hubiera revisado adecuadamente las pastas que le servía en la sopa, la que podría entonces contener gusanos. La comió, sin embargo, y poco después tuvo asma. El ataque fue un intento de dominar la angustia de haberse tragado los gusanos, desplazando el peligro sobre el aire y haciendo con éste lo que no pudo hacer con la comida: no incorporarla. Tendía, también a inmovilizar los gusanos que hubieran podido penetra dentro de ella.

En otra ocasión le confesó a la suegra que no usaba corpiño y como ésta era mujer católica y chapada a la antigua, temió que dejara de apreciarla por considerarla inmoral. Se reprochó entonces ser incapaz de conservar el cariño de las personas, a las que siempre acababa poniendo en contra de ella. Esa noche, mientras tenía relaciones sexuales con Pedro, aparecieron sensaciones de opresión acompañadas de ideas acerca de lo que pensaría su suegra si llegara a enterarse. Era evidente que, inconscientemente, temía haber transformado la madre buena en una madre perseguidora al haber exhibido su sexualidad ante ella.

Ya próxima la fecha de su matrimonio, me manifestó que estaba angustiada porque el departamento que había comprado no estaría listo hasta tres meses después. Como no quería vivir con sus padres, pensaban alojarse en un hotel, pero entonces no tenía dinero para el análisis y temía que yo no aceptaría reservarla la hora durante esos tres meses. Al final de la sesión le dije que yo no tenía ningún inconveniente en reservarle la hora durante esos tres meses. Al final de la sesión le dije que yo no tenía ningún inconveniente en reservársela. Me dio las gracias emocionada y se fue. Al día siguiente me contó que de la sesión había ido a una fiesta que le daban sus compañeros de pintura en la cual tuvo asma permanentemente, aunque esto no le impidió divertirse. Dicha fiesta habíale despertado intensos sentimientos de culpabilidad, porque su organizador, que en un tiempo había tenido relaciones con ella, había sido objeto de amargos reproches en el análisis, por parte de ésta. En ambos casos, la fiesta y la sesión analítica había vivido la misma situación. Al tener la impresión de que nos portábamos bien con ella, temía que sus agresiones pasadas, ahora injustificadas ante la bondad del objeto volvieran a transformarnos en sus enemigos. Esto adquiría el carácter de un hecho consumado en su inconsciente y reaccionaba introyectando y reteniendo el objeto bueno con el ataque de asma. Yo representaba, por supuesto, a la madre que me sacrificaba por ella.

Citaré, como último ejemplo. El siguiente: Un día llegó a su sesión analítica sintiéndose bien, pero al acostarse en el diván empezó a quejarse de sensaciones de opresión. Asociando, me confesó que tenía miedo de contarme que había ido a consulta a una adivina sobre el futuro de Jorge (que era mi futuro también). Pensaba, que a lo mejor, yo podría considerar esto como una infidelidad. En cuanto hizo la confesión desaparecieron por completo todas las molestias.

Alexander y French (1943), atribuyen el alivio que el paciente asmático experimenta en estos casos, al hecho de que éste recupera por medio de la confesión  el amor de la madre e interpretan el ataque de asma como la confesión sofocada en la garganta, por temor a la madre. Más adelante dicen: “La confesión es una defensa que se vale del lenguaje y el lenguaje es un mecanismo respiratorio. Por lo tanto, quizá no sea sorprendente que tenga una íntima relación con los ataques de asma”.

Los progresos de la investigación analítica, desde entonces a la fecha, nos han dado los elementos para aclarar esta cuestión, aunque, nadie, hasta ahora, que yo sepa, lo había aplicado al ataque asmático (nota 8).

Efectivamente, el paciente asmático se alivia cuando puede confesar o gritar porque, hallándose identificado, como niño, con las palabras y el grito, se coloca de esta manera dentro de una madre buena. De lo que se infiere que para llevar a cabo estos actos, que implican abandonar sus mecanismos de petrificación necesita proyectar antes sobre su interlocutor la imagen de la madre buena necesitada.

Esto puede apreciarse con particular transparencia en el caso de otro paciente asmático, el cual escribía y hablaba con gran facilidad, pero era sumamente torpe cuando trataba de pensar a solas.

Este conflicto pudo asociarse con su masturbación adolescente y con su vida sexual actual. En la primera se había desesperado, con frecuencia, porque no podía eyacular en su propia boca y, en la segunda, no puede soportar la idea de eyacular fuera de la vagina de su mujer, por asaltarle la angustia de que así destruye sus espermatozoides con los que se encuentra identificado. Para este paciente, pensar a solas, significa darse a luz en un mundo hostil que acabará destruyéndolo.

Escribir o hablar es depositarse, de nuevo, en el vientre materno.

Sin embargo, para utilizar este mecanismo proyectivo, es preciso disponer en el inconsciente de una madre suficientemente idealizada. Como éste no era el caso de Clara, cuya madre era un objeto típicamente ambivalente, ésta recurría con sus verbalizaciones y las mías a los mecanismos de petrificación que le eran característicos. Así, por ejemplo, al comienzo de sus análisis escribía todo lo que podía recordar de las sesiones analíticas, alegando que, si no lo hacía, acabaría por olvidarlo, lo que era igual que perder los beneficios que podrían brindarle mis interpretaciones. Teniéndolo escrito-petrificado podía recurrir  sus contenidos buenos en cualquier momento que lo necesitara.

CONCLUSIONES

Los ataques de asma representaban, en Clara, el cumplimiento de una fantasía de petrificación e invernación con la que pretendía resolver graves angustias paranoides relacionadas con una madre fálica que no le permitía “nacer” porque esto significaba para ella ser vaciada y devorada en el plano oral; perder sus excrementos buenos y ser atacada con heces malas, en el anal, y quedarse sin los órganos reproductores, hijos y pene del padre, en el genital, todo lo cual equivalía a la muerte.

Esta imagen terrorífica de la madre fálica era producto de las fantasías destructivas inconscientes de Clara y de la conducta de la madre real, quien hallándose identificada con su propia madre, a la que inconscientemente pensaba haber matado y substituido, temía seguir el mismo destino.

Como el retorno al seno materno implicaba para Clara, por proyección de sus propias tendencias e identificación introyectiva con el objeto-madre, ser chupada, devorada y atacada con excrementos malos, por el pene del padre (con el que identificaba a su melliza), al que le atribuía los aspectos terroríficos del pecho de la madre, necesitaba petrificarse, lo que incluía los siguientes significados:

a)      Inmovilizar las parte malas de sus objetos parciales: útero, pecho repleto de la madre y pene erecto del padre.

b)      Reparar los aspectos buenos dañados, tanto de ella misma como de sus objetos, con los que estaba identificada.

c)      Evitar la putrefacción.

d)      Proveerse de una coraza que protegiera sus partes buenas intactas y las de sus objetos, de las partes malas que no habían podido ser petrificadas.

En el ataque de asma aparecían todos estos mecanismos localizados en el aparato respiratorio. Así, el tórax representaba el vientre de la madre, los alveolos pulmonares eran los hijos (Clara), el aire inspirado, el pene y semen del padre y más profundamente el pecho y leche de la madre, y el aire espirado los hijos-heces que nacían (nota 9).

Como el pene-pecho del padre y su producto, el semen-leche, estaban revestidos en ese momento con el sadismo oral, anal y uretral de Clara, ésta se protegía cerrando e inmovilizando el tórax, con lo cual petrificaba (con todos sus significados) lo que hubiera podido penetrar, de los objetos malos y las parte de ella misma y de sus objetos buenos (alveolos pulmonares, aire retenido), que habían sido dañados. De esta manera conseguía un refugio seguro, dentro del tórax para las partes buenas de sus objetos y de ella misma que habían quedado intactas.

El hecho de que el aparato respiratorio hubiera sido elegido para realizar esta fantasía obedecía a las siguientes experiencias traumáticas (nota 10):

a)      Nacimiento en precarias condiciones de nutrición que no le permitió adaptarse directamente al ambiente extrauterino.

b)      El haber sido castigada, en su niñez, por una niñera que le metía la cabeza debajo del agua, manteniéndola así durante largo rato.

c)      Intento de suicidio del hermano, que se disparó un tiro en el tórax.

NOTAS

Nota 1. Freud (4) interpreta la petrificación que producía la mirada de la medusa, como un símbolo de la erección del pene del espectador, que reaccionaba así, para negar la angustia de castración despertada por la visión del genital femenino castrado.

Coriat (7), por el contrario, considera esta petrificación como un equivalente  de la castración, teniendo en cuenta la inmovilidad que implica.

El material de mi paciente parecería más bien confirmar los puntos de vista de Coriat. Como señalo en el presente trabajo, la petrificación encierra además otros significados que pueden ser demostrados en el mismo mito de la medusa, y que la falta de espacio, me impide señalar aquí.

Nota 2. En la fiesta mencionada, se había encontrado con la Sra. X, amiga mía, la cual apareció después en un sueño “dándole de mamar a una nena muy grande”, hecho que a Clara, que contemplaba la escena, le parecía “vicioso”.

Nota 3. La fantasía de un hombre insaciable al término del periodo de invernación, puede verse con claridad en el fragmento de una carta que Freud escribió en 1882, a la que más tarde habría de ser su mujer, después de recuperarse de una seria amigdalitis. Dice Jones (8) “al recuperarse sintióse presa de un “hambre gigantesca, como el animal que se despierta en su sueño invernal”. Y en el próximo párrafo describe como esto iba acompañado de una intensa nostalgia por su amada: “un anhelo espantoso, o mejor diría siniestro, monstruoso, horrible, gigantesco, en pocas palabras: una nostalgia indescriptible por ti”. (traducción mía).

Nota 4. Este aspecto coincide con el punto de vista de José Luis González Ch. (5), que interpreta el asma como resultado de la introyección de una figura mala que ahoga al paciente.

Nota 5. David Liberman (10) interpreta los ataques de asma de uno de sus pacientes como una defensa contra un pecho no asimilado, que ahoga.

Nota 6. En cuarto a este aspecto que yo considero parcial, estoy de acuerdo con Pichón Riviere (11) cuando habla del ataque asmático como un proceso melancólico en el aparato respiratorio.

Nota 7. Coincido con Enrique Racker (12) en que “el asma se origina ante el peligro de ser. . . destruido por el objeto, pero no en que esta defensa consista “en la introyección inconsciente del objeto, Si bien el objeto se incorpora es sólo de una manera parcial (me refiero al objeto malo), quedando siempre fuera la mayor parte de él. En cuanto al objeto bueno, sí que se introyecta totalmente.

Nota 8. Luisa G. de Alvarez de Toledo (1) Hace la observación siguiente: “la mano es como la voz, muy apta para mantener la primitiva identidad sujeto-objeto. . .”. En el sueño de la petrificación se ve claramente la identificación mano-palabras (interpretaciones), aunque, a diferencia de lo afirmado por la Dra. Alvarez de Toledo, es un objeto ambivalente.

Nota (9) Weis (13) compara la retención del aire que hace el asmático con la de las heces que lleva a cabo el neurótico obsesivo.

Fenichel (2) dice hablando del asma, que éste “puede reducirse a la fórmula siguiente: sexualización especial de la función respiratoria, represión pero simultánea oclusión de los deseos sexuales condicionado por la anterior circunstancia. Dichos deseos sexuales responden a muy diversas fantasías, principalmente a las de tipo oral-anal, que son la expresión regresiva del complejo de Edipo”.

Nota 10. Melanie Klein (9) comentando un trabajo de Margaret A. Ribble, en el cual ésta relaciona entre otras cosas, las irregularidades de la respiración con un contacto deficiente entre la madre y el niño de pecho o por ejemplo, cambios de niñera, sugiere la hipótesis de que la inestabilidad de donde se deriva ésta y otros trastornos citados sería una expresión del instinto de muerte dirigido contra el propio organismo.