Laura Jasso 

En el año 2006, Tarana Burke fundó el movimiento #MeToo con la intención de proporcionar ayuda a sobrevivientes de violencia sexual, en especial a mujeres de color. No fue hasta el 2017 que se viralizó al ligarse al caso del productor cinematográfico Harvey Weinstein, quien había violentado a mujeres por más de 5 décadas en la industria del cine, quedando impune ante las escasas denuncias que se le habían hecho en proporción con el número de víctimas. Me too, o “yo también” en español, ha tenido un giro importante en los últimos años y el movimiento se ha esparcido por todo el mundo. Estas palabras prácticamente se han independizado de la fundación y han sido reclamadas por grupos feministas. En este trabajo pretendo exponer algunas posturas respecto al movimiento y cuestionar el lugar de las y los denunciantes frente al problema: la violencia.  Compartiré algunas líneas de pensamiento que han circulado en mi cabeza en los últimos años, y les invito a que podamos cuestionarnos sin que lleguemos a poner en duda denuncias particulares, me parece que eso le corresponde al orden de la subjetividad y no es nuestro lugar juzgar. 

Vivimos en un contexto machista y violento, en donde diariamente atestiguamos los estragos de la violencia de género. Indudablemente estamos en una situación de emergencia para atender los casos de violencia sexual efectuada hacia las niñas y mujeres, pero también hacia niños y hombres. Y en este trabajo reconozco las dificultades a las que nos enfrentamos en la búsqueda de una justicia restaurativa, sin embargo, me centraré en el análisis del discurso social que implica la victimización y en algunos cuestionamientos referentes a nuestra posición discursiva. 

Dicho esto, adentrémonos en una explicación más precisa de lo que significa “Me Too”. La activista estadounidense considera que es una forma de “empoderar a través de la empatía” y que el foco de atención debe mantenerse en las y los sobrevivientes y en su proceso de sanación. Si bien es un movimiento no exclusivo para las mujeres, los índices globales estiman que 736 millones de mujeres   -alrededor de una de cada tres- ha experimentado alguna vez en su vida violencia física o sexual. Este dato excluye el acoso, y se presume que de tomarlo en cuenta, estaríamos hablando del 70% de mujeres en todo el mundo. La violencia sexual en hombres también es una realidad y debe de atenderse, pero se estima que en nuestro país por cada hombre violentado nueve mujeres lo han sido (ONU, 2022). Por eso, a partir de este momento me referiré en femenino a las sobrevivientes o víctimas.  Mujeres de todo el mundo han compartido sus historias de abuso en diferentes medios. Desde hace algunos años se implementaron los “tendederos”, espacios físicos o virtuales en donde se exponen a los agresores, puede ser anónimo o no. La intención de “tender al agresor” está vinculada con romper el silencio, exigir justicia y generar mecanismos de atención y solución. 

Cabe mencionar que a partir de que se implementaron estos espacios, instituciones de distintos ámbitos, como educativas, laborales, políticas, etc. Han generado protocolos ante la violencia de género. Si se llevan a cabo o no, si se hace justicia o no, es otro asunto. Pero el ruido que generan las denuncias ha posibilitado que tanto hombres como mujeres repensemos qué es la violencia, cuáles son las conductas sexistas que tenemos normalizadas y que evidenciemos los mandatos machistas a los que estamos sujetos. Se han abierto conversaciones en donde empieza el cuestionamiento ante las estructuras de poder verticales antes dadas por hecho y, empezamos a sentar camino para una verdadera deconstrucción. Estamos en pañales. 

En febrero del 2020, el Instituto Nacional de las Mujeres (INMUJERES) del gobierno de México, publicó un protocolo para la prevención, atención y sanción del hostigamiento y acoso sexual. Definen hostigamiento sexual como “el ejercicio de poder, en una relación de subordinación real de la víctima frente al agresor en los ámbitos laboral y/o escolar. Se expresa en conductas verbales, físicas o ambas, relacionadas con la sexualidad de connotación lasciva.” Mientras que el acoso sexual es definido como “una forma de violencia en la que, sin bien no existe la subordinación, hay un ejercicio abusivo de poder que conlleva un estado indefenso y de riesgo para la víctima, independientemente de que se realice en uno o varios eventos.” Cabe mencionar que no hay claridad respecto a las sanciones que ameritan dichos delitos, mientras que se les pide a las víctimas que recopilen pruebas para la investigación. Por otro lado, en el artículo 260 del Código Penal Federal, se define como abuso sexual el acto de obligar a alguien, sin su consentimiento, a ejecutar para sí o para otra persona, actos sexuales sin el propósito de llegar a la cópula. Como actos sexuales se entienden los tocamientos o manoseos corporales obscenos. Dicho delito será penado si obligan a la víctima a hacerlo, a presenciarlo o a exhibir su cuerpo. Para este delito, la pena es de seis a doce años de prisión, pero quisiera remarcar la ambigüedad de las definiciones. 

No sorprende que las sobrevivientes opten por la denuncia informal en tendederos. Pues el proceso legal no asegura la obtención de justicia, y más bien, existe una tendencia a que sean revictimizantes.  Por otro lado, y volviendo al tema de los privilegios, no existe un acceso igualitario a la justicia en México. Pareciera que los casos mediáticos son los que encuentran resultados. Los protocolos no sirven. El personal no está capacitado para atender las denuncias pues ellos mismos están plagados de prejuicios. La escasez ha llevado a que la denuncia social colectiva sea la forma de buscar justicia a pesar de que estos tampoco aseguren una reparación de daño. 

Ciertamente hemos visto el inicio de cambios estructurales como el incremento de mujeres ocupando puestos directivos, mujeres que reclaman el poder y que hacen una demanda a la deuda histórica de sometimiento. Esto, como dice Milner (2019), “conllevará grandes cambios en la composición de la pequeña élite que gobierna las pocas súper potencias. Incluso si esa evolución beneficiara a mujeres de las clases medias altas y clases medias bajas, su impacto será simbólicamente importante y materialmente limitado. La situación efectiva de las mujeres alrededor del mundo no cambiará.” Entonces, ¿qué sucede con las mujeres que quedan a la sombra de la lucha? ¿Será que el movimiento nos incluye a todas? Vienen a mi cabeza algunos grupos vulnerables como personas en situación de calle o privadas de su libertad, indígenas, mujeres trans, trabajadoras del hogar, mujeres con discapacidades, adultas mayores, entre otras. 

Esta línea de pensamiento, indiscutiblemente me obliga a tocar un punto en la historia del movimiento Me Too. Como mencioné en un inicio, este surge en Estados Unidos, lo cual a decir de feministas no-americanas, supone una americanización que resultó en un impacto a nivel global. Tarana Burke llevaba 11 años investida en el movimiento Me Too pero no contó con la visibilidad que tienen las actrices que se pronunciaron ante Weinstein. En Francia, días después, el presidente Emmanuel Macron señaló que es peligroso un ambiente de sospecha y declaró “no quiero que caigamos en una sociedad en la que cada relación entre un hombre y una mujer se convierta en sospecha de dominio. No estamos en una sociedad puritana”, haciendo un guiño a Estados Unidos. Meses después, en enero del 2018, se publicó un posicionamiento de escritoras, artistas y psicoanalistas francesas en el periódico Le Monde. El documento fue recibido como ataque al movimiento #MeToo a pesar de que se condena la violencia y los delitos como la violación o el acoso. Fue mal recibido por las americanas en tanto que critican los excesos; distinguen la agresión y el acoso de otros gestos como el “coqueteo” o actos que importunan. Y, a su vez, cuestionan las campañas mediáticas en donde se inculpa y se coloca a individuos en el mismo plano que agresores sexuales privándoles de su derecho de réplica. 

Si bien el artículo toca temas polémicos, considero que uno de los puntos claves es que juzga la postura puritana en donde la mujer toma un lugar de “víctimas eternas, de pobres cositas bajo el control de demonios falócratas, como en los buenos tiempos de la brujería” Y proponen que se puede llegar a borrar la frontera entre acoso y coqueteos torpes. Cabe mencionar que se ha leído este artículo como si abalara el acoso sexual y no como una crítica al movimiento. 

A continuación, leeré un par de fragmentos de del artículo francés titulado Defendemos una libertad de importunar, esencial en la libertad sexual: 

“Esta fiebre de enviar a los <<puercos>> al matadero, lejos de ayudar a las mujeres a lograr su autonomía, sirve en realidad a los intereses de los enemigos de la libertad sexual, extremistas religiosos, los peores reaccionarios, y de aquellos que estiman en el nombre de una concepción sustancial del bien y de la moral pública que va con él, que las mujeres son seres <<aparte>>, infantes de rostro adulto, reclamando ser protegidas. 

[…] Los accidentes que pueden tocar el cuerpo de una mujer no necesariamente alcanzan su dignidad y no deben, tan duros como sean algunas veces, hacer necesariamente de ella una víctima perpetua. Porque no somos reductibles a nuestro cuerpo. Nuestra libertad interior es inviolable. Y esa libertad que atesoramos no va sin riesgos ni sin responsabilidades” (2018).

Es lícito pensar que la publicación no está defendiendo la violencia sino critica el lugar de víctimas, reforzando la autonomía y la libertad de la mujer. Entonces llega a mi mente la siguiente pregunta ¿será preciso enunciar que el Me Too rompe con las concepciones feministas de los Women Studies en donde se separa el género de la autonomía y nos retorna a un determinismo anatómico? 

Me veo en la necesidad de remarcar que mis cuestionamientos no son en el orden de si las mujeres somos o no más vulnerables. Las estadísticas nos demuestran día con día la gravedad de lo que vivimos en nuestro país. Reconozco y reprocho los actos de violencia ejercidos contra la mujer, sin embargo, en este escrito pretendo también reconocer, escuchar y cuestionar el discurso que nos inunda como mujeres.  

Retomo las motivaciones que me orillaron a escribir este trabajo. En los últimos días, en el marco del día internacional de la mujer, me he topado con cientos de historias de abuso narradas con detalles escalofriantes propios de la vivencia traumática. Dichos discursos me atraviesan desde distintos lugares, ninguno menos doloroso que el otro. Atraviesan a la niña que una vez fui, a la mujer en la que me he convertido. Me duelen como amiga, como analista, como hija, como nieta, como prima. 

La historia, el silencio y el ejercicio de violencia hacia la mujer indignan, claro que sí. Pero justamente el dolor, el miedo y la indignación acumulada nos puede jugar chueco y cegarnos en tanto que no nos permitamos la autocrítica. La violencia dirigida a las mujeres ha monopolizado la reflexión y el activismo feminista y qué pinche miedo da cuestionarle. ¿Me posicionará como una traidora y aliada del patriarcado? 

Los grises también existen y es muy importante reconocerlos para no convertirnos en aquello que queremos erradicar. ¿O qué no también llegamos a replicar discursos binarios separatistas y deterministas? 

Ahora bien, ante tales problemáticas, retomo los planteamientos de Marta Lamas, quien en el 2018 enunció que es necesario “construir estrategias que vayan más allá de la rabia” por ejemplo, una búsqueda por el establecimiento de un Estado de derecho y para esto es necesario cuestionar y modificar el Estado patriarcal. Ximena Andión (citada en Lamas, 2018), señala que hay que precisar las definiciones de abuso sexual, acoso sexual y hostigamiento sexual además de homologarlas en los códigos penales en México. ¿Tendría que ser enjuiciado del mismo modo un acto deliberado de acoso contra una erección involuntaria?

“Hay que estar profundamente agradecidas con los grupos de activistas que, de manera comprometida y valiente, se dedican a acompañar a las mujeres víctimas de violencia en la búsqueda de justicia, protección y reparación del daño. Pero, simultáneamente a todos esos reconocimientos, es preciso llevar a cabo una crítica sobre las consecuencias negativas que han producido las creencias mujeristas y victimistas en el abordaje del problema de la violencia” (Lamas, 2018). 

Haciendo referencia a la crítica francesa de los postulados americanos, pareciera que todos los hombres son victimarios en potencia, así como todas las mujeres somos víctimas en potencia. Y en este espacio es importante que reconozcamos que el lugar de víctima y de victimario no se delimita por el género. 

Se ha hablado del uso de la palabra “sobreviviente” en lugar de “víctima”, pues esta le da una connotación más activa y le otorga la capacidad de sobreponerse al evento traumático. Sin embargo, reconozco que muchas de las denuncias se hacen desde un lugar pasivo, y es importante que pensemos las consecuencias que tiene esto sobre la persona, pero también sobre el movimiento en sí. “Ser víctima otorga prestigio, exige escucha, promete y fomenta reconocimiento, activa un potente generador de identidad, de derecho, de autoestima. Inmuniza contra cualquier crítica, garantiza la inocencia más allá de  toda duda razonable. ¿Cómo podría la víctima ser culpable, o responsable de algo? No ha hecho, le han hecho; no actúa, padece” (Giglioli, 2019).

Al lugar de la víctima se le adjudican adjetivos como pasividad, impotencia, vulnerabilidad, etc. ¿Acaso no son adjetivos que han sido usados para describir lo femenino históricamente? Es importante tener en mente que, de vivir a las mujeres como víctimas, atentamos con la propuesta de liberación femenina. Y, al contrario, hace que se fortalezca la visión patriarcal de que a la mujer se le debe de salvar y proteger por su incapacidad. 

Por otro lado, hay que tener en mente que el lugar de víctima también quita la responsabilidad. Argumenta el lugar de la inocencia absoluta. Entonces pareciera que oscilamos entre la culpabilidad a la inocencia, nuevamente sin reconocer los lugares intermedios. Nuevamente aludo a los “bandazos” discursivos que vamos dando como sociedad, y les hago una invitación a que los pensemos. 

Es un tema muy basto que otorga más interrogantes que respuestas, pero, como fui planteando a lo largo del trabajo, es momento de criticar y cuestionar. 

Si bien el feminismo no es nada nuevo, es importante remarcar que movimientos como #MeToo han abierto un espacio que permite a las mujeres reivindicar su voz, romper el silencio y exigir justicia. Estamos lejos aún de una justicia restaurativa por lo que es necesario reconocer que las denuncias sociales tienen sus limitantes y son un medio para la lucha, mas no un fin. 

Y hablando de limitantes, reconozco que en este espacio me faltó hablar de temas importantísimos y que, además, despiertan mi interés. ¿Qué impacto tiene la denuncia en lo privado? ¿Será un intento de elaborar la experiencia traumática o, más bien, un acto de rabia catártico?

Bibliografía

  • Business Insider (2017) Tarana Burke On How The #MeToo Movement Started and Where it’s Headed [Video]. Youtube. https://youtu.be/u1Rb7TGgsp4
  • Fenieux, C. (2008) El abuso sexual y la retraumatización a través de la denegación, llevado a cabo en el XVII Congreso Latinoamericano de Psicoanálisis, Chile.
  • Giglioli, D. (2019) Crítica de la víctima. Roma, Italia:Herder 
  • Lamas, M. (2018) Acoso ¿denuncia legítima o victimización. CDMX, México: Fondo de Cultura Económica.
  • Milner, J. (2019) Reflexiones sobre el movimiento Me Too y su filosofía. Recuperado de https://doi.org/10.31056/2250.5415.v10.n1.29225 
  • Nous défendons une liberté d’importuner, indispensable à la liberté sexuelle. Le Monde, 9 de enero de 2018. Recuperado de https://www.lemonde.fr/idees/article/2018/01/09/nous-defendons-une-liberte-d-importuner-indispensable-a-la-liberte-sexuelle_5239134_3232.html
  • ONU Mujeres. (2022) Hechos y cifras: Poner fin a la violencia contra las mujeres. Recuperado de http://www.unwomen.org/es/what-we-do/ending-violence-against-women/facts-and-figures
  • TED (2019) Tarana Burke: Me Too is a movement, not a moment [Video]. Youtube. https://youtu.be/zP3LaAYzA3Q