NUESTRO LADO OSCURO. UNA HISTORIA DE LOS PERVERSOS

Élisabeth Roudinesco. 2009

Editorial ANAGRAMA. Colección Argumentos

Élisabeth Roudinesco: Nuestro lado oscuro. Una historia de los perversos.

Apenas en julio de este año, les comenté mi lectura del libro titulado Lacan, escrito por esta misma autora. Tal libro me lo “tropecé” en la librería Rosario Castellanos ya que, honestamente, yo ignoraba su existencia. Pues lo mismo me sucedió con este texto solo que en esta ocasión fue en casa de una amiga, quien muy amablemente me lo prestó, claro está, con V de vuelta.

Sucede que este semestre me tocó dar la materia, Freud II, en la que se revisa, entre otros temas, la parte referente a las perversiones, por lo que la lectura de esta profunda revisión, me vino estupendamente para tener una óptica más amplia en la impartición de esta materia.

Son cinco los apartados en que se divide este volumen de 250 páginas: 1. Lo sublime y lo abyecto; 2. Sade a pesar de sí mismo; 3. ¿Luces sombrías o ciencia bárbara?; 4. Las confesiones de Aushchwitz y 5. La sociedad perversa. Los cinco son igualmente interesantes e ilustrativos.

En la introducción la autora nos anticipa: “Seguiremos el desarrollo de la historia a través de cinco capítulos, a lo largo de los cuáles se abordarán sucesivamente la época medieval, con Gilles de Rais, las santas místicas, los flagelantes; el siglo XVIII, en torno a la vida y la obra del marqués de Sade; el siglo XIX, el de la medicina mental, con su descripción de las perversiones sexuales y su obsesión con el niño masturbador, el homosexual y la mujer histérica; por último, el siglo XX, donde se afirma, con el nazismo en especial con las confesiones de Rudolf Hös a propósito de Aushchwitz, la metamorfosis más abyecta que existe de la perversión, antes de que esta acabe por ser designada en nuestro días, como un trastorno de la identidad, un estado de delincuencia, una desviación, sin que por ello deje de desplegarse en múltiples facetas: zoofilia, pedofilia, terrorismo, transexualidad.” Más adelante agrega: “[…] la perversión constituye un fenómeno sexual, político, social, psíquico, trans-histórico, estructural, presente en todas las sociedades humanas. […] ¿Qué haríamos si ya no nos fuese posible designar como chivos expiatorios es decir, perversos a aquellos que aceptan traducir mediante sus extraños actos las tendencias inconfesables que nos habitan y que reprimimos?”

En el capítulo 1, hace una breve mención de la antigua Grecia y el resto lo dedica a dar algunos ejemplos de la conducta de los místicos y de algunos enclaustrados que “[…] hacían de su cuerpo el instrumento de la salvación de su alma, […]” por lo que, en busca de la santidad, se sometían a torturas auto infligidas que hoy podemos considerar como muestras de un absoluto desequilibrio mental, pero que vistas con la óptica de la cultura de la Edad Media, eran objeto de admiración, respeto y ejemplo a seguir. El objetivo de la destrucción del propio cuerpo era sufrir lo mismo que Cristo había sufrido para salvar a los pecadores y, como en principio se nacía en pecado, había que someter al cuerpo a dolorosas torturas, a fin de que el dolor fuera mayor que el impulso de satisfacer los deseos sexuales, aunque, finalmente encontrara un placer en la tortura tan intenso como el sexual.

En el capítulo que le dedica al Marqués de Sade, la autora nos entrega breves datos sobre su aristocrática infancia, su precoz desarrollo, su escandalosa vida, sus frecuentes encarcelamientos y su muerte, a los 74 años, recluido en un manicomio, pero precisamente el hecho de haber pasado 28 años encerrado en cárceles y manicomios fue lo que le permitió escribir tan prolíficamente. Nunca imaginó el propio Marqués la enorme influencia y trascendencia que tendrían sus numerosos escritos, novelas, teatro, cuentos, poesía, etcétera, que, aunque no los firmaba con su nombre real, sus ávidos lectores lo identificaban de inmediato. Se dice que Freud leyó únicamente la biografía de este personaje, y sin embargo, usó su nombre para calificar una conducta humana.

Élisabeth Roudinesco, aborda también la incidencia que ha tenido la ciencia médica con sus numerosos y, en ocasiones, contradictorios criterios, que han señalado algunas conductas o condiciones humanas, como enfermedades o perversiones, dignas de reclusión o de severos castigos, como la masturbación y la homosexualidad. Destaca la importancia que Freud tuvo para liberar a los seres humanos de estas radicales posturas médicas, así cita textualmente un pequeño párrafo del extraordinario texto, Tres ensayos de teoría sexual. 1905: “Hoy en día estamos en condiciones de concluir que en efecto existe algo innato en la base de las perversiones, algo que todos los hombres comparten y que, en cuanto predisposición, es susceptible de variar en intensidad.”, y la autora lo interpreta de la siguiente manera: “[…] introdujo así en el psiquismo lo que podríamos denominar un universal de la diferencia perversa: todo humano está habitado por el crimen, el sexo, la transgresión, la locura, la negatividad, la pasión, el extravío, la inversión, etc. Sin embargo ningún humano puede estar determinado, para toda la vida y de antemano, por un destino que lo haría inepto para toda superación.”

El capítulo 4 está lleno de datos y testimonios del régimen nacista, etapa de la historia que a la fecha nos cuesta trabajo concebir y el capítulo 5 habla de la sociedad del 2007, en la que ya se vivía esta sociedad del 2014, en donde el terrorismo campea por el mundo aunque con diferentes rostros.

Ya no les llamamos perversiones, ahora las conocemos como parafilias, pero el hecho de realizar conductas en las que hacemos partícipes, voluntarios o forzados, a otros, con el único fin de obtener gratificación con el daño infligido o recibido, queda ahí para ser reflexionado.