Genio artístico y locura

Autor: Strindberg

Editorial: El Acantilado

ISBN: 9788495359766

Por: Marina Meyer

Me encontré con Strindberg hace un par de años en un libro de Jaspers que nos presentó: Genio artístico y locura[1]. Por alguna razón, de esas poco racionales, en ese entonces empecé a leerlo y lo dejé. No es algo de lo que esté orgullosa, ya que desde aquí, pensar que en ese allá, abandoné un libro así, es casi vergonzoso; y sin embargo me consuela pensar que tal vez de haberlo leído por completo en ese entonces, hoy no estaría aquí haciendo una introducción a lo que llamo mis intentos por acercarme a Strindberg.

 

Me siento mejor porque he leído a Strindberg… No lo he leído por leerlo, sino por apretarme contra su pecho… ¡Esa furia, esas páginas conseguidas a fuerza de puños!” Franz Kafka.

 

Johan August Strindberg nace el 22 de enero de 1849 en Estocolmo, hijo de Carl Oscar, comerciante, y de Ulrika Eleonora quién antes de casarse había sido ama de llaves y amante de su padre. Strindberg es el cuarto de once hijos, y es mientras que la madre está embarazada de él que sus padres formalizan la relación, casándose. La diferencia de clases entre sus padres es un tema central en las obras de Strindberg, principalmente en La Señorita Julia y en el Hijo de la sierva. Esto es aún más evidente si consideramos que al morir su madre, cuando él tiene 13 años, su padre se vuelve a casar con el ama de llaves.

Desde pequeño es claro que tiene una sensibilidad aguda y que experimenta todo de forma más intensa, vive su infancia como particularmente desgraciada, con un padre severo y una madre muy religiosa.

Termina su bachillerato en 1867, y a partir de ahí le siguen unos años inciertos con numerosos cambios de trabajo, de bohemia y de fracasos. “A los veinte años inicia Strindberg su carrera literaria. Desde ese momento, vida y literatura se confunden para él. Sus vivencias le proporcionan el material de sus obras y sus obras se convierten en los acontecimientos decisivos de su biografía. Tenía esto tan claro que en diversas etapas de su vida se quejaba de no poder distinguir la frontera que separa lo vivido de lo inventado.[2]

A los veintiséis años Strindberg es ya un escritor y periodista reconocido, trabaja en la Biblioteca Nacional de Estocolmo. Ahí entabla una amistad con el matrimonio Wrangel, él es barón y capitán del ejército y ella Siri Von Essen, una finlandesa de la alta sociedad con vocación de actriz. Strindberg se enamora de Siri, a la vez que el barón conoce a una jovencita de diecinueve años, prima de su mujer. “La cuadratura del triángulo[3]”. Al poco tiempo el matrimonio se divorcia y Siri se casa con Strindberg, con el que tendrá 3 hijos y mantendrá 15 años de relación (1877-1892). En 1887, escribe El padre, una de sus obras más famosas, inspirada fundamentalmente en su vida de casado con Siri, sus delirios de celos y la constante y atormentadora duda de no ser el padre de sus hijos. De hecho, duda de su propia legitimidad. En estos años es, cuando surgen en Strindberg la aversión a los movimientos feministas, y la tendencia hacia la misoginia que le será tan criticada.

Después de Siri se casa y divorcia dos veces más, primero entre 1893 y 1895 con Frida Uhl, con la cual tiene una hija, y luego entre 1901 y 1904 con Harriet Bosse, matrimonio del cual nace su última hija. Sus tres matrimonios fracasaron en gran parte por la locura de Strindberg, pero a la vez estos fracasos le agudizaron sus crisis.

Strindberg se va aislando cada vez más, conforme la manía persecutoria aumenta, va rompiendo con cada uno de sus amigos, ya que tiene la impresión, hagan lo que hagan, de que quieren dañarlo. Muere en 1912 en Estocolmo de un cáncer de estomago. Strindberg solía decir: “La vida es corta, pero puede ser larga mientras dura”.

 

Se pueden distinguir dos brotes principales en el desarrollo de la patología de Strindberg, uno en 1887 que hace culminar su misoginia y el otro en 1896 en dónde deja el realismo por atmósferas más misteriosas; estos brotes darán lugar a dos de sus siete novelas autobiográficas (Alegato de un loco e Inferno). Strindberg se va definiendo en su teatro y su teatro se va definiendo en él. Tanto en sus novelas propiamente autobiográficas, como en sus obras de teatro es notable la insistencia en hablar de sí-mismo y en incorporar sus experiencias a la trama. Tenía una clara tendencia a la confesión, su sinceridad era brutal e instantánea, la veracidad subjetiva de los hechos que relataba era momentánea, de ahí que las versiones de una misma historia vayan cambiando según la autobiografía que se lea. Strindberg nunca pierde la noción de que una de las explicaciones a todo lo que le sucede pueda ser la locura, empieza con el deseo de locura histérico que lo libera de toda responsabilidad, y termina en la falta de consciencia de enfermedad propia de su esquizofrenia.

 

En este intento de comprender a Strindberg es fundamental analizar su concepción de la mujer y el antifeminismo que se le desprende. La mujer tiene cuatro facetas que para él son inconfundibles y que sin embargo confunde: madre, esposa, amante, y puta. En El padre, el Capitán en un momento de llanto le pide consuelo a su esposa, ella accede y recuerda como él llegó a ella, “como un bebé gigante, nacido prematuramente o no deseado por sus padres”, y necesitado de una segunda madre. La mujer agrega que cuando él se le acercaba como amante ella se llenaba de vergüenza por sentir que la madre se convertía en amante. Esta confusión entre la mujer, madre, amante es evidente en este extracto “¡Sí, así! ¡Qué calor! ¡Inclínate sobre mí para que pueda sentir tus pechos! ¡Oh, qué delicia es dormirse sobre un pecho de mujer…, sea el de la madre o el de la amante…, pero el de la madre es más dulce y acogedor![4]”. La madre es una figura ambivalente, un mar que arrulla y destruye a la vez[5]. Por un lado está la madre-esposa buena, simbolizada por la madre tierra y por otro la madre vampiro y puta, la terrible madre.

No confía, piensa que la mujer es su enemigo íntimo, y que sólo está esperando encontrar la forma perfecta para destruirlo. “¡Estoy convencido de que todas vosotras sois enemigas mías! Mi madre, que no quería traerme al mundo porque los hijos se paren con dolor, fue mi enemiga al privar de alimento a mi primer germen de vida y hacer de mí un enclenque, casi un inválido. Mi hermana fue mi enemiga cuando me enseñó que yo le debía sumisión. La primera mujer que abracé fue mi enemiga al darme diez años de enfermedad en pago del amor que yo le había entregado. Mi hija se convirtió en mi enemiga al verse obligada a elegir entre tú y yo. ¡Y tú, mi mujer, tú fuiste mi enemiga mortal porque no paraste hasta verme aquí tumbado sin vida![6]” La mujer busca castigarlo y someterlo ejerciendo su poder, cómo Onfilia humillaba a Hércules vistiéndolo de mujer y poniéndolo a hilar a sus pies.

Tiene miedo de la mujer caníbal, y vampiro que pueda devorarlo, para ejemplo un extracto de la Señorita Julia : “¿Crees que no soporto la vista de la sangre? ¿Tan débil me crees? Oh… Cómo me gustaría ver tu sangre, ver tus sesos ahí sobre el tajo… Cómo me gustaría ver tu sexo flotando en un lago de sangre como éste… ¡Creo que podría utilizar tu cráneo como vaso…, me gustaría hundir mis pies en tu pecho… y podría comerme tu corazón asado![7]

Su misoginia se compone de tres etapas, la primera en dónde su antifeminismo era teórico, la segunda en dónde sus celos y su odio eran brutales y desesperados, y la última en dónde su odio disminuye y se vuelve conciliador.

Se le acusa de misógino y antifeminista, las pruebas sobran para realizar estas acusaciones, y sin embargo creo que la parte más interesante no es esa sino el análisis de los miedos a la sexualidad, al matrimonio, al vientre materno, y a lo femenino, que se esconden tras éste desprecio por la mujer. Su odio infinito a las mujeres es una mezcla de miedo, admiración y amor. Calasso en su Loco impuro dice: “La verdad de Strindberg: el Orden del Mundo está amenazado por lo femenino. El error de Strindberg: el Orden del Mundo está amenazado por la mujer. Es la señal del delirio, que un delirante diga la verdad.[8]

 

Strindberg necesitó a lo largo y ancho de su obra exponer su vida, y sin embargo fuera de sus libros “Se niega a transparentarse sin límites, se niega a la comunicación que no conoce barreras. (…) El rechazo a la comunicación plena y real se intensifica a través de la enfermedad y de la manía persecutoria que la acompaña y que imposibilita, en última instancia cualquier convivencia con otra persona.[9]

 

Al leer a Strindberg es inevitable recordar la tragedia griega en dónde se sabe desde el inicio que cuando la fatalidad sobrevuela no hay forma de escapar. La Señorita Julia de Strindberg me recordó la Antígona de Anouilh, y el prológo que inicia así “Antígona es la flaquita que está allá y que no dice nada. Mira frente a ella. (…) Piensa en que va a morir, en que es joven y que a ella también le hubiera gustado vivir. Pero no hay nada que hacer. Se llama Antígona y va a tener que jugar su papel hasta el final…[10]”. Strindberg no asistió más que a una de las representaciones de la Señorita Julia, argumentaba que sentía una gran pena por el terrible destino de Julia y no podía aguantar la tensión de la representación.

 

Strindberg a lo largo de su vida nunca pierde su capacidad de crear escribiendo, la capacidad simbólica que necesita para el uso del lenguaje se mantiene intacta y hasta en sus momentos más alucinatorios, aunque disminuya su producción, mantiene ese vínculo con la realidad. En verdad no sé si su escritura tiene que ver con salvarse de estar más o menos loco, lo que sé es que su escritura surge y sobreviene en él. “Mientras permanece tumbado, siente una fiebre extraordinaria en el cuerpo (…), la mente trabaja ordenando los recuerdos, eliminando algunos y añadiendo otros. Entran en escena nuevos personajes: observa cómo intervienen en la acción; los oye hablar. Es como si los viera sobre el escenario. Al cabo de unas horas tiene acabada una comedia de dos actos en la cabeza. Fue un trabajo tan doloroso como placentero; si es que puede denominarse trabajo, porque funcionó por sí solo, sin su voluntad, sin su intervención.[11]

 

Jaspers termina su patografía de Strindberg diciendo: “Uno puede tratar de comprender muchas cosas de un proceso esquizofrénico, estableciendo comparaciones con experiencias propias, pero no pasará de un intento, y no se puede olvidar que siempre queda algo del todo inaccesible y extraño que, precisamente por eso, la lengua castellana llama ‘trastorno’.[12]” Es demasiada la tentación de no imitar a Jaspers, así que yo terminaré también con esa frase, dejando solamente al final un espacio para Strindberg: “¡Aquí tienen un intento! ¡Si fracasa, tiempo habrá de volver a repetirlo![13]

 

Gracias.

 

[1] Jaspers, K. (1949). Genio artístico y locura, Strindberg y Van Gogh. El alcantilado. Barcelona, 2001.

[2] Martín Lamm, en Uriz F.J. (1982). Prólogo a: August Strindberg, Teatro Escogido. Alianza Editorial. Madrid, 1999. p. 9.

[3] Uriz, F.J. (1982). Prólogo a: August Strindberg, Teatro Escogido. Alianza Editorial. Madrid, 1999. p. 11.

[4] El padre. p.84.

[5] Ruiz Milan, Estela. August Strindberg, Observaciones psicoanalíticas. Gradiva. p.56.

[6] El Padre. p. 82.

[7] La Señorita Julia. p. 144.

[8] Calaos, R. (1974). El loco impuro. Editorial Sexto Piso. 2003. México D.F. p.116

[9] Jaspers, K. p.148.

[10] Anouilh, J. (1946) Antigone. La Table Ronde. Paris, 1998. p.9-10.

[11] Strindberg en Jaspers, p. 32.

[12] Jaspers, K. p. 119.

[13] Prólogo de Strindberg a La Señorita Julia. p. 104.

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