El nombre de la rosa.

Umberto Eco. 1980

Editorial Debolsillo. ISBN: 9786073103008


 
Por Abigail Cobar
Hace unos meses, al enterarme de la muerte de Umberto Eco, me sentí en falta por no haber leído uno solo de sus libros, así que recurrí el más mencionado de sus títulos, El nombre de la rosa. Debo confesar que cuando se hablaba, tanto del libro como de la película, escuchaba “El hombre de la rosa”, así que gran sorpresa al enterarme que tan ignorante de su obra estaba, que ni el título tenía correcto.
Basta con entrar a internet para encontrar múltiples comentarios, elogiosos todos, sobre el autor, la novela y la película, así que, pensando que, al igual que la que escribe, ustedes no hayan leído la novela ni visto su adaptación al cine, me limito a trasmitirles mi experiencia.
Elegantemente les digo que está clasificada dentro del género ficción histórica ya que el escritor, basado en el profundo conocimiento que tenía sobre la Edad Media, desarrolla una aventura detectivesca en la que, al más puro estilo de Sherlock Holmes, un viejo monje, acompañado de su joven asistente, émulo de Watson, a base de aguda observación de las “escenas de los crímenes”, por que son varios, y haciendo uso de un asombroso poder deductivo, termina por tener conocimiento de cuál fue el móvil que desató tanto las muertes, la desolación y la total destrucción de una famosa abadía, no solo por su gran belleza arquitectónica, sino por poseer una inmensa biblioteca que se enriquecía permanentemente, ya que había monjes dedicados de por vida a descubrir valiosos volúmenes, provenientes de cualquier cultura y por lo tanto, en cualquier idioma, traducirlos y guardarlos en esa enorme caja fuerte, que en realidad eso era la biblioteca, ya que casi nadie tenía acceso a ella.
Siendo el escenario una abadía y monjes, el noventa por ciento de los personajes, es concordante con que el tema del conflicto sea la religión católica. En el año 1980 en que esta novela ve la luz, todavía no era tan abierta la crítica a los altos dignatarios eclesiásticos, empezando por el Papa. Naturalmente, la crítica demoledora se hace a esa iglesia católica de 1322 en la cuál la guerra entre las Órdenes de los Carmelitas, los Franciscanos y los Dominicos era literalmente, a muerte; siempre esgrimiendo cuestiones de Dogmas de Fe para encubrir los verdaderos intereses de poder político y sobre todo económico, naturalmente esto en connivencia con los Monarcas correspondientes.
En esas luchas fratricidas, la jerarquía eclesiástica contaba con dos poderosos aliados: el analfabetismo de la inmensa mayoría de los sacerdotes, monjes y del pueblo llano y la Inquisición, que imponía y modificaba confesiones y culpas, a conveniencia. Cuesta trabajo leer ese “brevísimo juicio oral” que forma parte de la novela, sin que la rabia impulse a saltarse esas odiosas líneas.
El texto nos señala cómo la convivencia forzada de esas pequeñas y aisladas comunidades, compuestas por hombres jóvenes y viejos; sanos y enfermos física y mentalmente; privilegiados intelectualmente y los cuasi idiotas; todos debían obedecer a una sola voz, tener un mismo horario, realizar labores repetitivas sin alternativa, daba por resultado un ambiente de odios sórdidos, pero que visto de fuera daba la impresión de “santo silencio”.
En el ambiente arriba descrito también se presentan, por debajo del agua, la práctica de la sexualidad con gente del pueblo que se presta a ello por un pedazo de víscera de la res o el cerdo matado ese día dentro de la abadía. La homosexualidad, fortuitamente puesta a descubierta. El poder que da el estar al mando de una cierta área como la biblioteca o la enfermería. Y, lo más importante, “el fanatismo religioso”. Lo perturbador e inadmisible que resulta la razón versus la creencia, cuando la primera conduce a la duda propia y por ende a la inestabilidad, como en el caso al que se alude en esta trama, de alguien que ha mortificado su vida con variadas abstinencias, entre ellas la de negarse a vivir una genitalidad en aras de ganarse un lugar en el santoral.
En las quinientas páginas de mi volumen, se describe lo ocurrido en solamente siete días. Los hechos reales toman el menor espacio, la mayor parte se ocupa en la descripción de lo que era un ámbito monacal y de la organización y división de las Órdenes en conflicto.
Si a ustedes no les llama la atención los conflictos de las religiones ocasionados por los fanatismos y si la historia de la Edad Media corre la misma suerte, pues tranquilamente pueden abstenerse de su lectura; pero si es lo contrario y además gustan de la narrativa preciosista, pues este es un volumen que no pueden perderse, aun cuando ya no este tan de moda. Abur.