puzzle-1421848Por: Alejandro Silva
El presente trabajo tiene como objetivo estudiar algunos puntos de vista en el panorama psicoanalítico acerca de qué es lo que tiene peso y valor en la configuración de la experiencia psíquica y que por lo tanto da sentido a las interpretaciones, recuerdos y reconstrucciones que se hacen en el curso de un psicoanálisis. Se plantea que nuestra afiliación teórico-práctica determina que elijamos interpretar un elemento y no otro con cada analizado.
Existe una amplia pluralidad de explicaciones psicoanalíticas acerca de lo que constituye lo esencial en la experiencia psíquica. Distintas corrientes privilegian distintos elementos de esta experiencia, principalmente se oponen ideas acerca de lo que es la realidad material/externa, la realidad psíquica/interna y el interjuego entre estas realidades (cómo se adquieren, procesan, codifican y recuperan su valor en la experiencia psicoanalítica).
Si seguimos la idea de que uno de los objetivos del psicoanálisis como método de tratamiento de los padecimientos psíquicos es el favorecer el conocimiento del analizando sobre sí mismo, se deduce la importancia que tiene el entendimiento, implícito o explícito, que cada uno de nosotros posee acerca de lo que es la realidad en psicoanálisis, puesto que guía de una u otra manera nuestra intervención clínica. (Moreno, 2014)
Como suele suceder en los trabajos psicoanalíticos, comenzaremos por explorar lo que Freud dijo al respecto. Según Pablo España (1986) el tema de la realidad psíquica en el trabajo de Freud toma mucha mayor relevancia a partir de su abandono de la teoría de la seducción, según la cual muchos de los síntomas de las pacientes histéricas que atendía, se derivaban de experiencias traumáticas tempranas de seducción y abuso por parte de sus cuidadores adultos. Inicialmente Freud buscaba llegar al recuerdo traumático (realidad exterior), y restaurar catárticamente al paciente de sus males:
“Por entonces tenía la opinión (que después reconocí incorrecta) de que mi tarea quedaba concluida al comunicar al enfermo el sentido oculto de sus síntomas…” (Freud, S. en (España, 1989)
A partir del abandono de la teoría de la seducción, la memoria quedó bajo la lupa de la sospecha bajo la premisa de que todo recuerdo es encubridor. La realidad psíquica del deseo sustituye la realidad exterior en cuanto a su importancia en la generación de neurosis. Además, la realidad psíquica cumple con uno de los principios fundamentales del proceso primario, la negación de la realidad externa. (España, 1989)
Es interesante notar que realidad psíquica y realidad externa parecen estar en conflicto, sin embargo el interjuego entre ambas no se limita a esto, sino que su influencia recíproca se extiende mucho más ampliamente. La premisa acerca de que el desarrollo del aparato psíquico, la distinción entre yo y no-yo, y la capacidad de pensar, surgen a partir de la frustración de la realidad son ejemplos de ello. (Perres, 1989)
La perspectiva desde la cual se observe la interacción entre aquella realidad, que en palabras de Freud es “…lo que subsiste fuera e independientemente de nosotros…” (Freud, 1976) y lo que compone la realidad psíquica es lo que distingue en gran medida las distintas corrientes psicoanalíticas.
Por ejemplo, para Melanie Klein lo que impera es la realidad psíquica sobre la exterior. Si bien la gratificación o la frustración externas pueden incidir en el incremento de odio y amor, sin duda no son determinantes. La perspectiva kleiniana enfatiza el papel de las pulsiones en la interpretación que el sujeto hace de sus relaciones objetales, las cuales se encuentran matizadas según la cualidad de las proyecciones que se hacen de los contenidos propios en el mundo externo y que posteriormente se introyectan.
Dicho de otro modo, es el contenido de las fantasías inconscientes (mundo interno) el que determina la percepción que se tiene de la realidad (mundo externo). La relación con el mundo externo queda prácticamente descartada, y se plantea más bien una dinámica de interacción con el propio mundo interno proyectado en el exterior. Para los fines clínicos de esta corriente, la intervención del psicoanalista tiene efecto a través de interpretar las fantasías inconscientes que generan angustia, principalmente aquellas cuyo contenido es agresivo.
La consecuencia en cuanto a lo que brinda el valor de realidad a las interpretaciones, recuerdos y reconstrucciones desde esta óptica está determinado por la fantasía que subyace a cada interacción del analizando con sus objetos, se asume que lo significativo de la experiencia humana recae en dicho espacio y contenido inconsciente, el contenido manifiesto o externo, sólo es el vehículo que contiene la esencia de verdad para cada analizando.
En cualquier expresión transferencial, se pensaría que el analizando está poniendo en juego su mundo interno, más allá del peso que cualquier elemento de la realidad exterior pudiera estar tendiendo en ese momento. La relación del analizando con el analista, es una relación con sus objetos internos, lo cual deja también abierta la cuestión de qué representa el analizando para su analista y en una versión extrema de esta postura acerca de la realidad, plantea como un imposible la relación entre ambos, puesto que se trataría más de una relación de cada uno con su propio mundo interno, y lo que el otro le evoca de su realidad psíquica aislante.
Para la escuela americana del Yo, representada por Hartman, la cuestión se plantea en términos de la interacción entre el mundo interno (Ello y Superyó) y el mundo externo (exigencias ambientales) a través del Yo. La interacción entre realidad psíquica y realidad exterior está mediatizada por el principio de adaptación, el desarrollo de las capacidades y funciones yoicas es lo que determina la armonía entre ambos espacios de existir.
El fortalecimiento del Yo supondría un mejor manejo de las exigencias del proceso primario, que busca la satisfacción inmediata de las pulsiones y en los objetos originales, al favorecer el establecimiento del proceso secundario que permite la capacidad de demora y de descarga sustitutiva y parcial. Por lo tanto, en su abordaje clínico, se busca aumentar la capacidad adaptativa del Yo a las exigencias externas e internas.
Bajo este enfoque se sugiere que hay una realidad exterior cuya distorsión depende del lente (Yo) con el que se mira. Son las cualidades del Yo las que determinan aquello que se afirma como realidad, lo que según esta corriente psicoanalítica daría sentido a las interpretaciones, sería favorecer la capacidad de autoobservación del Yo, o sea favorecer al analizando una mejor comprensión de su funcionamiento mental, de los procesos y mecanismos que tienen lugar en su psiquismo y que determinan su adaptación o inadaptación a sus necesidades pulsionales y exteriores.
Una de las principales críticas a esta perspectiva es que al suponer que la realidad es aquello que el Yo percibe, tanto interna como externamente, la concepción de realidad queda reducida al pequeño espectro del registro de aquello que es el Yo. Llevando esta crítica más allá, se confunde lo que es la realidad con lo que es el Yo, en palabras de Piera Castoriadis-Aulagnier “…el Yo no es más que el saber del Yo sobre el Yo.” refiriéndose a que el Yo sólo impone su estructura y organización a los elementos de la realidad. (Castoriadis-Aulagnier, 2010)
Así entramos a la perspectiva francesa, cuyo principal representante es Jaques Lacan. Bajo su modelo psicoanalítico la oposición hasta ahora explorada entre interno/psíquico y externo/material no existe, él utiliza el modelo topológico de la cinta de Moëbius, donde existe una continuación entre ambos. La inexistencia de un espacio psíquico que aloja contenidos se debe a que Lacan utiliza un modelo de inconsciente estructural, es decir que su inconsciente está conformado por leyes estructurales que provienen del lenguaje y de la cultura, del Otro. No se trata más de lo inconsciente como una ubicación o contenido, sino como una lógica estructural.
La oposición no es entre externo e interno, sino entre exterioridad y vacío. Desde esta perspectiva el hombre es un ser en falta, no sólo desde la biología al nacer prematuramente, sino esencialmente en su identidad, pues esta proviene siempre desde la otredad. Lo mismo pasa con su deseo, para Lacan no hay pulsiones reprimidas que sean la esencia de verdad del deseo del sujeto, sino que se desea a partir del deseo del otro, exterioridad versus vacío. (España, 1989)
Llevado a sus últimas consecuencias, esta perspectiva que aliena al hombre de su propia identidad y deseo, negaría la posibilidad de un libre albedrío, el destino y la motivación del sujeto nacen del exterior. Es en esta interacción con el ambiente, con la otredad representada por el deseo materno, y el orden simbólico de la Ley paterna, que se encuentra la realidad que hace sentido y efecto en la interpretación. (Bleichmar & Leiberman, 2003)
Desde esta perspectiva, la realidad no es alcanzable ni cognoscible, sino sólo a través de los otros. El reconocimiento de la falta, y la integración del sujeto al orden simbólico a través de su renuncia al narcisismo, es decir a ocupar el lugar de privilegio respecto a los demás, es lo que se busca a través de las reconstrucciones que ocurren dentro del análisis. El escenario transferencial no se interpreta como la repetición de pautas anteriores, ni como la construcción de una nueva neurosis que debe resolverse en el presente, sino como la muestra de cómo está configurada la lógica del inconsciente de dicho sujeto, de cómo está estructurado su inconsciente.
Como puede apreciarse a través de este muy breve recuento de distintas perspectivas teórico-clínicas, el camino que puede seguirse en el análisis de un analizando son muy variados. Sin duda parten de suposiciones distintas de lo que es lo inconsciente, por lo tanto de cómo se entraman los síntomas y los conflictos neuróticos. La dirección que nos proponen seguir estos distintos enfoques, supone implícitamente lo que cada uno de ellos asume que tiene efecto en la psique de nuestros analizados.
Todo lo anterior me hace pensar en los distintos sentidos que un mismo hecho puede tomar en el transcurso de un análisis y en cómo hacemos para decidirnos por uno u otro camino sucesivamente a lo largo de un tratamiento psicoanalítico. Por ejemplo, con Laura de 21 años de edad, una chica que estudia con mucho éxito una carrera dentro del área física-matemática y que asiste a sesiones desde hace algunos años. Para los fines de este trabajo, sólo me enfocaré en un suceso ocurrido durante el segundo año de su análisis.
Laura asistía a mi consultorio desde muy lejos, llegaba en transporte público y por lo general arribaba al menos media hora antes de su sesión, pues según ella tomaba previsiones por si algún día había más tráfico del regular. La interpretación de este fenómeno había girado en torno a su necesidad de control, a su angustia por no llegar a tiempo y consecuente temor a mi enojo, y a su deseo de más de los contenidos que sentía recibir en su análisis. Por otro lado también consideraba el funcionamiento caótico del transporte público en nuestra ciudad.
Cada reinicio de semestre en su universidad debíamos ajustar horarios, y así acababa de suceder una ocasión en la que al sonar mi timbre puntualmente a la hora a la que según yo esperaba a otra paciente, encontré a Laura visiblemente apurada. Tuve una reacción de confusión pues esperaba ver otro rostro tras la puerta, por un par de segundos me quedé pasmado mientras en mi cabeza pasaban ideas como ¿quién se equivocó de hora, Laura o yo? ¿será posible que haya empalmado a dos pacientes? ¿qué haré si efectivamente empalmé sus horarios? Para finalmente pensar en que era raro que en todo caso Laura hubiera llegado a la hora en punto, fuera su horario o no.
En otros momentos del análisis, reinterpreté esta experiencia como la comunicación que Laura hacía a través de sus acciones, acerca de su dificultad que sentía tener para ocupar un lugar en la mente de su mamá, ligándolo con otros relatos y recuerdos acerca de ocasiones en las que Laura era olvidada por sus padres, o las veces en que sentía que preferían a su hermano sobre ella, a pesar de sus brillantes calificaciones.
Mis primeras palabras fueron “Laura, que sorpresa, no te esperaba a esta hora”. La reacción de ella fue de mucha angustia, volteó a ver su reloj y me pidió disculpas, luego preguntó qué día era y sólo tras cierto tiempo pudo afirmar que sí era su hora. Tras aclarar el incidente, y verificar en mi agenda que efectivamente era suyo el horario, pasamos al consultorio.
Hablamos sobre lo que recién había pasado, me dijo que se había angustiado mucho por pensar si se había equivocado de día, y particularmente eso la perturbó porque me dijo que sintió como si se hubiera vuelto loca, describió que el rostro de confusión que vio en mí la había perturbado, me explicó que ella encontraba orden en lo externo, y con base en ello guiaba su actuar.
También se tomó este evento en otras ocasiones como ejemplo de la desconfianza que Laura sentía en sus propios contenidos afectivos y mentales, era tan grande su desconexión consigo misma que le era más sencillo reconocer en los demás las señales que indicaran si iba por buen camino o no. Además de reconstruir en su historia múltiples momentos y razones por las que había tenido que volcar su atención hacia afuera, para estar al pendiente de las intenciones y necesidades de los demás.
Me explicó que era como en las matemáticas que tienen principios que no fallan, si un resultado no te sale, sabes automáticamente que ha sido tu error, las matemáticas tienen principios, lo que fallan son las personas, y hasta ese momento me dijo que a mí me veía así, como alguien que tomaba como referencia para saber si lo que estaba pensando y haciendo estaba bien o no, que yo le dijera que no la esperaba a esa hora la hizo cuestionar en un segundo todo lo que había hecho en el día, hasta pensó que se había confundido de día de la semana y todo el día había estado haciendo las actividades que correspondían a otro día.
Como analistas, en cada momento de un análisis nos enfrentamos a decidir el camino por el cuál llevar la interpretación, esta decisión está determinada por lo que creemos, seamos conscientes de ello o no, que tiene mayor peso en la realidad de nuestros analizados en determinado momento.
Elias Mallet da Rocha Barros habla al respecto siguiendo ideas de Bion y Ogden. Él plantea que cuando nos interrogamos qué privilegiar en nuestro trabajo interpretativo, si la reconstrucción del pasado, las manifestaciones del pasado en el presente, o los restos de otros en su discurso, debemos tener en mente que “…el paciente no es, sino que está siendo.” Con esta frase nos da a entender que el paciente es un sujeto en continua transformación, y por lo tanto lo fundamental es saber si determinado acto, fantasía o palabra “cobra prerrogativa de realidad como experiencia viva en el presente.” (Mallet da Rocha Barros, 2014, pp. 100)
Lo importante según plantea, no es lo verídico de la interpretación como algo dado, sino que el elemento de temporalidad, que él llama genealógico, coincida y se conecte con la vivencia presente del analizado. En su correlato, pienso en que también podría afirmarse que el analista no es, sino que está siendo. Pienso en las distintas interpretaciones que ha tomado el incidente recién relatado en el transcurso del análisis de Laura, y considero que también ha estado determinado por lo que en ese momento he sido como analista. (Mallet da Rocha Barros, 2014)
A final de cuentas, el recorrido que en este trabajo realizo sobre los enfoques psicoanalíticos, pero también el proceso de análisis con cualquiera de mis pacientes, es una especie de resumen de lo que he adquirido durante la formación psicoanalítica como brújula que guía mis pensamientos psicoanalíticos y que me permite dar cuenta del trabajo que realizo como analista.
 

Bibliografía

 

  • Avenburg, R., & Guiter, M. (1975). The Concept of Truth in Psychoanalysis. International Journal of Psychoanalysis 57, 11-18.
  • Bleichmar, N., & Leiberman, C. (2003). El psicoanálisis despúes de Freud. Teoría y clínica. México: Paidós.
  • Castoriadis-Aulagnier, P. (2010). La violencia de la interpretación: Del pictograma al enunciado. Buenos Aires: Amorrortu.
  • España, P. (1989). El psicoanalista y la realidad. En A. Suárez, Psicoanálisis y Realidad (págs. 62-74). Guadalajara: Siglo XXI.
  • Ferro, A. (2014). Realidad y ficción. Personas (historia), objetos internos (fantasías inconscientes), personales (elección del elenco). Calibán: Revista Latinoamericana de Psicoanálisis, 55-75.
  • Freud, S. (1976). En torno a una cosmovisión (1932) Conferencia No. 35 de las “Nuevas Conferencias de introducción al psicoanálisis” Tomo XXII. En S. Freud, Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Mallet da Rocha Barros, E. (2014). Realidades y ficciones. ¿Qué ficción? ¿Qué realidad? Calibán: Revista Latinoamericana de Psicoanálisis, 98-107.
  • Moreno, J. (2014). Diversad formas de realidad y ficción. Calibán: Revista Latinoamericana de Psicoanálisis, 108-118.
  • Perres, J. (1989). La problemática de la realidad en la obra de Sigmund Freud: sus repercusiones teóricas y epistemológicas (Aportes para una epistemología freudiana). En A. Suárez, Psicoanálisis y Realidad (págs. 111-153). DF: Siglo XXI.

 
 
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