Psicoanálisis y Budismo
Autor: Ana Elisa Nava

El psicoanálisis plantea un camino compartido por el autodescubrimiento, ésta búsqueda que lleva a la introspección es compartida con el budismo. El propósito de este trabajo es intentar trazar algunos puentes entre algunos conceptos del psicoanálisis y algunas perspectivas del budismo. Se enfoca en los conceptos psicoanalíticos de inconciente y el yo, los cuales se cuentan entre los más estudiados en su relación con el budismo.

Es importante empezar con una breve introducción al budismo y afirmar que, no se puede hablar de budismo sino de budismos. Al igual que en la religión católica existen dogmas distintos dentro de las diferentes corrientes como los Legionarios, el Opus Dei y los jesuitas, igual en el budismo existen varias ramas pero todas se derivan de las siguientes premisas.

La primera y más importante son las cuatro verdades nobles que son: Dukkha (dolor)  se puede definir como dolor del dolor, en este caso se puede determinar la  causa. Y pueden ser objetos materiales, personas o ideas. La segunda es la  verdad del origen, la cual afirma que todos los problemas están en nuestra mente. La tercera es la verdad de la cesación, es decir, que esto (el dolor) puede terminar. Y la cuarta dice que hay un camino para lograrlo; Lamrin, dicho camino tiene cuatro postulados. El primero es lo preciado de la vida humana, el segundo las causas y sus consecuencias es decir, Karma, el tercero las limitaciones de la experiencia samsárica  es decir, naces creces y te mueres. Y por último la muerte y la impermanencia.

El budismo habla también de que existen cuatro marcas en la existencia, es decir que todo en la vida humana esta impregnado por los siguientes cuatro postulados: el primero es la impermanencia, el segundo la interdependencia de las cosas, el tercero la inexistencia de la substancialidad y el cuarto que la iluminación es posible.

Para entender de dónde vienen estos planteamientos tan diferentes y al mismo tiempo que comparten el camino del autodescubrimiento es importante partir de las diferencias entre el pensamiento oriental y occidental. Los cuales plantean un marco de referencia para entender porqué en oriente se ha emprendido una búsqueda tan distinta a la de occidente. Según D.T Suzuki el pensamiento occidental es: analítico, selectivo, diferencial, inductivo, individualista, intelectual, objetivo, científica, generalizador, conceptual, impersonal, impositivo y auto- afirmativo.  Mientas que el pensamiento de oriente es: sintético, totalizador, integrador, no selectivo, deductivo, no sistemático, dogmático, intuitivo, afectivo, no discursivo, subjetivo, espiritualmente individualista y socialmente dirigido al grupo

Joe Tom Sun plantea una serie de visiones que Buda y Freud comparten respecto al desarrollo y la vida del ser humano. El Buda nos mostró el daño provocado por la ilusión (maya) y la necesidad de reemplazarla con la sabiduría.  Mintras que Freud elaboró la psicoterapia psicoanalítica para sustituir el pensamiento inconciente, es decir, para reemplazar la fantasía (la ilusión, maya) con el pensamiento conciente (la sabiduría).Ambos comparten su visión sobre el determinismo y la personalidad individual. El Dhammapada  dice que somos el resultado de lo que hemos pensado mientras que Freud afirma que “somos lo que somos porque hemos sido lo que hemos sido. Y lo que necesitamos, por tanto, para solucionar los problemas que aquejan al ser humano, no son tanto valoraciones morales como conocimiento”[1].

El Buda esbozó un camino concreto, el cual describió como un estilo de vida gobernado por la visión, la aspiración, el habla, la acción, el sustento, el esfuerzo, el pensamiento y la atención rectas. Desde el psicoanálisis ésa es precisamente la conducta que se deriva de la mente conciente de una personalidad racional que no tiene mucho que ver con la mentalidad inconciente del niño, el salvaje o el neurótico

El Buda reconoció que el deseo es el principal obstáculo para el logro del nirvana. Pero no es posible trascender el deseo mediante la represión sino sólo a partir de su sublimación conciente y deliberada.

La curación de las emociones patológicas no depende tan solo de la simple comprensión de la etiología sino del análisis que acompaña el aprendizaje y la profundización de la meditación, es decir, de la asociación libre y de una retrospección cuidadosa que, partiendo de los efectos presentes, se remonta hasta las causas pasadas.

El objetivo del análisis  que consiste en unificar la mente y tornar conciente lo inconciente, es decir, pacificar y acabar de ese modo con el conflicto y el sufrimiento

El inconsciente como el psicoanálisis lo entiende a abierto una enrome discusión entre ambas perspectivas y el Dalai Lama ha sido en una conversación con Joyce Mc Dougall quien esclarece la diferencia de el inconciente psiconalítico y la relación que puede encontrarse con el el pensamiento budista. El Dalai Lama plantea que, hay obstrucciones que afectan al conocimiento y no llegan a manifestarse en la conciencia y permanecen en forma de tendencias latentes. Hay dos posiciones, una afirma que estas obstrucciones nunca se manifiestan en la conciencia y otra que afirma lo contrario. Hay una diferencia entre el recuerdo y la activación de esas tendencias obstructivas. El recuerdo es una representación de un acto perceptivo, pero también existen activaciones de esas tendencias que no son recuerdos. Estas últimas implican a las tendencias que tienen lugar cuando uno participa en determinado tipo de acción, sana o insana, y va acumulando las tendencias en el continuo mental hasta que llega el momento de la acción, sólo después del cual puede hablarse realmente del recuerdo.    Mientras que para el psicoanálisis lo inconciente sólo se manifiesta en la conciencia en casos específicos (hipnosis, sueños, etc.), para el budismo el fundamento de la conciencia (inconciente) es omnipresente y manifiesto porque constituye el núcleo de la identidad personal. El fundamento (inconciente) siempre está presente y lo que está almacenado en él puede volverse conciente.El fundamento (inconciente) es un continuo que procede de un pasado atemporal, un flujo de conciencia que se transmite de una vida a otra. Además, es el vehículo que sirve para transmitir las improntas mentales tanto en el recién nacido como en ambos padres separadamente.  [2]

Otro punto de vista que compara y explica las diferencias y semejanzas entre budismo y psicoanálisis refiriendose al inconciente es el de D.T Suzuki quien plantea que el inconciente, en el budismo zen, es lo misterioso, lo desconocido, y lo acientífico o precientífico. Pero esto no implica que esté más allá del alcance de nuestra conciencia. En realidad, es lo que nos resulta más íntimo y precisamente por esa intimidad resulta difícil captarlo, del mismo modo en que el ojo no puede verse a sí mismo.

El inconciente, en tanto fundamentalmente relacionado con lo fisiológico (con los sentidos), es el resultado de un largo proceso de evolución en la historia cósmica, a medida que el desarrollo intelectual se produce, cuando crecemos, el dominio de los sentidos (proceso primario) es invadido por el entendimiento (proceso secundario) y se pierde la ingenuidad de la experiencia sensible.

Plantea también que os simples hechos biológicos quedan contaminados por el interés egocéntrico.  Esto significa que hay ahora un intruso en el inconciente, que ya no puede moverse directa ni inmediatamente al campo de la conciencia y todos los actos que han sido relegados a funciones biológicamente instintivas asumen ahora el papel de actos conciente e intelectualmente dirigidos.

Otro concepto que es importante tanto para el psiconlálisis como para la psicologíaa en genral es el de el yo. El Dalai Lama explica cómo el budismo entiende este término. Independientemente de cómo se considere el fundamento de la conciencia (inconciente), el yo se revela como el intento que se ha hecho en el análisis por encontrar algo esencial, mientras que el budismo nos muestra que cuando alguien se libra de él, no queda nada que pueda asemejarse a un yo.Convendría , por tanto, renunciar por completo a ese intento y postular únicamente la existencia del yo como una mera designación convencional. Ésta afirmación que plantea a un yo discontinuo, se ejemplifica de la siguiente manera: “Supongamos que usted tiene un barco al que cada año cambia un tablón. Bien podríamos decir que, con el paso del tiempo, usted seguiría teniendo el mismo barco, aunque todos sus componentes materiales hubieran cambiado”.[3] Lo mismo se puede decir de la continuidad de las vidas en el budismo. Es una entidad continua porque tiene una historia causal continua.

Mientras que D.T Suzuki define al yo dentro del pensamiento budista zen de la siguiente manera: En el conocimiento científico el yo no es un conocimiento real mientras objetive a si mismo. La dirección científica del estudio debe ser inadvertida y el yo debe ser captado desde dentro y no desde fuera. Esto significa que el yo debe conocerse sin salirse de sí mismo. El yo es el punto de subjetividad absoluta. Pero no es, propiamente, un punto, sino un “círculo”, ya que puede moverse en cualquier momento en cualquier dirección. Por lo tanto, en sentido estricto, todo puede ser el punto de subjetividad radical. O, dicho, de otro modo, no hay punto de subjetividad. [4]Debido a esta inefabilidad del yo producto de su movilidad, no es nunca un objeto científico.

Por último, el budismo y el psicoanálisis comparten la aspiración por cambiar el actual estado de cosas del sujeto: el primero por vía de la iluminación y el segundo suponiendo, en alguna medida, la posibilidad de cura. Para Freud el psicoanálisis consiste en “la liberación del ser humano de sus síntomas neuróticos, inhibiciones y anormalidades del carácter” (Análisis terminable o interminable). Ve también el papel del analista bajo una luz que trasciende a la del médico que “cura” al paciente. El analista debe estar en una posición superior en cierto sentido, si ha de servir como modelo al paciente en ciertas situaciones analíticas y en otras debe actuar como su maestro. “Finalmente no debemos olvidar que la relación entre el analista y el paciente se basa en un amor a la verdad, es decir, en el reconocimiento de la realidad, que impide cualquier tipo de fingimiento y engaño”[5].Es importante el concepto de Freud acerca de que el conocimiento conduce a la transformación, de que la teoría y la práctica no deben separarse, de que en el acto mismo de conocerse a uno mismo, uno se transforma.   El placer, para Freud, era alivio de la tensión, no la experiencia de gozo. El hombre estaba dividido entre su entendimiento y sus emociones, el hombre no era el hombre íntegro, sino el ser intelectual de los filósofos de la Ilustración. El amor fraternal era una demanda irracional, contraria a la realidad; la experiencia mística, una regresión al narcisismo infantil.A pesar de estas contradicciones obvias con el budismo Zen, hay sin embargo elementos en el sistema de Freud que trascendían los conceptos convencionales de enfermedad y curación y el concepto racionalista tradicional de la conciencia. Según D.T Suzuki, el proceso de la iluminación es abrupto. Esto implica que, en la experiencia budista, existe un salto lógico y psicológico. El primero supone una interrupción del proceso del razonamiento ordinario que lleva a percibir como perfectamente natural lo que anteriormente se consideraba irracional, mientras que el segundo consiste en ir más allá de las fronteras de la conciencia.La iluminación (ver súbitamente) no es resultado del razonamiento sino resultado de la suspensión tanto del razonamiento como de la voluntad.

En conclusión, el psicoanálisis y el budismo aunque tienen convergencias importantes provienen de universos culturales radicalmente distintos. Por lo tanto cualquier acercamiento que se pretenda estará siempre limitado por estas condiciones culturales. Sin embargo el diálogo entre ambas es fructífero: en la búsqueda de elementos en común se aclaran distintos conceptos e ideas hacia el interior de cada disciplina. En el conjunto de la bibliografía sobre este tema es común encontrar una sobre simplificación de distintos conceptos y sobre todo de distintas experiencias.  Parece que la búsqueda por complementar nuestra disciplina con religiones o estilos de vida tan antiguos, independientemente de las dificultades que esto implica, resulta en un esfuerzo productivo.

Bibliografía

  • D.T Suzuki. Fromm, Erich. Budismo Zen y Psiconlálisis. México. Editorial Fondo     deCultura Económica, 1960
  • Anthony Molino (editor) El Árbol y el Diván. Diálogos entre psicoanálisis y budismo. España. Editorial Kairos 2004

[1] Anthony Molino (editor) El Árbol y el Diván. Diálogos entre psicoanálisis y budismo. España. Editorial Kairos 2004

[2] Anthony Molino (editor) Ibid PP. 248

[3] Anthony Molino (editor) Ibid PP. 257

[4] D.T Suzuki. Fromm, Erich. Budismo Zen y Psiconlálisis. México. Editorial Fondo de Cultura Económica, 1960

[5] D.T Suzuki. Fromm, Erich Ibid