Psicoanálisis ¿Familiar?
Autor: Eugenia Vega

En este trabajo me propongo entender y volver un poco más familiar, valga la redundancia, el trabajo psicoanalíticamente orientado con familias. No es un tema del que haya escuchado que se lleve a cabo tal cual en México y me parece interesante entender y analizar por qué sería conveniente tener una intervención familiar, en lugar de quedarnos con el individuo que porta el “motivo de consulta” más evidente.

Me parece importante reconocer que se están desarrollando prácticas psicoanalíticas que admiten en el dispositivo de la cura una pluralidad de sujetos, a condición de que no se alejen del método psicoanalítico, sino por el contrario, que cumplan todas sus exigencias ya que nos proporcionan los medios para comprender con más precisión la dinámica del inconsciente y de sus efectos de subjetividad en el espacio intrapsíquico.

Concuerdo con René Kaës cuando habla de que Freud eligió para constituir su objeto y su método, limitar su investigación clínica al solo espacio de las formaciones y de las estructuras intrapsíquicas; pero esto dio como resultado el interés de los psicoanalistas por la familia y sus dramas, su patología y las consecuencias terapéuticas de ello.

La mayoría de la información adquirida para el presente trabajo se basa en el libro de Roberto Losso: “Psicoanálisis de la familia. Recorridos teórico-clínicos”. El autor desde hace varios años coordina grupos de investigación teórico-clínica sobre psicoanálisis de familia y pareja en el ámbito de la Asociación Psicoanalítica Argentina (APA).

Se han hecho diferentes esfuerzos por integrar el psicoanálisis individual con la psicoterapia de la familia, se temía que esto pudiera desviar la técnica, la ortodoxia; o bien podría percibirse como una resistencia del analista, ya que cuando éste encuentra una situación o una estructura difícil de abordar, puede pasar a la terapia de la familia por no saber cómo seguir trabajando psicoanalíticamente. Esto puede ser así en algunos casos, pero también hay situaciones, en particular en los casos de patología grave, en las que la terapia de la familia es un instrumento muy útil y a veces indispensable para poder ayudar al paciente. El doctor Jorge García Baradacco menciona que ha sido difícil encontrar “puentes teóricos” válidos para legitimar la posición integradora. Esto ha contribuido poderosamente a que la terapia familiar se desarrollara al margen del psicoanálisis y en gran parte en oposición a él mismo, como ocurrió en Estados Unidos, donde la orientación predominante de la terapia familiar ha sido sistémica.

El Doctor Roberto Losso en su libro, hace de la teoría de las identificaciones y de la teoría de los vínculos los dos fundamentos principales de un enfoque psicoanalítico de la familia. Kaës menciona que esto no sólo es central para el marco de lo familiar, sino también es pertinente para el enfoque psicoanalítico de los grupos y de las instituciones.

René Kaës, agrega a estos dos fundamentos capitales, el de las “funciones fóricas”: concepto que utiliza para tomar en consideración el lugar y las funciones asumidas por un sujeto, que, por su propio movimiento y por el encuentro con el deseo de los otros, es encargado de cumplir, en un conjunto, los procedimientos de representación y de delegación de las partes de la psique que no son accesibles, por diversas razones, a tal o tal sujeto del conjunto, o al conjunto mismo. Estas funciones, ligadas a emplazamientos subjetivos en un conjunto, están regladas por mecanismos metafóricos y metonímicos, de desplazamiento y condensación. Es asimismo el lugar y la función del porta-síntoma (tal como Dora para su familia y para Freud, tal como Emma para Freud y Fliess), del porta-palabra (es una de las funciones maternas descriptas por P.Aulagnier y, según otra concepción, por E. Pichon-Rivière); del porta-ideal (tales como las imagos soportes de los ideales: padres, hermano o hermana, líder, héroes) o también otras figuras siempre implicadas en los procesos de la transmisión de la vida y de la muerte psíquicas, explica René Kaës.

El autor hace una descripción profunda de cómo Freud fue el primero en interesarse por la familia y la pareja, y cita “Tres ensayos sobre una teoría sexual” en donde habla de la influencia parental en la transmisión a los hijos de una neurosis: “Los padres neuróticos tienen caminos más directos que el de la herencia para transferir sus perturbaciones a sus hijos”, continuando más adelante: “desavenencias entre los padres, su vida conyugal desdichada condicionan la más grave predisposición a un desarrollo sexual perturbado o a la contracción de una neurosis por los hijos”.

Menciona también que en 1912, Freud se refiere a la “prematura y en algún momento inevitable hostilidad de los parientes al tratamiento psicoanalítico de uno de los suyos”, desaconsejando tratar de lograr su aprobación dándoles a leer textos psicoanalíticos, y agrega: “Por lo que atañe al tratamiento de los `parientes’, confieso mi total perplejidad y confío poquísimo en su tratamiento individual”.

En la 28ª Conferencia de Freud (1916-1917), Freud vuelve a confesar su impotencia frente a lo que allí llamaba la “intromisión familiar” en el análisis del paciente individual: “La intromisión familiar es un peligro, que no sé sabe cómo remediarlo”. “Los allegados al enfermo a veces demuestran más interés en que éste siga como hasta ahora y que no sane”.

Finalmente, describe Losso, en 1920 Freud publica su Caso de Homosexualidad Femenina, el cual el autor asegura que es en donde Freud ofrece una visión más “familiar” de su génesis. Menciona que no es casualidad pues a esta altura ya había desarrollado su teoría del narcisismo y, poco tiempo después, publicaría “Psicología de las masas” y “El yo y el ello”. En este trabajo, explica Losso, Freud se explaya acerca de los padres que “demandan que se cure a su hijo que es neurótico e indócil”. Por hijo sano entienden ellos que no ocasionen dificultades a sus padres y no les provoquen sino contento. “El médico puede lograr, sí, el restablecimiento del hijo, pero tras la curación él emprende su propio camino más decididamente, y los padres pueden quedar más insatisfechos que antes”. En este texto, Freud muestra cómo la neurosis tiene un sentido interpersonal y familiar, cómo las ligazones patológicas familiares están condicionando la presencia de la sintomatología. Si esta sintomatología desaparece, las ligazones también desaparecen.

Lo anteriormente descrito nos explica un poco el por qué Roberto Losso considera que en la teoría freudiana podemos encontrar el germen de la visión familiar. “La teoría freudiana nos ofrece, pues, completada con las de los autores que consideraré luego, un fundamento válido para el trabajo clínico con familias y parejas. A lo que habría que agregar el importante aporte de la teoría psicoanalítica de los grupos en donde están autores como Bion, Eiguer, Anzieu y Kaës.

Al leer e investigar sobre este tema me di cuenta que, como en las familias, existen muchos temas, términos, teorías, autores y corrientes que nos llevarían a distintos trabajos y diversas discusiones. Por ahora me gustaría tratar de exponer el proceso terapéutico, trataré de ser lo más clara, concisa y breve pues es un trabajo complejo.

Cuando una familia llega a consulta, podrá decir algo como: “Venimos porque Pedrito está enfermo: tiene colitis (o dificultades de aprendizaje, o conductas extrañas, etc). Queremos saber qué tenemos que hacer para ayudarlo a curarse”. Los teóricos mencionan que es una “tarjeta de presentación”: un “enfermo”; quien es el portavoz (término dado por Pichón Rivière). La familia siente que su funcionamiento ha sido perturbado por la aparición de esa “enfermedad”, y demandará: “queremos volver a ser como antes”; esta demanda es la que como analistas familiares no queremos ni podemos satisfacer. Dicho de otro modo: “algo se ha roto” en las defensas familiares, antes exitosas, y la familia desea que la ayudemos a “reparar” esa rotura y restablecer la integridad del mito, que había sido operativo hasta entonces.

En muchas familias que van a consulta se observa que sus miembros muestran una incapacidad más o menos acentuada de mantener juntos los diversos aspectos de sus respectivas personalidades, es decir, se encuentra en éstas, en diversas modalidades, fenómenos de escisión y, en relación con éstos, trastornos en los límites del self.

En el campo familiar podemos ver en acción las alianzas inconscientes, los mandatos transgeneracionales, las lealtades invisibles, las identificaciones patógenas, el efecto de los fantasmas o restos fósiles, la acción de los secretos, la transmisión de mitos. Podemos observar también las acciones reales y concretas que unos sujetos ejercen sobre otros: vemos en acción las defensas transpersonales. O los efectos de los vínculos enloquecedores descritos por García Badaracco en 1985.

Vemos cómo lo que unos no pueden elaborar y simbolizar aparece en el otro como síntoma, como delirio o como acción, también podemos observar cómo en el grupo familiar algunos miembros albergan lo que otros no pueden tolerar. A veces son los hijos los que promueven la “apertura” de las criptas. Esto obliga a aceptar sentir dolor, pena y también hostilidad por el objeto perdido. Los hijos pueden “liberarse” de las delegaciones, y también pueden ser testigos del dolor de los padres y comprobar cómo ellos también fueron “delegados”, objeto de mandatos portadores de fantasmas, o encargados de pagar cuentas de otras generaciones.

Los teóricos del psicoanálisis familiar plantean que las familias con las características señaladas anteriormente tienen fallas en la función del preconsciente. Explican que la posibilidad de la intersubjetividad requiere del establecimiento del preconsciente, y viceversa, la formación del preconsciente requiere de la intersubjetividad. En una familia funcional, existe una actividad transformadora del preconsciente en contacto con la actividad psíquica preconsciente del otro. René Kaës explica que otro o conjunto de otros puede efectuar para un sujeto, en ciertas condiciones, un trabajo de ligadura y de transformación que le es momentáneamente inaccesible; llama a esto: la función meta-preconsciente de otro. Se puede decir entonces que en el análisis, o en el campo como lo llaman, los miembros del equipo terapéutico “prestan” a los miembros de la familia o pareja su propio preconsciente, para que puedan hacer pensables los contenidos psíquicos que los perturban, y que muchas veces son actuados en el mundo externo (incluyendo el uso de las defensas transpersonales), en el propio cuerpo o en la propia mente, como elementos escindidos o “encriptados”.

Al establecerse el campo, la familia tenderá a transferir sobre los terapeutas las imagos correspondientes a los personajes de la mitología familiar, y también los mismos mecanismos subyacentes al proceso que ha generado el “enfermo” en su interior, tratando entonces de englobarla en el mito familiar.

Esto puede ser vivido por parte de los terapeutas a nivel contratransferencial como parálisis, impotencia, confusión, enlentecimiento. Éstos pueden sentir que tienen “ideas locas”, pues experimentan emociones y angustias que la familia teme y evita; a ellos (o, más frecuentemente, a uno de ellos) se atribuye el rol de “paciente designado”, de portavoz o de portador del síntoma. Otras veces, el terapeuta es el “salvador”, encarnando personajes idealizados del mito (representante del ideal del yo familiar), y puede entonces sentirse omnipotente. O bien debe hacerse cargo de un miembro de la familia (por lo general, el paciente designado), en fin, puede ser el “tercero excluido” y la familia continúa funcionando como si él no existiese, etc. Es entonces cuando las sensaciones contratransferenciales adquieren gran importancia.

Y se inicia lenta y cuidadosamente el trabajo dirigido a lograr que, poco a poco, la angustia que tiene paralizada a la familia disminuya a buscar una distribución más “justa” de la ansiedad entre los diversos miembros de la familia, produciendo un “descentramiento de la patología”, de modo que la familia vaya comprendiendo que sufre, sí, pero que este sufrimiento no es “por causa de la enfermedad del paciente”, sino que se trata de un sufrimiento compartido por todos, pues todos están involucrados en un conglomerado de identificaciones, mandatos transgeneracionales, vínculos transferenciales sadomasoquistas, etc. En otras palabras, menciona Losso, “todos son prisioneros del mito familiar”.

La enfermedad aparece entonces bajo una nueva luz, como expresión de la incapacidad de elaboración del sufrimiento familiar, cuyo aspecto sintomático (pero sólo eso) se manifiesta en uno de sus miembros, su portavoz.

A partir de esta concepción, se trabaja con los procesos intrafamiliares: las delegaciones abusivas transgeneracionales, las identificaciones patógenas, vínculos alienantes, la explotación de las necesidades de unos por los otros, las acciones más o menos violentas ejercidas sobre uno o más miembros, las identificaciones proyectivas masivas, las escisiones intrafamiliares (buenos y malos, sanos y enfermos, locos y cuerdos, etc.).

Lo anterior se sintetiza citando una definición dada por Laing en 1976 describiendo las defensas transpersonales. Este autor explica que las personas neuróticas utilizan los mecanismos de defensa “clásicos” (descritos por Sigmund y Anna Freud) en los que el sujeto trata de modificar la propia experiencia para mantener el propio equilibrio psíquico. Son mecanismos prevalentemente intrapsíquicos. En cambio, cuando los sujetos no tienen suficientes recursos yoicos tienden a usar las defensas transpersonales, en las cuales el sujeto trata de modificar la experiencia de los otros para poder conservar el equilibrio del propio mundo interno.

Habrá que ir reconociendo los distintos modos en que se presentan las resistencias: la familia defiende a capa y espada su modo de funcionamiento, estructurado y explicado “racionalmente” por su mito familiar. Lo defiende porque es el único que conoce, y teme con pánico un cambio, que para ella significa desestructuración, amenaza de caos y de destrucción. La familia no sabe aún que puede funcionar de otra manera, más satisfactoria para todos.

Mientras esto sucede y se va trabajando con la familia se pueden observar fenómenos de “desidentificación”, implicando sensaciones riesgosas: los sujetos pueden sentirse sin valor, vergonzosos, estúpidos, desprotegidos, con miedo a la desintegración o a enloquecer. Éste es un momento particularmente delicado en el proceso terapéutico, es aquí donde se necesita más la función de “asistencia” por parte de los terapeutas y la función de contención familiar; a partir de aquí se puede comenzar el trabajo de elaboración de los conflictos y temores irracionales, y hacer progresar el proceso terapéutico.

En los casos favorables, comienzan a disminuir los malentendidos, cada uno comienza a poder reconocer al otro como diferente, disminuyen las explotaciones, los depósitos transferenciales se hacen conscientes y, por lo tanto, se puede empezar a liberar a los sujetos de las delegaciones abusivas transgeneracionales, patógenas y alienantes. Se puede ahora emprender la tarea de elaboración de duelos, que antes no habría sido posible. Se puede comenzar a aceptar el paso del tiempo, la incompletad, la diferencia de sexos y de generaciones. También en esta fase se puede lograr establecer la “circulación afectiva dentro del campo”, lo que permite descubrir (o re-descubrir) las necesidades afectivas recíprocas que nunca habían sido expresadas adecuadamente ni reconocidas ni satisfechas.

Por otra parte, con el mejoramiento de la comunicación en la pareja parental, los padres “se alimentan” en menor grado de sus hijos, modificándose la “demanda invertida”, y los hijos, así “liberados” de estas demandas pueden comenzar a seguir su propio desarrollo autónomo.

El llegar a realizar construcciones del mito familiar que ayuden a hacer conscientes los aspectos latentes del mito y poder así modificarlo, disminuyendo su rigidez y haciéndolo adaptable a las condiciones reales y actuales: todo este proceso ayuda a que cada miembro pueda crear o re-crear sus propios mitos individuales, o mejor, sus propias versiones del mito familiar. Todo esto significa también que los sujetos puedan ir adquiriendo recursos yoicos que les permitan enfrentar sus conflictos de un modo más eficaz, logrando así mayor libertad del yo ante el superyó, ello y mundo externo.

Después de investigar sobre el tema me di cuenta de que el psicoanálisis familiar es un terreno vasto y en donde seguramente falta investigación y distintos tipos de aportaciones.

Quiero aclarar que falta ahondar en temas como el ciclo vital de la familia, la familia “sana”, la primera entrevista y todos los puntos que tienen que ser observados en ésta, la co-terapia; varios temas que se desprenden y de los cuales hay muchas horas de profundización.

Me parece importante promover dentro de la Sociedad Psicoanalítica de México un grupo de estudios para pareja y familia; pues a clínica llegan parejas buscando nuestra ayuda y no sabemos de qué manera podemos trabajar con ellos, así mismo, hay pacientes en los que cabría considerar el trabajar con la familia (con un conocimiento y estudio amplio del psicoanálisis familiar) para así lograr una mejoría del “enfermo” como de su medio familiar.

Bibliografía

  •   Eiguer, A. (2006). Por un psicoanálisis familiar recreativo. Psicoanálisis & Intersubjetividad, Sumario 1. Recuperado el 10 de febrero del 2012 de http://www.intersubjetividad.com.ar
  • Jaitin, R. (2007). Transversalidad y horizontalidad del campo transferencial en Terapia Familiar Psicoanalítica. Psicoanálisis & Intersubjetividad, Sumario 2. Recuperado el 10 de febrero del 2012 de http://www.intersubjetividad.com.ar
  • Joubert, Ch. (2006). La transformación de las modalidades del vínculo en terapia familiar Psicoanalítica. Psicoanálisis & Intersubjetividad, Sumario 1. Recuperado el 10 de febrero del 2012 de http://www.intersubjetividad.com.ar
  • Losso, Roberto. (2001). Psicoanálisis de la familia: Recorridos teórico-clínicos. Buenos Aires: Grupo Editorial Lumen.