microscopic-1519213Por: Frida Garza
“La biología es verdaderamente un territorio de posibilidades ilimitadas. Podemos esperar de ella la información más sorprendente, y no podemos adivinar las respuestas que nos devolverá en las próximas décadas a las preguntas que hemos formulado” [Freud, 1920, citado por Solms M, Turnbull O, p. 154]
Es común escuchar comentarios negativos en relación a la teórica y práctica psicoanalítica. En lo personal cuando hablo de mi preparación académica, haciendo mención del estudio de una formación psicoanalítica me he encontrado con comentarios, que en esencia, refieren que el psicoanálisis es obsoleto, que está en decadencia y que se encuentra en vías de desaparecer frente a las nuevas terapias que prometen soluciones rápidas, he escuchado en diversas ocasiones a diferentes personas, incluyendo psicólogos, decir “ yo no creo en el psicoanálisis”, lo que me deja pensando, pues en dicho discurso se encuentra inherente un aspecto de fe frente al estudio de ésta disciplina, relacionándola con prácticas como la religión, el chamanismo, etcétera.
Es ésta la razón del trabajo presente, explorar y conocer los avances científicos que abalan los conceptos y las hipótesis planteadas en el psicoanálisis, así como su funcionalidad en la práctica.
Resulta necesario recordar que Sigmund Freud tenía conocimientos bastos de las neurociencias. Como médico Freud comenzó a presenciar casos clínicos, donde se presentaban síntomas a nivel corporal, los cuales no se explicaban, ni encontraban su cura, a partir de los conocimientos científicos. Sigmund conoce a otros médicos que frente a dicho cuadro sintomatológico que, hasta el momento, resultaba bastante enigmático, proponían y aplicaban métodos, como la hipnosis, con el fin de explorar en la psique de los pacientes.
Freud a partir de una labor de observación, análisis y síntesis, comienza a realizar diferentes hipótesis sobre el funcionamiento psíquico, que a lo largo de su trabajo va descartando, complementando y comprobando. El trabajo arduo que mantuvo Sigmund durante décadas, constituyó la base y estructuró los conceptos principales de los que se sirve la teoría psicoanalítica.
Freud aspiraba a cartografiar las funciones y la estructura de la psique, las cuales a su pensar, se encontraban profundamente relacionadas con las funciones y la estructura cerebral; no obstante, conocía las limitaciones del conocimiento neurológico que se mantenía en su época, por lo que las herramientas técnicas y conceptuales eran insuficientes para poder investigar y apoyar dicha relación entre los fenómenos mentales y los cerebrales. (Solms M., Turnbull, O. 2013)
“Debemos recordar que nuestras ideas provisionales en psicología, presumiblemente serán algún día basadas en una estructura orgánica” (Freud, 1914, citado por Solms M, Turnbull O, p. 154).
 
Frente a la escases de conocimiento científico que pudiera vincularse con la teoría psicoanalítica, se decretó un divorcio, por así decirlo, entre la neurología y el psicoanálisis, ambas disciplinas durante varias décadas se encontraron diferenciadas y distantes, sin embargo, en los últimos años algunos investigadores han trabajo para restablecer el contacto entre ambas.
En “A cada cuál su cerebro” (Ansermet F., Magistretti P., 2012) se habla de uno de los descubrimientos más significativos que presume encontrar un puente entre éstas disciplinas: el de plasticidad cerebral, el cual es considerado como la base de los mecanismos de memoria y aprendizaje, los aportes de la neurobiología, explican cómo la plasticidad en la red neuronal, permite la inscripción de la experiencia.
Los autores exponen que las redes neuronales se van constituyendo de forma particular en cada individuo según las vivencias. Argumentan que las experiencias cercanas al nacimiento registran huellas más estables e inaccesibles; no obstante, argumentan que en general las conexiones neuronales pueden reorganizarse y por lo tanto, las huellas pueden ser modificadas.
La idea de que la experiencia deja una huella, es un aspecto central para la teoría psicoanalítica, en donde se le otorga el nombre de huella mnémica, la cual se refiere a como el objeto de las percepciones, se inscribe en la memoria. Freud en su hipótesis argumentó que no había solamente una inscripción de la experiencia, sino que ésta se transcribía en diferentes sistemas, lo que llevaba a la constitución de una vida psíquica inconsciente. (Ansermet F., Magistretti P., 2012)
 
Experiencia——-Percepción———Huella mnémica————Freud
Experiencia—–Percepción—–Huella sináptica——-Neurobiología
 
Ha existido discusión en torno a si las enfermedades mentales obedecen a lo genético o al ambiente, por lo general el aspecto genético es considerado como más “real”, físico, biológico, por el contrario, lo ambiental, es visto como menos real, mental, psicológico. No obstante, pocas enfermedades humanas son meramente genéticas, la mayor parte de las enfermedades, son producidas por la acción conjunta de factores tanto genéticos como ambientales. En la actualidad se sabe que los genes son “plásticos”, es decir, que son influidos por el ambiente y que su comportamiento es modificado por éste. (Abdala R., 2008)
Desde éste pensamiento, la enfermedad debe ser considerada como el resultado de la interacción entre la vulnerabilidad genético-constitucional y factores ambientales, que la activan. Lo mencionado nos lleva a pensar el concepto llamado: series complementarias, que según Laplanche (2004) se refiere a la complementariedad de factores exógenos, como la frustración, y endógenos, como las fijaciones, las cuales a su vez, se dividen en dos factores complementarios, la constitución hereditaria y las experiencias infantiles.
Si se considera a la experiencia como determinante en el devenir de una persona, nos alejamos del pensamiento que establece un determinismo genético único, que determina desde el inicio de la vida, el destino de un sujeto, por lo tanto, la plasticidad sería el mecanismo por el cual cada individuo es singular, y cada cerebro es único. (Ansermet F. Magistretti P., 2012)
Al mismo tiempo que el impacto del ambiente se encuentra influenciado por la dotación genética, la influencia ambiental estimula el desarrollo de dendritas, que permiten la formación de esquemas cognitivos, los cuales se relacionan con la construcción de representaciones internas. Las conexiones nerviosas entre la corteza, el sistema autónomo y el límbico, se enlazan en circuitos de acuerdo con experiencias específicas en el desarrollo del organismo. La emoción y la memoria se asocian en forma conjunta, a partir de patrones consistentes de conexión, debido a estímulos ambientales, éste patrón de desarrollo se resume de la siguiente manera: Las células que disparan juntas sintonizan juntas (Abdala R., 2008). Dicha comprensión nos plantea un entendimiento biológico de la construcción del mundo interno.
En “A cada quien su cerebro” (Ansermet F., Magistretti P., 2012) se argumenta que la huella de la experiencia, inscrita a partir de los mecanismos de plasticidad, puede sufrir diversos reajustes, asociarse con otras huellas y alejar a la persona del suceso ocurrido. Es por éste mecanismo que la realidad psíquica va más allá de las experiencias que generaron las huellas iniciales, es decir, la combinación y la asociación de un conjunto de huellas sustituyen la experiencia, podríamos pensar desde éste orden de ideas, porque en ocasiones la propia experiencia deviene inaccesible.
A través de procesos de fusión, asociación, deformación, fragmentación y modificación, la experiencia se transcribe varias veces, de forma que adquiere una nueva forma; por ejemplo: la de una fantasía. Freud presto gran interés al mundo de la fantasía, a ese “reino intermedio” en el que la experiencia se reinscribe bajo una nueva forma. (Ansermet F., Magistretti P., 2012)
 
En forma de resumen, en términos neurobiológicos, la huella está sujeta a modificaciones pues es dinámica, por lo tanto, con base a la experiencia, se constituye una realidad interna, que está conformada por inscripciones inadmisibles.
 
No sólo el mundo externo debe ser considerado como proveedor de estímulos, sino también el interno, es por eso que un recuerdo o pensamiento, conecta con estados de ánimo, con otros recuerdos o con estados psicosomáticos, al igual que un hecho actual. A grosso modo, ésta sería la razón en psicoanálisis de la función terapéutica: la “cura por la palabra”. Por medio del trabajo analítico, las asociaciones entre las huellas pueden cambiar y asociarse libremente con otras, de forma que el pensamiento y la palabra se convierten en estímulos capaces de reacomodar aquel mapa que relaciona determinados estados a determinadas tareas. Las conexiones entre las neuronas se modifican de forma permanente a través de la experiencia, creando cambios de orden tanto estructural, como funcional. A lo largo de la vida de un sujeto, operan los mecanismos de plasticidad. (Ansermet F., Magistretti P., 2012)
Los autores de “A cada quien su cerebro” (Ansermet F., Magistretti P., 2012), argumentan también que la constitución de la realidad interna inconsciente, fundada sobre los mecanismos de la plasticidad, no es únicamente un fenómeno de orden psíquico, pues a su vez involucra al cuerpo. Se argumenta que las percepciones, que deja la huella en la red sináptica, se asocia con un estado somático.
Dicho estado somático, es un elemento determinante en la experiencia emocional subjetiva. A la luz de ésta teoría puede revisarse el concepto de pulsión, el cual Freud definió como un concepto límite entre lo psíquico y lo somático
Se mencionó entonces que una percepción deja una huella que puede asociarse con un estado somático específico, ésta segunda huella se asocia con otras para construir huellas nuevas, de forma que el estado somático originariamente asociado a una huella en específico, se asocia con nuevas huellas que forman parte de un “escenario fantasmático inconsciente”. El estado somático activa una pulsión, la cual debe encontrar una forma de descarga. Como el espacio fantasmático se entromete en la percepción de la realidad externa, ésta determina el acto a efectuar. Desde el pensamiento establecido, podemos considerar que la labor en el trabajo psicoanalítico consiste en decodificar y reacomodar la realidad interna, incluyendo los procesos específicos de los estados somáticos, con el objetivo de posibilitar una acción “liberada” de las diversas interferencias de las construcciones fantasmáticas. (Ansermet F., Magistretti P., 2012)
La neurología nos explica el mecanismo por el cual la percepción o la evocación de una representación, se puede asociar con un estado somático específico. El cerebro contiene una serie de circuitos que funcionan como transductores de la percepción en emoción, específicamente, una región lleva adelante ésta tarea: la amígdala, la cual recibe aferencias en los sistemas sensoriales primarios, en otras palabras, un elemento que estimule la visión, la audición o el olfato, es capaz de activar algunas neuronas de la amígdala, en específico las que se encuentran en la parte basolateral, las neuronas de dicha subregión se conectan, entre otras, con neuronas de otra región de la amígdala: el núcleo central, que proyecta de forma masiva hacia regiones del cerebro que controlan el SNA, el cual regula el ritmo cardíaco, la presión arterial, la transpiración, la liberación de hormonas, la segregación gástrica, la motilidad intestina, etc, es decir, todos los mecanismos que permiten mantener la homeostasis física en un organismo. (Ansermet F. Magistretti P., 2012)
Otra área que ha sido estudiado por las neurociencias es la relacionada con los sueños, estudios realizados con la técnica PET (tomografía por emisión de positrones) demuestran cómo en el sueño REM la actividad aumenta de forma drástica en el córtex sensorial y en el área límbica, asiento de la memoria y las emociones primarias, simultáneamente, en las zonas prefrontales se reduce la actividad; el sistema prefrontal es el responsable del pensamiento racional y el control de los impulsos, por lo tanto la inhibición que se genera provoca que éstos, en conjunto con las vivencias emocionales y algunos recuerdos olvidados, accedan a la consciencia. (Paniagua C, 2004)
Otro de los conceptos psicoanalíticos que han encontrado la forma de relacionarse con los conocimientos científicos, es el de supresión, el cual con base en Laplanche (2004), se refiere a una operación psíquica que desaparece de la consciencia un contenido inoportuno o displacentero, éste se diferencia del concepto de represión por el carácter consciente de la operación.
El deseo consciente es condicionado de forma voluntaria, con la intención de evitar llevar a cabo la acción. Lo suprimido pueden influir en nuestro comportamiento, nuestros pensamientos y sentimientos; y puede manifestarse de forma disfrazada, a partir de un síntoma, un acto fallido, un lapsus, etc.
En “Cuando la neurociencia coincide con Freud” (Berlin H. y Koch C., 2010) se habla de la labor del psicólogo Michael C. Anderson, quien llevó a cabo un experimento de «pensar/no pensar», para explorar la base cerebral de la supresión de la memoria, éste consistió en juntar un grupo de voluntarios, los cuales tuvieron que memorizar 48 pares de palabras asociadas entre sí, posteriormente se les mostraba la primer palabra y se les pedía de forma intermitente que recordaran la palabra asociada, o por el contrario, que evitaran que ésta entrara en su pensamiento consciente. La observación cualitativa mostró que suprimir voluntariamente la palabra asociada durante el experimento generaba que después fuera más difícil de recordar.
La parte más sugestiva de la investigación, se refiere a los descubrimientos en tanto al funcionamiento cerebral, pues a los sujetos se les hizo una resonancia magnética funcional durante el experimento, el escáner mostró que al suprimir las palabras, los participantes empleaban y activaban áreas en la corteza prefrontal para bloquear los procesos de los sectores del cerebro involucrados en la formación de recuerdos, en particular del hipocampo.
Otro de los experimentos que se han realizado, y que establecen un punto de unión entre la neurología y el psicoanálisis, lo refiere Aparicio D. (2012), y fue publicado en “Archivos de Psiquiatría General” (Archives of General Psychiatry). El estudio constó de dos grupos de personas, uno de estos grupos, se encontraba constituido por individuos que se encontraban en remisión tras pasar un año con un episodio depresivo mayor, el otro grupo, estaba formado por sujetos que nunca habían sufrido de depresión. Los participantes en cada grupo, emplearon durante el experimento un escáner cerebral: Imágenes de resonancia magnética funcional (FRMI). Durante el experimento se les pedía a las personas que se imaginaran actuando “mal”, por ejemplo, siendo mal encarados o mezquinos con la gente cercana, al terminar debían describir los sentimientos suscitados por ésta experiencia.
Los investigadores se percataron que las imágenes entre ambos grupos difieren en las zonas relacionadas con el sentimiento de culpa, por un lado, y por el otro, con el conocimiento del comportamiento socialmente aceptado. Se encontró que las regiones cerebrales mencionadas, de los individuos propensos a la depresión, no se interrelacionan tan bien como en los sujetos del otro grupo.
El Doctor Ronald Z., director de la investigación, argumenta que los resultados del experimento provee el primer mecanismo cerebral que puede fundamentar la explicación de Freud, sobre la diferencia entre la depresión y la tristeza, en donde en la primera, existe propensión a los sentimientos exagerados de culpa. Se expone que por primera vez se pudieron escanear las áreas del cerebro que interactúan con las conductas que son socialmente aceptadas: lóbulo anterior temporal, y con el área que se asocia con los sentimientos de culpa: la región subgenual, en personas con historial depresivo.
La teoría de Freud sobre sentimiento de culpabilidad, constata de dos fases, por una parte, nos habla de que la diferenciación entre lo malo y lo bueno, empieza como resultado de una adecuación afectiva al otro, basado en el temor a la pérdida del amor del objeto, es decir que en esta primera fase es la relación con el otro la que determina la orientación de la conducta, de forma que lo malo, que originalmente es aquello por lo cual el sujeto es amenazado por la pérdida del amor, se debe de evitar cometer. Es por ello que no importa en realidad si hemos hecho o no el mal o si sólo pensamos en hacerlo, pues en ambos casos, el peligro solo aparecerá cuando la autoridad lo haya descubierto, y ésta adoptaría una actitud equivalente en cualquiera de los casos.
La segunda parte del sentimiento de culpa, se refiere a la traslación de la adecuación externa a la interna, de forma que la autoridad es internalizada y se establece un superyó, de forma estricta solo hasta ese momento, se puede hablar de conciencia moral y sentimiento de culpabilidad. En esta fase deja de actuar el temor a ser descubierto, entre hacer y pensar el “mal”, pues ahora nada puede ocultarse del superyó, ni siquiera los pensamientos. (Braunstein N., 2001)
El experimento demuestra como las personas propensas a la depresión, tuvieron sentimientos importantes de culpa, solo con imaginar una acción negativa, y como las áreas relacionadas con el conocimiento del comportamiento socialmente aceptado, y las áreas asociadas con la culpa, no se interrelacionaban satisfactoriamente
CONCLUSIONES
Desde los primeros constructos realizados por Freud, se estableció el interés por relacionar los descubrimientos psíquicos con aspectos neurocientíficos, no obstante, las limitaciones de la época impidieron el establecimiento de dicha asociación. Me parece sorprendente pensar en cómo éstas disciplinas tomaron caminos separados durante tantos años, muchos especialistas en las neurociencias desvinculaban la neurología con el psicoanálisis, percibiendo ésta última como un conglomerado de mitos psicológicos que carecían de fundamentos, lo que resulta sumamente paradójico, pues es ésta misma, la ciencia que puede proveer al psicoanálisis de fundamentos científicos sumamente enriquecedores.
Las últimas investigaciones frente a lo que puede llamarse “neuropsicoanálisis” buscan romper con el paradigma que separa la mente del cuerpo, dicha concepción, me parece una perspectiva un tanto irracional, pues es claro que sin cerebro no hay mente. La unión entre éstas disciplinas permite tener un concepto más amplio del ser humano, considerándolo como un ser bio-psico-social.
Situar conceptos de la teoría psicoanalítica con conocimientos a nivel orgánico, es un avance que se revela como fundamental y enriquecedor, no solo para el psicoanálisis, sino también, para las neurociencias, pues éstas pueden servirse del psicoanálisis para implementar la comprensión y la relación entre el cerebro y la psique, creando un entendimiento coherente de éste último.
Los avances científicos en la actualidad, sitúan al cerebro como un órgano más accesible para su investigación, estudio y comprensión; lo que ha permitido que las disciplinas en cuestión, que al parecer estaban destinadas a reencontrarse en algún punto del camino, lo hicieran. Sin embargo, éste es un campo nuevo que se mantiene abierto, pues hace falta mucha investigación, de forma que, dicho reencuentro, pueda estructurar la comprensión más basta y coherente del psiquismo. Definitivamente las vías de comunicación y colaboración que se han abierto, pueden tener efectos inimaginables.
 
Bibliografía

Imagen: freeimages / Dave Di Biase
 
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