actuacion-Marc Garrido i Puig-1239692Por: Bernardo Lanzagorta
La principal idea de este ensayo es proponer ciertos cuestionamientos acerca del término enactment o contra-actuación, a partir de una revisión teórica de dicho concepto; y para ello me gustaría platear una pregunta inicial:
¿Podríamos hablar de proceso analítico sin la existencia de la contra-actuación o enactment dentro del propio fenómeno de análisis?
Yo entiendo muy bien que esta pregunta pueda levantar todo tipo de reacciones y dudas, tomando en cuenta la naturaleza del concepto así como las implicaciones en las que necesariamente se tiene que ver involucrada la figura del analista dentro de los parámetros del análisis.
Recordemos que el término enactment o contra-actuación se entiende tradicionalmente cuando el analista actúa lo que el paciente deposita en él, ya sea por una identificación proyectiva masiva o por núcleos neuróticos no resueltos del analista (Grinberg, 1976) Por lo que es dicha actuación un fenómeno que entorpece la función analítica.
Pero más allá de buscar polémica solo por el gusto de una buena discusión me interesaría darle al concepto de contra-actuación el beneficio de la duda, en virtud de lo que alguna vez se pensó también acerca de la transferencia, la contratransferencia –y probablemente también hoy por hoy de la actuación- dentro del cuerpo de pensamiento tanto teórico como técnico del psicoanálisis.
Habrá que comenzar diciendo que la contra-actuación o enactment ha recorrido el mismo largo camino de muchos otros conceptos analíticos, y que como en la mayoría se ha llegado al punto de no poder definirlo del todo o de forma exacta (Basseches, H; 1998); incluso existen autores que proponen que todo lo que sucede en la sesión analítica es en sí una actuación por parte del paciente o del analista (Boesky, D; 1998)), mientras que como ya hemos dicho, otros se refieren a enactment cuando de alguna forma el analista es “traicionado” por sus propias actuaciones hacia el paciente.
Y bueno, las cosas se tornan aún más complejas si tomamos en cuenta opiniones y posturas como las de Theodore Jacobs (Jacobs, T; 1998) al resaltar que incluso la verbalización es en sí una actuación, por parte del analizando y también del analista; lo cual por supuesto definiría a la propia interpretación como un enactment; y aunque escrito así suene como algo extremo, bien podemos darnos a la tarea de tomarlo en cuenta.
De las cosas que creo notables acerca de la concepción de la contra-actuación es el entendimiento -hasta cierto grado extendido- de que ésta pudiera o no presentarse dentro de la situación analítica. Desde mi particular punto de vista el fenómeno del enactment (permitiéndome utilizar intermitentemente el vocablo en inglés para resaltar la falta de un consenso actual acerca del uso de una terminología correcta) resulta un elemento propio y esperable dentro del encuentro analítico, tal como ahora concebimos a la transferencia y la contratransferencia, o incluso a la actuación (acting) misma.
¿Podemos dejar de actuar dentro de un setting que está diseñado especialmente para eso? ¿En dónde no sólo tenemos un papel que ejecutar, sino también una escenografía y un libreto? … difícilmente, pensaría yo.
Bajo estos términos entonces ¿Podríamos darnos el lujo hipotético de polarizar la postura y pensar que todo lo que sucede dentro del consultorio es una contra-actuación? y que no sólo viene como respuesta contratransferencial a lo que el analizando actúa y siente. Es decir, tomando en cuenta que estas últimas también serían contra-actuaciones, pero no las únicas.
Para responder esto habría que analizar seriamente si cualquiera de las respuestas y reacciones dentro del encuadre analítico obedecen en su totalidad a la regla de la abstinencia tan celebrada en la teoría psicoanalítica; es decir, si el 100 por ciento del tiempo damos una interpretación pura y acertada en su totalidad.
Ya que esta sería la única forma en la que, de manera “objetiva” se pudiera hablar de una interpretación sin contenido del analista y enteramente fungiendo como contenido propio del paciente. (me permito poner la palabra “objetiva” entrecomillada para poder desarrollar desde este término una discusión posterior). Y volveré al final con este tema.
Resulta poco probable que sea este el caso, por lo tanto, como cualquier respuesta y como cualquier proceso que se da dentro del ámbito analítico tenemos que entender que existe una “contaminación” o mejor dicho una “combinación” de todos los contenidos transferenciales y contratransferenciales propios de la relación única entre un analista y su analizando.
No por menos el mismo Freud se mostró sorprendido y hasta podríamos pensar que asustado, ante lo que posteriormente los historiadores y teóricos han distinguido con mucha razón como los fenómeno transferenciales y el acting de sus “pacientes”; para observar todo esto bastará con una revisión al caso Dora. (Freud, S; 1905) Al final de dicho caso es cuando Freud se enfrenta a los primeros cuestionamientos acerca de la transferencia, la contratransferencia y lo que dichos fenómenos pudieron influir en la forma tan abrupta en la que terminó el análisis de Dora.
También valdría la pena hacer notar que dichos fenómenos no podrían ser adjudicados solamente como los fenómenos de Freud, sino que son los fenómenos propios que suceden al quedar comprometidos los contenidos del mundo interno del analista dentro de una relación analítica específica. Entendiendo además que dichos contenidos son tanto reflejo, creación como exposición y comunicación de la propia apariencia, vida, forma de ser y de presentarse del analista.
Ahora bien, lo que puede resultarnos inquietante es que tanto la contra-actuación como la contratransferencia vienen en primer término por parte del analista; lo cual propone la idea implícita que el analista también puede aliarse a las resistencias y/o ir en contra del proceso analítico. Poniendo en evidencia la fantasía acerca del analista que puede deslindarse completamente de los contenidos del paciente; así como la del dominio y reconocimiento de los propios límites transferenciales.
Pero si no contemplamos estos fenómenos corremos con el peligro de dejar de lado otras ideas; que proponen procesos de análisis a partir de la observación de la díada analítica mucho más complejos, por la cantidad de circunstancias que aparecerían si descartamos al analista como una variable controlada –como ha pretendido ser el desarrollo de la técnica dada la tradición científica en la que nace el psicoanálisis- Ideas estas como la de James T McLaughlin que propone no solo una regresión en el paciente dentro del marco analítico, sino inevitablemente también una regresión del analista al poner su mundo interno en contacto con la subjetividad del paciente (McLaughlin, J; 1998); y por supuesto entendiendo a la propia interpretación como un fenómeno regresivo (cosa que es muy fácil de intuir en la mayor parte de la literatura analítica aunque no sea claro o conveniente en muchos de los casos) que poco tiene que ver con la realidad fuera del consultorio.
Entonces, al entender el orden inconsciente de todo fenómeno transferencial me gustaría dejar de lado aquellos fenómenos a los que nos referimos cotidianamente como contra-actuaciones o enactments; como por ejemplo terminar una sesión antes de tiempo o confundir algún paciente sin razón analizada aparente. No es que no me parezcan importantes pero siento que puede discutirse hasta qué punto son fenómenos muy mezclados, que proponen un mayor juego e interacción -en términos de discusión teórica- de conceptos construidos, como son la actuación y la contra-actuación, la transferencia y la contratransferencia; y por supuesto la identificación proyectiva.
Es por lo anterior que me gustaría provocarlos hoy a meditar un poco acerca de otros procesos que se encuentran más ocultos en nuestro quehacer, y que por lo mismo podrían entenderse más desde el tamiz de la resistencia, y todo aquello que va en contra del proceso analítico (y que por lo mismo son parte crucial del mismo). Me refiero a situaciones que damos por sentadas y que parecemos acatar para “el mejor funcionamiento del análisis”; confieso que al permitir dar voz a mis cuestionamientos personales con respecto al tema se que me estoy metiendo en un campo difícil (minado diría) y no se que tan bien librado pueda salir de ello, mucho menos espero nada más que su atención.
Quisiera revisar algunos conceptos de la técnica que creo que son propios de la forma en la que el analista puede estar inconscientemente actuando en contra del proceso analítico:
El primero correspondería al reforzamiento de la alianza terapéutica en virtud de fomentar la transferencia positiva; para clarificar a lo que me refiero específicamente con esto me gustaría proponerles una viñeta genérica que he escuchado varias veces en clase, supervisión, en la experiencia de mis pares e incluso en mi propia práctica:
El analista conjuga su intervención en alguna forma verbal parecida a: “Por eso es importante que vengas aquí” o “Pensemos juntos acerca de este tema”
En el caso de la primera podríamos pensar que la postura analítica esperada sería que el paciente descubra la propia importancia de analizarse, y no solo eso, sino que la pueda significar aunque sea bajo otros términos; la postura expuesta toma por hecho que para el analizando es importante y de entrada no permite dicha simbolización (o negación de ser el caso), se vuelve desde mi perspectiva algún tipo de dogma dentro del consultorio que no propondrá un análisis de la situación por no permitir dudas acerca de lo que sucede dentro de esta relación analítica.
La segunda por su parte deja en evidencia la alianza del analista con las necesidades de fusión del analizando, ambos dentro de una posición regresiva omnipotente, yo creo que es claro que nadie puede pensar junto con alguien más acerca de nada; y en caso de que pudiera ser ¿cómo imputar la responsabilidad de tal o cual decisión tomada por el analizando a él mismo? cuando el analista ya aceptó que el pensamiento es de origen mutuo.
La pregunta que encuentro pertinente en estos casos sería, si en realidad se debe reforzar la alianza terapéutica a costa de la postura analítica; de ser así entonces cuestionaría fuertemente aquello que consideramos como alianza terapéutica.
Otro tema que me interesaría tocar brevemente solo a modo de cuestionamiento es del juicio de realidad; si entendemos a la relación analítica como una relación completamente subjetiva, entre dos subjetividades. ¿Qué sentido tiene “proporcionarle juicio de realidad” a alguien que vive una realidad completamente diferente? He llegado a considerar lo violento (o en caso menor grave: superyóico) que resulta para el mundo interno del paciente, y para la postura de un pensamiento analítico imponer de alguna forma lo que el analista considera un juicio de realidad; y que no es más que el reflejo de sus propias angustias ante la incapacidad de acceder a la realidad del analizando, y proponer un juicio dentro de la misma y no de la propia; en virtud de las consecuencias que esto pudiera suscitar.
Creo que si queremos apelar al juicio de realidad tendrá que ser a la realidad del otro, de otra forma solamente quedará más confundido o en el mejor de los casos descartará la intervención como algo que claramente no entiende dentro o como parte de su realidad.
Finalmente me gustaría poner a consideración del grupo un tercer tema; aquello que entendemos como la regla de abstinencia. Ya se propuso anteriormente que resulta inevitable no solo que el analizando se percate de las particularidades de su analista, y que desde su posición inconsciente signifique dichas percepciones; sino que más aún lo mismo tiene que suceder por parte del analista, hacia el analizando y hacia él mismo.
En este punto no quiero hablar de la ya trillada idea del no actuar el enojo hacia el paciente (o cualquier otra emoción que éste o el mundo interno del analista pudiera despertar) creo que eso no sería un fenómeno de contra-actuación en términos de cómo ahora estamos definiendo el término.
Lo que yo entendería como contra-actuación o enactment sería pasar por obvio que dentro de cada relación analítica específica se construye todo un mundo de significaciones a partir de lo que el analista es (y aquello sentido por el analizando); y que el analista en lugar de proponer el análisis de dicho mundo incluyéndose dentro del mismo, se movilice dentro de la ilusión que todos sus pacientes lo perciben, entienden, significan y procesan de la misma forma, resguardándose detrás de la fantasía de una supuesta abstinencia que lo mantiene a salvo.
Esto por supuesto propone ir mucho más allá en dirección del análisis que el simple hecho de preguntar de regreso al analizando lo que cree acerca de lo que está diciendo cuando nos pregunta algo de carácter “personal”.
Otra viñeta genérica nos vendría bien: Yo pienso que las preguntas que ya conocemos como: ¿tu que crees? ante el cuestionamiento acerca de nuestra edad o alguna interpretación del tipo: “lo que sucede es que tu crees eso de mi porque tu papá…..(cualquier contenido pertinente)” dejan de lado y perturban severamente la profundidad de la comparación o inquietud que el analizando está proponiendo como tema a analizar; aún siendo estas respuestas sin duda correctas ante los ojos de la técnica, pero aquí podemos también preguntarnos cuándo la técnica encierra ciertas contra-actuaciones que ponen en riesgo a la postura analítica.
Porque que si de verdad tenemos que confesarlo bien sabemos que estas preguntas las hacemos para esquivar más que para profundizar.
Y no es que tenga ahora la respuesta ante cómo aprovechar de mejor forma este fenómeno tan constante dentro del consultorio a la luz del enactment, pero no quería dejar de proponérselos.
Aún visto desde la perspectiva de las relaciones objétales, en la cual podríamos postular que el analizando recibe la interpretación desde un objeto puramente interno, resultaría en el mejor de los casos inocente que el analista no propusiera la construcción de dicho objeto a partir de lo que él o ella misma está representando para el analizando; y que dejara de lado dicha construcción, atribuyendo cómodamente todo aquello que no entiende del analizando -o todo aquello de la interpretación que no encuentra eco dentro de su mundo subjetivo- a las resistencias propias del paciente, en lugar de entenderlo más bien como algún tipo de “campo resistencial” construido a partir de todo lo que atañe al ámbito analítico, y que por supuesto incluye a la figura del analista y la forma en la que éste se presenta dentro del encuadre.
Desde el uso de la palabra “analista” parecería que estamos dejando fuera la posibilidad del analizando de analizarse; y por lo tanto la esencia de nuestro propio quehacer. Claro que no propongo cambiar el término, porque esa discusión me parece más del ámbito de la política interna del campo que dentro de nuestro tema actual; pero pienso que deberíamos entender que el uso del término analista se refiere a aquel cuyo trabajo se centra en favorecer y proponer una postura analítica dentro de una relación subjetiva; más que aquel que se va a dedicar a analizar las cuestiones de algún otro.
Bueno pues, con esto finalizo mi exposición y ahora los invito a que podamos “pensar juntos” acerca de estas cuestiones.
 
Bibliografía

  • Basseches, H; Enactment: What is it and Whose is it? En: Enactment, Toward a New Approach to the Therapeutic Relationship. (Editado por Ellman, S. y Moskowitz, M.) New Jersey, Jason Aaronson Inc. 1998.
  • Boesky, D; Acting Out: A Reconsideration of the Concept. En: Enactment, Toward a New Approach to the Therapeutic Relationship. (Editado por Ellman, S. y Moskowitz, M.) New Jersey, Jason Aaronson Inc. 1998.
  • Ellman, S; Freud´s Struggle with Enactment. En: Enactment, Toward a New Approach to the Therapeutic Relationship. (Editado por Ellman, S. y Moskowitz, M.) New Jersey, Jason Aaronson Inc. 1998.
  • Etchegoyen, H; Los Fundamentos de la Técnica Psicoanalítica. Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2010 (3a Edición)
  • Freud, S; Fragmento de análisis de un caso de histeria (caso «Dora»), Tres ensayos de teoría sexual, y otras obras (1901-1905) Buenos Aires, Amorrortu Editores, 2008.
  • Grinberg, L; Teoría de la Identificación; Buenos Aires, Paidos, 1976.
  • Jacobs, T; On Countertransference Enactments. En: Enactment, Toward a New Approach to the Therapeutic Relationship. (Editado por Ellman, S. y Moskowitz, M.) New Jersey, Jason Aaronson Inc. 1998.
  • McLaughlin, J; Clinical and theoretical Aspects of Enactment. En: Enactment, Toward a New Approach to the Therapeutic Relationship. (Editado por Ellman, S. y Moskowitz, M.) New Jersey, Jason Aaronson Inc. 1998.
  • Racker, H; Estudios Sobre Técnica Psicoanalítica. México, Paidós, 1966.

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