Grecia Félix 

Para dar inicio a este trabajo, me gustaría mencionar que mis ganas de crear el presente escrito, nacieron en nuestro salón de los jueves, discutiendo con mis compañeros cuan diferentes son pedagogía y psicoanálisis, ellos mencionaron que nada tiene que ver una disciplina con la otra; a pesar de que sé, que tienen razón y que una cosa son las peras y otra las manzanas; siendo mi formación primera en pedagogía, en ese momento, me quedé reflexionando, y me pregunté, ¿Será posible que en dos ciencias que son tan diferentes, pero, que al mismo tiempo ambas son tan humanas realmente no haya ninguna afinidad?, ¿En qué punto el psicoanálisis se puede fusionar con la labor del pedagogo para crear mejores escenarios de aprendizaje y un mejor desarrollo?.

He de confesar que cuando inicié esta investigación, la empecé con miedo, pensé que no encontraría información al respecto para sustentar las preguntas y curiosidades que mis compañeros habían suscitado en mí, más fue una gran sorpresa toparme con autores y propuestas psicoanalíticas aplicadas a la pedagogía que hasta ese momento eran desconocidos y desconocidas para mí. Si bien, algunas propuestas no rindieron frutos al menos me queda el consuelo de que el inception de estas ideas y propuestas ya estaban echadas a andar.

Con esto dicho, mi objetivo con este trabajo es demostrar, identificar y reconocer cómo estas dos disciplinas tan diferentes se pueden unir para lograr mejores posibilidades, al mismo tiempo con algunas analogías, elucidar cómo pueden llegar a ser parecidas en la práctica.

El mismo evento con mis compañeros narrado anteriormente, me puso a pensar en mi propia experiencia como maestra de quinto de primaria con 21 niños a cargo, con personalidades tan diferentes, con circunstancias de vida tan únicas y retos muy singulares; sería muy fácil para mí pretender que mi trabajo se acaba con la mera transmisión de mis conocimientos dentro del aula, cuando la realidad es, que casi todos los días tengo que lidiar con afectos, humores, faltas de respeto, impulsividades, tengo que hacer contención en una gran cantidad de ocasiones y lidiar con sentimientos amor-odio-amor-crítica-ovación-odio lo que en el psicoanálisis es mejor conocido como ambivalencia. Muchos de estos niños no saben cómo sobrellevar sus ansiedades, muchos de ellos al igual que muchos de nosotros tienen una parte incierta afectiva y emocional, lo percibo y lo compruebo con la observación de sus actitudes, con la manera en que se relacionan con sus pares y conmigo. Para mí, todo esto que percibo y observo es información. 

No voy a negar que a raíz de que inicié la formación se me ha vuelto sustancial, entenderlos y conocerlos cada vez más, ayudarles a conocer eso que hay de incierto en ellos; esto me ayuda a mí, a saber quiénes son, a aprender cómo acercarme a ellos, a entender sus necesidades. A través de esto, mejora, no solamente mi labor, sino esa comunidad de 21 niños con la que trabajo, ya que terminan entendiendo, por ejemplo, qué como diría José Saramago en Claraboya, me permito parafrasear, no estamos obligados a amarnos, pero sí a respetarnos, frase que me gusta mucho utilizar con los alumnos y para qué aprendizajes de esta índole sucedieran en el salón de clases, fue importante abrirse al diálogo y a la escucha, tuve que detener y modificar en “N” cantidad de ocasiones el contenido curricular para poder permitirles a estos niños ser escuchados, verbalizar lo que hay en sus cabezas, lo que sienten, para que empiecen a reconocer, y así, a conocerse; claro está que sería muy vanidoso de mi parte hacerles pensar que fue una tarea fácil, más con base en mis objetivos ese es un tema que de momento no nos atañe. Ojo, con la narración de mi experiencia, no estoy tratando de demeritar en absoluto la labor de los psicólogos o de los counselors dentro de una escuela, pero, considero que en la mayoría de las ocasiones se forma una relación y un vínculo más sólido con las maestras o maestros que están dentro de un salón de clases 7 horas al día, durante 5 días a la semana, por 9 meses y pareciera que todos esos maestros, hombres y  mujeres, que a veces no son padres, ni madres, se convierten poco a poco en sustitutos de padre o madre, generando, por así decirlo, una especie de objeto secundario. 

Estoy de acuerdo con Freud, cuando dice algo más o menos así: el maestro en algunas ocasiones deviene para el alumno como sustituto de esos primeros objetos de sentimiento, al expresar esto, no puedo evitar pensar en la relación transferencial que se da entre alumno – maestro; esto porque opino que el maestro se vuelve una figura sustituta de la figura primaria, es de suma importancia poner atención a esto, ya que, si el maestro no puede manejar la transferencia que se pueda desencadenar, probablemente llegue a perjudicar gravemente al alumno, igual que el analista al analizando dentro del consultorio. Dentro de esta relación transferencial el alumno deposita una gran cantidad de afectos en el maestro que son de sus figuras primarias, además considero que en severas ocasiones, los maestros, no sabemos qué hacer con esta transferencia y a veces, ni la reconocemos, terminamos mezclando nuestras propias historias de nuestros propios objetos primarios generando un proceso transferencial aún más complicado.

Juan Amos Comenio, quien es considerado el padre de la pedagogía consideraba que era de suma importancia enseñar al niño a poner palabras a todo lo que ve, toca, oye o gusta, con esto, me permito hacer una analogía, ya que, en la terapia psicoanalítica esto también cobra gran importancia, y la palabra toma tal vez uno de los roles más importantes y significativos en esta profesión; la importancia de verbalizar y poner en palabras cuanta cosa pasa por nuestras cabezas, lo que hay en nuestro mundo interno para permitirle tener al analista un próspero ambiente de trabajo, dando lugar con esta verbalización a la asociación libre. Comenio, no solamente considera importante la verbalización, sino que, también enfatiza en la importancia de respetar la espontaneidad del niño.

Psicoanálisis y pedagogía son, como bien sabemos, dos disciplinas muy diferentes, por un lado, según el Diccionario de Psicoanálisis (Laplanche, Pontalis, 2019, p.376) psicoanálisis es; “Un método de investigación que consiste esencialmente en evidenciar la significación inconsciente de palabras, actos y producciones imaginarias de un individuo. Método que se basa principalmente en las asociaciones libres del sujeto, que garantizan la validez de la interpretación. La interpretación psicoanalítica puede extenderse también a producciones humanas para las que no se dispone de asociaciones libres”, por otro lado, quisiera mencionar la definición de pedagogía del sociólogo inglés Basil Bernstein quien dice que (Daniels, p. 22) “La pedagogía es un proceso sostenido por el que alguien adquiere nuevas formas o desarrolla formas existentes de conducta, conocimiento, práctica y criterio, de alguien o algo que es considerado un proveedor y evaluador apropiado desde el punto de vista del adquirente, o bien desde el punto de vista de otro(s) o bien desde el punto de vista de los dos”. 

En 1914 en Sobre la psicología del colegial, Freud (1991, p. 248) sostenía, “Como psicoanalista debo interesarme más por los procesos afectivos que por los intelectuales, más por la vida anímica inconsciente, que por la consciente.” Sin embargo, menciona que esto cambió, cuando tuvo un encuentro sacudidor con uno de sus maestros de la secundaria, y en el mismo texto se confiesa “No sé qué nos reclamaba con más intensidad, ni que era más sustantivo para nosotros, ocuparnos de las ciencias que nos exponían o de la personalidad de nuestros maestros. Lo cierto es que esto último constituyó en todos nosotros una corriente subterránea nunca extinguida”, a mi parecer, en este fragmento, Freud, se percataba ya, de la importancia que tienen ambas disciplinas en conjunto, no solamente el tema intelectual sino también los aspectos de la psique dentro del aula, de cómo la personalidad de nuestros maestros en algunas ocasiones nos impacta dejando una gran huella significativa siendo esta positiva o negativa.

Para Freud (1993), familiarizarse con las particularidades psíquicas de la infancia era de suma importancia, ya que de esta manera se percató de que podía enterarse de una gran cantidad de cosas de las cuales no podría tener noción por otro camino que el del análisis y expresaba que a los primeros años de vida les corresponde una particular significatividad, “En primer lugar, porque contienen el florecimiento temprano de la sexualidad, que deja como secuela incitaciones decisivas para la vida sexual de la madurez. En segundo lugar, porque las impresiones de ese periodo afectan a un ser inacabado y endeble, en el que producen el efecto de los traumas”. También, menciona que el niño es un objeto muy favorable en la terapia analítica y que los éxitos de esta son radicales y duraderos. La educación, para Freud, radicaba en que los niños aprendieran el gobierno sobre lo pulsional, debido a que para él era imposible darles la libertad de seguir todos sus impulsos sin limitación alguna debido a que esto tendría grandes prejuicios en la vida de los niños. 

Una de las convicciones metafísicas de Comenio, es que sostenía que el hombre es perfectible indefinidamente y que en consecuencia, la educación puede contribuir a su desarrollo; esto, a la pedagogía por un lado, y al mismo tiempo esto me lleva a preguntarme: ¿Qué es lo que estamos haciendo en la práctica psicoanalítica si no es perfeccionar al analizando? Como pacientes aprendemos a conocernos, vamos mejorando poco a poco o a veces muy rápido en algunas áreas de nuestras vidas pero, no solamente es el analizando el que aprende en esta diada sino es también el analizante quien se perfecciona y sin darnos cuenta esta diada psicoanalítica termina en un aprendizaje colaborativo.

Comenio, además se propuso buscar y encontrar métodos que “Permitieran al maestro enseñar menos y al alumno a aprender más”, debido a que él consideraba que el niño tenía la capacidad de examinarlo todo, lo que él buscaba era una pedagogía en la que los alumnos buscaran, descubrieran, discutieran, repitieran. Siguiendo esta idea, al maestro solo le quedaba vigilar y guiar sus investigaciones. Hagan ustedes sus conexiones.

Paulo Freire (2005), utilizaba un término llamado “Educación bancaria”, con este término Freire, pretende metaforizar y criticar cierto tipo de educación donde el educando representa un banco donde el maestro solamente va y deposita el dinero, o sea, sus conocimientos, con esto quiere decir, que el maestro es solamente quien es el sujeto de la educación y, por otro lado, el educando es solamente el receptor que recibe todos los contenidos de la sabiduría. Freire, en su libro, “Pedagogía del oprimido” (2005), propone un nuevo término; no es educador del educando, ni tampoco es el educando del educador, sino más bien educador – educando con educando – educador, son dos, complementarios, complementándose y nunca alineándose, se unen para transformarse, en algunas ocasiones se deforman más se vuelven a construir. Entonces, para Paulo (2005), “El educador, ya no es sólo el que educa sino aquel que, en tanto educa, es educado a través del diálogo con el educando, quien, al ser educado, también educa. Así, ambos se transforman en sujetos del proceso en que crecen juntos”. 

Nuestros pacientes, ni nosotros mismos, somos bancos en los que el analista simplemente va y deposita todas sus interpretaciones, el educando no es un sujeto pasivo y nosotros como analizados, tampoco lo somos. Desde mi punto de vista tanto en el aula, como dentro del consultorio, alumno, maestro, analizando y analizante son objetos cognoscibles y como dice Freire, nos transformamos en sujetos del proceso en que crecemos juntos. De la misma manera, también los analistas maestros de esta institución fungen como una especie de pedagogos transformándose y creciendo con nosotros analistas en formación.

En su 34 conferencia, “Esclarecimientos, aplicaciones y orientaciones”, Freud (1993) mencionó, “Hay un tema que no puedo pasar de largo tan fácilmente, no porque yo entienda gran cosa de él ni haya aportado mucho. Todo lo contrario, apenas si lo he tratado alguna vez. Pero es importantísimo, ofrece grandísimas esperanzas para el futuro, quizás es lo más importante de todo cuanto el análisis cultiva. Me refiero a la aplicación del psicoanálisis a la pedagogía, la educación de la generación futura”, si bien, Freud no hizo aportes a la pedagogía, este menciona en el mismo texto que “Investigar sobre esto fue un trabajo que Anna se impuso como misión de vida, reparando así el descuido que yo tuve”, considero que ambos psicoanalistas entendían la importancia de fusionar las dos ciencias para un mejor entendimiento del alumno y por ende para una mejor adquisición de conocimientos.

Rita Kramer (2019), en su libro María Montessori Biografía de una Innovadora de la Pedagogía, relata “que en la década de 1920, el creciente interés entre pedagogía y psicoanálisis derivó en la organización de seminarios quincenales con Anna Freud. Así mismo, varios maestros de Montessori se inscribieron en el programa de formación para docentes organizado por el Instituto Psicoanalítico de Viena en el cual Anna Freud formó a los primeros psicoanalistas infantiles.”

Freud (1993), decía: “La educación tiene que inhibir, prohibir, sofocar”; más no nos espantemos al escuchar o pronunciar estas palabras, claro que esto es de acuerdo a la edad y a la madurez cronológica del niño, debido a que esto aplicado en una manera desmedida conlleva al peligro de contraer una neurosis debido a la sofocación pulsional, esto se sabe por el análisis; Freud hace hincapié en que es preciso para la educación “Encontrar un optimum en que consiga lo más posible y perjudique lo menos. Por eso se trata de decidir, cuánto se puede prohibir, en qué épocas y con qué métodos”.

Freud (1993), reflexiona también, acerca de las difíciles tareas planteadas para el educador, “Discernir la peculiaridad constitucional del niño, colegir por pequeños indicios lo que se juega en su inacabada vida anímica, dispensar la medida correcta de amor y al mismo tiempo mantener una cuota eficaz de autoridad”, claro está, que para Fred la única preparación adecuada para el oficio del pedagogo era la misma formación psicoanalítica. 

Con este trabajo, no busco apegarme a tal o cual disciplina, no pretendo demostrar si una es mejor que la otra, sino que busco el punto en el que estas dos se puedan acercar y fundirse juntas, para proponer soluciones, para estudiar problemáticas desde otras perspectivas. No puedo negar mi interés, mis ganas inevitables y mi pasión por querer aplicar todo lo que estoy aprendiendo en el aula, así como tampoco pretendo negar sentir que adquiero una visión más amplia y un mejor entendimiento del ser humano para mejorar mi práctica dentro del salón de clases.

Bibliografía