Neosexualidades
Autor: Elena Cañizo
El presente trabajo tiene el objetivo de desarrollar el concepto de neosexualidades, definido por Joyce McDougall.
El estudio de la sexualidad humana no es novedoso, específicamente desde el psicoanálisis tiene sus raíces en el año de 1905 cuando Sigmund Freud escribe el texto: Tres ensayos para una teoría sexual (Freud, 1996) en el cual emprende la tarea de resolver si las aberraciones sexuales, tienen su origen en una disposición innata o se desarrollan posteriormente por ciertos eventos vividos por el sujeto.
Esto lo lleva a plantear una teoría sexual infantil, en la que resuelve que “la disposición a las perversiones era norma primitiva y general del instinto sexual humano, partiendo de la cual se desarrollaba la conducta normal sexual a consecuencia de transformaciones orgánicas y de inhibiciones psíquicas, aparecidas en el curso de la maduración”. (1996, p. 1230)
Freud define como perversión a una desviación en cuanto al fin sexual (el sádico considera el dolor como fin principal), así como por una desviación en cuanto el objeto, (el fetichista separa el fetiche de la persona). Siendo indispensable la presencia de “exclusividad y fijación” para poder considerarla como un síntoma patológico.” (1996, p.1187)
McDougall refiere que prefiere emplear el término de soluciones neosexuales en lugar del de perversión, ya que la palabra perversión tiene siempre una connotación peyorativa, en cuanto evoca a la perversidad, una inclinación al mal.
Todo síntoma psicológico corresponde a un intento de autocuración destinado a huir del dolor psíquico; esto también aplica, por supuesto, a la sexualidad sintomática. Los síntomas son siempre soluciones infantiles a los conflictos, las confusiones y el dolor mental.
La mayoría de las personas consideran que sus actos amorosos y su elección de objeto son a-conflictivos, concordantes con la representación que tienen de si mismas y conforme a sus deseos, a pesar de los que califican estas elecciones y estos actos como perversos.
La forma específica que reviste la predilección sexual de un analizante sólo se convierte en un problema clínico, en la búsqueda de una solución, en la medida en que esa forma de predilección sexual provoca sufrimientos en el o la paciente.
En muchos casos, estos guiones eróticos, complejos e ineluctables, no solo contribuyen a asegurar el sentimiento de su propia identidad sexual (como lo hace todo acto sexual) sino que a menudo se revelan como técnicas de supervivencia psíquica en cuanto salvaguardan al mismo tiempo el sentimiento de identidad subjetiva (McDougall, 1978)
En los neosexuales la obligación de reinventar el acto sexual se revela siempre estrechamente ligada a signos y comunicaciones engañosas concernientes a la identidad sexual, la sexualidad adulta y las nociones de feminidad y masculinidad; a veces esa reinvención se vincula con acontecimientos traumatizantes que se produjeron en su infancia (por ejemplo, abusos sexuales)
Así no es raro que en la edad adulta el deseo de comprometerse en una relación sexual requiera imperiosamente la utilización de dramaturgias complejas: condiciones, disfraces o puestas en escena detalladas.
Clasifican de perversión a ciertas formas de relación: las relaciones sexuales impuestas por un individuo a otro no consistente (voyeurismo, violación) o no responsable (niños, adulto mentalmente perturbado)
Se describen como perversas las relaciones en cuyo transcurso uno de los partenaires es completamente indiferente a la responsabilidad, las necesidades o los deseos del otro.
Coincide como Robert Stoller, para quien es perverso aquel que no tiene inconvenientes en hacer sufrir a alguien no consintiente. Casi siempre estos actos (perversiones) tienen que ver con acciones sexualmente condenadas por la ley.
Las actividades sexuales de adultos consintientes, aunque se desvíen de la norma, no caen bajo la condena de la ley, al menos en occidente.
Si estos guiones no causan sufrimientos a ninguno de los partenaires y no parezcan estar signados por una compulsividad infatigable de la cual se quejen los mismos individuos, nosotros como analistas no tenemos ninguna razón para desearles a estos pacientes otras metas eróticas: si esa es nuestra ambición ¡el problema es nuestro y no de ellos!
Las personas llamadas neosexuales no son distintos de las personas llamadas normales, en cuanto dotan a sus pulsiones sexuales y sus relaciones objetales de la misma importancia que tiene para ellos la sublimación.
Los fantasmas conscientes en la economía psíquica consisten en realizar imaginariamente lo que se experimenta como prohibido o imposible en la realidad externa.
La capacidad limitada para recurrir al fantasma, característica de muchos neosexuales, atestigua a veces una carencia en las introyecciones que intervienen en lo que Winnicot llama fenómenos transicionales, con el colorario de la cuasi-imposibilidad de crear una ilusión en el espacio que separa a un ser del otro, utilizando un abanico de fantasmas para soportar la ausencia, las esperas y las frustraciones provenientes del otro.
La pregunta no es ¿cuáles actos o preferencias deben de considerarse desviados?
Sino en qué momento hay que considerar la desviación como una variación de la sexualidad adulta en el contexto de una relación objetal significativa y cuando hay que juzgarla sintomática
Hay que considerar los factores cualitativos y cuantitativos: cualitativos que conciernen a la estructura psicosexual dinámica y cuantitativos, relacionados con el papel de la actividad sexual en la economía psíquica.
El carácter yosintónico y yodistónico en las elecciones objetales y de las prácticas sexuales revela que estamos ante un sistema poderoso de identificaciones y contraidentificaciones con objetos introyectados de una gran complejidad, las representaciones internas de los objetos y su constelación introyectiva dan lugar a diferencias significativas en las relaciones sexuales y amorosas de los innovadores neosexuales.
El discurso parental sobre la sexualidad desempeña un papel principal en la estructura psicosexual de cada persona. Construimos nuestras más fuertes identificaciones y estrategias de defensa a partir de lo que comprendemos de los conflictos sexuales y los temores y deseos eróticos inconscientes de nuestros progenitores, así como del papel al que creemos que debemos plegarnos.
Estas exigencias no formuladas contradicen a menudo lo que se comunica verbalmente y se convierten en fuente de confusiones y conflictos en la mente del niño. Nadie elige libremente las condiciones coactivas impuestas por las invenciones neosexuales compulsivas.
Estas supuestas elecciones representan la mejor solución que el niño de antaño pudo encontrar ante las transmisiones de los progenitores en lo que concierne a la identidad sexuada (identidad de género), la identidad sexual (masculino-femenino) y el papel sociosexual del futuro. En el adolescente parece una revelación de lo que es su sexualidad. La impresión de elegir no existe.
Las identificaciones superyoicas en las estructuras psicosexuales, son en gran parte creadas por las palabras (las explicaciones verbales, los alientos y las interdicciones que se vehiculizan durante la infancia): sin embargo, todas se erigen sobre una subestructura arcaica e infraverbal que precede a la adquisición del lenguaje.
El esquema freudiano acerca del papel primordial de la fase fálico-edípica en todas las sexualidades humanas, es insuficiente para comprender las neosexualidades o para el caso la orientación heterosexual u homosexual.
Los términos incorporación e introyección son más apropiados que identificación. Cuando la comunicación simbólica va reemplazando el contacto físico, las identificaciones y las contraidentificaciones sexuales pasan a ser un elemento permanente del capital psíquico del niño.
Al mismo tiempo se consolida su esquema personal. Es la madre quien en primer lugar le nombra a su hijo sus zonas erógenas y al mismo tiempo transmite las diversas investiduras o contrainvestiduras libidinales y narcisistas de cada zona con sus funciones debe recibir.
Es posible que se niege por completo la existencia de ciertos órganos y funciones corporales.
En razón de sus propios problemas internos relacionados con las investiduras erógenas y las interdicciones sexuales, una madre puede transmitir al hijo una imagen corporal frágil, alienada, desprovista de erotismo y mutilada.
Los niños destinados a recurrir a invenciones neosexuales en la edad adulta han creado su puesta en escena erótica como un intento protector de autocuración, no solo para contener una angustia de castración excesiva derivada de conflictos edípicos y del inconsciente biparental , sino también para tratar de conciliarse con la imagen introyectada de un cuerpo frágil y dañado.
En su guión erótico, el sujeto trata de protegerse de un sentimiento espantoso de muerte libidinal. Esta imagen engendra a su vez miedo a la pérdida de la representación corporal, como un todo, con el desmoronamiento concomitante del sentimiento de la identidad subjetiva, que también está consolidándose.
Concluyendo considero que la ventaja de denominarlas como neosexualidades, es la flexibilidad que se da para pensar en estos individuos desde otro lugar, sin los juicios morales que generalmente evoca la palabra perversión.
Se puede ir delimitando que en las soluciones neosexuales el conflicto central se origina en etapas pregenitales. Está en juego la identidad sexuada, el esquema corporal y nociones como la masculinidad y feminidad.
La revisión de este concepto, me deja reflexionando acerca de la complejidad de la sexualidad humana y el papel que como psicoanalistas enfrentamos en esta actualidad.
 
Bibliografía
Freud, S. (1996) Tres ensayos para una teoría sexual en Obras completas de Sigmund Freud, traducción de Luis López-Ballesteros y De Torres, Tomo 1, Madrid, Biblioteca nueva.
McDougall, J. (1998) Las mil y un caras de eros. La sexualidad humana en busca de soluciones, Paidos Ibérica.