Psicoanálisis y Música
Autor: Alfonso Chávez

“En el tiempo: No hay respiro para la percepción sonora, activa como de día como de noche; solo se apaga con la muerte o con la sordera total”    E. Lecourt.

LA MÚSICA COMO AFECTO PREVIO A LA PALABRA: CONSIDERACIONES SOBRE LA MÚSICA EN EL CONTEXTO PSICOANALÍTICO.

A continuación presento a ustedes el siguiente trabajo que lleva por titulo Psicoanálisis y Música.  Pretendo de tal forma analizar sobre la importancia que la música tiene en nuestro psiquismo y algunas de las razones por las que, en casi todas ocasiones se vuelve un aspecto que acompaña  tanto a la salud como la enfermedad.

Así pues, me gustaría comenzar cuestionando lo siguiente. ¿Cuál es el momento en que la música se imprime de nuestros afectos y se liga por ende a ellos?  En 1976 Didier Anzieu propone una envoltura musical. El vivenciar sonoro es hallado por el infante a través de experiencias tacto-visuales.  El contacto visual y táctil que se tiene con la madre, permite al bebe,  ir desarrollando su yo.  La musicalidad se supedita en gran parte a las funciones de maternaje adecuado y el desarrollo del yo-piel del bebe. Una buena comunicación entre ambos  permite que la música sea también símbolo del vínculo. En la obra musical por ejemplo, se representa a través del inconsciente la figura de la madre. (Gaitán citado por Radchick)  Supongamos ahora que de alguna manera  para conocer la musicalidad de algo, previamente debimos de haber hecho consciente que existía un instrumento que lo produce. Un instrumento con el que nos comunicamos con nuestra madre. Así  el bebe comienza a  explorar su entorno entendiendo que “es el” quien puede instrumentar un sonido,  desde un balbuceo, hasta un futuro concierto.  Resulta interesante pensar en el hecho de que la evolución que puede tener  la música, podría ser una equiparación entre lo primitivo y lo moderno y su homónimo de infancia y adultez, es decir, que todo algún día  fue más táctil, y que después se convirtió en heterogéneo y elaborado.

En este mundo musical menciona Gilbert J. Rose lo siguiente: “El hecho de convertirse simultáneamente en cantante y oyente, sujeto y objeto juntos pero separados y cantando, conduce a una deducción analítica: tal separación del yo, en cuanto a los aspectos de experiencia y observación, es una adaptación creativa que recurre al ambiente temprano de sostén del niño, en un marco de contención segura, en el cual los arrullos sensibles y la vocalización expresiva preceden notoriamente a la verbalización” .  Hasta este punto llegamos a focalizar un primer momento de la vida musical del infante, que es todo aquello relacionado a las funciones desempeñadas por la madre en su vinculo, así como de las formas en que el infante se comunica, y que es a partir de esta relación que se harán conversiones futuras  perceptibles en las figuras musicales observables en el adulto.

Al principio de este escrito cuestionaba sobre la relación existente entre la música y el afecto, definí entonces que el afecto tiene su vinculación a la música, en primera instancia debido a que es la diada madre-hijo, tan abundante en afectos que posibilita que el yo del niño se vuelva en formas sofisticadas como lo es la música. Para este caso Rose define que la música o el arte por si mismo funcionara en momentos posteriores como un yo auxiliar del sujeto.

Ahora bien, con la música sucede lo siguiente. En esta capacidad integradora y auxiliar al yo, existe algo que la hace diferente.  Menciona  Rose que “… los cuidados maternos en la etapa temprana: posibilita las transformaciones de los afectos a niveles abstractos mas elevados con la misma capacidad de respuesta  emocional resonante existente en el comienzo”. Es así que en el yo esta integrada la capacidad musical, al menos en el neurótico estándar.

Una vez que la música es internalizada, es que se da el comienzo a la posibilidad de que sea esta co-ayudante en la regulación del afecto.  Esto le da la posibilidad a la música de convertirse en algo mas, la música se convierte en un excelente vehículo del afecto.

Resulta interesante pensar  que el ser humano posea un medio tan rico en posibilidad de ligazón de afectos previos a la palabra. Y pareciera ser que entonces lo musical de un niño es  basto en contenidos afectivos.  También resulta importante destacar, que la posibilidad de comunicación a través de lo musical, sea algo, que persista a lo largo de los años, y que en general,  sea un gusto para la gran mayoría de las personas.  Existe tanta música, como afectos posibles.  Y la a-musicalidad es también una posibilidad como un medio para expresar el  afecto. Los silencios de la vida, también tienen su musicalidad. En la música también hay silencios.

El haber decidido proponer este tema como algo para nuestro rotatorio teórico, surge de una pregunta que me hago en relación a la música. En tal ocasión me cuestionaba sobre la posibilidad de que la música se encontrara en el espacio de la persona,  y por tanto en el espacio analítico. Me preguntaba sobre las razones por las cuales por ejemplo,  una canción es tarareada en el camino al análisis o un radio sirve de medio de distracción para algunos pacientes o porque se responde tan especialmente a los ruidos súbitos en la sesión o  porque tenemos nuestras canciones predilectas. A mi parecer, todas estas posibles banalidades, podrían ser una parte más importante del análisis de las personas, de lo que en ocasiones podríamos pensar. También me cuestionaba sobre las posibilidades de que la presencia de la música en nuestras vidas (y por supuesto entre ellas el espacio analítico) puedan  brindarnos posibilidades a la introspección y al acceso a lugares donde habitualmente es complicado accesar. Todos sabemos de entrada que es muy difícil e incierto accesar en los lugares donde no existe la palabra. Pero,  ¿que tendría a su favor el analista en su técnica, si pudiera desarrollar esta capacidad de abordar al afecto a través de una virtud musical? ¿Cómo abordaría el analista el afecto donde ni siquiera existe la palabra? ¿Para que le serviría incluir en la técnica los ruidos de su consultorio?

Cuantas veces no hemos oído. “Lo que pasa es que me siento mal, por el tono que me lo dijiste”  o “Hable el otro día con Pepito, y se le oye muy triste, eh” o “Es que de verdad, no sabes escuchar”.  ¡Y es hasta en el vocabulario psicoanalítico que hablamos del “tono afectivo”!.  Es decir, ¿todo aquel dedicado al psicoanálisis, podría desarrollar su sensibilidad en observar  la música en sus pacientes? Perece ser que en realidad, no seria tan extraño  pensar en que el hombre lleva la música por dentro.

Ahora bien, en cuantas ocasiones detenemos el análisis ya sea en pensamiento o en acto, analizando o analizándonos, para tratar de entender la obra musical que se esta gestando durante el análisis. ¿Cuándo? analizamos los tonos,  ¿Cuándo? analizamos como oímos a los demás, ¿Cuándo? analizamos nuestra propia voz.  ¿Porque para el paranoide, la voz  se convierte en algo tan importante? (No es sarcasmo). En efecto, con el paranoide, tenemos que cuidar nuestro instrumento musical que es la voz.

De tal suerte que es nuestra voz uno de los músculos a entrenar.  Y no por querer dar gusto al paranoico que usaba como ejemplo, sino para poder entenderlo mejor. Es decir la voz, una música en el espacio analítico, puede permitirnos facilitar el curso del análisis y trabajar contra las resistencias.  Menciona Santiago Ramírez que: “Toda sesión y toda la vida tiene una melodía. El papel del terapeuta es encontrar el ritmo de la comunicación para hacerla comprensiva y significativa en su secuencia, en su pasado, en su prospección y predictibilidad”.  Tanto psicoanalista como analizado pueden perfectamente desarrollar la posibilidad de hacer música dentro del consultorio.

Recientemente me llego el siguiente caso a consulta. Es una niña de 8 años, su nombre es Renata. Renata acude conmigo ya que su madre se asusta mucho después de que un día, por iniciativa propia,  decide regresar a su casa antes de que su madre llegue a recogerla al colegio. La historia de Renata, es que recientemente sus padres deciden separarse.  Cuando Renata llego al consultorio me pareció una niña muy risueña. Es flaquita, flaquita, y me dio la impresión de que manejaba un look muy moderno,  tal vez como la de Atrévete a soñar.  Sin embargo en el momento en que comenzamos nuestra primera entrevista,  la note muy tensa. Me impresionaba pensar que yo me convirtiera en una figura a la que se le temiera.  Me sentía con la cara de enojón, literalmente.  Continué haciéndole preguntas, las cuales eran respondidas a lo sumo, con monosílabos. Su voz se quebraba cada vez que hablaba, y ante mi insistencia, siempre me respondía, ¿no? Entonces cambiaba a un opuesto a mi misma pregunta, y volvía a obtener un ¿no?  Buscaba entonces una pregunta neutral, y obtenía un ¿no?  No había nada que conocer en cuanto sus afectos. Le pregunte que  era lo que le pasaba y finalmente me comunico que tenía mucho miedo.

Posteriormente, comenzamos a  intentar divertirnos con los juguetes de la caja. Percibí una dificultad en Renata para jugar.  Los juguetes y juegos de mesa no le interesaban. De tal forma que me preguntaba sobre los posibles causantes del desinterés. Le propuse a Renata que hiciéramos unos títeres. Le dije que íbamos a hacer una familia. Ella propuso hacer cuatro integrantes.  Mama, papa, hija y hermano. Pasaron varias sesiones mientras conformamos los títeres. Yo termine por coser los cuerpos por cesión suya. Ella elaboro las cabezas. Las agrego conectándolas a los cuerpos. En el momento de hacer el que representaba a su padre, al cortar los orificios para los dedos de la mano, (que serian los brazos) tuvo alguna equivocación a consideración exclusivamente suya,  Renata inmediatamente retiro el títere, lo hizo bolita, y trato de esconderlo. Parecía que había infringido inconscientemente un daño al padre.  En aquella ocasión platicamos sobre su padre, y con un poco de trabajo, comenzó a hablar sobre  el, y sobre el miedo que tenia de ir para el fin de semana próximo,  a su casa. Los primos no le caían bien, y decía aburrirse con ellos. Como si la nueva casa del padre fuera un lugar peligroso y aburrido, así como mi consultorio. En dicha ocasión hablo sobre su hermanito (del nuevo matrimonio del padre), y sobre el enojo que tenia hacia el. Después de esto Renata, no quiso hablar mas de su padre,  creo que me hizo entender en aquella ocasión sobre como funcionaba su “no, tampoco”.  En el próximo encuentro que tuvimos, no quiso hablar ni jugar a nada. De repente al final, se me ocurrió comenzar a tocar mi guitarra que por casualidad estaba en el consultorio. Terminamos riendo bastante ese día. Me decía que yo cantaba muy feo. Y accedí pues a su petición, deje de cantar feo. (Es importante comentarles en este momento, que la principal agresión del padre hacia la madre es verbal).  Después de pocas semanas donde comenzó a tener un poquito de confianza, de súbito termino el trabajo con los títeres. Le sugería trabajar con ello, pero parecían aburrirle, ya no quería trabajar más con ellos. Unas semanas después, de dicha sesión iría a casa de la madre donde iba a haber una boda y su madre seria madrina. Renata estaba feliz por el vestido que iba a usar, y por lo divertido que seria dicho encuentro.  Toda la sesión hablo sobre su felicidad y me limite en abordar simplemente ese tema. Sin embargo, a la siguiente sesión, de la euforia y el gusto por tener dicho evento, llego con cara de tristeza y no quiso hablar sobre la tan anhelada fiesta. Parecía no haber cumplido en nada con sus expectativas.  Se noto muy triste respecto a esto. Si bien había tenido a esta imago materna, no podía sentirse satisfecha. Parecía no ser tan suficiente como ella creía. Ese día fue que comenzó a hablar sobre los problemas que tienen sus padres y del abandonó que sentía por parte de ellos. Paso otra semana y tenia  algunos nuevos juguetes para incluir en su caja. Eran unos títeres donde había distintos animales. Inmediatamente quiso jugar con ellos. El primer títere que eligió, fue un borreguito.  El títere al principio no hablaba. Poco a poco fue adquiriendo, el habla. En el momento que comenzó a hablar el borrego, Renata comenzó a deeee-ccciiiiiiir   tttoooo dddoooo cooonnnn   voooozzz dddddddeeee boooorrreeeeegoooooo.  Ese borreguito estaba tan nervioso como en la primera sesión de Renata, donde su voz se oía quebrada. Renata así podía ir integrando poco a poco  elementos donde los títeres funcionan como depositarios de sus catexis libidinales y agresivas.  Las sesiones continuaron y poco a poco, Renata comienzo a vocalizar y  dar palabra a las cosas. Sin embargo sucedió algo que me llamo demasiado la atención durante el periodo de sesiones que aquí les comento. Esto fue una conducta que persistía en Renata.  Siempre que entraba al consultorio se sentaba en una silla frente a mí con una mochila que traía consigo. Durante muchas sesiones, hacia como que tenia cosas dentro de su mochila, las cuales parecía querer mostrar, pero a la vez no. Ante mis preguntas no accedía a mostrarme que era lo que había.  Primero era un “nada, no es nada”. Después era un “adivina” pero yo no adivinaba.  A partir el día que comenzó a hablar el borrego en el tratamiento, volvió con la mochila, la puso frente a ella, y se aseguro de que yo supiera que ahí había cosas las cuales podía explicar, en caso de que así se lo requiriera. De alguna manera era como si me estuviera diciendo, ya te puedo enseñar lo que esta aquí adentro, y no hay tanto lio, eh.  Yo infiero  que aquella mochila representaba sus afectos.  Los cuales no mostraría así porque si. La mochila era su cajita musical por así decirlo. Si bien no había música real dentro del consultorio (a excepción de una guitarra, una vez) la música estaba presente en la alianza terapéutica  que se comenzaba a generar. Su vocecita poco a poco pudo irse convirtiendo en palabra, hasta llegar a la voz de un borrego, bastante platicador. Incluso la voz de Renata,  en la actualidad ha tomado  el cuerpo de un títere de tiburón que se come a los demás títeres. (Que por cierto hasta el momento todavía no habla, solo hace graaaaaauuuuggrrrr). Hasta dicho momento es que Renata pudo expresarse mejor,  con una especie de alebrije de voz y palabra. Con voz y palabra al mismo tiempo, pudo expresarse como pudo.

Los niños son musicales, son creativos y terminaran  por convertir en  palabra la mayoría de las cosas, cuando se vuelvan adultos. Un poco después, “palabra”, se les olvidara la música como principal medio para expresar los afectos.  El medio para expresar el afecto se reprimirá. Cederá su lugar a la palabra.  Y el  lugar donde accederá la música para un adulto, será en principalmente en el área reprimida, donde se encuentran los afectos arcaicos de alguna manera.  Por ejemplo, la música en el adulto podrá ser tan deseada  en tanto exista el interés del adulto por conocer donde los afectos reprimidos se encuentran así un amor a la música es en analogía, muy similar al deseo de autoconocimiento. Y que por lo tanto lo que más nos interesa de la música son sus significados  inconscientes, aunque en la mayoría de sus exhibiciones, no exista la palabra.

Ahora bien ¿que es lo que sucede con la música desde el punto de vista estructural, por ejemplo?  La música mencionamos anteriormente que funciona como auxiliar del yo. También dijimos se va formando a la par del yo-piel.  El yo posee sus funciones, y la música participa en la organización de ellas principalmente en la simbolización.  Digamos que toda aquella mala sintonía que viniera por el conflicto entre las instancias puede ser organizada de vuelta por el yo,  así  la música auxilia al yo. Menciona por otra parte Radchick que” la experiencia estética esta conectada con la satisfacción que se obtiene al complacer las demandas formales del Superyó, cuyas capas profundas se relacionan con una esfera acústica pre verbal. Así la música puede calmar, aliviar o casi hipnotizar, como la canción de cuna que puede poner temporalmente una voz de amor donde había una reclamación interna.”  La música se convierte así en parte y órgano del yo del sujeto. De la organización estructural dependerán por ejemplo nuestras elecciones musicales. Nuestros “cuerpos”  musicales compartirán coincidencias con los “cuerpos” de personalidad que tenemos, así como en alguna ocasión ocurrió entre el cuerpo del hijo y el cuerpo de la madre.

Ahora bien, desde el punto de vista tópico. Mencionamos que la música es un prolegómeno del afecto. Y si fue afecto, puede existir, tanto en lo consciente como en lo inconsciente.  Posiblemente la única diferencia sean las formas de organización musical, es decir el lugar consciente-inconsciente donde se ubican afectos.  Por tal motivo tan bien podríamos inferir que a la música  se le reprime y se le censura con mecanismos de defensa. Incluso existe una analogía muy citada en el psicoanálisis, en relación al bolero de Ravel, el cual por si mismo representa  la compulsión a la repetición del neurótico.  Le preguntaría entonces a los aquí presentes, ¿Cuál es la canción que mas nos gusta y nos pasamos repitiendo?

Es también desde el punto de vista adaptativo, que podemos darnos cuenta que la música tiene un enorme sustento en la interacción social. La música es un tema socorrido de conversación. Los adolescentes la utilizan mucho también en el periodo de crisis y formación de su identidad. La música enamora, pero también esta presente en funerales.  La música arrulla pero también nos despierta.  La música esta en el ritual.  La música nos recuerda y nos hace olvidar. En los restaurantes hay música, en nuestros coches, cuando hacemos ejercicio, en los bares a los que salimos, incluso en ocasiones nos levantamos tarareando una canción.  Hay música en todos lados, y por tanto lo adaptativo es algo que se comparte con los demás y que por tanto es algo común, la música es común en la vida de las personas.

Desde el punto de vista biológico podemos también saber, que la música esta relacionada a la producción de endorfinas. Dicha producción permite al individuo enfrentar de mejor manera el estrés. También se sabe, que la música al actuar en el sistema límbico, funciona como un importante regulador de la agresividad. De ahí su capacidad de convertir la agresión al servicio de tanatos, en agresión al servicio de eros.

Ahora bien, desde el punto de vista económico, ¿como es que una persona puede ser beneficiada en su fortaleza yoica, y poder así beneficiarse de la música? Para este motivo Radchick menciona 5 factores necesarios para el desarrollo  de la capacidad de crear, interpretar y escuchar la música.

El primero es la creación y el dominio de los sonidos,  donde el niño al emitir sonidos  hace una diferenciación cuantitativa y cualitativa de los efectos que los sonidos poseen. El segundo es  el control cenestésico y el ritmo, donde la música provoca en el cuerpo ciertos efectos fisiológicos, como la aceleración del ritmo cardiaco, aunado a la emisión de sonidos y su sincronización con los movimientos corporales. El tercero el tiempo y la ordenación de los sonidos,  donde la  relación  entre la madre y el hijo, a través de la compulsión crea representaciones simbólicas inconscientes de los tiempos definidos. La cuarta es la separación del objeto original  y la relación con el objeto, es decir la música esta íntimamente ligada al tipo de relación objetal.  La quinta, el uso de la fantasía, identificación y simbolismo, es decir que, para que la música exista, es necesario que dirigir a ella sus catexis y por ende convertirse en depositaria de energía mental.   Así como menciona Radchick, existen diversos medios en nuestra exposición a la música, donde es que aprendemos a crearla, interpretarla y escucharla. Para el músico, al igual que en la vida, es necesario tener dichas posesiones de vida y de música,  si no se emiten sonidos, si no se hace una sincronización con el cuerpo, si no se ordenan los sonidos, si no se relaciona uno con los objetos, si no se fantasea sobre la música, difícilmente el músico podrá tocar su instrumento.

El abordaje psicoterapéutico en la actualidad ha pretendido utilizar a la música como herramienta de trabajo en el consultorio. En realidad me parecería imposible creer que en los consultorios de los analistas, no hubiera existido un acercamiento a la misma. El abordaje clínico con niños, permite frecuentemente la utilización de la música en el juego como equivalente a la asociación libre. Mi cuestionamiento sin embrago radica  sobre la idea de si  la música pudiera ser parte del tratamiento del adulto. Como he mencionado en el presente artículo, la música forma parte importante de la vida del adulto también, y es claro que en el consultorio se encuentra mucho material donde la asociación libre trae a flote la música.  Las personas especializadas en psicoterapia asistida por música, reportan interesantes hallazgos. Explicare un poco la técnica. Al igual que el psicoanálisis, la persona es recostada sobre un diván. Cercano al diván se selecciona  algún tipo de música, en general música ambiental o música clásica. Las canciones son seleccionadas previamente conforme a las preferencias del paciente. Una vez recostado el paciente se da comienzo a la música, y se le pide que asocie libremente. Las intervenciones del psicoterapeuta son muy próximas a lo que llamaríamos una interpretación en psicoanálisis.   Durante el curso de la sesión el psicoterapeuta escribe en una hoja todo lo que fue reportado por el paciente. Al final de la sesión se hace entrega de lo escrito, y finalmente se comenta sobre lo que sucedió.  Si bien no es un psicoanálisis y el abordaje no es psicoanalítico, las personas reportan estados emocionales muy importantes.  Digamos que de alguna manera las regresiones son muy profundas. Incluso hay mucha gente que reporta recuerdos muy interesantes, muy arcaicos. La influencia de la cosmovisión de oriente, por ejemplo ha demostrado que es a través ciertos tipos de meditación  y la participación del sonido, que existen medios para acceder a estados de conciencia que trascienden de lo cotidiano. La experiencia de oriente, en coexistencia  con la música por ejemplo, nos demuestra que en ocasiones, las formas de entender la vida, no son tan diferentes entre si, y que el autoconocimiento,  es decir la conciencia de lo reprimido, que busca el psicoanálisis, comparte y se correlaciona, a muchas cosas que como el psicoanálisis son humanas; música, religión o psicoanálisis.

Sin embargo una cosa es muy cierta, y esta es saber, que la música forma un aspecto muy importante de nuestra humanidad. Que la música nos muestra y le muestra a los demás sobre nuestro psiquismo, sobre lo que fuimos, somos y seremos.  La música parece haber comenzado mucho tiempo atrás, con todos aquellos homínidos que finalmente dieron un producto “el homo sapiens”. En los rastros que dejaron encontramos instrumentos y pinturas donde podemos darnos cuenta de lo ancestral de la música, y de lo importante que esto resulta para el ser humano.  Quiero pensar que al igual que temas como la religión, valdría la pena invertir  nuestro interés en desarrollar más el tema de la música a partir de un abordaje psicoanalítico. Creo que como dicen algunos autores en  psicoanálisis, el tema de la música por si mismo es difícil de tratar.  Sin embargo esto tampoco puede hacernos pensar que es imposible entender.  Decía Beethoven que “La música constituye una revelación más alta que ninguna filosofía”  Y agregaría yo, que posiblemente, porque muchos afectos los comprendimos sin palabra, y la música nos percato de ello.

Bibliografía

  • ANZIEU, Didier.(  1976) “Las envolturas psíquicas”. Buenos Aires.  Amorrortu.
  • RADCHICK, Alejandro. (1990)” La música y el inconsciente: Consideraciones Psicoanalíticas acerca de los compositores, interpretes y escuchas”. Revista “Gradiva” de la Sociedad Psicoanalítica de México. Fascículo 3 .Volumen 4
  • RAMIREZ, Santiago. (1983) Obras Escogidas. México. Editorial Línea.
  • ROSE , Gilbert. (1999)  “Música, pérdidas y regulación del afecto”, Rev. de Psicoanálisis, Tomo LVl, Nº4