“Más allá de la teoría: acerca de la intuición del analista”.

Valeria De La Rosa

Un hombre que admiro me dijo una vez que, desde los tiempos de las cavernas, en donde las personas se reunían alrededor del fuego, quien tenía la atención era siempre el cuentista. El cuentacuentos, el dueño de las historias. Me atrevería a decir que actualmente quien tiene el poder es quien cuenta la mejor historia y que, nosotros como psicoanalistas, entendemos quizá mejor que otros el poder que tienen las historias que nos contamos. Es por esto que elegí comenzar esta ponencia con dos pequeñas historias… espero poder confirmar lo que me dijo aquel gran hombre y ganarme su atención. 

“Me acuerdo del terremoto del 85…Yo trabajaba para el ISSSTE, acampábamos en la calle mientras movíamos a sobrevivientes y dirigíamos las evacuaciones…. Yo era el encargado de decidir. Aquel día tenía dos edificios enfrente, estaban uno a un lado del otro y yo llevaba días sin dormir… la presión era muy alta. No había datos que nos ayudaran a tomar la decisión y tampoco teníamos mucho tiempo. Decidí evacuar el edificio de la izquierda. Simplemente lo sentí, no puedo decir más. Media hora después de evacuar el edificio éste se derrumbó por completo… el de la derecha sigue en pie.” – Anónimo

“Creo que caerme fue el mejor regalo que me ha dado la vida. Me caí mientras caminaba por la montaña y la realidad es que no me pasó nada, simplemente tenía un moretón. De todas formas, algo me decía que sería mejor revisarme y entonces llegué al hospital y pedí que me hicieran un estudio general. Efectivamente no tenía nada por la caída, pero una semana después y un aneurisma en la aorta del corazón me hubiera matado. Qué gran regalo fue caerme.” – Anónimo 

Historias como esta conozco muchas, historias que son acompañadas de un cierto sentimiento de asombro, narradas con un grado visible de confusión. Como si la mente, el intelecto, estuviera haciendo todavía un intento por entender aquello que el narrador mismo está contando. Se trata de historias en las que el sujeto actúa no por inferencia, no por lógica, no por un uso de sus habilidades cognitivas tales como las entendemos dentro del mundo de lo racional y que, aun así, resultan ser más acertadas que cualquier decisión largamente sopesada de forma intelectual. Pareciera casi como si la persona estuviera disociada en aquella parte que “sintió” y “decidió”, y la otra racional que no puede explicárselo si bien sabe que la historia le pertenece. Anécdotas como ésta generalmente van acompañadas de afirmaciones tales como: “Lo sentí”, “Me latió”, “Me imaginé”, “No sé cómo supe” …. Finalmente, todas cabrían dentro de un “Lo intuí”.  Pero, ¿qué es la intuición? ¿Qué tiene que ver esta con el psicoanálisis? Mi respuesta es: TODO.

 Es precisamente la interpretación la que muchas veces viene acompañada de esas mismas afirmaciones: “Lo sentí”, “Me latió”, o bien, “Tuve la fantasía”….. Si les pregunto cómo, lo más probable es que me contesten “no sé”. En mi caso seguramente sería así acompañado de una risa nerviosa por sentir que no puedo poner en palabras lo que ocurre en la sesión analítica; a veces, la tarea me parece como algo similar a intentar atrapar una nube.. O darle contorno al aire… delimitar con límites concretos lo intangible.. Puesto que ¿Qué es más intangible que lo inconsciente? Acceder a él desde lo consciente parece tarea imposible. Y bien, la explicación suele venir al “pensar” la sesión a posteriori… al teorizar y conceptualizar echando mano de la teoría en supervisión o en clase…. Pero ¿la interpretación en el consultorio? Esa viene del cuerpo.. de las entrañas… del corazón.. O bien, de lo que hoy elijo como línea de investigación… la intuición. 

La mente intuitiva es un regalo sagrado y la mente racional es un fiel sirviente. Hemos creado una sociedad que rinde honores al sirviente y ha olvidado el regalo.” – Albert Einstein 

Einstein (1949 en: Úzqueda 2008), afirmó que una idea nueva aparecía repentinamente y de una manera intuitiva; por lo general, no era lograda por conclusiones lógicas conscientes aunque luego se podían descubrir las razones que llevaron inconscientemente a su emergencia. Los grandes pensadores de la historia han tenido claridad al respecto sin titubeo ni necesidad de justificar el origen de su conocimiento. Considero que el trabajo de Freud en un inicio fue así… intuición que guiaba su autoanálisis y sesiones con pacientes, mientras que posteriormente su intelecto era puesto al servicio de aquello que había ocurrido para formular la teoría y la técnica. Si bien posteriormente se habló poco acerca de la intuición, autores más contemporáneos como Bion, Ogden y Bollas han intentado teorizar acerca del papel que ésta ocupa en la situación analítica. Antes de adentrarnos en el tema, considero relevante hacer una distinción entre el intelecto y la intuición, tratándose ambas de formas de obtener conocimiento y siendo la primera un medio objetivo y la segunda uno subjetivo… uno evidentemente más valorado que el otro. 

El intelecto es definido como: “la potencia cognoscitiva racional de un ser humano, del entendimiento y la facultad para pensar. Supone la capacidad de desarrollar representaciones mentales de la realidad y de relacionarlas entre sí. Elabora conceptos y comprende distintas problemáticas para la resolución de conflictos” (Porto, 2011). Por su parte, la intuición es definida como: “la facultad de comprender las cosas al instante, sin necesidad de realizar complejos razonamientos…. a nivel filosófico y epistemológico, la intuición está relacionada con el conocimiento inmediato, directo y autoevidente; que no requiere de ningún tipo de deducción” (Porto, 2009). 

Partiendo de estas definiciones, la lógica de un niño de 4 años le podría dictar que si cuando él se porta mal hay una consecuencia negativa, el divorcio de sus padres es consecuencia directa de que él se haya portado mal. Su capacidad intelectual intacta, él es capaz de formar representaciones mentales de la realidad y relacionarlas entre sí. Y aún cuando en la clínica tenemos comprobación empírica de las afirmaciones y conclusiones lógicas pero sin duda erróneas del intelecto; seguimos, en occidente, considerándole digno del valor más alto socialmente y poseedor de la verdad… Irónico en la era que es mejor definida como la era de la ignorancia.  

En su artículo titulado “Intuición e Inteligencia” (2007), Carmen Largo hace un importante análisis acerca de la diferencia de ambos acercamientos al conocimiento. La autora nos dice que la inteligencia emerge sobre la base del saber anterior, se consolida con el lenguaje verbal, opera con símbolos y está inclinado a la fabricación de la teoría. Por su parte, describe la intuición como un saber por experiencia que se origina en la vivencia de la relación emocional de cualidad estética, se constituye mediante modelos identificatorios, y constituye material para la fantasía inconsciente, la imaginación, la creación artística, y la formación de sueños y mitos. Para lo que concierne a este trabajo me gustaría añadir la diferencia siguiente. Largo hace énfasis en que mientras que la inteligencia se dirige a establecer relaciones entre las cosas y está dirigido a la materia inerte y se trata de un conocimiento pensado y consciente; la intuición viene a ser un conocimiento de inicio inconsciente, debido a una vivencia interiorizada y dirigida a conocer el objeto en profundidad.  Considero que yace aquí el conocimiento que buscamos como analistas y el apoyo lo encontramos no solamente en el ámbito del psicoanálisis sino también de la filosofía. 

Hume (en: Largo, 2007), se distingue por su escepticismo sobre el valor de la razón humana colocando en el mismo nivel el conocimiento intuitivo y el racional. Tampoco podemos pasar por alto a Kant (Idem.) en cuyos escritos encontramos la afirmación de que el conocimiento no es una imagen exacta de la realidad que nos es dada, sino que inclusive la niega. Presenta el conocimiento como una invención, representación de lo real… el saber humano es incierto ya que no percibimos sino la apariencia de las cosas, “la cosa en sí” es incognoscible.” 

“Es por la lógica que demostramos pero por la intuición que descubrimos” -.Henri Poincaré

Considero que lo expuesto hasta aquí tiene importantes implicaciones técnicas que hacen del psicoanálisis una herramienta como ninguna otra dentro de la clínica. Como analistas, “desconfiamos” del material consciente del paciente sabiendo muy bien  que es en el silencio, en lo no-dicho, lo no-pensado, en donde se encuentra el verdadero material que rige la experiencia del analizando. Y sin embargo, ¿cómo acceder a él mediante nuestro propio consciente e intelecto? Me parece que yace aquí la gran ironía de nuestra técnica.. Debemos de “olvidar” el saber consciente y teórico para acceder al material del paciente mediante nuestro propio inconsciente. Para que la díada analítica funcione, el analista también tiene que estar en la cancha y no solamente observando desde la banca. De pronto, a estas alturas del partido, comienzo a comprender la “atención flotante” que dictaba Freud y la postura “sin memoria ni deseo” de Bion. Ambas recomendaciones a su vez  son el ejemplo perfecto de cómo para acceder al conocimiento y la comprensión no basta con el entender intelectual sino que para su verdadero entendimiento requieren del vivencial.  Cómo bien explica Araos Úzqueda (2008), “El decir y hasta nominar algo por su nombre no asegura que sepamos qué es eso, nombre sólo nombra la cosa, no la conoce, así como no es lo mismo aprender DE la experiencia que aprender ACERCA de la experiencia.” 

Más allá de la implicación que conocer estas posturas analíticas ha tenido en mí, pienso una vez más en lo que ocurre en la situación analítica. Saber lo que es una casa no implica conocer la casa. Más aún, lo que casa para uno puede ser amor, seguridad y confianza, para otro puede ser miedo y dolor… Un conocer con todos los sentidos distinto uno de otro, construcción personal de la representación de la realidad. Son estos “vivenciares” de casa los que surgirán en el análisis… la mención de una palabra que el analista puede experimentar con angustia, con dolor corporal, con cansancio físico… Y que mediante ello se hace partícipe de la experiencia de “casa” de su analizando, es decir que mediante lo que experimenta se adentra no en la realidad objetiva sino en la realidad psíquica de aquél… se aventura a descubrirla junto con él. A mi parecer la interpretación que surge desde ese lugar es la intuitiva (desde la contratransferencia y no desde la intelectualización). 

“La intuición no es una opinión, es la cosa misma.” – Schopenhauer 

Bion, al referirse a la realidad psíquica, utilizó el signo de O (Origen)…. La realidad última incognoscible, la verdad absoluta, etc. Y es la que se busca descubrir en sesión. Leon Grinberg (1996) al explicar este trabajo de acuerdo a Bion nos dice lo siguiente: 

“El analista trata de acercarse a ella en un proceso de exploración cognitiva, asociada con la pulsión epistemofílica o el “estado mental de curiosidad”, a través de la transformación en K (vínculo de conocimiento), para “saber acerca de O”. Pero esta forma de conocimiento es insuficiente para la captación de la realidad psíquica. Por eso Bion destacó la importancia de la transformación de K→ O, como la que posibilita alcanzar el conocimiento más profundo y vivencial de la realidad psíquica: el “devenir O”. Es más que “saber acerca de O”: es llegar a “ser lo que se es”. Es equivalente a “ser uno mismo su propia verdad”, con la consiguiente responsabilidad inherente a tal transformación.”

En otras palabras, el trabajo interpretativo no se trata de “corregir” la distorsión del paciente, trabajo intelectual que resulta insuficiente, sino permitir que el analizando tome conciencia de su realidad interna subjetiva y las discrepancias de las varias realidades psíquicas que coexisten dentro de él. Se busca el surgimiento de un fenómeno intuitivo resultado de haber reunido de forma inconsciente los hechos que el paciente ha ido transmitiendo por medios verbales y no verbales (identificaciones proyectivas) (Idem.). En mi experiencia, muchas veces esto ocurre como una imagen o idea que pareciera estar desarticulada completamente del material del paciente en ese momento pero que, al ser comunicada, permite el descubrimiento de la realidad psíquica del paciente hasta ese momento desconocida. 

Si bien puesto así pareciera sencillo, recordemos que el descubrir O no puede ser alcanzado desde el trabajo intelectual…el tomar conciencia no puede solamente devenir desde lo racional puesto que es en la experiencia significativa donde ocurre la transformación.. Misma que puede estar ocurriendo de forma inconsciente tanto para el analizando como para el analista. Es esta experiencia la que debe de surgir en el análisis y me atrevería a decir que más claramente surge de la relación transferencial. De acuerdo a Largo (2007), aprendemos en la emoción y desaprendemos en el “revivir emocional”, para aprender de nuevo en la experiencia terapéutica. Esto “ocurre”. Cuando el espacio analítico sirve como contenedor, cuando el analista ejerce su función alfa metabolizando el material del paciente, el analista no está sentado en su silla pensando: “tomaré este elemento beta que está siendo incorporado por mi mediante la identificación proyectiva para entonces digerir, acomodar y poder devolvérselo al paciente en un tono de voz que sea firme pero cálido, en esta hora del día cuya luz en el consultorio podría simbolizar un ambiente contenedor y aprovechando que hoy es un día en el que la temperatura ambiente es lo suficientemente regresiva de manera que pueda introyectar a una madre más comprensiva y un superyó más laxo para poder integrar su realidad psíquica.” El analista quizá dirá: “mmhmm”.. Y es en la vivencia de la relación transferencial en donde ocurre el proceso que quizá, QUIZÁ, el analista podrá nombrar a posteriori. 

Entendemos más por intuición que por discurso: la intuición clara y viva es el carácter del genio.” Jaime Balmes

La intuición en el analista aparece entonces como una cognición inconsciente que posteriormente deviene consciente. Un “sentido” que engloba además de los cinco sentidos con los cuales se percibe al analizando, la captación de las emociones y las fantasías inconscientes de ambos. Se me figura como el sentido más allá de los sentidos. Descrito elocuentemente por Grinberg (1996): “la ansiedad no tiene color, olor, ni sonido, las realidades psíquicas, los hechos psicoanalíticos; son intuibles si el propio aparato para pensar está disponible para esa condición.” 

Con esto no pretendo decir que el analista funcione solamente con intuición. Mejor puesto por Kant: “conceptos sin intuiciones son vacíos, intuiciones sin conceptos son ciegas.” El trabajo del analista requiere de ambos para navegar el proceso analítico.  Considero sin embargo que durante la ardua trayectoria de devenir psicoanalista, no olvidemos que juega un papel igual de importante el de la intuición que el de la intelectualización. Y como lo demás, requiere de ser vivenciado. Me atrevo a pensar que la “cura” analítica ocurre más en el proceso del análisis mismo que en el contenido que surge en él. Hijos del capitalismo occidental somos hijos de la supuesta razón. Además de adquirir la teoría y los conceptos, el papel del psicoanalista es desaprender el uso preferencial de la razón para re-aprender a escuchar lo que ya sabe. 

“Uno debe abandonarse a su intuición: sabemos más de lo que creemos.” – David Lynch

 

Bibliografía

  • Araos Úzqueda, F. (2008). La des-intuicionalización de la intuición: de los datos a la ampliación de los significados. Revista Chilena de Psicoanálisis, 25(1), 17-31
  • Grinberg, L. (1996). El psicoanálisis es cosa de dos. Valencia, España: Editorial Promolibro. 
  • Largo, C. (2007). De un taller psicoanalítico a partir de Donald Meltzer. Barcelona, España: Grafein Ediciones. 
  • Pérez Porto, J., & Gardey, A. (2009). Definición de intuición — Definicion.de. Recuperado 3 febrero, 2020, de https://definicion.de/intuicion/
  • Pérez Porto, J., & Merino, M. (2014). Definición de intelecto — Definicion.de. Recuperado 3 febrero, 2020, de https://definicion.de/intelecto/