Alina Téllez 

Debido a la pandemia por COVID-19, desde marzo del 2020, todo el sistema educativo nacional puso una pausa a sus actividades presenciales, y lo que al principio parecía sería algo parecido a lo vivido por la influenza unos años antes, está teniendo un gran costo en cuanto a vidas humanas, trabajos y economía, así como la educación de los niños y la salud mental de las maestras. En este trabajo quiero poner la atención sobre los criterios que surgieron en común entre un grupo de maestras entrevistadas, ante los cambios y temores que surgen de la contingencia sanitaria y el confinamiento que actualmente vivimos, tomando en cuenta su situación particular, de maestras, ahora, en línea.

La SEP tomó la decisión de cerrar las escuelas. Las siguientes semanas, antes de las vacaciones de semana santa, la mayoría de las maestras de todos los niveles de la educación básica en México, tuvieron capacitaciones en tecnologías de la educación y tuvieron que apelar a toda su creatividad, a veces hasta a su propio presupuesto, para poder continuar con su labor educativa.

“A mediados de abril de 2020 el 94 % de los estudiantes de todo el mundo estaban afectados por la pandemia, lo que representaba 1.580 millones de niños y jóvenes, desde la educación preescolar hasta la educación superior, en 200 países.” (ONU, agosto 2020).

De acuerdo al informe de las Principales Cifras del Sistema Educativo Nacional que entregó la CONAPO a la SEP con registros del 2019-2020, el confinamiento por la pandemia significó que, de las 262,805 escuelas de nivel preescolar a preparatoria que existen en el país en total, todas cerraran las puertas de sus instalaciones. Que 36,518,712 alumnos tuvieran que quedarse en casa y esperar a ser contactados por sus maestros y escuelas, ya que hubieran resuelto la forma de sortear esta situación. 

Así, los 2,074,171 maestros de escuelas públicas y privadas, de toda la república mexicana, tuvieron que dejar atrás sus aulas y sumergirse en un inmediato aprendizaje de las herramientas tecnológicas.

A continuación, presento los criterios de análisis que se encontraron en común entre las maestras entrevistadas.

La Incertidumbre.

La pandemia para el día de hoy, febrero de 2021, no ha terminado. Y existe la latente y flotante angustia de no saber hasta cuándo terminará. JANINE PUGET explica que “Todo sujeto necesita pensarse sobre bases coherentes, previsibles, estables, como una forma de protegerse de la intromisión de lo “ajeno” con su correlato de imprevisibilidad”, como un intento de defenderse contra la incertidumbre. Necesitamos saber qué va a pasar mañana. 

Las maestras saben que eventualmente volverán a las aulas, pero la posibilidad parece alejarse de nuevo una y otra vez.  La idea de no saber para cuándo volveremos a salir del confinamiento, para cuándo las maestras podrán volver a dar clases de manera presencial, para cuándo es que volverán a lo conocido, lo establecido, lo recordado.

 “En distintas circunstancias perder la ilusión de previsibilidad no produce derivaciones trascendentes, las certezas caen y se sustituyen por otras. En otras la pérdida de dichas ilusiones produce sufrimiento que se experimenta como un estado de la mente caracterizado por desconcierto, vacilación, desorientación y angustia que adquiere tanto la forma de pánico como de miedo con diversas repercusiones: una de ellas tiene que ver con trastornos del pensamiento.” (Puget, J) 

El miedo.

Freud explica en 1895 que las fobias, como las obsesiones, tienen un estado emotivo asociado, y en las fobias “ese estado emotivo es siempre la angustia [angoisse]”. Distingue dos grupos, las fobias ocasionales, más específicas y las fobias comunes, aunque las describe como “un miedo exagerado” a cosas que todo el mundo teme, la muerte, las enfermedades, los peligros. Pero el virus que en esta ocasión nos ha mantenido en confinamiento por 11 meses, me hace replantear el término de “exagerado” y más bien podría ser juicio de realidad. La enfermedad, la muerte y el peligro de contagio son una realidad hoy en día. Las maestras tienen la posibilidad de trabajar desde casa y evitar el contagio y la propagación, pero su mayor miedo es contagiarse y morir, dejando a sus hijos solos. Temen perder a sus familiares cercanos y temen perder su trabajo.

La frustración por la descalificación al empeño.

LaPlanche y Pontalis definen la frustración como: “Condición del sujeto que ve rehusada o se rehúsa la satisfacción de una demanda pulsional.” (p.166), Freud se refiere más a la pérdida del objeto, o a la privación voluntaria de este, a los obstáculos externos o internos, para lograr esta satisfacción libidinal, y que esta privación externa no es patógena si no afecta “la única satisfacción que el sujeto exige”. (1916-1917)

Las maestras estaban en una posición donde eran el centro de atención para los niños, acostumbraban escuchar sus preguntas al aire y contestarlas en el momento. Están ahí para ellos. Están acostumbradas a ser vistas por ellos, a tener su atención y a generar relaciones significativas que les den a los niños seguridad y confianza para promover su aprendizaje. Hay una frustración por no poder ofrecerles lo que antes tenían de manera tan natural.

Pero también la gran frustración de no sentirse totalmente cómodas ni en control de la situación. La duración de cada clase no es suficiente, la posibilidad de observar el desempeño de cada niño es muy limitada, la seguridad de saber que el trabajo fue realizado por el niño y no por el adulto a cargo. Todo eso es una constante frustración al desempeño, que les es tan importante y de lo que están tan orgullosas.

Las dificultades ante lo digital.

La Dra. Guadalupe Portal habló recientemente, de la frustración ante el nuevo conocimiento tecnológico y de ideas de muerte presentes en el inconsciente, manifestadas en el “miedo a ser obsoleto, dejar de ser útil y trascender.” 

“Enfrentarse a una realidad para la que pudieran resultar prescindibles, incrementó su nivel de angustia y miedo al fracaso” (Guadalupe Portal, 2020).

El uso de plataformas, apps, programas y herramientas para usar en cuanto los niños regresaran de las vacaciones y completamente de manera virtual, resultaban amenazantes, un lenguaje desconocido para muchas. Algunas cosas sonaban muy lógicas, con toda la intención de ser reconocibles, herramientas digitales que buscan adaptar lo que se tenía en el salón de clases, ahora en su versión digital para su nueva aula virtual. Pero se enfrentaron también a la barrera de la lengua extranjera. Tantos términos y siglas de palabras en inglés fueron para muchas una confrontación difícil de sortear.

Algunas maestras lograron aceptar más rápidamente que otras este cambio. Y muchas maestras de mayor edad prefirieron renunciar y jubilarse antes de su fecha planeada.

Socialización vs digitalización.

Freud (1923) nos habla del superyo, de la moral superyoica y de la moral del yo que surge al pasar del complejo de Edipo a la etapa de latencia, cuando el deseo por el padre o la madre, del niño o de la niña, ha sido apropiadamente frustrado y reprimido. El niño o la niña se permiten tener una relación diferente con su objeto, y podrá seguir incorporando otros objetos satisfactorios de pulsiones narcisistas de diferentes intensidades y variedades, logrando finalmente la socialización.  Los padres son los primeros en darle a los niños y niñas los “criterios morales” que estos acabarán interiorizando.  En un principio el ser humano es amoral, asocial, pero evoluciona al crecer dentro de su cultura, primero con una moral superyoica y después una moral social, construida por su cultura y su entorno.

La digitalización es un proceso sintético, creado por los seres humanos para su mayor provecho y dominio de instancias como el tiempo y la distancia. La comunicación inmediata, que hace un par de décadas representaba fantasías de ciencia ficción, ya no nos es nada rara. Pero el resultado de limitar la socialización y promover la digitalización como reemplazo, tendrá efectos también a futuro que todavía no estamos ciertos de adivinar.

Salud mental.

Portal (2020), señala que las maestras y maestros del mundo, están en un proceso de duelo. Todavía. Comenzó al perder sus aulas y es un proceso que va de la negación, a la ira, la negociación, la depresión y la aceptación y vuelve otra vez al principio, por todas las etapas de duelo que Kübler-Ross plantea. Estas etapas surgen de la pérdida de un ser querido y otro tipo de pérdidas más abstractas, como: el empleo o la patria”. Perder el espacio físico de las aulas ha sido una gran pérdida para las maestras en esta contingencia.

La OMS define La salud como un “estado de completo bienestar físico, mental y social y no solamente la ausencia de afecciones o enfermedades» Las personas, las sociedades y los individuos se sostienen del bienestar general, donde la salud mental es un pilar central. La salud mental incluye “el bienestar subjetivo, autonomía, competencia, dependencia intergeneracional y reconocimiento de la habilidad de realizarse intelectual y emocionalmente” .

Juicio de realidad.

Proceso postulado por Freud, que “permite al sujeto distinguir los estímulos procedentes del mundo exterior de los estímulos internos, y prevenir la posible confusión entre lo que el sujeto percibe y lo que meramente se representa, confusión que se hallaría en el origen de la alucinación.” Pero este virus no lo conocemos todavía, no entendemos porqué le afecta a la gente que le afecta, qué tan severos serán los síntomas, surgen nuevas cepas cada par de meses y todavía desconocemos las secuelas que puedan dejar a los sobrevivientes. Algunas maestras refieren sentirse a veces en una pesadilla o un mal sueño. 

Es un virus que, además, estamos combatiendo principalmente con la distancia social como mejor herramienta, nos mandó al vientre materno a volver a gestarnos como sociedad e individuos, pero no todos tienen un lugar al que recluirse en paz y que les reconforte. Volviendo a las maestras, muchas son madres de familia, algunas tienen pareja y los conflictos familiares están en “caldo de cultivo”.

Aprendizaje.

A las maestras entrevistadas les importa su trabajo, no solo por el sueldo y las prestaciones que puedan recibir, sino realmente es una satisfacción personal su labor educativa. Se dan cuenta del rezago que esta generación de estudiantes tendrá pues no todos los papás están siendo cooperativos en beneficio de sus propios hijos e hijas, estos papás narcisistas siguen esperando que sea la maestra la resuelva hasta el mínimo detalle y si las cosas no salen como esperan, reclaman, amenazan con sacar al niño de la escuela y busca descuentos económicos, por su molestia. Y regularmente es quien confronta a la maestra durante la clase, la cuestiona o busca la manera de dañar el vínculo del niño o la niña con su maestra. 

Stefania Giannini, subdirectora general de Educación de la UNESCO, puntualiza que los sistemas educativos “deben dedicar los esfuerzos a promover las habilidades socioemocionales, la empatía y la solidaridad”. Los “aprendizajes esperados” tendrán que re direccionarse a formar mejores seres humanos que puedan respetar un confinamiento voluntario, por ejemplo, y normas colectivas de seguridad y convivencia.

¿Que podría hacerse para coadyuvar a recuperar o mantener la salud mental de las maestras en esta contingencia y en adelante? ¿qué pretendo lograr con la información recabada?

Pienso para empezar en campañas de autocuidado. Conocer y comprender su propia situación emocional, reconocer cuándo necesitan pedir ayuda y poner a la vista los diferentes mecanismos u organismos dispuestos a hacerlo. Que sea cada vez más fácil acceder a ellos y que sea menos extraño y menos vergonzoso pedir ayuda en cuestiones de salud mental. Sigo entrevistando maestras y buscando respuestas.

Bibliografía