Juliana Rico

Empezaré este trabajo citando tres frases:

“El individuo es heredero del narcisismo de los padres”

Los hijos están destinados a encarnar los personajes del pasado de los padres, y son desinvestidos en cuanto no cumplen este papel narcisista

Haydée Faimberg (1985).

“Lo que se calla en la primera generación, la segunda lo lleva en el cuerpo”

Francoise Dolto

En mi poca experiencia como analista he encontrado que es común que lleguen al consultorio pacientes con baja autoestima, que les cuesta trabajo aceptar quienes son, y cómo son, sienten vergüenza y culpa por distintos motivos. Si bien podemos encontrar más de estos casos en la adolescencia, no es exclusiva de esta. Hay otros factores importantes que favorecen esto. Una posibilidad son los comentarios que hacen los padres. He aquí tres ejemplos breves:

  1. “Cada que como me siento culpable, no quiero subir de peso y cuando mi mamá me dice que ya tengo pancita me siento peor” – Px 15 años. 
  2. “No me gusto. Mi papá me dice que heredé su nariz y que me la tengo que operar. Ya me llevaron con el cirujano plástico y dice que si quiero cuando sea mayor de edad me la puede arreglar. Mi papá dice que desde que él se la operó todo ha sido mejor”… “Mi mamá siempre me critica si me pongo faldas o vestidos, dice que tengo las piernas feas, y es que debajo de las rodillas tengo negrito, ya me llevaron al dermatólogo y me han mandado cremitas para hacerme más blanquita pero no sirve de nada”. – Px 15 años
  3. “Cuando me fui de luna de miel, le hablé a mi mamá por teléfono para decirle que todo estaba bien. Lo primero que me preguntó fue “¿ya pasaste por ese trago amargo?” refiriéndose a si ya había tenido relaciones sexuales”. – Px 58 años 

Lo que me llevó a preguntarme, ¿Por qué cargamos con los “traumas” de generaciones pasadas? ¿Por qué se siguen repitiendo patrones que nos han dañado? “El discurso de las madres -cualesquiera que fuesen sus variaciones temáticas singulares, los encubrimientos manifiestos- enunciaba al niño proposiciones ciertamente insensatas sobre el nacimiento, la muerte, la diferencia sexual (su nacimiento, su muerte, su identidad sexual), pero que, más aún, inducían en el niño una fantasmática del origen (de su origen) arbitraria y catastrófica.” (Kaës, Faimberg, Enríquez, Baranes, 1996). 

Al empezar la investigación de este trabajo, me encontré con mucha información sobre la transmisión generacional debido especialmente a guerras. Este trabajo se enfoca en contenidos no necesariamente traumáticos pero que si llegan a afectar la psique de la persona.  

La transmisión transgeneracional estudia cómo representaciones de un individuo pueden influir el mundo representacional de generaciones siguientes; estudia también cómo esencias de la vida psíquica de los antepasados se repiten de una generación a otra, como son los patrones relacionales, patologías parentales y formación de otras patologías. A veces esto sólo se puede entender con la reconstrucción de fragmentos de la historia del paciente a través de la transferencia. “El relato de un paciente es la respuesta a una pregunta explícita o implícita de carácter transferencial; provoca sorpresa y alivio; el paciente resulta afectivamente comprometido en el relato. Se dirige al analista de tal forma que este puede comprender el movimiento transferencial; por su parte, el analista, en su contratransferencia, registra una cierta cantidad de elementos” (Kaës et al., 1996) a los cuales no me voy a meter ya que no son el tema de este trabajo. Freud se interesó por la transmisión de la vida psíquica, y fue desarrollando este concepto a lo largo de su obra, concepto para el que empleó el término de transferencia. 

Perinotti di Croce (2012) hace notar que “la transmisión de padres a hijos puede darse a entender como la forma en la que reaparece en los hijos lo desestimado, lo desmentido y / o lo reprimido.” De esta forma, “la transmisión de factores disfuncionales y negaciones de las conductas parentales maltratantes o negligentes, en la generación anterior” (Perinotti Di Croce, A, 2012). Así, un conjunto de elementos no dichos como serían sentimientos de culpa, vergüenza o miedo asociados se constituyen en un “núcleo de intrusión no elaborado o mediatizado representacionalmente, con el consecuente riesgo de transmisión como material en bruto a generaciones posteriores” (Perinotti Di Croce, A, 2012).

Recordemos que, ‘objeto interno’ se refiere a la imagen mental y emotiva de un objeto externo que se ha incluido dentro del yo. Durante la vida, pasan distintas y complejas interacciones entre el mundo de las figuras internas y los objetos del mundo exterior, real, a través de ciclos repetidos de proyecciones e introyecciones. Los objetos internos más importantes son los que vienen de los padres, especialmente de la madre o del pecho en el que el recién nacido proyecta los aspectos relativos a su amor (pulsión de vida) o su odio (pulsión de muerte).  Para la teoría Kleiniana, la introyección de un objeto bueno y la identificación con el mismo son de suma importancia en relación con la capacidad del ego para integrar diversos aspectos de sí mismo y sus experiencias. Los objetos internos dañados o muertos provocan ansiedad y pueden desintegrar la personalidad, así como los objetos que están en buen estado promueven confianza y bienestar. 

De acuerdo a Werner Bohleber los padres transmiten ideas a sus hijos y se encargan de que el niño las adopte y se comporte en consecuencia. De esta forma se transmiten ideas e imágenes cognitivas y afectivas sobre miembros de la familia, conceptos morales, principios de educación y visiones del mundo. Mucho de esto se transmite conscientemente, pero otra parte es inconscientemente. El niño adopta e interioriza estas ideas porque desea tanto ser como sus padres, o como ellos quieren que sea. Lo que nos interesa aquí es la identificación, que es uno de los mecanismos centrales que vinculan a las generaciones entre sí.

Según Laplanche y Pontails (1996) identificación se define como: “proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste”… “La personalidad se constituye y se diferencia mediante una serie de identificaciones” (Laplanche & Pontalis, 1996).

En un artículo sobre la repetición transgeneracional escrita por Losso y Packard, en el 2007, mencionan que “la identificación es el mecanismo a través del cual un sujeto va construyendo su identidad, la noción de ser él mismo.” Si consideramos que la identificación, es un proceso básico en la constitución del psiquismo y de la personalidad, al establecer lazos afectivos y vínculos objetales, podemos pensar en esta como un proceso central en la transmisión generacional, lo mismo considera Kaës (1996) en “Introducción al concepto de transmisión psíquica en el pensamiento de Freud.”

Siguiendo la línea de pensamiento de Bohleber, en su libro “Remembrance and Historicization: The Transformation of Individual and Collective Trauma and its Transgenerational Consequences” la identificación narcisista se caracteriza por el desprecio de los límites generacionales. Al vivir en dos realidades, los niños combinan la experiencia del pasado con el presente. El resultado es una difusión de la identidad, al menos en parte, o el sentimiento de tener una identidad fragmentada. La difuminación de los límites entre generaciones es también la razón por la que estos niños tienen un sentido perturbado de su tiempo de vida.

En Introducción al narcisismo (1914) Freud habla de dos aspectos de la identidad: la individual y la grupal. El individuo tiene conciencia de ser él mismo, pero a la vez forma parte de un grupo que él constituye y que le constituye. Aquí mismo, Freud habla sobre cómo la identidad se forma a partir de deseos no cumplidos de sus padres, los cuales el niño deberá realizar. El narcisismo del niño se apuntala sobre lo que falta a la realización de los sueños de deseo de los padres. “Los deseos de los progenitores contienen representaciones que vienen de otras generaciones anteriores como secuencias de vivencias de nuestros antepasados y también como fantasías que preceden al sujeto” a estas fantasías las llamó “fantasías originarias”. Estas fantasías pasan de generación en generación como resultado de las experiencias culturales y corresponden con mitos universales y con fantasías sobre los orígenes, compartidos por las personas de una cultura. 

En Tótem y tabú́  Freud menciona la herencia arcaica de la humanidad, de la transmisión de la culpabilidad y de las prohibiciones a causa de la falta contra el padre. El sujeto se vuelve heredero de la culpa de los ancestros, es la transmisión del tabú en la organización social y en la realidad psíquica. “Todas estas prohibiciones parecen descansar en una teoría según la cual aquellas serían necesarias porque ciertas personas y ciertas cosas poseen una fuerza peligrosa que se transmite por contacto, como un contagio.” En este pasaje, la transmisión por contagio habla de que el tabú es contagioso. 

 “La transmisión de contenidos psíquicos inconscientes de una generación a otra constituye el soporte de un narcisismo sano, base afectiva de la personalidad, necesario para la construcción de una identidad estable y de un funcionamiento mental desarrollado y armónico” (Kaës, 1996). “Todo acontecimiento que una generación haya vivido dejará huellas en las siguientes” (Kaës, 1996). Esto es así́ porque el niño cumplirá una doble función y además de ser su propio fin y cumplir sus sueños, deberá́ llevar a cabo los sueños de sus padres no realizados.

Existe otro término que es el de las identificaciones alienantes. En este caso Faimberg (1996) dice que el niño va a estar identificado con una historia que le pertenece a otro, a algún antepasado, pero que esta, no es una identificación de la cual pueda escapar. Por esto mismo lo aliena, son alienantes porque se le imponen al niño y queda identificado con aspectos que no le pertenecen y que, además, sus propios padres lo rechazan de ellos mismos. Por esto, no queda un espacio psíquico propio del niño.

Me pregunto, ¿qué es lo que se transmite de generación a generación? Retomando los tres ejemplos que puse al principio de este trabajo, podemos ver que se transmiten deseos, duelos, fantasías, inseguridades, pero también se transmiten duelos no superados, costumbres, historias, traumatismos, secretos que no fueron dichos, probablemente por vergüenza a que fueran revelados. Podríamos pensar que lo transmitido esta solo en frases, palabras o gestos, como los comentarios que hacen las mamás de estas pacientes, pero estos no-dichos también llegan a transmitirse de una generación a otra. 

En un artículo llamado “Grandma´s experiences leave a mark on your genes” habla sobre cómo la buena o mala infancia de nuestros antepasados ​​podrían cambiar nuestra personalidad, provocando ansiedad o resistencia al alterar las expresiones epigenéticas de los genes en el cerebro. Según los nuevos conocimientos de la epigenética conductual, las experiencias traumáticas de nuestro pasado o del pasado de nuestros antepasados ​​recientes dejan cicatrices moleculares adheridas a nuestro ADN. Judíos cuyos abuelos o bisabuelos sobrevivieron el holocausto; Chinos cuyos abuelos vivieron los estragos de la Revolución Cultural; jóvenes inmigrantes de África cuyos padres sobrevivieron masacres; adultos de todas las etnias que crecieron con padres alcohólicos o abusivos, todos llevan consigo algo más que recuerdos (Hurley, 2015).

Nuestras experiencias y las de nuestros antepasados ​​nunca desaparecen, incluso si se han olvidado. Se vuelven parte de nosotros, un residuo molecular que se adhiere a nuestro andamiaje genético. El ADN sigue siendo el mismo, pero las tendencias psicológicas y de comportamiento se heredan. Es posible que haya heredado no solo las rodillas nudosas de su abuela, sino también su predisposición a la depresión causada por la negligencia que sufrió cuando era recién nacida. O a lo mejor no. Si la abuela tuvo padres cariñosos, es posible que esté disfrutando del impulso que recibió gracias a su amor y apoyo. Los mecanismos de la epigenética conductual subyacen no sólo a los déficits y debilidades, sino también a las fortalezas y resiliencias (Hurley, 2015).

En un artículo escrito para Canadian Journal of Psychoanalysis, Gloria Levin habla sobre como durante su entrenamiento como psicoanalista, encontró una mamá que participaba en una investigación de un año de duración con su hija de seis meses. Levin, encontró que la mamá proyectaba su agresión a su hija y cuatro años después esta mujer empezó un tratamiento psicoanalítico que duró cinco años. No me voy a meter en el análisis de está paciente, simplemente comentaré lo que se fue descubriendo y por lo cual proyectaba agresión a su hija. A esta paciente, Levin la llamó Z. Z fue el contenedor de al menos dos muertes de bebés sin llorar, la de su madre y la de su abuela, vacíos anidados uno dentro del otro. La falta de duelo y las formas utilizadas para evitarlo se habían transmitido a través de tres generaciones para afectar a la cuarta generación a través de la proyección de Z sobre su hija. La analista se convirtió en testigo de la lucha de Z por vivir mientras aún albergaba los fantasmas de la historia de su familia. Hasta que la existencia de los otros bebés salió a la luz a través de su análisis, Z se mantuvo cautiva en sus presencias.

Tisseron (1997), sugiere un cambio interesante al proponer cambiar el concepto de transmisión sustituyendo el término transmisión por influencia, que significa acción voluntaria o no, que una persona ejerce sobre otra. Esta influencia, puede ser consciente, inconsciente, intelectual, moral o psíquica. 

“El término influencia dejaría lugar a la interpretación del mensaje por parte del receptor, es decir, que el mismo estímulo no produce los mismos resultados en distintos protagonistas. De esta forma hace énfasis en la capacidad del sujeto de recrear el material psíquico heredado, realizando un trabajo de apropiación elaborativa, de construcción e introyección de lo heredado, con el fin de reorientarlo en su campo motivacional y representacional hacia objetivos propios. Expresa que la continuidad psíquica de las sucesivas generaciones, impone la exigencia de trabajo a todos los sujetos eslabonados en ella, para poder representar e interiorizar esta transmisión, transformándola en algo propio y por lo tanto novedoso. De este modo, la transmisión resulta entonces siempre un proceso construido entre generaciones.” (Tisseron, S. 1997).

Aunque este trabajo puede dar para mucho más, creo que las preguntas iniciales que me formulé “¿Por qué cargamos con los “traumas” de generaciones pasadas? o ¿por qué se siguen repitiendo patrones que nos han dañado? no son fáciles de responder. En conclusión, cargamos con traumas de generaciones pasadas por varias razones o conjunto de razones. Una de ellas siendo que las experiencias que tenemos y que tuvieron nuestros antepasados, quedan marcadas en nuestro ADN. Otra respuesta a esta pregunta es que los sujetos tratan de cumplir los deseos conscientes o inconscientes de sus objetos. Pienso, en las tres pacientes que cité al principio del trabajo, dos de ellas hablan de cómo sus madres hablan de sus cuerpos y como esto es una fantasía narcisista de tener a la hija perfecta, claro, influenciado por los estándares sociales de belleza. La última, habla sobre “el trago amargo” que es tener relaciones sexuales que, de acuerdo a la literatura mencionada, puede ser por los secretos no dichos de sus antepasados. Espero que este trabajo haya dado respuesta y formulado preguntas a mucho de lo que pasa en el consultorio cada día y sirva para enfatizar la importancia de la historia clínica y a señalar que a través de mucho trabajo en el consultorio, se pueda de alguna u otra forma detener esta transmisión de lo negativo, como dijo Kaës: “la urgencia no es solamente la de trasmitir: es también la de interrumpir una trasmisión.”

Bibliografía

  • Badaracco, G, J. (1985). Identificación y sus vicisitudes en la psicosis, la importancia del “objeto enloquecedor”. Revista de psicoanálisis de Asociación Psicoanalítica Argentina, 42 (3), pp. 504-511. 
  • Bohleber Werner, “Remembrance and Historicization: The Transformation of Individual and Collective Trauma and its Transgenerational Consequences”, Adolescent Psychiatry 2012; 2(4). 
  • Freud, S. (1986). Tótem y Tabú. En Obras completas (2a ed.) (Vol.13, pp.1-164) Buenos Aires: Amorrortu. (Trabajo original publicado en 1913).
  • Freud, S. (1921), Psicología de las masas y análisis del yo, Vol. XVIII. 
  • Freud, S. (1914), Introducción al narcisismo, Vol. XIV. 
  • Grinberg, L. (1978). Teoría de la identificación. Buenos Aires: Paidós 
  • Hurley, D. (2015). Discover Magazine website: https://www.discovermagazine.com/health/grandmas-experiences-leave-a-mark-on-your-genes
  • Kaës, R., Faimberg, H., Enriquez, M., Baranes, J.J. (1996). Transmisión de la vida psíquica entre generaciones. Buenos Aires: Amorrortu. 
  • Klein, M. (1955), Sobre la identificación, Obras Completas, Vol. III, Barcelona, Paidós, 1988. 
  • Laplanche, J., y Pontalis, J. B. (2004). Diccionario de Psicoanálisis. Buenos Aires: Paidós. 
  • Levin, G. (2014). Haunted by Absence: The Transgenerational Roots of a Mothers Projection. Canadian Journal of Psychoanalysis, 22(1), 112–121.
  • Losso, R., & Packard, A. (2007). Repetición transgeneracional. Elaboración transgeneracional. La fantasía inconsciente compartida familiar de elaboración transgeneracional. En Revista internacional de psicoanálisis de pareja y familia. 64, 1, pp. 60-70. 
  • Perinotti Di Croce, A (2012). Lo transgeneracional. Cuando lo in-decible se transforma en lo im-pensable. Cuadernos de Psiquiatría y Psicoterapia del Niño y del Adolescente. pp. 61-70. 
  • Tisseron, S. (1997). Introducción: El psicoanálisis ante la prueba de las generaciones. En S. Tisseron, M. Torok, N. Rand, C Nachin & J.C. Rouchy, El psiquismo ante la prueba de las generaciones. Clínica del fantasma (pp 11-34). Buenos Aires: Amorrortu.