María Zurutuza

“No trato de convertirte en mi, trato de convertirte en ti”

Maestro Shifu, Kung Fu Panda

Empecé la formación psicoanalítica en febrero del 2020, lo cual significa que fueron aproximadamente 4 semanas “normales” de formación, seguidas de formación en pandemia. Aprender sobre psicoanálisis y sobre cómo ser psicoanalista en estos tiempos ha sido, por decirlo de alguna forma, complicado. Estos meses pandémicos han sacado a flor de piel una variedad de conflictos y cuestionamientos, no sólo en cuanto a este nuevo camino del psicoanálisis sino también sobre el impacto de éste sobre mi como persona. Definitivamente, el apoyo de mi propio análisis, las supervisiones y clases en la formación han ayudado significativamente a elaborar todas estas situaciones, pero hubo un día en particular que resalta. Un día decidí poner en Netflix una película, según yo, “para no pensar”: Kung Fu Panda. En realidad acabé pensando muchísimas cosas y en el transcurso de tres películas (porque, por supuesto, vi la trilogía completa), estos conflictos y cuestionamientos que se sentían tan complejos, tan enmarañados y tan profundos se fueron encontrando con palabras y símbolos que los acomodaban. Todo esto a través de un panda…que hace Kung Fu. Antonino Ferro (1998) dice “los cuentos permiten ver representado y, añadiría representar, sus propios miedos más terribles y más escondidos, además de las propias expectativas tanto ideales como idealizadas”. Terminando las películas me di cuenta que por medio de las crisis existenciales de Po, el Guerrero Dragón, yo había podido encontrar ese representante de elementos nucleares de mis propias crisis. Esto, por supuesto, fue llevado a análisis y llegué a una conclusión: Lo sencillo es más que capaz de elaborar lo complejo.

Un breve resumen sobre Kung Fu Panda, o por lo menos de sus personajes. Po es un panda que trabaja con su papá ganso en un restaurante de fideos. Es un apasionado del Kung Fu pero al ser un panda, nunca ha practicado. Existe la profecía de que el Guerrero Dragón traerá paz al Valle, pero se desconoce quién es este guerrero y es tarea del gran maestro Oogway, una tortuga con muchos años de edad y experiencia, elegir al Guerrero Dragón. Se podría decir que Oogway es la tortuga más sabia que se conoce. El maestro Shifu, un panda rojo, es el estudiante de Oogway y a la vez maestro de Los Cinco, los grandes maestros del Kung Fu en el Valle; por su experiencia, se espera que alguno de ellos sea elegido. Oogway termina escogiendo a Po como el Guerrero Dragón, lo cual nadie entiende porque es un panda que nunca ha

practicado Kung Fu. Y la trilogía, en pocas palabras, habla del camino de Po en aprender y asumirse a sí mismo y su destino: ser panda y el Guerrero Dragón. A lo largo se enfrenta con tres “malos”: Tai-Lung, un leopardo de las nieves que está obsesionado con obtener el secreto para ser el Guerrero Dragón; Shen, un pavo real obsesionado con conquistar China con sus fuegos artificiales y eliminar a los pandas de su camino ya que está profetizado que un panda lo podría derrotar; y Kai, antiguo compañero de Oogway, obsesionado con dominar el poder del conocimiento.

Son tres películas, lo que implica tres enseñanzas y, por lo tanto, este trabajo está dividido en tres momentos.

Primer momento: Sólo eres tú

Uno de los cuestionamientos que me han surgido a lo largo de la formación es la versión del “ideal” del analista. ¿Cómo puedo yo llegar a ser tan buen analista como quienes nos acompañan en la sociedad? En palabras de Kung Fu Panda, “¿Cuál es el ingrediente secreto?”. Escuchando a compañeras y compañeros en los clínicos y a maestras y maestros en las clases, a veces la cura psicoanalítica puede ser algo… intimidante, como intentar entender un lenguaje por primera vez. Frecuentemente se cruzan dos pensamientos: “Por supuesto, cuando lo dicen así es tan claro” seguido de “¿y eso cómo se hace?”. Se podría decir que se forma un pedestal del analista que, en estos tiempos de pandemia, puede ser difícil de romper ya que se queda inscrito en la pantalla.

Viendo Kung Fu Panda 1 tuve una epifanía. En este momento ligeramente intimidante de la formación psicoanalítica en pandemia, entendí a Oogway, la tortuga, como “ese analista de verdad que sí sabe”, también simbolizado como el ideal del analista. Oogway en la primera película constantemente dice “No hay accidentes”, como si ya supiera el por qué pasan las cosas, generando esta sensación que he experimentado en los seminarios clínicos cuando un analista de verdad interpreta algo en las sesiones o un maestro dice “Pues por algo se te ocurrió” (alguien, por favor, explíqueme por qué se me ocurrió porque yo no siempre estoy segura). El maestro Shifu como la analista que soy ahora, intentando aprender más, en una postura de “supuesto saber” pero con mucho, mucho camino que recorrer; hay una escena donde Shifu está meditando, repitiéndose “paz interior, paz interior” pero escucha un ruido y se voltea gritando “¡¿pueden dejar de hacer ruido?!” demostrando la clara falta de paz interior que está intentando encontrar. Y por último, entendí a Po como la persona- psicoanalista que soy, empezando a explorar el camino que quiere recorrer, que le apasiona pero todavía no entiende por completo, también descubriendo y aceptándose a sí mismo en el proceso.

En la película, el papá Ganso tiene una sopa de fideos de ingrediente secreto y al final le dice a Po que está listo para saber cuál es el ingrediente secreto: no hay ingrediente secreto. Es solo la sopa. De la misma forma que no hay un ingrediente secreto para la interpretación: solo eres tú. Creo que muchas veces se busca una respuesta para la incertidumbre que podemos experimentar en momentos como analistas (y como personas), lo cual puede llevar a una consecuencia ambivalente: por un lado, el creer que hay una respuesta puede contener la angustia generada por la sensación de incertidumbre; por otro lado, negar la incertidumbre puede obstaculizar el contactar con el hecho de que tú también eres una persona que experimenta incertidumbre, lo cual puede permitir tener un vínculo genuino con la persona enfrente de ti. Ferro (1998) habla sobre la capacidad de contención de los cuentos, de las historias para poder representar y simbolizar la angustia del mundo interno; sin embargo esta contención no implica que deja de existir la angustia o la incertidumbre, pero que se puede aprender a tolerar.

La aceptación de que solo eres tú, no hay un secreto más allá que entonces te transforma en analista, permite construir y aprender por medio de la verdad. Como decía Bion, la persona necesita de la verdad de la misma forma que el organismo necesita alimento (1967). Y la verdad que rompe con el ideal del analista es como la realidad que rompe con el ideal del yo inalcanzable, el estado de perfección y equilibrio que eventualmente debe confrontarse con la realidad y la aceptación de la tensión.

Segundo momento: Paz interior

¿Cómo darte cuenta cuando la vida personal obstaculiza la vida como analista?

¿Cuál es la línea entre la responsabilidad con el analizando y contigo como persona?

¿Cuándo se toma la decisión de cancelar sesiones porque una preocupación personal no sale de tu cabeza? ¿“Te aguantas” y sigues escuchando? ¿Puedes seguir escuchando?

El 2020 ha sido un año retador, enfrentándonos con un mismo problema para todas y todos. Sin embargo, no puedo decir que estas preguntas fueron provocadas solo por la condición pandémica. El cáncer pancreático de un familiar muy cercano ha puesto a prueba mi paz interior mucho más que la pandemia y no puedo responsabilizar al 2020 por eso; el cáncer le saca muchos años de experiencia al coronavirus. Con esto quiero ilustrar que, aunque el problema del momento sea la pandemia, no es el único problema al que nos podemos enfrentar como personas. Cada quien tiene su propia historia, incluyendo al analista.

¿Cómo entra Kung Fu Panda en esto? De tres formas: contactar, fluir y sanar. El panda descubre que es adoptado y tiene el sueño recurrente de su madre siendo perseguida por lobos. Esto le genera mucho dolor, al grado que comienza a cometer errores como el Guerrero Dragón porque pierde su referente interno, su paz interior. Se vuelve un problema que no puede ignorar, que constantemente resurge en su consciencia, quiera o no. Hasta que una cabra que hace profecías (¿tal vez hasta se podrían llamar interpretaciones?) le ayuda a contactar con la verdad de su historia, sin importar cuán dolorosa sea, y le enseña que puede fluir con ella, sanar y tomar decisiones conscientemente. Al dejarse de aferrar a corregir o evitar el problema, el panda logra contactar con la paz interior que le permite afrontar los retos del momento.

Al final del día, el psicoanálisis es sobre la vida, y la vida muchas veces se cruza con el análisis. Creo que eventualmente se tienen que hacer estas preguntas porque no se puede pausar la vida propia, aunque sea por 45 minutos. Y me pesaban mucho estas preguntas porque sentía que mi vida personal podía obstaculizar mi vida de analista, haciendo ruido el ideal del analista previamente mencionado. Me estaba aferrando a que estas preguntas tienen una respuesta específica, una receta, que tenía que encontrar para entonces poder tener la verdadera atención flotante, como se supone debe de ser.

La vida personal obstaculiza el análisis cuando se niega su existencia, cuando se le ve como intrusa, que no “debería” de estar ahí. Considero que es en la construcción de analista-analizando dónde sucede el psicoanálisis, no en un mundo independiente. Si nos “aguantamos” y escuchamos, se le niega el espacio a la vida propia, a las contribuciones que puede hacer al análisis y a la calidad de vida del analista.

La paz interior no viene de resolver todos los problemas y por lo tanto ya nunca tener preocupaciones: algo imposible de lograr y muy angustiante de intentar. Creo que la paz interior que permite navegar este tipo de preguntas como analista viene de contactar, fluir y sentirte capaz de tomar decisiones. Y si esa decisión tiene que ser cancelar de vez en cuando porque tienes una preocupación que necesita ser escuchada, eso también es parte del análisis.

Tercer momento: Conexión interior y, por lo tanto, universal

El psicoanálisis se ha forjado por medio de historias que ayudan a estructurar y elaborar conceptos. Los relatos de los casos de Freud y los mitos de los que se apoya para ilustrar la sexualidad humana son un eje central en el aprendizaje del psicoanálisis; la etapa fálica simplemente no es lo mismo sin el mito edípico. Y así ha sucedido a lo largo de la humanidad, las historias como referentes del conocimiento, de la cultura, y de cierta forma, hasta la realidad. ¿Por qué llegan a ser tan importantes? Según Ferro (1998) “el cuento se sitúa con la misma capacidad de comprensión que un viejo sabio al que la ha pasado de todo, y precisamente por esto está en condiciones de comprenderlo, de hacerle sentir comprendido y sobretodo dar un nombre, una trama y un sentido a las angustias por las que se siente oscuramente invadido”. En mi caso no fue un viejo sabio, pero sí fue un panda.

Estoy empezando la formación psicoanalítica y hay muchos aspectos del psicoanálisis que me generan dudas. No sólo lo estrictamente teórico, sino también la relación del psicoanálisis con el mundo, con las personas de forma cotidiana y con la sociedad en general. Nosotros como psicoanalistas podemos identificar la necesidad del psicoanálisis en diversos ámbitos, como lo educativo o lo político, y esto ha sido comentado en los rotatorios teóricos pero muchas personas perciben al psicoanálisis como distante, obsoleto y hasta elitista. ¿De dónde viene esa brecha?

Hay una razón por la cual sorprende tanto en la película que el panda sea el Guerrero Dragón. El Kung Fu estaba reservado para aquellos maestros que han dedicado toda su vida a la práctica, que comprenden la seriedad del lenguaje y enseñanzas del Kung Fu. Los maestros viven en el Palacio de Jade, el cual se encuentra hasta arriba de una colina, lejos de donde viven todos en el valle y que para llegar se necesitan subir miles de escalones. Ahí, donde es difícil de acceder, es donde se resguarda todo el conocimiento del Kung Fu. Sin embargo, el panda logra contactar con la esencia del Kung Fu sin pasar por estas pruebas.

Freud dijo que “el psicoanálisis en esencia es una cura a través del amor”, pero a veces el lenguaje psicoanalítico se vuelve tan complejo que no se entiende esa esencia amorosa. Por ejemplo, cuando en una lectura se tiene que leer el mismo párrafo 30 veces porque cada palabra parece ser un código. Está bien, es parte del camino para ser psicoanalista. Pero creo que es nuestra responsabilidad poder traducir o democratizar ese conocimiento para que el mundo pueda contactar con la esencia amorosa, se puedan acercar al psicoanálisis sin sentir que tienen que subir mil

escalones para poder hacerlo. El amor puede ser algo sencillo que es perfectamente capaz de elaborar muchos aspectos complejos, como bien sabemos.

En la última película, el panda aprende sobre el chi, la energía que se encuentra en todos los individuos y por lo tanto en el universo. Para entender el chi, la tortuga había tenido que pasar 30 años en una cueva. El equivalente para Po fue tenerle que enseñar Kung Fu a más pandas. Se da cuenta que los pandas no van a aprender a dar patadas como lo hace Tigresa, hasta que uno de los pandas le dice “¡Podemos ser como tú!”. A lo que Po contesta, “¡No! ¡No pueden! Pero no tienen que serlo”. Recurre a lo que le dijo su maestro Shifu: “No trato de convertirte en mi, trato de convertirte en ti mismo”. Les pregunta a los pandas, “¿Qué los convierte en ustedes?” Entonces al panda que abraza, que abrace más fuerte; los pandas bebés que juegan, que jueguen más tiempo; el panda que rueda por la colina, que ruede más rápido. Que encuentren su esencia, la versión más ellos.

En este aprendizaje del psicoanálisis, encontramos modelos. Supervisores que nos ayudan a interpretar casos, nuestros propios analistas que nos ayudan a experimentar el psicoanálisis, y maestros que nos ayudan a entender la teoría. Y es muy tentador “ser como” aquellos que te enseñan. Sin embargo, no podemos ser alguien más… pero no tenemos que serlo. Es buscar convertirte en ti mismo, en la esencia, encontrar tu chi.

Hay una infinidad de grados de complejidad para cómo se puede contar una historia, desde La Guerra y La Paz de Tolstoi hasta mi querido panda que hace Kung Fu. Hay momentos en la que la complejidad es absolutamente necesaria, rica en contenido que nutre al organismo y la mente. Hay momentos en que la sencillez de una historia contacta directamente con el afecto, como si no necesitara el representante- palabra. No es la complejidad o sencillez de una historia lo que lo otorga la profundidad del relato, sino el grado en el que una persona (niño o adulto) pueda encontrar un continente que elabore su propia existencia. Y la sencillez de Kung Fu Panda me permitió elaborar aspectos complejos sobre este inicio de camino del psicoanálisis amoroso.

Bibliografía

Ferro, A. (1998). Técnicas de psicoanálisis infantil. Ed. Biblioteca Nueva. Cap IV, pp 23-112.

Bion, W. (1967). Aprendiendo de la experiencia. Paidos

Osborne y Wayne. (2008, 2011, 2016). Kung Fu Panda (1, 2 y 3). Dreamworks Production.