mother-and-child-sculpture-1527087Por: Selene Beltrán
“Lo que llamamos nuestra intimidad no es sino nuestro imaginario mundo, el mundo de nuestras ideas” (José Ortega y Gasset).
Quiero empezar por invitarlos a pensar y reflexionar a lo largo de este trabajo acerca de ¿qué es eso de lo íntimo? ¿Qué es lo privado? ¿Qué es lo íntimo en la maternidad?
De acuerdo con la Real Academia Española “íntimo” proviene del latín “intimus” y se dice de lo más interior o interno. Por su parte la palabra “privado” designa algo que se ejecuta a la vista de pocos, familiar o domésticamente. Lo público por su parte designa a lo conocido o sabido por todos (Real Academia Española, 2016).
Puedo comprender que lo íntimo designa lo más interno de cada persona, lo privado lo que se comparte con personas familiares o cercanas y lo público lo que se comparte socialmente. No deja de cruzarse por mi mente la idea de que es justo lo que hacemos con nuestros pacientes en el consultorio, en ese espacio privado, donde destejemos y tejemos historias, donde se expresa o al menos se espera que así sea, se conozca y re-conozca lo más íntimo de cada analizado. Y no sólo está presente en la práctica clínica, sino también en cada hora de supervisión y de nuestro propio análisis.
Ahora me pregunto, ¿podemos hablar de lo íntimo, de lo privado o de lo público en la maternidad? La respuesta es afirmativa. ¿Se dice públicamente todo lo que encierra la maternidad, el embarazo? ¿Qué hay en lo más íntimo de cada mujer embarazada? ¿Cómo se expresa? ¿Dónde? ¿Qué pasa en el análisis, cuando la paciente se embaraza? Para responder a estas interrogantes haré uso de contenido teórico que aborda el tema y con la ayuda de una viñeta clínica ilustraré estas ideas. Mi trabajo se centrará en las fantasías inconscientes antes, durante y las que pueden aparecer después del embarazo.
Para Klein (1958 citada en Hanna Segal, 1992) la fantasía inconsciente “es la expresion mental de los instintos” y como tal existe desde el comienzo mismo de la vida. Los instintos son buscadores de objetos. En el aparato mental se percibe al instinto vinculado con la fantasía de un objeto adecuado a él. De este modo, para cada impulso instintivo hay una fantasia correspondiente. Paso a la viñeta clínica…
Maite es una mujer de 24 años de edad que durante el tratamiento se embarazó, actualmente está a días de tener a su bebé. Hace 3 años que Maite llegó a tratamiento, su motivo de consulta fue que no podía establecer una buena relación con su madre a quien describía como “intrusiva, agresiva y a quien no le daba gusto con nada”, su madre solía preguntarle cuestiones relacionadas con su vida sexual.
Siguiendo con la teoría varios autores coinciden en que incluso antes de que una mujer esté embarazada tiene ideas, fantasías de cómo sería como madre, de si le gustaría ser madre, ¿cuándo? ¿De cuántos hijos? y es que desde edades muy tempranas, mediante los juegos infantiles, donde se empieza a representar y a expresar el deseo. Maite dice al respeto: “si quería ser madre, siempre pensé que primero tendría un hijo varón y luego una hija mujer, pero antes de eso me gustaría tener una súper boda, de ensueño”. Está claro que Maite no quería embarazarse conscientemente sin estar casada, sin embargo, inconscientemente lo deseaba.
De acuerdo con McDougall (1989) la capacidad de crear está íntimamente relacionada con la capacidad de fantasear. Siguiendo los planteamientos de Winicott (1993), el adulto crea mientras el niño juega.
Para Kohut (1977) el proceso de procreación puede ser como una expresión de la capacidad creadora de la pareja, específicamente de la mujer, la cual percibe a su bebé como una creación, un objeto que está teñido de narcisismo. Viene a mi mente una frase de Maite: “¡He visto tu corazón! ¡Y es mío!” exclamó el día en que vio a su bebé por medio de un ultrasonido estructural.
Para Freud (1916) el nacimiento del primer hijo representa para la madre una extensión de su narcisismo, su ambivalencia se percibirá positiva a través de amarlo y desearlo, así su amor, quitará culpa de sus sentimientos negativos y la llevará hacia la reparación.
Deutsch (1960) considera que “los acontecimientos del proceso reproductivo tienen su preludio en fantasias infantiles, y los sucesos de la infancia influyen en la ulterior función reproductora. Las funciones de incorporación, eliminación y retención constituyen los puntos de unión. De ahí que las fantasias y los temores de la niña en relación con sus funciones reproductoras estén relacionadas con el interior del cuerpo”.
Al respecto María Cristina Ashworth (1997) en su conferencia “El cuerpo femenino. Una lectura psicoanalítica” menciona que “Al ser descubierto el embarazo en la pareja, se reactivan fantasías infantiles en relación con las figuras parentales en ambos miembros. En la mujer se actualiza su modalidad de relación con su propia madre, además se cuestiona si será capaz de engendrar vida procreando así un ser sano. En el hombre se actualiza su propia relación e identificación con el modelo del padre, cómo se comportó éste con el embarazo de su madre, y preguntándose si podrá tolerar el sentir que no está incluido en el cuerpo de su mujer y que otro sí lo esté, aunque estos planteamientos no son conscientes generalmente”.
Hace un poco más de ocho meses llega Maite a sesión con un ramo de rosas acompañada de su novio, se recuesta en el diván y comienza a hablar. Entre rodeos y detalles termina diciendo “ya fui al ginecólogo, me hice la prueba de sangre y salió positiva, sí estoy embarazada, eres la primera persona a la que le digo”. Llevaba más de dos semanas postergando confirmar la respuesta, una prueba de orina había tenido el mismo resultado, estaba muy consternada y angustiada. Pude ver cómo se hacía chiquita en el diván y sentir cómo se iba elevando su angustia ante la noticia de un embarazo no planeado, ante el temor de cómo darle la noticia a sus padres, ¿qué hacer? ¿Cómo? ¿Cuándo? Definitivamente a partir de esta sesión, las posteriores se colorearon de contenidos inconscientes más profundos.
Marie Langer (1976) en su libro Maternidad y Sexo menciona que no existe un embarazo exento de angustia por el gran cambio que ello implica, normalmente va acompañado por un sentimiento de felicidad, viviendo en este estado la unión más íntima que pueda existir entre dos seres.
Desde el comienzo de la concepción, se inicia una relación fisiológica y afectiva entre madre e hijo, donde la ambivalencia tanto latente como manifiesta está presente (Hidalgo Hinojosa, 2007). En diferentes ocasiones Maite ha podido expresar cada vez con menor culpa dicha ambivalencia, en un inicio le era difícil hacerlo pues su fantasía era que podía hacerle daño a su bebé si sentía o la escuchaba decir algo indebido o en contra del embarazo “es verdad que estoy contenta de estar embarazada, pero también pienso mucho en cómo sería mi vida si no lo estuviera, pienso en eso y de inmediato siento que eso es malo y que no le quiero transmitir eso a mi bebé y le digo, no es que no te quiera a ti, no eres tú son las circunstancias, los cambios que he tenido en mi vida”.
Cabe hablar aquí del origen de Maite. Es la hija menor de tres hermanos (dos mujeres y un varón). Desde que ella recuerda su madre le ha contado en repetidas ocasiones que cuando se enteró de que estaba embarazada hizo todo lo posible por no tenerla, desde correr, hacer esfuerzo físico y caerse con intención, para abortarla “ya después cuando naciste, ya te quise”. En ese entonces sus padres tenían problemas debido a una infidelidad por parte del padre.
Esto ilustra lo que Deutsch (1960) menciona, “de la relación objetal temprana con la madre depende la capacidad de la niña para identificarse con ésta en sus funciones maternales, ya que durante el embarazo y el parto la mujer repite la relación primitiva con su propia madre y lo interpreta como consecuencia de una doble identificación. Por un lado, la mujer encinta se identifica con el feto, reviviendo así su propia vida intrauterina y por otro lado, el feto representa para el inconsciente de la mujer embrazada a su propia madre y especialmente a su superyó materno. Revive todas las fantasías inconscientes asociadas con esa relación y con su propio cuerpo”; la reagudización de esas fantasías son la causa de múltiples angustias y trastornos somáticos que acompañan al embarazo.
De manera inconsciente Maite expresaba por medio de malestares físicos como dolores en el vientre, nauseas, vómitos, etc. un profundo sentimiento de rechazo hacia el embarazo. Antes de confirmar la noticia, se enfermó de la vesícula y la iban a intervenir quirurgicamente, esto ya no fue posible. Por medio de sueños que en este trabajo por falta de tiempo no se mostrarán Maite pudo representar-se en el vientre de su madre. Soñaba siempre con una niña, no se explicaba por qué. Hace algunas sesiones me dijo: “al ginecólogo se le olvidó que no quería saber el sexo del bebé y me dijo “ahí se ven sus testículos” entendí el porqué sueño con una niña, soy yo”.
Contratransferencialmente me di cuenta de cómo me refería al bebé respecto a su sexo. S Sin darme cuenta en varias ocasiones, desde que me enteré del embarazo de Maite, le hablaba en masculino, “él bebé, tu hijo”, ahí exploré las fantasías que tenía al respecto. Al inicio dijo que no tenía preferencia, fue hasta hace unas semanas que se enteró del sexo que pudo decirme de su deseo original de tener primero un varón y luego una mujer.
Junto a los cambios orgánicos se observan cambios psíquicos tales como ensimismamiento, somnolencia, retraimiento, la libido se vuelve hacia el mundo interior lo que reactiva sus propias vivencias como hija, regresión que le permite conectarse con aspectos profundos de sí misma (como el contenido latente de sus sueños), acompañado de un retraimiento momentáneo del deseo hacia su pareja. Se incrementa la angustia relacionada con la capacidad de dar vida y llevar adelante el embarazo, el parto y el cuidado del recién nacido (Ashworth, 1997).
Al respecto, una de las primeras fantasías de Maite, después de saber que estaba embarazada fue la de imaginarse a su bebé “enfermo”, le da terror que pueda tener alguna malformación genética, o que a la hora de nacer le pase algo que lo deje “enfermo”. Estas fantasías se agudizaron debido a que Maite trabaja en un Centro de Atencion Psicologica de Educación Especial y está en contacto directo con niños con capacidades diferentes.
Al iniciarse el segundo trimestre aparecen ciertas evidencias físicas que dan certeza del embarazo, como los movimientos y el crecimiento abdominal. Maite comienza a hablar del embarazo y posee la evidencia del mismo, no sólo la representación simbólica y dice: “ya se mueve, he sentido como se mueve, se siente raro”. Los movimientos, cada vez más notorios, la enfrentan con la realidad de tener dentro de su cuerpo alguien vivo, que se alimenta de ella, lo que despierta inquietudes y fantasías. “La paradoja es que es alguien que depende de su madre para sobrevivir, pero, a la vez, es ya alguien distinto a ella” (Ashworth, 1997). Desde muy temprano Maite empezó a adoptar ciertos comportamientos que la diferenciaban de su bebé, por ejemplo: comenzó a hablarle, a explicarle lo que ella estaba sintiendo, temor, angustia, tristeza, alegría, el día, la noche, etc. era como traducirle el mundo a su bebé y al mismo tiempo traducirse a ella misma ese nuevo mundo de la maternidad.
La reacción de la mujer ante los movimientos no siempre es de placer, puede percibirlos como agresión. El mecanismo utilizado con preferencia es la proyección sobre el feto de una imagen terrorífica, donde la madre se identifica con él, reviviendo impulsos hostiles hacia la propia madre embarazada (Ashworth, 1997). Maite, en repetidas ocasiones, mencionaba “cuando mi bebé no se mueve, es porque siento que está enojado o enojada conmigo”, “sé que esta raro, como que está enojado, tal vez por alguna discusión que tuve con su papá. Porque cuando llega su papá y le habla o toca mi panza, él se mueve, ¡se mueve!, siempre con él”.
A medida que avanza el embarazo, el cuerpo de la mujer cambia. Con ello puede reaparecer el temor a ser abandonada, teme ser dejada por otra mujer más esbelta; se activa de nuevo el temor al hijo deforme y a la muerte en el parto. Estos miedos están ligados a la reactivación de situaciones edípicas, los impulsos incestuosos y la masturbación infantil (Ashworth, 1997). He podido acompañar a Maite en las angustiantes regresiones en este sentido; piensa muchas veces que el padre de su hija le puede ser infiel y así repetir la historia de sus padres.
Durante el parto, las motivaciones inconscientes están en juego, la dilatación puede detenerse haciéndose necesaria la intervención rápida del equipo médico, el parto puede representar las fantasías de castración proyectadas específicamente en la episiotomía[1]. A la vez, se revive el propio nacimiento, aparece con intensidad la angustia frente al cambio, a lo nuevo, a ese ser tan conocido en un nivel y tan desconocido en otro que irrumpe en el equilibrio de la pareja y de la familia, puede aparecer el temor a la separación que no es únicamente el de “estoy perdiendo a mi hijo” sino también el de “el niño me está perdiendo a mi” (Ashworth, 1997).
Desde el sexto mes de gestación, Maite hablaba de estas angustias y las ilustra de la siguiente manera cuando dice: “no quiero ni pensar en ese día, me angustia mucho el sólo hecho de pensarlo, he visto información en internet del parto y le paso rápido, no quiero llegar a ese día, me da miedo estar sola en ese momento, quisiera que estuviera alguien… que me diga que todo va a salir bien, alguien como Sergio o como mi mamá pero sin molestarme”.
La actitud de la mujer durante el parto será determinada por su capacidad, por el grado en que se haya preparado durante el último periodo del embarazo, para el trauma de la separación (Deutsch, 1960). La mujer durante el parto puede o no, necesitar la presencia de un círculo útil y afectivo de mujeres para vencer su temor a la muerte. Hasta hace muy poco tiempo las madres debían estar presentes en los partos de sus hijas. Participaban de las angustias de las hijas y las iniciaban en las primeras actividades de la maternidad. Esta costumbre oculta la necesidad psicológica profunda de la mujer de la reconciliación completa con su madre, para poder ser una mujer maternal (Saludjian, 1981).
Ha sido una experiencia muy enriquecedora tener a Maite en tratamiento, me ha permitido entre otras cosas, construir un puente entre mi compresión teórica y la práctica clínica.
Cierro con esta cita de Ashworth “La mujer participa en la creación, por ello está dividida. El disfrute, el goce en el momento del amor la constituye en una, momentáneamente, pero a la vez una la hace otra, la separa de su propia “madre”. Esto está ligado al conocimiento que le trae tener su propio hijo, donde pasa por su propia y mortal división”.
Muchas gracias por su atención.
 
Bibliografía

  • Ashworth, M. C. (1997). El cuerpo femenino. Una lectura psicoanalítica. Recuperado el 17 de Julio de 2016 de http://www.kalathos.com/oct2000/psicologia/ashworth/ashworth.html.
  • Deutsch, H. (1960). La psicología de la mujer. (Cuarta ed., Vol. Segunda parte). Buenos Aires: Losada.
  • Freud, S. (1916). Conferencias de introducción al psicoanálisis. En S. Freud, Obras Completas. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Hidalgo Hinojosa, S. K. (2007). Erotismo, intimidad y amor. En S. K. Hidalgo Hinojosa, Erotismo, intimidad y amor (págs. 55-73). México: ETM.
  • Kohut, H. (1977). Análisis del self. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Langer, M. (1976). Maternidad y sexo. Buenos Aires: Paidós.
  • McDougall, J. (1989). Teatros del cuerpo. Barcelona: Yebenes.
  • Real Academia Española. (2016) Diccionario de la lengua española (22. ed.). Consultado         en http://www.ree.es/ree.html
  • Saludjian, D. (1981). Aportes al analisis del la sexualidad femenina. Sobre el valor de la maternidad y belleza en el aparato psiquico. Revista de Psicoanalisis, 671-694.
  • Segal, H. (1965). Introducción a la obra de Melani Klein. Buenos Aires: Paídos.
  • Winicott, D. (1993). Realidad y Juego. Barcelona: Gedisa.

 
[1] Del lat. cient. episiotomia, y este del gr. ἐπίσιον epísion ‘pubis’ y -τομία -tomía ‘-tomía’. Med. Incisión quirúrgica en la vulva que se practica en ciertos partos para facilitar la salida del  feto y evitar desgarros en el perineo.
 
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