Laura Jasso 

“Las palabras de una hija, los dibujos de una mujer, 

las esculturas de una madre, los escritos de una paciente.”

-Larrat Smith, Philip (2011)

Louise Bourgeois (1911- 2010), fue una reconocida artista francesa nacionalizada estadounidense con más de ocho décadas de producción artística.

La obra de Bourgeois está plagada por sus contenidos inconscientes y, a pesar de que resulta muy atractivo, no pretendo hacer una lectura psicoanalítica de los significantes que circulan en ella. Sino entender lo ominoso representado en su producción artística – su síntoma-, para ello, considero importante hacer un recuento de su vida personal, incluyendo memorias infantiles. 

Louise Joséphine Bourgeois nació el 25 de diciembre de 1911 en París, siendo la tercera de cuatro hijos. Al estallar la primera guerra mundial en 1914, su padre y su hermano mayor sirvieron a su país enlistándose en el ejército. Pasados algunos meses, su hermano perdió la vida. Dos años más tarde, el padre es internado en un hospital pues recibió heridas de guerra. Louise relata que cuando ella y su familia visitaron al padre, este estaba siendo atendido por enfermeras y dicha escena despertó los celos de su madre.

Desde pequeña tuvo una relación ambivalente con su padre. Narra que cuando tenía 8 años tuvo su primera aproximación a la escultura. “Cogí un pedazo de pan blanco, lo mezclé con saliva y moldeé una figura de mi padre. Cuando estaba hecha la figura empecé a amputarle los miembros con un cuchillo” (Bourgeois citada en Domínguez, 2011) Después, devoró los miembros amputados. Este acontecimiento fue posteriormente usado y repetido en una de sus obras más emblemáticas; La destrucción del padre (1974). Pero llegaremos ahí más adelante. 

Sus padres eran dueños de una galería especializada en tapices, creció rodeada de telas, hilos y tejidos. Desde niña observó a su madre tejer ágilmente, como una araña. 

En 1917, su madre contrajo la fiebre española y nunca se recuperó enteramente. Desde entonces y hasta su muerte, Louise vio por su salud. Cuando terminó la guerra y la familia se reunió, el padre trajo consigo a Sadie Gordon, quien era únicamente 6 años mayor que Louise y tenía como propósito ser la maestra de inglés y niñera de los hijos. Sadie vivió en la casa familiar por 10 años, y se sabe que mantuvo una relación con el padre de Louise, inclusive compartieron habitación. A pesar de que la madre estaba al tanto de dicha relación, prefirió ignorarlo. No obstante, le ordenaba a su hija que vigilara sus encuentros.  Dichas memorias fueron almacenadas en múltiples diarios infantiles. “Fui traicionada no solamente por mi padre, maldición, también por ella (Sadie). Fui doblemente traicionada (…) Madre, tú me utilizabas para saber los pasos de tu marido. A eso se le llama abuso infantil”.  (Bourgeois citada en Wye, 2017)

Una infancia atravesada por la guerra, la enfermedad, la muerte, la traición, los celos, la ira. Una infancia atravesada por la angustia. 

En 1932, cuando Louise tenía 21 años, su madre murió dejando un dolor irreparable. Se encontraba estudiando matemáticas y es con la muerte de la madre que se decide abandonar la universidad para ingresar al instituto de arte. Años más tarde, conoce a Robert Goldwater, un historiador de arte estadounidense con quien contrajo matrimonio tres semanas después. Se mudó a Nueva York en donde vivió el resto de su vida y se siguió desarrollando profesionalmente.

En 1951, su padre murió en París lo que significó una gran pérdida a pesar de la difícil relación entre ambos. Cesó su producción artística por un tiempo y comenzó un proceso analítico que fue intermitente hasta 1985, cuando su analista muere. “Las conexiones que hago en mi obra son conexiones a las que no puedo enfrentarme. En realidad, son conexiones inconscientes. El artista tiene el privilegio de estar en contacto con su inconsciente, lo cual supone un verdadero don” (Bourgeois, 2002).  

No puedo dejar de pensar en una sensación que tuve muchos años atrás al estar frente a la obra de la artista.  Cabe aclarar que en ese entonces me encontraba iniciando la licenciatura en psicología, estaba lejos de tener una comprensión de la teoría psicoanalítica. Sin embargo, recuerdo sentir una incómoda fascinación, una parte de mí rechazaba las instalaciones mientras que por otro lado me sentía íntimamente atraída. 

Freud (1919) denominó como Heimlich (ominoso) como lo familiar, lo conocido, lo doméstico. No obstante, en su recorrido para hacer una definición de la palabra, encontró que la misma engloba también el significado antónimo: lo angustiante, lo perteneciente al orden de lo terrorífico, lo siniestro, en el uso coloquial de la palabra.  Por lo tanto, lo ominoso es una variedad de lo terrorífico que se remonta a lo conocido y a lo familiar desde hace mucho tiempo. 

Freud agrega el prefijo un aludiendo a la represión, por lo que entendemos que lo unheimlich es aquello que estaba destinado a permanecer oculto, pero ha salido a la luz. Entonces, la sensación ominosa es aquella que se genera cuando algo que pertenece a lo familiar, genera una sensación terrorífica pues devela que hay una parte que se escapa de la consciencia y que atenta contra el yo. 

La obra de Bourgeois está repleta de restos infantiles, de fantasías y de conflictos intrapsíquicos propios de los mismos espectadores. Sin embargo, son conflictos que han sido censurados por el proceso de represión. Pareciera que las piezas que a continuación describiré escapan de la censura y ponen en manifiesto deseos propios de estadios tempranos. Me centraré en tres piezas; Maman (1999) que representa la figura de la madre, La destrucción del padre (1974), cuyo título invita a pensar por dónde va la cosa y Celdas: La última subida (2008).

Mamá (1999) 

La pieza consiste en una estructura de bronce, mármol y acero inoxidable de más de 10 metros de altura. Es una de las obras más emblemáticas de la artista y cuando esta toca una ciudad, se hace notar. Tal fue el caso de la ciudad de México en el 2014, cuando se expuso en la explanada del Palacio de Bellas Artes. Es una araña que tiene extremidades muy articuladas y angulosas y que por su propio diseño es transitable, los espectadores pueden caminar por debajo y la intención es que lo hagan. 

Precisamente el tamaño monumental, el diseño en sí mismo y la invitación a que sea transitada, empiezan a jugar guiños de una experiencia en la dimensión de lo ominoso. Verla de lejos supone una imagen terrorífica, sin embargo, al acercarte puedes observar que protege a sus huevecillos en la parte inferior de su vientre. Justamente la presencia de los huevos acentúa la dimensión orgánica de la escultura. Entonces, la araña que en un inicio supuso terror, es entendida también como una madre que protege y, por ende, es vulnerable. 

La destrucción del padre (1974)

Se trata de una instalación hecha de látex, yeso, madera, tela y luz roja. Invita al espectador a transitar por un cuarto lleno de elementos grotescos que inevitablemente son reconocibles de la vida doméstica como una mesa cubierta por un mantel de látex. Dicho tránsito produce extrañamiento y se convierte en una experiencia invasiva para el espectador. Ya que la escena también está cargada de figuras que nos remiten a la satisfacción de las fantasías parricidas y al acto de canibalismo. 

Indiscutiblemente me lleva a pensar en el banquete totémico en donde se mata al padre pues se le odia y envidia para luego incorporarlo en un intento de recuperarlo. 

La luz roja da la apariencia de que el cuarto está cubierto de sangre. Nuevamente, la artista no necesita aclararlo pues el entorno en sí mismo lo reafirma. Alrededor de la mesa encontramos figuras que podrían simular senos, penes e inclusive los dientes con los que será devorado el animal totémico.  

La última subida (2008) 

El 1986 Louise Bourgeois inició una serie titulada “Celdas”, misma que se compuso de 60 obras únicas. La artista rescató las diferentes connotaciones de la palabra “Cell” en inglés, ya que esta se refiere tanto a las células biológicas como a las celdas carcelarias, en otras palabras, vida y encierro.  Esta serie está repleta de referencias autobiográficas pues se componen de hilos, agujas y telas que nos remiten al negocio de sus padres. También se encuentran llenas de elementos correspondientes a la vida íntima de la artista.  Estar frente a una de las celdas da la sensación de un acto de voyerismo. 

La obra “La última subida” se trata de una estructura de acero, vidrio, goma, hilo y madera con dimensiones que sobrepasan los tres metros cúbicos. En su interior podemos observar una escalera en forma de espiral que asciende hacia ningún lado, dicha escalera se encontraba originalmente en su estudio de Brooklyn, ella tomó este elemento y lo incorporó en su obra. En otras piezas también incorpora las espirales, por lo que es sabido que, para ella, una espiral es un intento de controlar el caos, aunque siempre se corre el riesgo de que salga de control. 

Otros elementos importantes en la escultura son las esferas azules que parecen flotar. El color, según la artista, está relacionado a la paz, la huida y la tranquilidad. Las esferas en el suelo representan el cuerpo femenino y masculino y, por último, la gota azul claro que se encuentra en el centro de la pieza, está amarrada a decenas de hilos que se conectan a las paredes de la celda, lo cual nos permite pensar nuevamente en elementos que señalan a su madre. A decir de la artista, la gota es un autorretrato. 

No perdamos de vista que esta obra fue realizada cuando Bourgeois tenía 97 años, si bien trabajó hasta su última semana de vida, me atrevo a pensar que los elementos que aquí representa están más elaborados que en las anteriormente expuestas. 

Definitivamente resultaría un ejercicio muy enriquecedor la revisión de diferentes obras de la artista, y no me cierro a la posibilidad de abordarlo en otro momento. 

Existen elementos psíquicos en su obra que son explícitos: la conflictiva edípica, la oralidad, el sadismo, la castración, la sexualidad, el vacío, el miedo, las pulsiones. Sin embargo, me quedo con la sensación que entre más explícita la encuentro, mayor es el desconocimiento frente al contenido de su obra. En palabras de Sara Fernández (2014) “la obra nos deja como espectadores ingenuos, enfrentarnos a ella es desestabilizarnos y tener que soportar que todos los símbolos están cargados de la opacidad suficiente para que gane el desconocimiento a una compresión sabia sobre lo que produce una artista como Bourgeois”. Es enfrentarnos a lo inconsciente, a lo no dicho. Es reconocer y enfrentar los recuerdos encubridores, la ausencia y la presencia. 

A mi parecer, la obra de Bourgeois supone en sí misma una experiencia ominosa pues devela aquello que debió de permanecer reprimido, aquellos simbolismos crudos que al estar en contacto con ellos dan una sensación de angustia e inquietud. Implica enfrentarse a reminiscencias infantiles y ser testigo de la puesta en escena de fantasías que suelen permanecer en lo inconsciente.  

He dejado en claro la sensación que produce a los demás la obra de la artista, sin embargo, es inevitable que surjan cuestionamientos que no sé si seré capaz de resolver en esta ocasión. Me pregunto si su obra, sobre todo hacia el final de su vida, representaban la misma sensación siniestra para ella. Me pregunto si treinta años de análisis bastaron para que comprendiera sus fantasías agresivas y tuviera la capacidad de exteriorizarlas una vez elaboradas. Me pregunto también si el análisis tiene esos alcances, o si siempre resultará terrorífico enfrentarnos a nuestros deseos más primitivos. Claro está que estos cuestionamientos competen al diván y al espacio analítico y se escapan de las intenciones y alcances de este trabajo. 

Bibliografía: 

  • Bourgeois, L. (2002). Destrucción del padre/Reconstrucción del padre. Madrid: Síntesis. 
  • Domínguez, M. E. (2011, abril). Hacerse escultora, construirse un padre. Consideraciones en torno de la obra de Louise Bourgeois. Aesthethika. Recuperado de https://www.aesthethika.org/Hacerse-escultora-construirse-un
  • Fernández, S. (abril de 2014). Entrevista a Sara Fernández sobre Louise Bourgeois [Video]. Museo del Palacio de Bellas Artes. https://www.youtube.com/watch?v=lV2bCo7iYbE
  • Freud, S. (1919) Lo ominoso. Obras Completas. Argentina: Amorrortu. Tomo XVII.
  • Wye, D. (2017). Louise Bourgeois: An Unfolding Portrait. Nueva York: The Museum of Modern Art.