Marcela Castellanos 

Jorge Alemán, psicoanalista y escritor argentino, se pregunta a partir del conocimiento psicoanalítico si ¿es verdad que la política cambia tanto la realidad humana o, más bien es ésta sólo una irrupción que se genera en la superficie y cada tanto tiempo, y donde finalmente todo se vuelve a restablecer en el mismo sitio?  Al día de hoy, el psicoanálisis parece seguir siendo un gran marco teórico para entender y explicar, más allá de las transformaciones sociales, los procesos de inercia social. Nos da la posibilidad de explicar por qué las cosas no cambian o, al menos, tan fácilmente. Freud, en 1920, hace coincidir las ideas más importantes del psicoanálisis con un pensamiento político nuevo, dando lugar al conocido dictamen freudiano: gobernar, educar y psicoanalizar son tareas imposibles (2018). 

Para fines de este texto, me centraré en las ideas de Alemán para entender mejor los efectos de las malas noticias del psicoanálisis sobre las propuestas alternativas de gobernabilidad que quieren, o al menos intentan, que emerjan verdaderas diferencias entre todos y que esas diferencias no tengan que estar determinadas en su totalidad por la estructura de los mercados capitalistas. Sin embargo, a pesar de esto, siguen fracasando, y porque las noticias de Freud nos vienen a decir que esto no es tan sencillo como podría parecer, refiriéndose a que las identidades no pueden ser totales, que somos seres en falta y que tendemos a regresar siempre al mismo lugar por la compulsión a la repetición.

Comencemos aclarando una de las noticias más importantes: en su artículo Más allá del principio del placer, Freud vuelve a elaborar aquel postulado a partir del cual sustenta su teoría sobre el funcionamiento del aparato psíquico: el principio de placer. Era, hasta ese momento, el principio del placer, lo que regulaba los procesos psíquicos. Aisenstein (2014), nos recuerda que se creía que era el guardián de la vida psíquica. El placer se oponía al displacer, entendiéndose este último, como la tensión, retención y excitación. Su tarea era justamente reducir estas experiencias anímicas; llegar a la homeostasis. Años más tarde, en Más allá del principio del placer se atreve a abordar el enigma de la auto-destructividad (pg. 224)

Es entonces, en 1924, que Freud se permite pensar el enigma detrás de la idea del desvío de la pulsión reparando en la auto destructividad que encontraba en el origen de la compulsión a la repetición. Además, explica también que es en la intrincación pulsional, fusión entre la líbido y la pulsión de muerte, que ocurre un fenómeno interesante: la líbido tiene la moción de ligar, de investir al objeto, y la pulsión de muerte de desligar, con la intención de evitar la colusión y dar paso al deseo. Es decir, con palabras de Marillia Aisenstein (2014) es en esta capacidad dual de ligar y desligar que emerge el deseo y a través de la cual surge también el masoquismo erógeno: la capacidad dual de intrincación y des intrincación del propio cuerpo, el cual es el testigo y la huella de la noción fundamental de intrincación pulsional de la que Freud habla en más allá del principio de placerY es a partir de esta noción que se da pie a la comprensión de una investidura masoquista del displacer (pg. 225)

En fin, todo esto para concluir que en la estructura del deseo está la repetición inconsciente de contenidos que más allá de producir placer, nos causan dolor. En aquel momento Freud se preguntaba ¿qué es lo que nos lleva a repetir algo que nos produce dolor? Y es que, en el fondo de toda la organización psíquica, habita la muerte. En destinos de la pulsión, Freud da cuenta de que el ser humano se vuelve contra sí mismo, y además, sin pretender encontrar cura a aquello que le genera malestar. Y, entonces, ya no sólo aparece la escisión entre el consciente y el inconsciente, situación a la que me refería anteriormente con la idea de que somos sujetos divididos, sino que el ser humano se afirma y se construye también en su propia actividad destructiva (García, 2013).

Alemán (2018), explica que esta formulación política de Freud que se encontró con el escenario moderno se puede formular también de la siguiente manera: 

La ley no es aquello que pretender ser, ni la instancia del superyó, ni el imperativo categórico, ni el heredero del complejo de edipo, sea cual sea la nobleza simbólica con la que se presente, sino que mantiene una relación estructural con la pulsión de muerte. A partir de ahí, queda definitivamente reconstruida la oposición entre un poder para conquistar su libertad, o en otra variante, la idea de que un poder despótico y extraño impide la expresión de una pulsión intrínsecamente creativa y libre. Este conocido desmantelamiento de los ideales modernos que intentaban oponer la ley a la pulsión deja lugar al campo de la “ambivalencia”, pues ésta es ahora la máquina teórica que muestra la secreta complicidad entre los términos que se pretenden oponer.  Porque la ambivalencia, al colonizar todos los ámbitos de la experiencia humana, puede hacer caer a los opresores pero nunca a la opresión (Alemán, 2018, pg. 18). 

Con esto dicho podría entenderse por qué la revolución no sólo no ha sido un proceso que retorna al mismo lugar del que quiera liberarse, sino que ha sido también una vía para instaurar un nuevo amo. Menciona el autor que, en algunos casos, tal vez más feroz y muestra cómo detrás del amor puede ocultarse la muerte, pero también la hostilidad puede ocultar una entrega amorosa hacia aquello que se odia. Un proceso ambivalente entre los deseos de libertad y de opresión. Alemán nos ofrece dos claros ejemplo de esto: la homosexualidad en las revoluciones socialistas, expresión del deseo que se veía como una desviación ideológica que se salía de la posibilidad de uniformar, y es entonces cuando aparecen la “malas noticias” que toca desintoxicar a los sujetos, transformarlos y reeducarlos. En el caso de la Unión Soviética, había que reeducarlos, así como a cualquier singularidad que no estuviera reconocida por el programa liberador del movimiento, y a pesar de que parecería que esto fuera algo de aquel momento, el segundo ejemplo que nos pone sobre la mesa, concreto y actual, es el malestar que expresan algunas posturas feministas cuando en el imaginario de deseos sexuales de las mujeres surgen expresiones de dominación-sumisión, manifestando que ahí hay vestigios del patriarcado. 

Y es aquí que el recordatorio de las malas noticias de Freud es sumamente importante para pensar en una propuesta alterna a lo que hasta ahora se ha planteado. Ninguna propuesta va a funcionar si no considera lo ya mencionado anteriormente:  no hay nunca una identidad plena y  podemos aspirar nunca a la constitución de un sujeto idéntico a sí mismo. Y la pregunta fundamental es: cómo conquistamos entonces una verdadera emancipación dentro de un sistema que absorbe vorazmente; un sistema que parece no tener fin y, no sólo eso, que da testimonio de que cada crisis sigue funcionando para reproducirlo. 

Me pregunto cómo ir más allá de esos actos que el autor nombra instituyentes, y que en su momento irrumpen con fuerza tratando de penetrar en el sistema, pero que finalmente quedan capturados bajo las lógicas institucionales neoliberales. No hay que olvidar que las fuerzas emancipadoras también se producen en medio de ese sistema, por eso las puede capturar y porque es un sistema sumamente flexible, es un poder y una fuerza, pero no solo externa, sino interna también, y que se sirve de las contradicciones. Es por eso que toca preguntarse seria y profundamente qué se puede hacer efectivamente para resistir y no dejarse llevar por la lógica del sistema.  La respuesta, para el autor, está en dar cuenta de un tipo de colectividad que no sea un insulto a la manera en que cada sujeto está constituido y pasar entonces de la revolución a la emancipación, empezando por nuestra propia emancipación, pero nos lleva a reconocer que el desafío es que toca hacerlo en el interior del mismo sistema. 

Es importante considerar que ninguna fuerza política actual ha podido combatir con el neoliberalismo porque parece que aún está por emerger el sujeto que las encarne, y nuestra tarea es justamente esa: no nos queda más que ir construyendo a ese sujeto, a ese sujeto que pueda, desde su propio proceso personal y comunitario de emancipación generar tensión o al menos habitar un lugar que haga frente a ese anhelo del capitalismo de alterar y producir a los sujetos. La propuesta a la que nos invita es poder habitar un campo de experiencias en el que el capitalismo no tenga tanto lugar: “Un campo que eventualmente permita diferenciar el deseo, como una causa que insiste, del sujeto atrapado y siervo, como “consumidor consumido de la lógica neoliberal. Porque sólo así se abre la posibilidad de la emancipación, donde el deseo, el amor, el goce, el saber y la verdad, no queden irremediablemente subsumidos ni apropiados por la lógica del capital” (Alemán, 2018, pg.30).

Considero que es solo a través de las prácticas de lo comunitario que se puede permitir el advenimiento de un sujeto que efectivamente no quede tan oprimido por estas fuerzas. Un sujeto que no se construya a partir de las leyes del sistema, sino a partir de las prácticas de lo común: los cuidados entre comunidad, el cuidado como un acto de resistencia, porque es la contraparte la que el mercado nos obliga a vivir frente a la colaboración, lo colectivo y la diferencia, pero necesitamos conquistar una suficiente libertad que nos dé para ello.

Para profundizar en esto me gustaría poder abordar la idea de Winnicott (1950) sobre la libertad, a partir de su texto titulado “Sobre la idea de libertad”, fusión de dos trabajos del autor alrededor de 1969: “The maturational processes and the facilitating environment”, (Londres, Hogarth Press, 1965) y “Transitional objects and transitional phenomena” (1967).

La experiencia de libertad, acorde con el autor, es la posibilidad de hacerle frente a aquellos factores ambientales que esterilizan o destruyen la creatividad de un individuo al inducir en él un estado de desesperanza y repetición. La ausencia de libertad se refiere, para él, a la crueldad, que implican tanto las restricciones físicas como la aniquilación de la existencia personal mediante la dominación. Aunque puede dar cuenta que, a lo largo de eventos desesperanzadores, las personas han sostenido un sentimiento de libertad, incluso mayor, cuando se hallaban sometidas a situaciones de privación y marginación. Dice Winnicott: “No son los muros de piedra lo que hace una prisión, ni los barrotes de hierro lo que hace una jaula” (Winnicott, 1969, párrafo 4). Además, hace énfasis en que las personas que gozan de una buena salud psiquiátrica, su sentimiento de libertad no depende enteramente de una actitud provocada por el ambiente. Incluso la gente que no la posee puede tener mucho miedo cuando la obtiene. Y esto se podría explicar a partir de lo ya mencionado anteriormente: no sólo no gozamos en el dolor, sino que además necesitamos amos que sustituyan al padre. Acorde con Alemán (2018), el capitalismo probará con distintos tipos de amos que tienen en común, el hacer emerger la pulsión de muerte y su pasión de matar al vulnerable.  

Winnicott (1950), desde una mirada esperanzadora, nos dice que la mayor parte del tiempo tenemos el sentimiento de que podemos elegir libremente y que podemos volver a crear incluso a partir del dolor, la pérdida, y los intentos de dominación, pero que eso se va a lograr en la medida en la que vayamos habitando la ambivalencia; creando nuevas realidades a partir de ese habitar la vida y la muerte. Sostener las paradojas. Él equipara la experiencia contraria a la libertad, que yo nombraría opresión, a la experiencia de dolor en el trastorno psiquiátrico, y una persona que padece una enfermedad psiquiátrica puede sentirse más encerrada en la enfermedad que otra que está realmente recluida en una cárcel; su capacidad creativa queda inhibida. 

Por otro lado, para Winnicott (1969), la base de las defensas que se organizan en la personalidad toma diversas formas. Desde el campo  clínico, explica que las defensas son una parte esencial de la estructura psíquica, y sin estas sólo habría un tremendo caos. Además, agrega que en la salud psiquiátrica la organización de defensas es flexible, y en los trastornos mentales las defensas son rígidas. La libertad, es entonces comparada con una capacidad de jugar y ser flexibles dentro del espacio de la organización defensiva, y en el  otro extremo no hay ningún espacio de maniobra; solo aburrimiento y muerte. 

Finalmente,  nos confirma el desafío a la teoría psicoanalítica: la tendencia social de creer que las personas que gozan de su libertad están incitando a la sociedad a adoptar medidas  rígidas que a la larga podrían conducir a una dictadura (Winnicott, 1950, párrafo 12).

Es esta experiencia de libertad, fundamental para construir prácticas emancipadoras y de resistencia frente a la inercia social. El dispositivo psicoanalítico de trabajo nos ofrece la posibilidad de acompañar los procesos de toma de consciencia de las personas, y abrir un espacio en el que, a través de la interpretación, no solo se de cuenta qué hay detrás del síntoma, sino que, además, se creen nuevos significados. Una nueva lengua que nos lleve a hacerle frente a las lógicas de poder, reproducción y opresión. Y tal vez del mismo vacío del que se sirve el capitalismo, es posible buscar otras opciones éticas. El vacío, de alguna manera, puede ser también un motivador para tratar de salirse de lo que nos imponen. En este sentido, el vacío como mala noticia se volverá buena noticia para la sociedad.

Será menester nunca dejar de poner estas preguntas, que sugiere Alemán (2018), en nuestro horizonte y a través de nuestro quehacer psicoanalítico: ¿en qué momento la vida de uno va quedando apropiada por las lógicas del capital? y ¿en qué momento podemos sentir la vida sin que precisamente eso forme parte de los distintos territorios promovidos por el capital? 

Bibliografía

  • Aisenstein. (2014). El dolor y sus enigmas. Ciudad de México, México: Paradiso Editores.
  • Alemán, J. (2018). Capitalismo, crimen perfecto o emancipación, Barcelona: NEE, S.L
  • Freud S. (1920-1922). Obras completas. Más allá del placer. Buenos Aires, Amorrortu Editores.
  • Freud S. (1920-1922). Obras completas. Pulsiones y destinos de pulsión. Buenos Aires, Amorrortu Editores.
  • García, J. (2013). Análisis del concepto de deseo en Platón, Freud, y Lacan frente a la crisis del sujeto contemporáneo. (Tesis doctoral, Universidad de Barcelona). Repositorio institucional de la Universidad de Barcelona: https://www.tdx.cat/bitstream/handle/10803/130921/FJGC_TESIS.pdf
  • Winnicott (1965). The Maturational Process and the Facilitating Environment. London, Hogarth Press and the Institute of Psycho-Analysis.
  • Winnicott (1966): Los elementos masculinos y femeninos escindidos que se encuentran en hombres y mujeres en la clínica: inferencias teóricas. Cáp. 5. Realidad y juego 1972 Buenos Aires, Granica). 
  • Winnicott, D. (1969). Obras completas. Biblioteca de psicoanálisis. www. biblioteca de psicoanalisis.org.ar/ winnicott. Psikolibro, Pág. 1095