no-description-1178440Por: Alejandro Silva
Este trabajo está basado en el libro de Piera Castoriadis Aulagnier titulado “La violencia de la interpretación: Del pictograma al enunciado”. El interés por la revisión de este material, y la elaboración de un trabajo teórico acerca de este tema surge por un lado, gracias a mi interés por el psicoanálisis francés, y por el otro, debido a que mientras preparaba mi trabajo sobre las Selfies para el Congreso del año pasado, mi supervisora me sugirió revisar este libro para profundizar sobre la problemática de la identificación con el deseo de otros.
En su momento, no pude dedicar el tiempo que hubiera deseado a la revisión del texto mencionado, pero la breve lectura de sus primeros capítulos dejó una honda impresión en mí, generando la curiosidad e interés por revisarlo más detalladamente en el futuro. Para los fines del presente trabajo, centraré el estudio en la definición de la violencia de la interpretación.
Piera Aulagnier nació en Milán en 1923, creció en Egipto y posteriormente estudió medicina en Francia hacia los años 50´s, especializándose como psiquiatra. Los apellidos Aulagnier y Castoriadis los debe a sus dos matrimonios, el segundo de ellos con Cornelius Castoriadis, escritor, filósofo y psicoanalista con quien trabajó y escribió muchos de sus textos e investigaciones.
Siendo psiquiatra en Francia a mediados del siglo pasado, recibió gran influencia en su pensamiento de Jaques Lacan, de hecho él fue su analista entre 1955 y 1961. Sin embargo, fue parte de la escisión de la Escuela Freudiana de París en 1968, junto con algunos colegas fundó el Quatrieme Groupe (Cuarto Grupo) y dirigió la revista “Topique” hasta su muerte en 1990. Fue en 1975 que publicó su libro “La violencia de la interpretación”.
El trabajo de Aulagnier parte de su experiencia trabajando con pacientes psicóticos, al encontrar dificultades repetidamente en el trabajo con estos, se planteó la necesidad de reformular su modelo metapsicológico para poder acceder al análisis del discurso psicótico. Tratando de explicar la psicosis como una forma de discurso, y sus expresiones como un producto de cierto tipo de funcionamiento específico, Piera Aulagnier desarrolló un modelo psicoanalítico bastante sistematizado sobre la psique, su funcionamiento, sus productos y su origen.
En el marco de sus ideas, la autora no está de acuerdo en concebir la psicosis como un déficit, o un menos (en moins), es decir definida desde sus carencias respecto a una norma, o a lo que sería esperado de la relación del sujeto con la realidad. Tampoco por la presencia o ausencia de mecanismos de defensa específicos, o la continuación de un tipo de funcionamiento o relación específico de una primera fase del desarrollo psíquico. Para ella, estas visiones dicen poco o nada acerca del suplemento, del más (en-plus) que da testimonio la creación psicótica, el delirio o la alucinación, además del efecto que esto tiene en la psique del analista.
Para que el encuentro con el psicótico pueda ser positivo para él, y no una pura violencia ejercida en nombre de un saber supuesto, se debe reconocer que ambos discursos se encuentran en una estricta relación de analogía. La psicosis cuestiona el patrimonio común de certeza, la vivencia subjetiva de ambos no es compartida, no hay una presuposición compartida, lo que hace que el discurso tanto de uno como del otro sea igualmente cuestionable y carente de toda certeza.
Para comprender el concepto de violencia que propone la autora debemos introducir un poco más acerca de su manera de entender el funcionamiento psíquico. En primer lugar, pone especial énfasis en la actividad de representación. Utiliza el término de metabolización para ilustrarlo, la define como la función mediante la que se rechaza un elemento heterogéneo, o inversamente, se lo transforma en un material que se convierte en homogéneo a él. Lo que la psique rechaza o transforma son elementos de información.
Según su teoría, existen 3 modos de funcionamiento o procesos de metabolización: el proceso originario, el proceso primario y el proceso secundario. Para cada uno de estos procesos existe un producto, un espacio y una instancia propia. La siguiente tabla presenta esta organización:
 

  Proceso Originario Proceso Primario Proceso Secundario
Producto Pictograma Representación fantaseada o fantasía. Representación idéica o enunciado.
Espacio Espacio originario Espacio primario Espacio secundario
 
Instancia Representante Fantaseante Yo (Je)
 

 
Los tres procesos se suceden temporalmente debido a que a la psique se le impone la necesidad de conocer una propiedad del objeto exterior a sí misma, propiedad que el proceso anterior estaba obligado a ignorar. Sin embargo, una vez establecido un proceso, este nunca es silenciado, es decir que actúan simultáneamente.
Debido a que la función de metabolizar implica volver homogéneo lo que era heterogéneo, la consecuencia es que en la realidad psíquica existente de cada sistema, sólo puede existir una representación del objeto que ha sido transformada y mantiene una relación de identidad con la instancia que la representó. Dicho de otro modo, en palabras de la autora “cada sistema debe representar al objeto de modo tal que su `estructura molecular´ se convierta en idéntica a la del representante.
Por ejemplo, así se entiende en la corriente de pensamiento psicoanalítico francés que el Yo no es más que un saber del Yo sobre el Yo. Dicho de otra manera, el trabajo del Yo es representar una imagen del mundo que lo rodea, y de cuya existencia sólo recibe la información que es coherente con su propia estructura, es decir que pueda insertarse en un esquema relacional acorde con el que le es propio al Yo. La consecuencia de esto es que la forma en que el objeto es representado por el Yo (el enunciado) habla más de las características propias del Yo, que de las características propias del objeto. Es en este sentido que se advierte que debemos renunciar a la ilusión de una concordancia exhaustiva entre el discurso psicoanalítico y el objeto psique que estudia.
Una tendencia característica de la psique es preservar o reencontrar una experiencia de placer, esta se refiere al afecto que resulta cada vez que un sistema psíquico ha podido realizar su meta de metabolizar o representar al objeto para que sus características sean susceptibles de informar (libidinalmente) a la psique sobre sus propiedades. La posibilidad de experimentar placer es consecuencia tanto de la evolución del sistema perceptual, como de la vida misma, que transcurre a través de situaciones de encuentro con objetos.
Según esta perspectiva, es la situación de encuentro y la representación de este encuentro lo que origina el aparato psíquico como tal, en palabras de la autora: “La psique está sumergida desde un primer momento en un espacio que le es heterogéneo, cuyos efectos padece de forma continua e inmediata. De hecho es a través de la representación de estos efectos que la psique puede formar una representación de sí misma y que es ese el hecho originario que pone en marcha a la actividad psíquica”.
¿Qué características debe tener un encuentro con el objeto que desencadene e inaugure la misma actividad psíquica de la representación? La experiencia de encuentro confronta a la psique con un exceso de información, es decir con un exceso de excitación, exceso de sentido, exceso de frustración, pero también exceso de gratificación y exceso de protección. El primer encuentro, pero también los sucesivos, producen un efecto de anticipación, es decir que confrontan a la psique con una experiencia, un discurso, y una realidad que se anticipan a sus posibilidades de respuesta y de metabolización.
El discurso materno ejerce una violencia primaria. Las palabras y los actos de la madre se anticipan a lo que el bebé puede conocer de ellos, la actividad psíquica del bebé se ve confrontada con las producciones de la psique materna, y deberá formar una representación de sí misma a partir de los efectos de ese encentro.
“El momento en que la boca encuentra el pecho, encuentra y traga un primer sorbo del mundo. Afecto, sentido, cultura, están co-presentes y son responsables del gusto de estas primeras moléculas de leche que toma el infans: el aporte alimenticio se acompañará siempre con la absorción de un alimento psíquico que la madre interpretará como absorción de una oferta de sentido”.
El fenómeno de violencia primaria que se ejemplifica de este modo describe la violación de un espacio y una actividad psíquica que responde a leyes heterogéneas al Yo materno, objeto que irrumpe desde lo externo en el espacio psíquico infantil. Es una violencia radical que el discurso materno forje una representación idéica del “ser” infantil con la que este último se identificará desde un comienzo, quedando definitivamente precluido (forcluido) de su conocimiento.
Esta violencia refuerza una división preexistente que se origina en la escisión de los dos objetivos característicos del deseo y la pulsión, amor y odio. Sin embargo, esta acción de violencia primaria, ejercida por el Yo de otro, es una acción necesaria para permitir al sujeto el acceso al orden de lo humano, y en beneficio de la constitución futura de la instancia llamada Yo.
Por otro lado, la violencia secundaria se abre camino apoyándose en su antecesora, pero representa un exceso por lo general perjudicial y nunca necesario para el funcionamiento del Yo. En este caso la violencia se ejerce contra el Yo, ya sea por otros Yoes o por el conflicto entre el Yo y un tipo de discurso social que niega la posibilidad de todo cambio o alteración en los paradigmas por él instituidos.
Mientras la violencia primaria desencadena el pensamiento, la violencia secundaria atenta contra él. Un exceso en la violencia del deseo de la madre tiene como finalidad que la actividad de pensar, presente o futura, concuerde con un molde preestablecido por el deseo materno. Las producciones del pensamiento de la psique infantil sólo serán legitimadas en la medida en que el saber materno los declare lícitos.
 
Bibliografía.

 
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