La prohibición del placer
Autor: María de los Ángeles Figueroa

En la intimidad del consultorio de cualquier psicoanalista se escuchan las voces del sufrimiento, el dolor de sentirse inadecuado en el desempeño laboral, la dificultad para establecer relaciones interpersonales satisfactorias, la incapacidad para lograr metas o bien, una vez alcanzadas, sostener el nivel de satisfacción.

Las razones para experimentar este sufrimiento se encuentran en el mundo intrapsíquico del sujeto, donde se ubica la prohibición del placer y es nuestra labor ayudar a la persona a alcanzar el nivel de salud mental que Freud caracterizaba como la capacidad de amar y trabajar.

A través del camino terapéutico, tanto paciente como analista van en búsqueda de aquellos vestigios de historia infantil que impiden el sano desempeño, la vida plena del sujeto.

Uno de los aspectos más importantes de nuestro trabajo es la exploración del significado personal del trauma experimentado por el paciente durante su vida infantil y la resignificación que, a través del proceso analítico, logra realizar. Si bien las circunstancias varían, un elemento constante es que las personas continúan intentando construir significado y manejar psicológicamente las dificultades más profundas. Es evidente que los analistas necesitamos explorar no sólo los efectos patógenos del trauma, sino también los factores que llevan a muchas personas a ser resistentes ante sucesos terribles.

Varios de los niños maltratados logran una adaptación relativamente exitosa como adultos, mostrando el potencial resiliente de la infancia. La resiliencia puede ser un concepto funcional, pero en ocasiones el enfrentamiento adecuado tiene el costo de favorecer la vulnerabilidad emocional y comprometer el potencial de desarrollo.

Dado que los analistas y sus pacientes no podemos evitar ser parte del momento histórico, es importante ocuparse de cómo la sociedad en la que está inmerso el análisis, afecta la comprensión analítica del abuso. En algunos sectores de nuestra sociedad continúa teniéndose una actitud diferenciada ante el abuso sexual. El mensaje predominante consiste en considerar que los hombres no pueden ser víctimas de este tipo de agresiones. Esta actitud impide que el varón cuente con los mismos apoyos que tienen las mujeres; mientras que las mujeres son alentadas y contenidas por el grupo social, los varones se enfrentan al rechazo social, a la estigmatización y la pérdida de virilidad, dando como resultado la vergüenza, favoreciéndose la represión y la culpa. En esta situación a menudo el varón asume que acontecimientos como el abuso físico o sexual, conllevan un significado de auto devaluación, degradantes en grado sumo y esto dificulta la elaboración de su realidad histórica, que es una de las tareas psicoanalíticas.

En esta ocasión me interesa tratar sobre una problemática frecuente: la dificultad que algunas personas presentan para disfrutar, la prohibición que emana de su interior y que parece obligarlas a sabotear cualquier oportunidad de éxito, ya sea en el área profesional, familiar o personal. Paradesarrollar este tema hablaré sobre un paciente varón de 32 años, profesionista y de nivel socioeconómico alto, a quien llamaré Samuel.

Samuel acude a tratamiento refiriendo sentirse mal, inadecuado, para su edad nada siente haber logrado. También indica en la primera entrevista que antes había acudido con otro terapeuta, quien a su decir, le señaló que no veía ninguna razón para iniciar terapia, en su opinión solamente tenía que esforzarse más para lograr sus metas. Samuel refiere que al salir de las entrevistas se sintió peor, porque interpretó lo que le dijo este terapeuta como una critica, un regaño “en pocas palabras sentí que me dijo que si estaba así era por huevón”,contenido similar a las criticas que constantemente ha recibido en su casa.

Muchos psicoanalistas han explorado los aspectos concretos de la patogénesis del abuso infantil. Uno de los temas principales tiene que ver con el impacto de los cuidados con respecto al trauma. Paradójicamente, la tendencia a intensificar el apego como respuesta al trauma potencial que sostiene a los niños en riesgo psicológico, puede volverse en su contra, cuando la figura del apego es el origen del abuso. Entonces el niño, que se vuelve hacia el adulto abusador de forma más fuerte que nunca, está en mucho mayor peligro por las consecuencias materiales y psicológicas de este apego.

Samuel dice en relación a su vida infantil que nunca se sintió querido, se recuerda temeroso ante la posibilidad de ser regañado e incluso golpeado por faltas que a él le hubieran pasado desapercibidas. “Estando en mi cuarto, incluso ya dormido, de repente entraba mi papá y nos agarraba a golpes, insultándonos y muchas veces yo no sabía porqué”, en otras ocasiones los golpes eran a consecuencia de estar desperdiciando el tiempo: “estaba en mi cuarto, leyendo o jugando y entraban a reclamarme que no estuviera estudiando o haciendo algo de provecho”. Samuel refiere que desde entonces siempre se ha sentido intranquilo cuando está haciendo algo que disfruta, por ejemplo hablando por teléfono con algún amigo o planeando alguna actividad y, por supuesto, cuando realiza actividades auto eróticas, aunque cierre la puerta o sepa que no hay nadie en casa siempre teme que lleguen a castigarlo.

Los adultos que fueron maltratados en su infancia presentan con mayor frecuencia enfermedades psiquiatricas (típicamente desórdenes de ansiedad y depresiones), mecanismos de defensa primitivos, representaciones mentales del apego con sus padres más inseguras y un menor funcionamiento global que otros adultos quienes fueron bien tratados durante su infancia. Adicionalmente el estado de ánimo predominante es de tristeza.

Son varios los investigadores que han estudiado las consecuencias del abuso sexual infantil sobre la salud, reportando que para ambos sexos el abusador más frecuente fue una persona conocida. Los pacientes con abuso sexual reportan por lo menos un síntoma somático o emocional; se ha encontrado que en el grupo de abuso sexual es común reportar molestias de tensión muscular, problemas gastrointestinales, síntomas genitourinarios y reacciones emocionales como miedo, confusión, irritabilidad, sentimientos de culpa, ideas o conductas suicidas, deseos de venganza y conductas evasivas. Otros síntomas que pueden estar presentes son: depresión y baja autoestima.   El abuso sexual infantil constituye uno de los traumas psíquicos más intensos y sus consecuencias suelen ser destructivas para la estructuración de la personalidad. Young (1992) realizó una amplia revisión teórica sobre el abuso sexual y sus implicaciones, con respecto a algunos efectos potenciales a largo plazo, como la conformación de la identidad personal y la integridad psicológica, en los que señala la influencia del trauma en la vivencia del cuerpo, la identidad, las disociaciones, así como las repercusiones en desórdenes de la alimentación o somatizaciones.   Por otra parte, Perrone (1997) concuerda con la tesis de un ambiente relacional que predispone a situaciones de riesgo de abuso en la infancia, él identifica mecanismos psicológicos relacionales asociados al abuso sexual, que denomina “hechizo”. El hechizo consiste en la inducción a una relación de dominio por el perpetrador sobre su víctima, que anula la conciencia y sus capacidades perceptuales. Este autor plantea que el fenómeno de hechizo parece no concluir una vez que ha terminado el abuso.

De acuerdo con Glaser (1993, citado por Maida 2005) una consecuencia del abuso sexual infantil es la predisposición a ser víctimas de otros abusadores. Bentovim (1992), citado por Maida (2005) describe en los varones una disposición a “externalizar” las consecuencias de su experiencia de abuso sexual, lo que se traduce en la eventual presencia de conductas abusivas hacia otros.   En el caso de Samuel existe un marcado temor de actuar abusivamente hacia los otros, considera que los demás pueden llegar a interpretar su conducta como motivada por el deseo de abusar y prefiere no relacionarse, cuando lo hace está tan preocupado por lo que el otro espera de él, que presenta una imagen distorsionada de sí mismo, sintiendo que tiene que someterse para ser aceptado. Lo cual, por supuesto, le genera enojo y resentimiento, reforzando el sentimiento de que las interrelaciones son dañinas. Cada vez que encuentra una mujer que parece mirarlo con buenos ojos, Samuel se pone muy nervioso sin saber cómo acercarse, terminando por hacer comentarios que resultan agresivos o inadecuados. También refiere que piensa que puede resultar desagradable porque supone que mira a las mujeres de manera lúbrica, amenazante, ellas se dan cuenta de lo excitado que está y se ofenden, evitando entrar en contacto.   Otras investigaciones han estudiado la relación entre patrones interaccionales familiares y la ocurrencia de abuso sexual infantil, encontrando evidencia que familias en las que habían ocurrido situaciones de abuso sexual, mostraban una mayor tendencia a mantener sistemas de creencias rígidos, coalición parental disfuncional, incapacidad en permitir el desarrollo de autonomía en los hijos, no disponibilidad emocional de los padres que estaban más centrados en sus propias necesidades que en las de sus hijos. De acuerdo con Glaser las propias y urgentes necesidades no satisfechas de las madres competirían con las intensas demandas de sus hijos, dificultando una actitud protectora hacia ellos.   Samuel refiere que ingresó a la universidad tardíamente, porque no estaba seguro de querer estudiar una profesión y también porque al terminar la preparatoria decidió ingresar al negocio familiar. Dice que su desempeño fue bueno, logró instaurar cambios que redundaron en mejoras para la empresa; pero estos cambios siempre fueron àcremente criticados por el padre, quien no dudaba en devaluarlo enfrente de los empleados. Samuel decidió retirarse de la empresa ya empezado el trabajo analítico, al darse cuenta de que la motivación para estar allí, había sido recibir la aprobación y cercanía con el padre, objetivo que no alcanzó.   En sus relaciones interpersonales dice que siempre ha elegido a las mujeres inadecuadas, sintiéndose atraído por mujeres de nivel socioeconómico más bajo, que mantienen relaciones de pareja donde son maltratadas o bien que están viviendo el duelo por un rompimiento reciente.Samuel llegó a conscientizar que el elemento común que hace tan atractivas para él a estas mujeres, consiste en su situación de sufrientes victimas de la agresión masculina, colocándose a sí mismo como el eterno rescatador y/o receptor de la agresión transferida, resultando hasta ahora en el establecimiento de relaciones pasajeras, donde él termina por sentir que la mujer en cuestión comienza a abusar, a aprovecharse de sus recursos. Por otro lado siente que las mujeres que le son físicamente atractivas no se fijan en él. Actualmente la idea de realizarse una cirugía plástica constantemente ronda su cabeza.Al hablar acerca de lo que considera poco atractivo en su físico, se refiere a su nariz, la percibe como desviada a raíz de una pelea con su hermano mayor, aunque admite no tener molestia ni alteración funcional. Se ha trabajado sobre el significado fálico de éste órgano y la fantasía de ser poco viril, simbolizando con la desviación de la nariz el temor de estar desviado en su identidad sexual.   Algunas investigaciones sugieren que el abuso sexual en la infancia puede predisponer a la homosexualidad, especialmente en hombres.   Samuel presenta varios elementos en su historia infantil que lo hacen proclive a sentirse poco viril, recuerda que le han contado que al saberse embarazada su madre deseaba tener una hija, puesto que el primer hijo fue varón; cuando nació Samuel la madre no renunció a su deseo y durante el primer año Samuel fue vestido, peinado y tratado como niña. Por ejemplo, en las fotos familiares aparece con ricitos muy bien peinados y su hermano fue terminantemente instruido acerca de la fragilidad del niño; según recuerda Samuel su hermano constantemente lo agredía, puesto que siempre fue màs grande y fuerte. Hasta la adolescencia, cuando entró a practicar artes marciales, Samuel refiere que era como las tiras cómicas, el flaquito y débil del grupo. Una vez que obtuvo el físico que deseaba, comenzó a temer actuar su agresión; explica que al estar peleando con su hermano sintió que podría matarlo, razón por la cual habitualmente evita los enfrentamientos con éste.   Otro elemento presente en su historia temprana es la experiencia de abuso sexual por parte de su hermano. A la fecha éste es un tema muy doloroso para él. Durante el primer año de análisis Samuel evitaba consistentemente cualquier referencia al tema, señalando que eso había pasado hacía tanto tiempo que seguro ya no estaba vigente.   Siguiendo la consigna establecida por Freud (1925), cuando un paciente se esfuerza en señalarnos que algo seguro no es, nosotros debemos anular la negativa y considerar ese elemento como precisamente el más significativo.   En relación a este tema Samuel tiene una mezcla de sentimientos: se siente culpable por haber sido parte de una pareja homosexual, donde él desempeñó la función del receptor, el rol pasivo femenino, validando así el mensaje de la madre de que él debía ser mujer, así mismo considera que el haber aceptado mantener esos contactos estuvo fundamentado en la necesidad y deseo de recibir afecto, por lo que en la actualidad siente desconfianza hacia sí mismo, considerando que es capaz de cualquier cosa con tal de recibir afecto; en su opinión por eso teme relacionarse afectivamente, pues sería capaz de dejarse abusar por alguien que él sintiera afectivamente cercano. Al mismo tiempo Samuel guarda un gran resentimiento contra el hermano, a quien considera su victimario pues se aprovechó de la carencia afectiva y también contra los padres, quienes con su comportamiento agresivo y distante, favorecieron esta carencia.

Samuel refiere que siente que su afecto y deseo sexual pueden dañar a las personas, recordando que terminó una relación porque disfrutaban demasiado la vida sexual y él pensó que seguramente le estaba haciendo daño a ella. Aunque este rompimiento data de hace 4 años sólo recientemente ha podido verbalizar que probablemente lo que hizo que terminara fué su gran temor a la cercanía emocional. Para Samuel resulta más fácil funcionar como amigo cercano, hombro en el cual llorar, consolador, que como probable pareja. En relación a este tema recuerda que desde muy pequeño tomó la decisión de nunca hacer sufrir a ninguna mujer como su padre hacía sufrir a su madre.   Aquí encontramos muy claramente el factor que obliga a Samuel a sentirse atraído por un cierto y definido tipo de mujeres; recordemos, solamente le resultan atractivas aquellas mujeres con quienes puede fungir como rescatador. Este factor es la imagen internalizada de la madre, quien a pesar de ser la torturadora principal al mismo tiempo es la figura que más atracción ejerció sobre él. Ella se casó con un hombre de nivel socioeconómico por arriba del suyo, después de casada (estando embarazada) recibió el rechazo unánime de la familia de su esposo, teniendo prohibido frecuentar a su familia de origen y no siendo recibida por su familia política. Samuel recuerda que él se enfurecía contra el padre, quien no daba muestras de notar todo lo que la madre se esforzaba para hacer que estuviera bien; recuerda haber realizado en múltiples ocasiones en compañía de su madre y hermanos, el trayecto desde su casa hasta el negocio familiar, lo que implicaba usar tres transportes diferentes, con el objetivo de llevarle alimentos al padre para que no tuviera que consumir comida preparada en la calle y no haber recibido ni notado que la madre recibiera algún agradecimiento, sino que el padre insistía en que rápidamente se retiraran. En su opinión, porque el padre engañaba a su madre con empleadas del negocio.   La madre, que aceptaba pasivamente la agresión del padre, descargaba sobre los hijos su enojo, golpeándolos, gritándoles y de acuerdo con lo relatado por Samuel, negando constantemente la aprobación, encontrado siempre una razón para descartar por disfuncionales las actividades de los hijos varones. No es de extrañar que las mujeres representen para Samuel unas figuras temibles, que desean destruirlo o quitarle todo aquello de valor que pueda tener.   De cierta manera Samuel se identifica con la figura femenina, viviéndose como agresivo pasivo ysintiendo que el costo del placer es la destrucción.   A lo largo del proceso analítico hemos elaborado el significado de obtener logros y lo amenazante que le resulta el ser observado. Sobre todo, el poder tener cosas valiosas (parejas atractivas, dinero, éxitos laborales) en pocas palabras, convertirse en posible objeto de envidia, si los demás notan que disfruta lo querrán destruir, si obtiene y conserva algo valioso los demás se enojarán y lo abandonarán. Por ejemplo, al salir del negocio familiar Samuel tenía la certeza de que los padres le retirarían todos los apoyos que hasta ese momento disfrutaba, pero para su sorpresa, actualmente el padre se ha mostrado bastante apoyador y cercano, ofreciéndole ayuda de diversos calibres, desde dinero para poder tener el espacio físico de su empresa, hasta consejos relacionados con el trato a los clientes.De todas formas Samuel se siente inseguro, considera que en cualquier momento cometerá un error garrafal que lo hará perder entre otras cosas, la cartera de clientes que ha logrado establecer.   Las relaciones interpersonales han comenzado a poder ser placenteras; ahora considera que posiblemente sí existen personas que disfruten de estar con él aún cuando no los gratifique con algo material; sigue sorprendiéndose ante las muestras de afecto de los amigos y asombrándose al notar que alguna mujer está interesada en él.

Pero lo más importante, aparece en su horizonte la posibilidad de disfrutar, de hacer las cosas no solamente poniendo los ojos en lo que los demás pensarán de él, de cumplir las expectativas que alguien tiene a su respecto, sino apreciando las metas que tiene como importantes y sintiendo placentero el camino para llegar a ellas.

Bibliografía

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