La Picardía Mexicana

Autor: Armando Jiménez

Editorial RM

ISBN: 9789684930872

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Por: Adriana Ortíz
No hay duda de que una de las características del mexicano es su ingenio, buscando hacer constantemente bromas, chistes o burlas; incluso de situaciones tristes como la muerte. Y el albur es una de las cosas que más nos hace reír y que es parte de nuestro folkclore.
El albur es un fenómeno sociocultural, del cual el psicoanálisis ha escrito poco, inclusos en lo referente a la “picardía mexicana” en general.
Pero a todo esto ¿qué es el albur? El Diccionario de la Real Academia Española (2001) lo define para México y República Dominicana, como el juego de palabras de doble sentido. Proviene del árabe que significa “acto de someter a prueba alguna cosa”.
Estas palabras de doble sentido como iremos revisando, giran en torno a alusiones simbólicas sobre aspectos sexuales; mezclando elementos que se disfrazan de expresiones inocentes u ordinarias, para lo cual se requiere de una gran agilidad mental. Por eso hay quienes consideran al albur como todo un arte del lenguaje. En este juego de palabras de doble sentido gana el que deja callado a su oponente o quien en su falta de concentración se “autoalburea”.
Respecto al origen del albur existen diferentes versiones aunque no se pueden corroborar con exactitud; se menciona que desde la conquista los indígenas lo utilizaban para burlarse de los españoles, utilizando frases y palabras en doble sentido para que éstos no se enteraran del insulto.
El psicoanalista Santiago Ramírez, escribe en “El mexicano, psicología de sus motivaciones” con relación a la conquista lo siguiente:
“…Baste decir que la dominación cultural hacía recaer el acento en el sometimiento militar, político y económico; más que en los aspectos religiosos. De cualquier manera la tensión social provocada hacía que la relación entre el sometido y el dominador, se revistiera de características específicas. Por una parte el sometimiento creaba un fuerte sentimiento de ambivalencia: se admiraba y odiaba simultáneamente al conquistador. Los sentimientos de respeto y adulación estaban prontos a ser sustituidos por sus opuestos –hostilidad y venganza- en el momento en que las circunstancias lo permitiesen…” (Ramírez, 1959)
Esta explicación que brinda Santiago Ramírez, nos permite decir que el albur entonces podía servir a los indígenas como una forma de descarga de los impulsos hostiles que sentían al respecto y que eran obligados a reprimirse debido a las circunstancias desfavorables.
En el escrito “Vocabulario náhuatl-castellano y castellano Náhuatl” (1947) Fray Alonso de Molina escribió lo siguiente:
“Los mexicas tenían palabras sucias, vocablos malos y de afrenta, juegos de palabras indignos”.
Por otra parte el escritor Armando Jiménez en su libro “Picardía Mexicana” (1960), menciona que los aztecas, especialmente los hechiceros, sabían expresarse con nahuatlatolli, es decir palabras disfrazadas, las cuales eran usadas cuando se quería que la conversación fuera ininteligible para otros.
Existen otras versiones que mencionan que el origen del albur se da en Pachuca dentro de las pulquerías o en las minas; en tiempos de la Revolución Mexicana y era común ver letreros con frases como:
“Ábranse piojos que ahí les va el peine”.
“A ese culantro, le hace falta su regadita”.
Ahí les va el general, pa’ que se pongan firmes, se les erice el cuero y hasta el pellejo”.
Es curioso ver como nuevamente en época de la Revolución Mexicana se hace alusión al albur, siendo quizá el mismo una forma de defensa maníaca de hacerle frente a lo adverso, a la muerte, a ser dominado o sometido. Ante lo cual Melanie Klein menciona que las defensas maníacas: control, triunfo y desprecio; son un intento de evitar el proceso de intenso dolor y sufrimiento psíquico, es decir, huir de la depresión. Debido a ello a través del doble sentido se niega todo lo que resulta serio. (Segal, 2002)
Siguiendo esa misma línea Octavio Paz menciona en “El laberinto de la soledad” (1950) que el mexicano nunca “se raja”, al contrario se ríe, reta aunque sepa que puede perder, no se permite sentir miedo o sentirse menos hombre resaltando siempre su virilidad.
El mismo Paz en “Máscaras Mexicanas” señala lo siguiente:
El lenguaje popular refleja hasta qué punto nos defendemos del exterior: el ideal de la “hombría” consiste en no “rajarse” nunca. Los que se “abren” son cobardes. Para nosotros, contrariamente a lo que ocurre con otros pueblos, abrirse es una debilidad o una traición. El mexicano puede doblarse, humillarse, “agacharse”, pero no “rajarse”, esto es, permitir que el mundo exterior penetre en su intimidad.(Paz 1959).
En esa misma época de la Revolución Mexicana, el albur brincó a espectáculos gracias a los actores de sátira política. Representando de forma cómica personajes como el indio, el borracho, el vago o el pachuco; interpretados por actores como Cantinflas, Resortes, Tin Tan, Palillo, entre otros; quienes a través de chistes en doble sentido hacían reír a un público que padecía la inestabilidad del país.
Se dice que México es el país donde se da con mayor fuerza el albur aunque, existen otros países como España donde la picardía en el lenguaje es muy común, e incluso en Francia también las palabras en doble sentido son usadas y se les da el nombre de “calambur”; muchos lo consideran como el origen del albur aunque no se trata exactamente de lo mismo.
Un ejemplo de calambur sería:
“No es lo mismo Anita mécete en la hamaca, que mécete en la hamaca Anita”.
Es decir son palabras o sílabas que al darles un tono distinto, tienen un significado diferente, dando lugar a frases graciosas o subidas de tono.
Respecto a la picardía Española, Servando Teresa de Mier fraile mexicano, cuenta en sus memorias, que al ir de viaje a Madrid le sorprendió ver los nombres de las calles, así como la forma de expresarse de los madrileños:
“El lenguaje del pueblo Madrileño anuncia lo que es, el pueblo más gótico de España. Una calle se llama de Arranca-culos, otra de Tentetieso, una de Majaderitos Anchos, otra de Majaderitos Angostos. Uno vende leche, y grita: “¿Quién me compra esta leche o esta mierda?” Las mujeres le gritan: “Una docena de huevos: ¿Quién me saca la huevera?” (Memorias Fray Servando, 1917).
Tal parece que el albur mexicano, es una mezcla del doble sentido que manejaban los indígenas, el lenguaje español y hasta cierta influencia francesa.
Ahora bien, desde el punto de vista psicoanalítico encontramos en lo escrito por Freud en “El chiste y su relación con el inconsciente” (1905), diversos aspectos que nos pueden ayudar a entender los albures, como un cierto tipo de chiste o broma.
Freud consideró que el chiste y los sueños compartían elementos en común, tales como la condensación, el desplazamiento, la representación del todo por la parte o viceversa, la equivalencia de los antagonistas y el simbolismo. Todos estos son procesos de los que se vale el quehacer onírico en su elaboración y que caracterizan al pensamiento de proceso primario, lo cual implica una regresión temporaria y parcial del yo. (Freud, 1905)
Freud, considera que el valor que tienen estas regresiones va residir en que se opera un cierto grado de retorno a formas infantiles de placer, y las pulsiones que de otra forma hubieran sido dominadas o prohibidas (pulsiones sexuales u hostiles) quedan liberadas para ser descargadas de forma placentera mediante la risa.
Esos mismos procesos que usan el sueño y el chiste, de igual forma son empleados en los albures destacando dentro de la técnica del chiste los siguientes:

  • El doble sentido: penetrando en la diversidad de palabras y en el múltiple empleo de la misma; por ejemplo “ el pene” es llamado también pistola, cabeza, plátano, longaniza, lancha, ñonga, cheto, tuerto japonés, polla, cuello del ganso, etcétera.
  • El desatino: se trata de un razonamiento de manera aislada cuando debe ser tratado en conjunto. Consiste en la introducción de algo simple o desatinado, cuyo sentido es la revelación de otro desatino ejemplo el nombre de “Juan Silva Meza”.
  • La unificación: es el fundamento esencial de los chistes de “ingenio rápido”. Tal rapidez consiste en la inmediata sucesión de agresión y defensa.
  • La alusión: es una técnica del chiste en donde no se puede expresar directamente lo que se quiere decir por lo que se hace indirectamente, ejemplo: en el mercado un comerciante grita ¡Pásele, marchante! ¿Le vendo plátanos en cajones o por kilo?

Otro de los aspectos que se encuentra presente en los albures, es que al ser utilizado principalmente entre los hombres, y escapando a través de ciertas palabras a la censura, se expresa con claridad los deseos homosexuales latentes, permitiendo con esto que su “hombría” no se vea amenazada, burlando así al superyó.
El albur escapa fácilmente a la represión sexual, así como a las cuestiones morales. Haciendo alusión a un sinfín de frases en el lenguaje popular que así lo demuestran. Es así, como la técnica del chiste proporciona un medio para expresar algo de una forma ingeniosa, capaz de sortear el poder coercitivo del superyó.
Albures como los siguientes son usados con frecuencia entre los hombres, haciendo referencia a símbolos fálicos, en donde se busca que el otro sea el agente pasivo.
PREGUNTA: “¿Te duele la cabeza? Pues chupa limón.
RESPUESTA: No, yo meto los pies en agua.
PREGUNTA: ¿Tienes frío? Te invito un atole de arroz hecho en casa.
RESPUESTA: Mejor yo te invito un tamalón con la carnita adentro.
Es significativo como lo refiere Octavio Paz (1959), que el homosexualismo masculino sea considerado con cierta indulgencia, por lo que toca el agente “activo”; ya que el “pasivo” según él, se considera un ser degradado. El juego de los “albures”, transparenta esta ambigua concepción, donde cada uno de los interlocutores, a través de trampas verbales y de ingeniosas combinaciones lingüísticas, procura anonadar a su adversario, el vencido es el que no puede contestar. Y esas palabras están teñidas de alusiones sexualmente agresivas; el perdidoso es poseído, violado por el otro. Así pues, el homosexualismo masculino es tolerado, a condición de que se trate de una violación del agente pasivo. (Paz, 1959).
El uso del albur ha sido atribuido por mucho tiempo a personas de nivel socioeconómico bajo y de escasa educación, relacionándolo con groserías y majaderías, además de ser usado solamente entre los varones; sin embargo, debido a su complejidad ha atraído a personas de gran nivel cultural, las cuales buscan e incluso elaboran un albur más sutil y difícil, ya que las expresiones deben evitar toda connotación grosera o peyorativa. Además, cabe mencionar que hoy en día más mujeres lo utilizan, en mi opinión esto tiene una relación con la incursión de la mujer al ambiente público, al realizar actividades que anteriormente se consideraban exclusivas para los hombres, lo cual implica de alguna manera “hablar el mismo código”, siendo actualmente la Campeona Nacional de albures precisamente una mujer, llamada Lourdes Ruiz alías “la verdolaga enmascarada”.
Finalmente el albur en nuestro país podemos encontrarlo en todos los espacios, desde los cerrados como puede ser una cantina, una fábrica, una carpintería “donde están clavando todo el día” o en lugares como “Lago Antara esquina con Lomas Cavas”; hasta los espacios públicos como puede ser los mercados, las plazas o las ferias.
Está en todas partes y en todas las cosas, lo hallamos en la comida por en un rica “ensalarga verde con queso badón” o en un “salpicón de camarón”; incluso está en los oficios, en el cuerpo; en los nombres propios, entre los que encontramos a “Jorge Nitales o Blanca Mote Lamas”, en fin, como podemos observar cualquier palabra puede ser usada en doble sentido por un ingenioso mexicano, siendo parte del lenguaje popular…
Bibliografía

  • Freud, S. (1905). “El chiste y su relación con el inconsciente”, Obras Completas, Vol. VIII. Buenos Aires: Amorrortu.
  • González, J. y Rodríguez, M. (2002). “Teoría y técnica de la psicoterapia psicoanalítica”. México: Ed. Plaza y Valdés.
  • Segal, H. (2002). “Introducción a la obra de Melanie Klein”. Buenos Aires: Ed. Paidós.
  • Durán, M. (2015). “Chiquita y no te la acabas, guía práctica del albur”. México, D.F.: Ed. Cinar Editores.
  • Jiménez, A. (1958). “Picardía Mexicana”. México D.F.: Ed. RM.
  • Molina, A. (1585). “Vocabulario en lengua castellana y mexicana”. México: CSAI.
  • Teresa de Mier, S. (1917). “Memorias”. Madrid: Ed. América.
  • Paz, O. (1959). “El laberinto de la soledad”. México D.F. : Ed. Fondo de Cultura Económica.
  • Ramírez, S. (1959). “El mexicano Psicología de sus motivaciones”. México D.F.: Ed. Debolsillo.