Ana Karen Álvarez 

Debo reconocer que no fue fácil definir sobre qué escribir, pues frente a la gran cantidad de información y las miradas de los diferentes teóricos, las posibilidades de conocimiento eran infinitas, pero decidí hablarles de la experiencia  y conocimiento que he adquirido, al trabajar con adolescentes en el ámbito educativo y que en esta ocasión no será desde la mirada de la pedagogía o la didáctica, sino desde un espacio más profundo, el psicoanálisis. 

Mientras escribo vienen a mi mente las muchas caras que a lo largo de 8 años trabajando como docente de preparatoria he visto, y la posición de testigo, pero también de agente participante en cada una de sus distintas facetas. 

Los he visto amar intensamente y en una semana olvidarse del “amor de su vida”, para estar con alguien más,  los he visto ganar las más hermosas amistades y odiar con una intensidad que sorprende, hacer alianzas para conseguir  más tiempo en entrega de tareas, he visto a cientos de chicos definir su vocación. 

Pero en toda historia está la otra cara, la oscura, la trágica,  la de chicos inmersos en las drogas, el narcomenudeo, relaciones destructivas y abusivas, chicos y chicas que durante este trayecto se han vuelto hombres y mujeres con grandes y muy diversos sueños e ilusiones.

Comenzaré por definir la adolescencia y explicar desde el psicoanálisis, algunos momentos que considero son trascendentales en este desarrollo, como son, el conflicto con el nuevo rol impuesto,  la identificación con sus pares,  la re-edición del complejo de Edipo, además de  la relación con el mundo adulto en la escuela, representante directo, el docente.

Según Blos (1971) “La adolescencia (…) es el periodo de maduración en el cual cada individuo tiene que elaborar las exigencias de las experiencias de su vida total, para llegar a un yo estable y a una organización del impulso “. Por su parte  Aberastury (1988) afirma que (…) “este período fluctúa entre una dependencia y una independencia extremas y sólo la madurez le permitirá más tarde aceptar ser independiente, dentro de un marco de necesaria dependencia”.

Pero el camino al yo estable, o a la madurez no será sencillo y tampoco breve, sin embargo es aquí donde pienso en la función de los acompañantes del medio escolar, ¿cómo es que la relación con docentes, compañeros y  amigos,  contiene  todas estas pulsiones que se desbordan,  o bien  si estos agregan complicaciones, al ya de por sí empedrado camino del adolescente?. 

La sociedad, los padres y los adultos en general, forman una serie de fantasías de lo que es esperado  en el adolescente, ¿cómo debe comportarse?, ¿cuánto tiempo será normal  la confusión y la época de ambivalencia?.  Para Erikson (1980)  “(…) los jóvenes crecen y se desarrollan, enfrentados con esta nueva revolución fisiológica en su interior y con tareas adultas tangibles que los aguardan, se preocupan ahora por lo que parecen ser ante los ojos de los demás, en comparación con lo que ellos mismo sienten que son”. 

 Esta nueva tarea, que será incorporarse al mundo adulto, será vivida con cierta confusión, enojo, frustración y tristeza en algunos casos.

A propósito de esta reflexión, Dolto (1990) sugiere una  analogía sobre la  adolescencia y el mundo externo. “(…) los bogavantes y langostas que pierden su concha; se esconden tras las piedras, mientras segregan una nueva concha para adquirir defensas. Pero, si mientras son vulnerables, reciben golpes, quedan heridos para siempre, su caparazón recubrirá las heridas y las cicatrices, pero no las borrará”.

 Me hace pensar en la importancia de la estructura psíquica de los docentes, padres y adultos en general, que compartimos con el mundo adolescente, y como la verbalización y actuación de nuestras propias  pulsiones agresivas o bien libidinales, impactan en la formación de su personalidad, como dice Blos de un “yo estable”.  Siendo el docente el contacto directo del adolescente por más de un tercio del tiempo, que durará su adolescencia, será este un lazo entre el adolescente y el mundo exterior. 

La integración de una estructura psíquica estable, será una de las tareas más  importantes a concretar en esta etapa, la educación colaborará en la reafirmación del superyó, que podrá ser, un superyó flexible, bondadoso y compasivo o un superyó rígido, castigador y hostil, que a partir de las introyecciones que el adolescente realice, de los objetos que para él se vuelvan distintivos del espacio escolar, y que serán representante de las exigencias del mundo externo, serán definidas las características de este superyó.  

Reconociendo nuevamente a Blos (1971) “Sin este tipo de complementación o refuerzo del medio ambiente la autoimagen del adolescente pierde cohesión; en consecuencia requiere de constantes operaciones restitutivas y defensivas para mantenerla”. La escuela será usada como un medio institucionalizador, representante de lo “socialmente esperado” para esta etapa, y que se considera constitutivo del yo, la posibilidad de encontrar un espacio de desarrollo intelectual, de esparcimiento y en muchos otros momentos, un espacio donde proyectar los conflictos internos del adolescente.

 Es como Blos (1971) sostiene que “la sociedad absorbe el impulso de maduración de la pubertad de la organización y lo pone en uso para sus propios propósitos, la designación de un nuevo rol y un nuevo estatus ofrece al adolescente una autoimagen que es definitiva, recíproca y comunitaria”. 

 El formar parte de una escuela, de un grupo, simboliza un espacio de constitución psíquica, cargado de libido, que permite al adolescente sentirse parte, identificarse con lo que Freud (1921) citado en Viñar (2012) llamaba “almas colectivas”, que son representantes de estos grupos de pares que nos hacer sentir pertenencia, identidad y que colaboran en la construcción de la subjetividad. 

Parte de aquí,  la necesidad de los adolescentes, de encontrar identidad en bandas de música, estilos para vestirse, perteneciendo a grupos de danza, tocando un instrumento en un banca del patio mientras los demás los acompañan, cantando o hasta si la melodía lo permite bailando, identificándose como fan de algún grupo de moda. 

Recuerdo haber llegado  a la escuela y recibir el saludo de alguien, a quien de una primer mirada me costó trabajo identificar, teniendo que mirar una vez más, para saber que ese chico de cabello desaliñado y cara sin rasurar, era aquel que hoy me saludaba, con cabello recién cortado y la cara limpia.

Y qué decir del día que no llevan uniforme, las transformaciones son increíbles, el juego que hacen con sus vestimentas, un viernes son de un estilo más hippie-romántico, otro viernes son rockeros y al siguiente traen botas vaqueras y camisa de cuadros. De repente los chicos más serios y tranquilos, transforman su personalidad, caracterizándose de personajes que hasta que el uniforme salió de escena, logré conocer.

 Peter Blos (1917) enfatiza “(…) que antes de que el adolescente pueda confirmar esta formación (individuación), debe pasar por etapas de autoconciencia y de existencia fragmentada” “(…) Este no soy yo”, pero no será cosa fácil llegar al establecimiento de una identidad” ”(…) La individuación del adolescente se acompaña de sentimientos de aislamiento, soledad y confusión”  “(…)una mezcla infantil que es responsable del carácter grotesco y regresivo de la conducta del adolescente”. 

Y no es hasta que con el paso de algún tiempo, la adquisición de confianza y aprendizajes,  que no se consiguen, sino a través de experimentar, de fallar, de frustrarse, enojarse y volver a intentar, es que se logra la estructuración de una identidad y la maduración. 

Sin lugar a dudas los adultos y el acompañamiento a ratos expectante, a ratos activo, serán de gran ayuda en la orientación y reafirmación de esas identidades que ahora se conforman.

Los docentes y otras autoridades escolares, serán representantes de esas imagos infantiles, estas figuras que ahora se cuestionan, que se dejaron de idolatrar y que seguramente en algunos momentos se aborrece, pero que siguen investidos de una gran cantidad de energía libidinal y agresiva.

  Aberastury (1988) postula que “El desprecio que el adolescente muestra frente al adulto es, en parte, una defensa para eludir la depresión que le impone el desprendimiento de sus partes infantiles, pero es también un juicio de valor que debe respetarse. Además, la desidealización de las figuras parentales lo sume en el más profundo desamparo”. 

La figura del docente como objeto de proyección de las figuras paternas para el adolescente, es pensada y descrita en el texto de Freud (1914), “sobre la psicología del colegial”  donde recuerda su experiencia como alumno  compartiendo que, (…) “En el fondo los amábamos mucho cuando nos proporcionaban algún fundamento para ello; no sé si todos nuestros maestros lo han notado. Pero no se puede desconocer que adoptábamos hacia ellos una actitud particularísima, acaso de consecuencias incómodas para los afectados. De antemano nos inclinábamos por igual al amor y al odio, a la crítica y a la veneración.” (…) ”El psicoanálisis llama «ambivalente» a ese apronte de opuesta conducta, y no le causa turbación alguna pesquisar la fuente de esa ambivalencia de sentimientos”. 

 He escuchado a mis alumnos y he sido causante de enojos y desdenes cuando he sido ”rígida”, cuando he dicho “no” a la entrega de un trabajo fuera de tiempo, cuando he hablado de los lineamientos de clase, pero he vivido también el acercamiento y el cariño genuino de mis alumnos y alumnas, he sido incluso considerada “ la nueva mamá”, me han hecho bromas sobre la frase célebre de la película Matilda, cuando ella habla de esta fantasía de ser adoptada por la maestra buena, cariñosa y amable,  que representa para ella una figura rescatadora, la madre contenedora, “adópteme maestra”, seguida de un abrazo o sonrisa.  

Debo asumir que el psicoanálisis me ha dado una nueva mirada de estas actuaciones, considerando a Freud (1914) “Si no tomáramos en cuenta lo que ocurre en la crianza de los niños y en la casa familiar, nuestro comportamiento hacia los maestros sería incomprensible; pero tampoco sería disculpable”.  

 Al final de la jornada laboral dentro de la escuela, la representación de los conflictos de autoridad, rivalidad y amor, que se manifiestan durante las clases y en los pasillos, son  solo un  espacio nuevo, para que se proyecten los dilemas que los adolescentes, y sus padres, sortean cada día, pero que ahora están puestos en mí y en cada uno de mis compañeros, que ha sufrido el embate de la adolescencia.  

Siguiendo en esta línea de la representación del docente, hablaré sobre la re-edición del complejo de Edipo. Veo con bastante frecuencia chicas amando en secreto (a veces, no tanto) al maestro más exigente de la escuela y jóvenes enamorados a escondidas de la maestra  amable, paciente y atenta  con ellos. 

 Freud en el texto “Las metamorfosis de la pubertad”, describe como el adolescente revive el complejo de Edipo, donde el niño ama a la madre,  rivaliza y  desea deshacerse del padre para poder quedarse con la madre,  pero esta vez, el adolescente lo vive con una angustia más real, que la de la infancia,  pues  ahora a diferencia de cuando era un niño tiene la posibilidad física de competir con el padre o madre por el amor del padre del sexo opuesto, misma que desarrolla en él, el temor al incesto, una de las razones por las cuales el adolescente rechazará la cercanía con los padres y buscará fuera del hogar, otras figuras para identificarse. 

Es ahí, donde los docentes resultan con bastante frecuencia tocados por la proyección de los padres, pues será menos angustiante, amar u odiar a la figura de autoridad del profesor o la profesora, permitiéndose con frecuencia, intentar pasar los límites de la relación alumno-docente, como en este intento de acercarse a las figuras paternas, puestas fuera del objeto original. 

Sin duda, la travesía del adolescente, sería distinta, si no hubiera con quien vivirla, los amigos, compañeros de clase, quienes se convierten en confidentes y en figuras que suman (no siempre o no todo) al desarrollo de la personalidad y la construcción de la identidad, del “yo estable” del que hablo Blos, pues sufren del mismo dolor, entienden sus alegrías, hablan el mismo lenguaje, se convierten en cómplices y comparten muchas de sus aventuras.

 El papel de los pares será fundamental en esta encrucijada, Viñar (2012) dice que:

  ”La vacante dejada por las figuras parentales sobrevaloradas de la infancia, las valencias libres disponibles, son ahora dirigidas al grupo de pares. Es el tiempo de descubrir al amigo confidente, de sobre investirlo con pasión, de tomarlo como espejo o modelo, de asumir la ensoñación de un proyecto de vida, de una vocación, un itinerario de navegación que jamás se cumple a cabalidad, pero es un cuaderno de bitácora cuyos logros, fracasos y desvíos, evaluamos con alegría o con congoja”.

Los recesos en la escuela, están llenos de chicos y chicas que comparten alimentos, pero que también juegan, platican, se maquillan, escuchan música y bromean, son cómplices de sus penas, de sus travesuras y de sus logros, pero algunos de ellos, no necesariamente la pasan bien.

Recuerdo a D, una chica que todos los recesos los pasaba hablando por teléfono, o al menos eso parecía, era una chica de aspecto desaliñado, entregaba tareas siempre a destiempo y nadie la integraba en su equipo de trabajo, el argumento “no cumple”. Pero era bien sabida la relación tan estrecha que D tenía con su mamá, eran continuas las visitas a docentes y orientadoras para justificar la poca participación de D. 

¿Por qué a D le cuesta tanto trabajo desvincularse de su madre? A tal grado que ella decidía pagar el alto costo, de perderse la integración con sus pares. 

He encontrado respuestas en el escrito de Freud (1909) la Novela familiar del neurótico; 

“Para el niño pequeño, los padres son al comienzo la única autoridad y fuente de toda creencia” (…) Pequeños sucesos en la vida del niño que le provocan un talante descontento, le dan la ocasión para iniciar la crítica a sus padres y para valorizar en esta toma de partido contra ellos la noticia adquirida de que otros padres son preferibles en muchos aspectos”

Pienso como a D, le ha costado tanto trabajo dejar de idealizar a la madre, separarse de ella, cuestionarla y buscar algunas otras figuras para identificarse. Pienso también en la angustia que debe invadirla cada vez que intenta acercarse a alguien más, que no es la madre y como esta sensación, la ha tenido impedida de estar más cercana a sus pares y su conflicto se ve reflejado en su apariencia y su vinculación con sus docentes y compañeros.

Retomo la idea de Dolto (1990) quien propone que “no se puede abandonar completamente los modelos del medio familiar, sin antes disponer de los relevos, no son sustitutos, sino relevos para su toma de autonomía de adolescente confirmada, que se hará a merced de las heridas del amor propio, las alegrías, las dificultades y los éxitos (…)”.

El grupo de amigos representará también a los hermanos, con quienes se fraternaliza, se comparte, pero también se envidia y se rivaliza, pero que sin duda alguna, constituyen los lazos contenedores del desarrollo adolescente. 

Para concluir citaré a Viñar (2012) quien describe la adolescencia como un “Proceso de desarrollo a concebir más como transformación,  que como crecimiento, porque este último término – crecimiento – sugiere un naturalismo lineal y transformación implica un proceso con sus logros, sus impasses, sus fracasos, sus retrocesos, un devenir problemático sin desenlace certero”

Es una camino largo y lleno de altas, bajas, encuentros, desencuentros, éxitos y fracasos, que culminan en el desarrollo de la personalidad, de la identidad, de la subjetividad que tiene tintes de la familia, la cultura, las escuela, los docentes, los pares, las imagos, que son trascendentales en la transformación del adolescente. 

El papel de la escuela, como un entorno en el que el adolescente puede vivirse distinto de las expectativas de los padres, pero que sin embargo contienen la oleada de emociones, dudas y sensaciones que el adolescente vive, durante un periodo en el que son los amigos y compañeros de escuela, quienes acompañan y comparten en mayor o menor medida las dificultades de esta etapa.  

Quienes por medio de la experimentación van descubriendo nuevos atajos, algunos con destinos más tendientes a la maduración, a la determinación de un yo, que permite adoptar las responsabilidades de la adultez, otros más adoquinados que detendrán su camino y los harán avanzar con mayor cautela. 

Los docentes son sin duda fuente de inspiración, pero en muchos otros momentos también son representantes, de estos otros pasajes que el adolescente puede vivir entre claro y oscuro. Los padres de la infancia se hallan indeseables y los docentes pueden agrandar estas fantasías del adulto como un ser despreciable o ayudar a la redefinición de los padres benévolos y acompañantes. 

La tarea de la escuela, los pares, y docentes pero sobre todo, de sus representaciones, será fundamental en el transitar del adolescente. Los púberes que llegaron a las aulas, nunca más serán los mismos. 

Me queda la incógnita, de lo que pasará con esta generación de jóvenes que no tienen la posibilidad de elaborar y proyectar fuera de casa, las vivencias de la adolescencia.

Bibliografía

  • Aberastury,  A., Knobel, M. (1988). Adolescencia normal. Un enfoque psicoanalítico. España: Editorial Paidós
  • Blos, P. (1971). Psicoanálisis de la Adolescencia. México: Editorial Joaquín Mortiz
  • Dolto, F. (1990). La causa de los adolescentes. El verdadero lenguaje para hablar con los jóvenes. Barcelona: Editorial Seix Barral
  • Erikson E. (1980). Infancia y Sociedad. Argentina: Ediciones Hormé
  • Freud, S., (1905) Tres ensayos para una teoría sexual. La metamorfosis de la pubertad. En S. Freud Obras completas VII (p. 177) Buenos Aires: Amorrortu editores.
  • (1914) Sobre la psicología del colegial. En S. Freud Obras completas XIII (p.248) Buenos Aires: Amorrortu editores.
  • (1909) La novela Familiar del neurótico. En S. Freud obras completas IX. Buenos Aires: Amorrortu editores. 
  • Viñar, M. (2012, 7 de Septiembre). No sé si escogí el tema o me lo asignaron ADOLESCENCIAS Y EL MUNDO ACTUAL En un coloquio sobre la Función del Psicólogo en el tercer milenio. Asociación Psicoanalítica de Uruguay. https://www.apuruguay.org/sites/default/files/M.Vi%C3%B1ar.%20Adolescencias%20y%20el%20Mundo%20Actual.pdf