Nicole Del Rincón

“Toda historia de amor es cauterización de una profunda herida narcisista infantil en su esquema edípico”. (Axelrod, 2013)

Empiezo con una simple pregunta, ¿A qué llamamos infidelidad? Cualquier definición que se encuentra es inexacta y carece de explicación. La RAE la explica como:

  1. Falta de fidelidad.
  2. Carencia de la fe católica.

Sin embargo, al buscar lo contrario, o séase la palabra “fiel”, arroja varias definiciones:

  1. Que guarda fe, o es constante en sus afectos, en el cumplimiento de sus obligaciones y no defrauda la confianza depositada en él.
  2. Exacto, conforme a la verdad.
  3. Que tiene en sí las condiciones y circunstancias que pide el uso a que se destina.

Entre muchas otras.

Llama la atención que la fidelidad no solo es atribuida a los seres humanos, sino también a cosas y conceptos. La memoria, un reloj, un traslado, una religión, en fin, es usada de manera recurrente. Y es curioso, porque es como si dentro de la misma definición de la palabra “infidelidad” también existieran los secretos al no darle mayor explicación, como sí se quisiera mantener escondida.

A pesar de las múltiples definiciones para entender la fidelidad e infidelidad, este trabajo busca entenderla solo a través de las relaciones de pareja. Es preciso mencionar que conocer qué es o qué no es la infidelidad, depende de la ley o pacto no escrito que se establezca con ese otro, que es la pareja, por lo que se vuelve completamente subjetivo, ya que cada par tiene sus propios acuerdos, y la trasgresión de estos mismos, podría también significar infidelidad, no solo en el plano sexual. Quizá lo que establece más notoriamente el carácter de traición o infidelidad sea el secreto y la mentira, el intento de desorientar a la pareja respecto a la ruptura del acuerdo de monogamia.

Cuando decidí el tema del presente trabajo, había pensado en escribir acerca de “la infidelidad a partir de las redes sociales”, pero al repensarlo me di cuenta que la infidelidad ha existido siempre. La infidelidad es un punto central que siempre ha estado presente a lo largo de la historia de la humanidad y seguramente lo seguirá estando hasta el fin de nuestros días.

Parece sorprendente que la “infidelidad” es un término adquirido a través del tiempo, en un principio, como veremos más adelante, estaba normalizado, ni siquiera existía una palabra que lo describiera o explicara, más adelante entró el juicio y la norma, y entonces se pretendía esconder. Con el paso del tiempo ha vuelto a ser normalizado, aunque poco a poco, a veces es aplaudido, se ha llegado a fantasear eróticamente con la idea, e incluso ha llegado a ser un tema de común acuerdo entre parejas, como, por ejemplo, en el caso de los swingers, situación que ya no podría ser considerada como infidelidad al ser un acuerdo.

Siglos atrás se motivaba a pensar en que los cuentos de hadas sí existían, así como el amor romántico y la fidelidad, hoy, todas las películas, por lo menos, tienen un tinte de infidelidad, e incluso se ha romantizado la idea, al igual que la frecuencia de los divorcios y los “nuevos comienzos”. Sin embargo, en la mayoría de las parejas sigue siendo un tema tabú, aquellos “fieles” temen la idea de ser víctimas de la infidelidad por parte de su pareja.

La infidelidad representa una experiencia real, imaginada y simbólica que despierta gran interés en todo ser humano. Se asocia principalmente con variadas circunstancias negativas en la pareja y la familia, que, por consiguiente, generan repercusiones considerables en el sujeto y su entorno. Es por esto, y por la frecuencia del tema en la clínica, que decidí elaborar el presente trabajo.

Viajemos al inicio de todos los tiempos, el simio evoluciona a un ser humano, racional, que crea su propio lenguaje, que camina a dos pies y establece relaciones interpersonales afectivas. Pero ¿Quién instauró la monogamia y, por ende, la fidelidad como principio ético en cada familia? Los antiguos grupos de humanos no estaban compuestos de familias centradas en parejas monógamas, por el contrario, vivían en comunas que carecían de propiedad privada e incluso de paternidad. Una mujer podía establecer lazos íntimos y tener relaciones sexuales con varios hombres, o mujeres, simultáneamente. Al nacer los hijos, todos los adultos del grupo cooperaban con el cuidado de estos mismos, debido a que no sabían a ciencia cierta cuál de los niños era el suyo. Hoy en día, existen incluso algunas culturas en las que se practica la paternidad colectiva, como, por ejemplo, los indios barí. Está la creencia de que un niño no nace del esperma de un único hombre, sino de la acumulación de esperma en el útero de una mujer. Una “buena madre” en esta cultura, intentará tener relaciones sexuales con varios hombres de manera que su hijo goce de las cualidades, y del cuidado paterno, no solo del mejor cazador, sino también del mejor narrador de cuentos, del guerrero más fuerte y del amante más considerado. Recordemos que antes de los estudios embriológicos modernos, la gente no disponía de pruebas sólidas de que los bebés son siempre hijos de un único padre y no de muchos. (Harari, Y.N., 2014)

Los defensores de esta teoría de la “comuna antigua” argumentan que las frecuentes infidelidades que caracterizan a los matrimonios modernos, y las elevadas tasas de divorcio, por no mencionar la abundancia de complejos psicológicos que padecen tanto niños como adultos, es el resultado de obligar a los humanos a vivir en familias nucleares y relaciones monógamas, que son incompatibles con nuestro equipo lógico biológico.

Otros tantos, rechazan de forma impetuosa esta teoría, e insisten que tanto la monogamia como la formación de familias nucleares son comportamientos humanos fundamentales. Aunque las antiguas sociedades tendían a ser más comunales e igualitarias que en la actualidad, asimismo estaban constituidas por células separadas, en donde cada una estaba formada por una pareja celosa y los hijos que tenían en común. Esta es la razón de que hoy en día las relaciones monógamas y las familias nucleares sean la norma en la inmensa mayoría de las culturas, y de que hombres y mujeres tiendan a ser muy posesivos con su pareja e hijos. (Harari, Y.N., 2014)

Entonces, sí la monogamia no es natural, ¿Lo es la poligamia? Tampoco, aproximadamente la mitad de la población del planeta prefiere la monogamia y ese cincuenta por ciento del género humano no podría considerarse anormal. “¿Cuál es el gran logro de la monogamia social? La estabilidad emocional. La educación temprana de los niños por padres con uniones duraderas contribuye al equilibrio futuro de jóvenes y adultos. Esta sola razón justifica la monogamia social hasta donde resulte tolerable.” (Estrada, G., 2015)

Lo anteriormente expuesto, confirma que aunque en las sociedades modernas se vive un intento por lograr la monogamia en las relaciones de pareja, lo biológico de nuestro “ser animal” y, además, lo inconsciente puede traicionar todo aquello a lo que llamamos fidelidad.

Freud (1913) en su obra Tótem y Tabú, ubica la fidelidad como resultado de la prohibición del parricidio y el incesto, dando pie al origen de la familia con el objetivo de dejar atrás las primeras hordas primitivas pre-humanas. En otras palabras, la fidelidad es una significación que procura la exclusividad con el otro (pareja) ya que pretende controlar las pulsiones sexuales del hombre, pues el ser monógamo no es inherente a su propia naturaleza.

“Los seres humanos vivimos con el miedo continuo a ser heridos y esto da origen a grandes conflictos dondequiera que vayamos. La manera de relacionarnos los unos con los otros provoca tanto dolor emocional que, sin ninguna razón aparente, nos enfadamos y sentimos celos, envidia o tristeza. Incluso decir “te amo” puede resultar aterrador. Pero, aunque mantener una interacción emocional nos provoque dolor y nos dé miedo, seguimos haciéndolo, seguimos iniciando una relación, casándonos y teniendo hijos.” (Ruiz, M., 2015)

En el presente, llegan al consultorio gran cantidad de pacientes con conflictos “amorosos” donde se hacen presente los celos, algunas variedades en decepciones, e infidelidades, que lleva tanto al analista como al paciente a cuestionarse, cuál es la raíz de todo esto. Ahora que ya se abordó la idea de la monogamia y sus fallas, nos encontramos con que un común, y frecuente, denominador en las parejas son los celos. Freud (1922), en su artículo “Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad” hace una aportación sobre los celos normales para su distinción:

En lo esencial están compuestos por el duelo, el dolor por el objeto de amor que se cree perdido y por la frente narcisista, en la medida que ésta pueda distinguirse de las otras; además, por sentimientos de hostilidad hacía los rivales que han sido preferidos y por un monto mayor o menor de autocrítica, que quiere hacer responsable al yo propio por la pérdida del amor. Estos celos… arraigan en el profundo del inconsciente, retoman las más tempranas mociones de la afectividad infantil y brotan del Complejo de Edipo o de los hermanos del primer periodo sexual. (Freud, 1922, p. 217)

Según Vanegas (2011), los celos son “el proceso de intercambio de disociación constante, de comportamiento errático de dudas, miedos, desconfianza, culpa, arrepentimiento, dolor, tristeza, desconfianza, odio y resentimiento”. Esta expresión de miedo por pérdida de un objeto amado es universal y puede presentarse en distintos vínculos, como por ejemplo: los celos fraternales o infantiles que usualmente causan disputa entre hermanos por el amor de los padres, y los celos sexo-afectivos que cuando ocurren en un nivel patológico se denomina celotipia.

Los tres estratos o niveles de los celos merecen el nombre de 1) de competencia o normales; 2) proyectados, y 3) delirantes” (Freud, 1922).

Freud afirma que los primeros se componen por el duelo, el dolor y hostilidad hacia el rival. Los segundos, hacen parte de la propia infidelidad practicada o de su impulso que ha sido reprimido, ya que “quien las desmiente dentro de sí mismo siente empero sus embates con tanta fuerza que es proclive a echar mano de un mecanismo inconsciente para echar alivio”, (Freud, 1922) culpando al otro. Y, con respecto a los celos delirantes, Freud expresa lo siguiente: Corresponden a una homosexualidad fermentada, y con derecho reclaman ser situados entre las formas clásicas de la paranoia. En su calidad de intento de defensa frente a una moción homosexual en extremo poderosa, podrían acotarse (en el caso del hombre) con esta fórmula: “yo no soy quien lo ama; ella lo ama” (Freud, 1922).

Por otro lado, no tan lejano a los celos pero frecuentemente confundido, tenemos el concepto de la envidia. Melanie Klein, en Envidia y Gratitud, escribe que “La envidia es el sentimiento enojoso contra otra persona que posee o goza de algo deseable, siendo el impulso envidioso el de quitárselo o dañarlo. Además la envidia implica la relación del sujeto con una sola persona y se remonta a la relación más temprana y exclusiva con la madre. Los celos están basados sobre la envidia, pero comprenden una relación de por lo menos dos personas y conciernen principalmente al amor que el sujeto siente que le es debido y le ha sido quitado, o está en peligro de serlo, por su rival.” (Klein, M., 1975).

¿Cuántas veces hemos escuchado en el consultorio a pacientes que parecieran estar sumamente enganchados de “celos” de una persona, aparentemente por miedo a perder a su ser amado, y al final pareciera ser más personal? Se empiezan a comparar, se le atribuyen aspectos idealizados y se vuelve agotador, aun sin motivo aparente de una infidelidad por parte de la pareja.

Me viene a la mente una paciente, con diversos intentos fallidos de pareja, y en cada uno de estos, se hacía presente la misma “contrincante”, una mujer de su edad, quien, en palabras de la paciente, es “más guapa, más inteligente y mejor vestida” con la que se comparaba constantemente y refería que “seguro la preferirían sobre ella”. El proceso a través de las sesiones ha sido largo, pero adelantandonos en el tratamiento, nos hemos dado cuenta que esa “contrincante” pareciera ser un desplazamiento del físico y algunas aptitudes de su hermana mayor, quien ha recibido “más atención y amor” de sus padres que la misma paciente. ¿Será que elige a las parejas en moción a esta “contrincante”? ¿Será ella la “contrincante” en sí, que busca destruir aquello que es deseable?

Estas preguntas me llevan a otro tema, que no abordaré a profundidad pero es preciso tomarse en cuenta dentro de la infidelidad: La elección de pareja. ¿Por qué se elige a alguien en específico? ¿Por qué sí se elige, después se ataca? ¿Por qué no terminar la relación sí se busca vincularse con un tercero? ¿Será el enamoramiento algo pasajero? Está claro que lo inconsciente se hace presente en las respuestas a todas estas preguntas.

Recordemos que son las relaciones objetales las que determinan la elección de pareja: en este espacio subjetivo e intersubjetivo se tejen las formas de elección adulta de la pareja, y por ende, los conflictos están inherentes a la elección misma de la pareja. No son muchos los elegibles porque hay una organización psíquica con base en las representaciones de las primeras relaciones de objeto. Es frecuente encontrar en la clínica que la crisis celos-infidelidad que presenta la pareja consultante no sea un evento nuevo, sino más bien repetitivo y, por tanto, otro elemento interviniente ha hecho intolerable los celos y la infidelidad en la dinámica vincular. “Desde un punto de vista psicodinámico, las relaciones de infidelidad —su origen, sus mecanismos, su funcionamiento— se asemejan en casi todo a lo relacionado con el enamoramiento (poseen un carácter temporal, es decir, son “poco duraderas”, e involucran una intensa dosis de irrealidad, fascinación, ilusión y transitoriedad)” (Sánchez, J., 2007).

De acuerdo a Spivacow (2005) “En el enamoramiento inicial, el otro es registrado de acuerdo al Principio del placer y se le atribuyen todas las virtudes y merecidos que necesita la economía del sujeto. La evolución de la relación suele hacer que el Principio de realidad y el Principio del placer pierdan el equilibrio de los comienzos y que registros del otro, inicialmente desmentido, se incluyan con un efecto que amenaza la continuidad del vínculo. Es entonces que el desenamoramiento aparece en escena. Los ensambles inconscientes iniciales entran en crisis y el registro del partenaire, impregnado de rabia narcisística, se acerca al aborrecimiento. Los ataques al compañero/a son grandes en tanto aparece como responsable de la desilusión”.

Brengio & Spivacow (1997) comentan que en la clínica los pacientes suelen quejarse de la brevedad del enamoramiento. Los autores establecen que si bien se suele confundir el amor con el enamoramiento, sin embargo “son dos cosas diferentes, ya que el primero puede ser estable y duradero, mientras el segundo es por naturaleza perecedero” (p.102).

Añadido a esto, Freud habla acerca de un problema entre el amor y el deseo: hay hombres o mujeres que aman a alguien pero no lo pueden desear, y al que pueden desear no lo pueden amar. En su escrito “Sobre un tipo de elección de objeto en el hombre” (Contribuciones a la psicología del amor, I), ejemplifica este problema con la oposición entre la madre y la “mujer fácil”; la madre como alguien idealizado al que aman, y la “mujer fácil” que es la que trae todo el deseo pero no se puede amar. Esta disociación entre amor y deseo, trae mucho sufrimiento, y es importante mencionar que ambas corrientes, la tierna y la sensual, son complicadas de juntarse. La infidelidad, entonces, habría que pensarse en relación al deseo.

Bauman (2012) establece una diferenciación entre amor y deseo: “Si el deseo ansía consumir, el amor ansía poseer … Si el deseo es autodestructivo, el amor se autoperpetúa … Como el deseo, el amor es una amenaza contra su objeto. El deseo destruye a su objeto, destruyéndose a sí mismo en el proceso … El amor hace prisionero y pone en custodia al cautivo: arresta para proteger al propio prisionero (p.25).”

La infidelidad puede ser pensada como una falla o carencia por parte del sujeto que la lleva a cabo. El sujeto despliega el pasaje o paso al acto (cometiendo la infidelidad). El “paso al acto” se refiere a actos impulsivos, violentos, agresivos, delictivos; el sujeto pasa de una representación, de una tendencia, al acto propiamente dicho. También pueden considerarse como acting out algunos accidentes ocurridos al individuo, sintiéndose éste ajeno a su producción (Laplanche & Pontalis, 1979, p.31). Concluyendo así, que aunque la persona puede amar y desear a dos personas diferentes, no significa que necesariamente todos lo lleven a cabo.

Ahora, ¿Qué lleva a una persona a ser infiel? Una infidelidad, sea que se presente una vez, ocasional o crónica, refleja a manera de síntoma, un debilitamiento de los lazos emocionales que se dan en la relación de pareja a consecuencia del aumento de los mecanismos de defensa, como la escisión (división y separación) e identificación proyectiva en uno o ambos compañeros, a la vez que se intenta mantener inalterada y preservada una parte del vínculo con la pareja, es decir, aquellos aspectos de la relación que se sienten necesarios para la continuidad personal, conyugal, familiar o social. Aunque esto pueda pasar a nivel pareja, no excluye de la responsabilidad al que es infiel, sin embargo, habría que indagar en el mundo del sujeto tomando como punto de partida su historia de vida, recurriendo a las fases del desarrollo evolutivo, es decir, la conformación de su Yo, la internalización de los modelos identificatorios proporcionados por las figuras maternas y/o paternas, en especial vínculo madre-hijo, entre otros datos históricos. Sí bien a nivel cultural existen modelos sexuales y sociales apropiados para el varón por un lado y para la mujer por otro, se debe prestar especial atención a la forma en cómo estos los adoptan y los incorporan, pues de esto dependerá en gran medida el tipo de alianza vincular que los sujetos establecerán en su fase adulta, en especial en lo que corresponde al vínculo de pareja.

Pero, ¿qué hay con la persona que se le es infiel? Así como en el caso de quien es infiel, la víctima, sí es que se le podría llamar así, lo vivirá de distintas maneras de acuerdo a cómo se ha ido conformando su mundo interno. Habrá quienes lo vivan como un trauma, habrá otras tantas personas que decidan convertirlo en venganza, y otras que lo vivan con gran decepción y enojo; dependerá de sus mecanismos de defensa el decidir continuar con la relación o terminarla. ¿Qué posibles razones podrían mantenerla en esa situación? Ese ya es tema de otra investigación.

A modo de conclusión, quizá lo que hace este tema tan interesante y, a la vez, tan angustiante, es el dolor. El dolor de vivirlo o, incluso, de imaginarlo debido a que representa una herida narcisista. Termino este trabajo pensando que no todo está perdido (a lo mejor un poco en negación e idealización en cuanto a las parejas) y que en la misma sociedad persistirán también otros sujetos que irán en otra línea, en la que lejos de consumir, utilizar, desechar y sustituir al otro, se preocuparán y esforzarán por construir una pareja sólida, estable y duradera, sustentada sobre la base del afecto y el sentimiento de amor.

Bibliografía

●  Axelrod, R. (2013). Más allá del Principio del Placer en el Psicoanálisis de Parejas. Revista psicoanálisis, 12, 43-52.

●  Bauman, Z. (2012). Amor líquido, acerca de la fragilidad de los vínculos humanos. Buenos Aires: Fondo de Cultura Económica

●  Brengio, A.; Spivacow, M. (1997) Sobre el enamoramiento. En: Psicoanálisis de pareja. Del amor y sus bordes. Puget, J. (Compiladora) Buenos Aires: Paidós.

●  Freud, S. (1910). Sobre un tipo particular de elección de objeto en el hombre en Obras Completas: Cinco conferencias sobre psicoanálisis. Un recuerdo infantil de Leonardo da Vinci y otras obras. (Tomo XI, pp. 154-168). Amorrortu: 2007.

●  Freud, S. (1913). Tótem y Tabú. Obras completas Vol. 13 (2da ed.). Buenos Aires: Amorrortu: 2007.

●  Freud, S. (1922). Sobre algunos mecanismos neuróticos en los celos, la paranoia y la homosexualidad en Obras Completas: Más allá del principio de placer. Psicología de las masas y análisis del yo y otras obras. (Tomo XVIII, pp. 213-226). Amorrortu: 2007.

●  Gustavo Estrada. (2015). Monogamia y Poligamia. 6 de Agosto, 2021, de El tiempo Sitio web: https://www.eltiempo.com/archivo/documento/CMS-15402415

●  Harari, Y. N. (2014). De animales a dioses. Ciudad de México: Penguin Random House Grupo Editorial, S.A de C.V

●  Klein, M. (2009). Envidia y Gratitud. En Envidia y Gratitud y otros trabajos (p. 181) México: Editorial Paidós Mexicana, S.A.

●  Laplanche J. & Pontalis J. B., (1979) Diccionario de psicoanálisis. Barcelona: Editorial Labor

●  Miguel Ruiz. (2015). La mente herida. En La Maestría Del Amor (pg. 29). California: Amber-Allen Publishing, Inc.

●  Sánchez, J. (2007). La infidelidad desde el psicoanálisis. 10 de Septiembre, 2021, de IntraMed. Sitio web: https://www.intramed.net/contenidover.asp?contenidoid=44775

●  Spivacow, M. (2005). Clínica psicoanalítica con parejas: entre la teoría y la intervención. Buenos Aires: Lugar Editorial. Pág. 41

●  Vanegas, J.,H. (2011). La dinámica vincular celos-infidelidad. Pensamiento Psicológico, 9 (17), 97-102