Daniela Harari 

“No te midas por lo que has logrado, sino por lo que deberías haber logrado con tu habilidad” John Wooden.

Tengo que confesar que no soy muy fanática de los deportes, por lo que no acostumbro a verlos con frecuencia y mi entendimiento en general en relación a las reglas y las exigencias se limitan a lo que comúnmente “todo mundo sabe” ni mas, ni menos. Sin embargo, las olimpiadas de Tokio 2020 (presente año) despertaron en mí un especial interés, pues lo sucedido con la famosa atleta Simone Biles, me llevan a cuestionarme acerca de lo que se espera de un atleta y las consecuencias que esto conlleva. De aquí mi interés en hacer un análisis más profundo de este fenómeno y principalmente del papel que jugamos nosotros como sociedad dentro de esta problemática, pues a pesar de no ser conscientes de eso, tenemos un efecto importante en los atletas, en su rendimiento y en su preparación. 

Para empezar, me propongo poner en contexto lo que pasó con la gimnasta Simone Biles y el efecto que su declaración tuvo en otros atletas ya que a muchos de ellos los motivó a hablar de sus propias experiencias. El martes 27 de julio del presente año Simone se retiró de la final por equipos de la gimnasia femenina en los Juegos Olímpicos. Es importante mencionar que Biles es la gimnasta estadounidense más exitosa de todos los tiempos y ganadora de cuatro medallas de oro y una de bronce en Río 2016. Es por eso que causó tanto impacto, pues no solo fue un atleta que se retiró a pesar del esfuerzo y múltiples sacrificios que hizo para llegar hasta ahí, sino que ella es considerada como la mejor en el mundo principalmente por su corta edad. Las noticias anunciaban que “la cuatro veces medallista de oro abandonó la arena después de la prueba de salto, lo que significó un duro golpe para las aspiraciones del equipo estadounidense. Hasta ese momento había alcanzado 13.766 puntos, la calificación más baja de su marca personal en unos Juegos Olímpicos”. 

Como es de esperarse, todos los medios cubrían esa noticia y querían saber por qué lo hizo, qué fue lo que provocó que ella tomara esa decisión. Después de varias entrevistas y conferencias de prensa, ella se atrevió a dar una explicación de sus razones, haciendo especial énfasis en que no había tenido ninguna lesión física, ya que muchos en un principio era la única explicación lógica que le encontraban a esto, sino que más bien era por una cuestión de salud mental. Dijo que, como cualquier persona, a veces “simplemente tienes que dar un paso atrás” cuando no sientes la confianza de lograr el objetivo. 

Su declaración fue la siguiente: 

“Después de la actuación que hice, simplemente no quería seguir”.

“Tengo que concentrarme en mi salud mental. Simplemente creo que la salud mental es más importante en los deportes en este momento. Tenemos que proteger nuestras mentes y nuestros cuerpos, y no solo salir y hacer lo que el mundo quiere que hagamos”.

“Ya no confío tanto en mí misma. Quizás esté envejeciendo. Hubo un par de días en que todo el mundo te tuitea y sientes el peso del mundo”.

“No quería salir y hacer algo estúpido y lastimarme. Siento que muchos atletas que han hablado al respecto [sobre la salud mental] realmente han ayudado.  Es algo muy importante, son los Juegos Olímpicos, pero al final del día no queremos que nos saquen de allí en una camilla”.

Me parece importante mencionar que antes de los juegos olímpicos, Biles declaró que sufrió de depresión a causa del abuso sexual por parte de uno de los médicos del equipo y su entrenador, fenómeno que ocurre constantemente en ese contexto y que poca gente se ha atrevido a declarar. Este tipo de experiencias, obviamente han tenido consecuencias en el desempeño de los atletas y como es de esperarse en su salud mental, a pesar de la importancia de esta nota en esta ocasión no me voy a enfocar en esto pues es muy profundo y merece un espacio particular, sin embargo, me gustaría enfocarme en el hecho de cómo interiorizan estas expectativas los atletas, el rol y la influencia de la familia, los medios y de la sociedad. 

Retomando la cita del inicio, considero que muchos de nosotros nos repetimos constantemente frases como estas, que nos mueven a actuar, pensar y sentir de determinada manera y no necesariamente de la forma en que nos gustaría o con la cual nos sentimos identificados. Desgraciadamente esta frase es una muestra clara de lo que se nos enseña, de las exigencias que son puestas por nosotros pero que son producto de la sociedad, esos ideales que nos llevan a ser tan duros con nosotros mismos, a exigirnos tanto para lograr un ideal y nos lleva a nunca estar satisfechos con lo que hemos hecho, que nos llevan a castigarnos y a devaluarnos constantemente. 

Si bien es un fenómeno común que se observa en la mayoría de la gente, imaginemos el significado que puede tener para las personas que cuentan con habilidades especiales, talentos y capacidades distintas a las de la mayoría de la gente, esas que están fuera de la norma, a los cuales admiramos y seguimos por tener algo que no todos tenemos, esas personas en las cuales depositamos esperanza y fe con el fin de sentirnos gratificados a partir de sus logros. Con esto me refiero a los atletas de alto rendimiento, ¿qué significa este mensaje para los atletas?  ¿Qué se les está transmitiendo? ¿Qué les estamos exigiendo? 

Considero que ideales y creencias como estas son las que hacen que los atletas no se sientan satisfechos con sus logros y, por el contrario, es una de las principales razones por las cuales sus esfuerzos nunca terminan por ser suficientes, ahí es donde radica el problema. No importa si ganaron y rompieron los records, si sacaron un 9, o el esfuerzo que pusieron para simplemente llegar a las olimpiadas, nada de esto vale si no ganan, y si logran ganar, igual se dan a la misión de el próximo año retarse a romper su propio récord, hay ocasiones en que compiten en tres rubros, si en una de las tres no les fuese bien, los otros logros parecen nulificarse, pues a ellos siempre se les va a exigir más, y para que se puedan sentir satisfechos tienen que alcanzar la perfección, esa nota que los hace extraordinarios, y que los diferencia del resto. 

Existe una creencia en torno al éxito y al beneficio de poseer un talento, que no todos lo tienen y que de alguna manera muchos anhelan, que los hace especiales, admirables, importantes y que les brinda ese lugar en el mundo donde el ser diferentes puede ser considerado un atributo, un don, creencia que a mi parecer es cuestionable… 

En la medida en que un mito o creencia se forma en un escenario donde se condensan varios hechos similares repetidos y que a lo largo del tiempo van siendo interpretados por muchas personas que a la vez vuelcan sus fantasías inconscientes y conscientes ante ella, ya el mito o creencia es representación de toda un área de pensar, sentir y actuar de los seres humanos frente a situaciones básicas. A esto se debe que una creencia perdure a través de las edades diversas, a pesar de que las culturas aparezcan ya muy diferenciadas de aquellas en cuyo seno se originó (Gaitán, 2011). 

Ahora bien, a pesar de que podemos considerar que motivarlos a potencializar ese talento, a no desaprovecharlo y el repetirles constantemente que el tener esa capacidad y no trabajarla es un desperdicio del cual deben de sentirse avergonzados, más que ser un cumplido, es poner una responsabilidad y un peso enorme en esas personas, pues se crea una necesidad constante de cumplir esas expectativas para tener valor y satisfacer al otro, cueste lo que cueste, solo con el fin de ganar ese lugar que se ha reservado especialmente para ellos, como si fuera el único lugar en el cual podrían encajar. 

Pero ese no es el único problema, cuántas veces hemos escuchado que con el talento no basta para destacar a un alto nivel en cualquier disciplina. O bien, que sólo con las habilidades naturales el éxito que se pueda conseguir, sin un trabajo serio y planificado a la par, es un triunfo pasajero. Creo que si nos ponemos a analizar cómo son las rutinas de los atletas de alto rendimiento, su estilo de vida, sus relaciones, su alimentación y su preparación constante, caemos en cuenta que toda su energía está puesta en dicha meta, sin importar cuán grande sea el sacrificio.

Se dice que gran parte del éxito en el deporte se debe tanto al estado mental como a las condiciones físicas, por lo tanto, no cuidar ambas partes pone en riesgo no solo el éxito profesional, sino la salud y la integridad de la persona. 

Y me cuestiono si estos atletas, sus entrenadores y sus familiares se preocupan y cuidan realmente el estado mental, así como lo hacen con la cuestión física, pues a mi parecer, en muchas ocasiones esta área se ha visto comprometida, a pesar de la información y ejemplos de otros atletas, no parecen tomarlo en cuenta, pues como se mencionaba anteriormente la energía y la preocupación principal está puesta en alcanzar la perfección y aprovechar su talento al máximo. 

Es por esto, que considero fundamental poder comprender el proceso de internalización que se da entre los atletas y la sociedad comparándolo con el que hace el bebé con sus padres, pues las expectativas que depositan los padres en el bebé son introyectadas, por lo tanto, el bebé a lo largo de su vida, va a hacer lo posible para cumplir dichas expectativas con el fin de obtener el reconocimiento y el amor de sus progenitores. Ahora, ¿cómo se asemeja esto a lo que pasa entre la sociedad y el atleta? En un primer momento, antes de que el bebé nazca se dice que el grupo al que va a pertenecer ya lo ha catectizado en el sentido de que, al nacer, tendrá depositada una voz que le demandará un modelo ideal, con la premisa de que de esa forma no se perderá la continuidad y la identidad del grupo. A esto se le atribuye el nombre de Contrato Narcisista (Jaroslavsky s.f), que se instaura entre la pareja parental y el hijo.

“El Contrato Narcisista se instaura gracias a una preinvestidura o precatectización del niño por parte del grupo (el grupo familiar) como una voz futura que ocupará el lugar previamente designado para el niño. Por lo tanto, el grupo anticipa el rol proyectado sobre el niño que éste debe jugar, también proyecta sobre él su modelo ideal, sobre la creencia en la permanencia y la perennidad del conjunto social; y por su parte el niño (futuro sujeto) al catectizar el modelo ideal propuesto por el conjunto social desarrolla, o, mejor dicho, potencia en su psiquismo un sentimiento de inmortalidad en él (Jaroslavsky s.f)”.  

“El modelo ideal sustentado por el grupo social es proyectado en el futuro de este niño, atrayendo la libido narcisista de sus miembros. Este discurso del conjunto brinda al niño una certeza acerca de su origen, lo cual le permite el acceso a la historicidad, es un elemento esencial para la instauración y el desarrollo del proceso identificatorio y la autonomía del Yo. El sujeto por su parte transfiere su libido narcisista sobre el grupo, el cual le ofrece una prima futura (ilusoria) pues (el sujeto) tiene la ilusión de que una nueva voz (un niño) retomará su discurso permitiéndole tener la ilusión de inmortalidad a través de este futuro niño-sujeto (Jaroslavsky s.f)”.  

“Si bien el Contrato Narcisista es universal hay una variabilidad entre diferentes sujetos, diferentes parejas, pues es variable la calidad y la intensidad de la catectización del contrato que une a la pareja parental con el conjunto social. Lo mismo sucede con aquello que la pareja de los padres valoriza del discurso del conjunto social (Jaroslavsky s.f)”.  

El grupo familiar inevitablemente está atravesado por la cultura y el contexto en el que habitan, provee los ideales que predominan en ese momento y que se replican dentro de esa familia. Ellos, como grupo, pueden buscar recibir una imagen de perfección de quienes les rodean y de los otros miembros de la familia, de ser, tener y pertenecer. Podemos rastrear en cada familia una serie de identificaciones con personas tanto internas como externas a ese grupo que los pueden acercar o alejar de los ideales de su familia y con ello llegar a cuestionar el ser, el tener y el pertenecer. Ganar la medalla asegura esa pertenencia y ese reconocimiento, es lograr la posesión del pecho bueno, que complace y gratifica. No lograrlo, es someterse a sentirse en falta, a quedar en deuda, es vivirse nuevamente en la incompletud, de la falta del falo, que la medalla simboliza.

El atleta que pierde frente a aquel que es ganador, vive esa envidia primaria, que lo coloca en un lugar donde es solo capaz de poseer el objeto malo, aquel que juzga, y maltrata que lo mira insuficiente, y que aleja al grupo familiar y social de ese ideal del yo, que los puede salvar de ser invisibles, de no tener un lugar en el mundo, pues este está reservado para aquellos que ostentan la medalla. El Yo Ideal nos remite a las familias que buscan mantener una perfección narcisista, deben alcanzar por completo el ideal que se hayan planteado, si uno de los miembros no cumple con el ideal es vivido como una herida narcisista. 

Entendiendo, así cómo funciona dicho mecanismo, podemos comprender cómo opera el contrato narcisista entre los atletas y la sociedad, pues como se explicó anteriormente, proyectamos y catectizamos a los atletas, con el fin de mantener este ideal que nos representa a todos nosotros, ya sea el nombre del país, el género, el color de su piel, su procedencia, etc. Por lo tanto, si al depositar en ellos como única valía ese talento, el no lograrlo sería perder ese lugar, es dejar de existir y por lo tanto no pertenecer a dicho grupo. 

Esa necesidad de ganar, de ser el mejor, de superar sus propios récords es tener esa certeza de haber ganado su permanencia en el grupo, es lo que les otorga valor, les da un sentido de identidad, de origen. Es poder sentirse identificados con el rol que les corresponde, pues sin él se verían en la desesperanza de no saber quien son, a donde pertenecen, lo que quieren hacer en su vida, y eso genera mucho miedo. 

Enfocándonos en Simone específicamente, el hecho de ser una mujer afroamericana joven y estadounidense por sí solo ya conlleva una carga importante. Es posible que cargue con una lucha por demostrar su valía, su fortaleza y las capacidades que tienen. Es seguir con el ideal de que Estados Unidos siempre es el número uno. Si pierde ella, pierden todos. Si pensamos este suceso como un logro de romper con el contrato, sería lidiar también con todas las pérdidas que pueden conllevar el haberse retirado, luchar con un superyó rígido, resignificar su identidad, su valor, sus metas futuras y su vida. Es abrirse camino a cuestionarse qué necesita ella, que quiere hacer en su vida y principalmente cómo lo va a hacer. 

Nosotros por nuestro lado, tenemos que estar más atentos a lo que proyectamos y con lo que nos identificamos, pues eso es resultado de nuestras propias necesidades. La prensa, las redes sociales, las noticias, entre otras, contribuyen a sembrar esta idea de lo que debemos esperar de los atletas, que, aunque se nos olvide, antes de ser atletas son humanos, como nosotros. Humanos que se equivocan, que sienten, que viven y que al igual que nosotros son vulnerables. No son superhéroes con superpoderes, son humanos con talentos y habilidades, que, a lo mejor, no necesariamente van a elegir dedicar su vida a potencializarlo, o quizás si, aceptar el reto y desarrollarlo, tendría que ser su elección. 

Debemos abrir el espacio y la mente para transmitir que su valor como individuos, no depende de su habilidad y agilidad deportiva, si no de muchas otras cualidades que poseen y que, aunque no están premiadas con una medalla, bien podrían merecer el reconocimiento simplemente por ser en esencia, personas admirables, y poder reconocer que la perfección, por más difícil que sea aceptarlo, no existe. Somos humanos y somos perfectamente imperfectos y eso es lo que nos va a hacer diferentes y especiales a nuestra propia manera. 

Bibliografía: