La fascinación por el horror en el Universo de Stephen King

Autor: Aura Hernández

 

La emoción más fuerte y antigua de la humanidad

es el miedo, y el más antiguo y fuerte tipo de

miedo es el miedo a lo desconocido.

H.P. Lovecraft

 

Decidí escribir este tema porque soy lectora asidua de Stephen King, regularmente  cuando tengo vacaciones leo alguno de sus libros con gusto, sintiéndome atrapada por la historia.  La sensación frecuente es de suspenso, acompañada de tensión y una buena dosis de humor negro que caracterizan al autor.

Las personas que me han preguntado ¿por qué leo sus libros en mis vacaciones? Indudablemente les digo: porque  quiero leer algo ligero que de paso me relaje y divierta, por supuesto mi interlocutor la mayor de las veces reacciona con cara de asombro y duda. Sí, Stephen King tiene a mi gusto un fabuloso humor negro, acompañado de una fácil escritura que inquieta y hace querer saber más de la historia.

Aunque es denominado como “el maestro del terror” lo considero más bien como autor de suspenso, pero el título del “maestro del suspenso” ya le ha sido asignado al fabuloso Alfred Hitchcock.

Soy también miembro activo de un grupo en Facebook llamado “Stephen King para todos”, una gran parte de sus integrantes coinciden en que les gusta leerlo por esa sensación de miedo y suspenso que te acompaña en sus obras, pero también porque habla de temas como la amistad, el amor de pareja, denuncias sociales y una serie de acontecimientos que nos reflejan en el transcurso de la vida, como es el miedo en general. Varios mencionan que leen un libro tras otro, los devoran, no pueden soltarlos.

De lo todo lo anterior surgen en mi varios cuestionamientos ¿Por qué nos fascinan,  tanto el miedo como el horror? Que nos atrapa y nos hace buscar más y más. ¿Por qué surgen sensaciones de inquietud acompañadas de cierto grado de placer después de leer alguna de sus obras?  Éstas son mis preguntas centrales que intentaré dilucidar en el presente trabajo, desde un enfoque psicoanalítico.

Comencemos por definir:

Fascinación. Se refiere a una atracción irresistible (RAE, 2018)

Horror.- Sentimiento intenso causado por algo terrible y espantoso. Atrocidad, monstruosidad, enormidad. (RAE, 2018)

En el Universo de Stephen King podemos encontrar historias ricas de horror, nos presenta situaciones que salen de nuestra cotidianidad. ¡Qué puede ser más horroroso que despertar en una situación donde desconocemos el mundo como hasta entonces habíamos mantenido en un límite de control y aprendizaje!, a la experiencia se le suma inquietud y peligro por la propia vida o subsistencia psíquica.  Tal es el caso del relato que nos narra Stephen King en su libro titulado Apocalipsis:

Un día los habitantes de Maine despiertan y descubren que la mayoría de las personas han muerto y solamente unas cuantas han sobrevivido a un virus gripal que los mata en muy pocas horas de forma violenta, destrozándoles las entrañas, supurando un moco verdoso por boca, ojos y nariz. Todos los sobrevivientes tienen sueños comunes, que no proceden del mismo origen, por un lado aparece una anciana que los invita a que se reúnan para salvar al mundo y por otro lado está Randall Flagg, personaje malévolo y sanguinario que quiere destruir a la humanidad. Los sobrevivientes se dividen, entre los que son llamados a la vida y los que son llamados a acabar con los primeros, con mensajes oníricos poco claros y ominosos, realmente no saben qué es lo que significan esos sueños, pero una fuerza poderosa los hace moverse a su encuentro (King, 2014).

Freud en Lo ominoso (1919) menciona que lo ominoso pertenece al orden de lo terrorífico, de lo que excita angustia y horroriza (Freud, 1919, p 219).

En lo ominoso hay algo dentro que no permite orientación, porque mientras más orientación tenga un individuo menos ominoso le parecerá.  Podemos entender que lo ominoso estaría en el ámbito de todo lo que no nos es familiar porque opera la represión donde el sujeto mantendrá en lo inconciente las representaciones e imágenes ligadas a pulsiones que se niega admitir debido al displacer y exigencias internas que de su conocimiento sobrevengan.

Lo ominoso varía en lo terrorífico, remontando a lo antiguo que ha sido familiar desde los primeros años de vida.  Lo familiar puede devenir ominoso y terrorífico, procede por medio de la represión.

Partimos de que lo novedoso puede ser ominoso mientras más ingrese al terreno de lo no familiar, lo no doméstico, más ominoso se encontrará, ya que cuenta con elementos que desconocemos y han permanecido en secreto, es lo oculto, pero ha salido a la luz generando desconcierto y terror.

Lo ominoso puede deducirse de la vida anímica infantil. En lo inconciente anímico se observa la compulsión a la repetición, contando en su naturaleza de pulsiones que doblegan al principio de placer, dotando de características demoníacas a algunos aspectos de la vida anímica. Se sentirá ominoso aquello que nos haga recordar esa compulsión interior de repetición.

Lo ominoso nos remite a la antigua concepción del animismo, que tenía por característica un universo con espíritus humanos, por la sobreestimación narcisista de los propios procesos anímicos de la omnipotencia del pensamiento.  Lo que nos parezca ominoso cumplirá la condición de tocar estos restos de actividad animista y buscará su exteriorización.

Los afectos se transmudaran en angustia por obra de la represión, lo angustioso es algo reprimido que retorna. Sabemos algo de él, nos es familiar aunque desconocido por obra de la represión.

La angustia de muerte y el aniquilamiento psíquico son temas harto frecuentes en los relatos de Stephen King, la angustia de muerte proviene de una conciencia de culpa (Freud, 1915, p.298). Nos dice Freud en El yo y el ello (1923) que hablar de angustia de muerte por sí misma es un concepto abstracto de contenido negativo que no genera ninguna distinción en el inconciente;  el único mecanismo posible de la angustia de muerte es que el “yo” diera de baja su investidura libidinal narcisista, y se resignase a sí mismo, en caso de angustia con otro objeto. La angustia de muerte se jugará entre el yo y el superyó.  De esta explicación se entiende que la angustia de muerte puede ser concebida , lo mismo que la angustia de la conciencia moral, como un procesamiento de la angustia de castración (Freud, 1923, p 58-59).

Freud en Inhibición, síntoma y angustia (1926 [1925]) mantiene la conjetura que la angustia de muerte debe concebirse como similar de la angustia de castración, la reacción del yo será de ser abandonado por el superyó protector, perdiendo su seguro frente a los peligros.

El yo se pondría sobre aviso de la castración a través de las pérdidas de objeto, haría uso de una señal-afecto de peligro que se trata a menudo del peligro de la castración como reacción frente a una pérdida, una separación. La primera vivencia de angustia, en el ser humano, es la de nacimiento, que significa la separación de la madre, que podría compararse a una castración de la madre (Freud, 1926 [1925], p123).

En la obra Cementerio de Animales, Stephen King habla de la posibilidad de morir uno mismo y los seres queridos. Encontramos al médico que en busca de una mejor calidad de vida para él y su familia se mudan a vivir a Maine (sí, mucho pasa en Maine en el Universo de Stephen King). Pero la vida como todo tiene pérdidas, al morir atropellado el gato de su hija, decide enterrarlo en un cementerio maldito que en tiempos ancestrales los indios Micmac enterraban a sus familiares para devolverles la vida, pero regresaban distintos, torpes y violentos.  A pesar de lo errado y tenebroso de la experiencia, al morir su hijo y esposa decide reintentarlo, envolviendose en una serie de persecuciones, mentiras y angustia por retomar su vida de antes, de regresar a lo familiar, a lo conocido (King, 1983).

En el relato anterior podemos desesperarnos con el protagonista por ignorar las evidencias de lo errado de sus decisiones, pero debemos tomar en cuenta que no está operando en él el proceso secundario del pensamiento donde existe la lógica y la razón, si no el proceso primario del pensamiento donde “(…) la energía psíquica fluye libremente pasando sin trabas de una representación a otra según los mecanismos de desplazamiento y condensación: tiende a recatectizar plenamente las representaciones ligadas a las experiencias de satisfacción constitutivas del deseo.” (Laplanche 2004)

Freud en De guerra y de muerte Temas de actualidad. (1915).  nos esclarece “En el fondo, nadie cree en su propia muerte, o, lo que viene a ser lo mismo, en el inconciente cada uno de nosotros está convencido de su inmortalidad” (Freud, 1915, p290).

Lo inconciente se comporta casi igual que el hombre primordial frente al problema de la muerte. “El hombre de la prehistoria sobrevive inmutable en nuestro inconciente. Por lo tanto, nuestro inconciente no cree en la muerte propia, se conduce como si fuera inmortal” (Freud, 1915, p.297). Lo inconciente no conoce nada de lo negativo, los opuestos pueden coincidir, por lo que tampoco conoce la muerte propia. Nada de lo pulsional puede conocer de la muerte.

Los seres queridos son una propiedad interior, parte de nuestro yo y por otro lado son también extraños y enemigos. En “el más tierno e íntimo de nuestros vínculos de amor, con excepción de poquísimas situaciones, lleva adherida una partícula de hostilidad que puede incitar el deseo inconciente de muerte” (Freud, 1915, p.300).

El hombre primordial vio en su dolor que él y sus seres queridos también podían morir. Pero por otra parte, esa muerte la podría considerar merecida, pues cada persona amada llevaba adherido un fragmento de ajenidad. Es la ley del sentimiento de ambivalencia, que reinaba también en épocas primordiales, donde los difuntos amados habían sido también extraños y enemigos que despertaron en él una porción de sentimientos hostiles (Freud, 1915, p 294).`

Ante el cadáver del ser amado nació la doctrina del alma, la creencia de la inmortalidad, una fuerte y enraizada conciencia de culpa, además del primer mandamiento ético de dicha conciencia moral que es “No matarás”.  La continuidad de éste mandamiento se preservó ante al cuerpo finado del ser amado y como reacción frente a la satisfacción de odio que se escondía tras el duelo; de a poco se extendió a quien no se amaba hasta llegar al enemigo. Es el imperio del superyó representante de las normas sociales.

Siguiendo con Freud (1915) podemos admitir la muerte de extraños y enemigos, lo inconciente no ejecuta el asesinato, pero lo desea y lo piensa. En el día a día asesinamos y deseamos mal a cualquier cantidad de personas, existiendo un poderoso deseo de muerte que  incluso puede matar por pequeñeces según sea el daño deducido por nuestro yo omnipotente y despótico, por lo que se vive como un crimen de lesa majestad. “Si se nos juzga por nuestras mociones inconcientes de deseo, somos, como los hombres primordiales una gavilla de asesinos (…)  bajo el fuego cruzado de las maldiciones recíprocas, hace tiempo que la humanidad se habría ido a pique” (Freud, 1915, p.298)

La sociedad de cultura, promueve la acción buena y requiere que desoigamos el fundamento pulsional,  ha conseguido así obediencia, pero en un gran número de sujetos sus pulsiones están en continua sofocación, esa tensión se da a conocer en múltiples reacciones y compensaciones. “La cultura se adquiere por renuncia a la satisfacción pulsional, y a cada recién venido le exige esa renuncia” (Freud, 1915, p.284)

Algunas opciones que tenemos para lidiar con la culpa y la actividad anímica es el uso de esa misma cultura, por medio de la literatura.  Freud en El creador literario y el fantaseo (1908 [1907]) nos comenta, el poeta hace lo mismo que el niño que juega: crea mundos de fantasías llenos de grandes montos de afecto, pero logra separarlos de la realidad efectiva, algunas de sus cosas no podrían causarnos goce, pero si son atravesados por la fantasía muchas excitaciones por sí mismas aunque sean penosas pueden ser fuentes de placer para los lectores.

El adulto deja de jugar, pero quedan reminiscencias de sus juegos infantiles, aunque aparentemente conforme fue creciendo renunció al placer que extraía del juego, “pero quien conozca la vida anímica del hombre sabe que no hay cosa más difícil para él que renunciar a nada; solo permutamos una cosa por otra; lo que parece ser una renuncia es en realidad un sustituto o subrogado” (Freud, 1908 [1907], p128) .  Por lo que, el adulto en lugar de jugar fantasea. Sus fantasías se vuelven sueños diurnos.

Los sueños diurnos están cubiertos de deseos insatisfechos, que forman parte de las fuerzas pulsionales de las fantasías.  Cada fantasía sería un cumplimiento de deseo, una oportunidad de corregir la insatisfactoria realidad.

En la fantasía estamos protegidos, la lectura de la narración nos llevará a los mundos que el autor con su pericia nos interne. Tener la sensación de que lo que pasa en la narración no nos pasará a nosotros nos revierte de invulnerabilidad donde es “su Majestad el Yo, el héroe de todos los sueños diurnos así como de todas las novelas” (Freud, 1908 [1907], p132)

Si analizamos el contenido de la historia que nos presenta el escritor encontraremos que los buenos son los auxiliares del yo devenido en héroe o en el villano, según se jueguen las identificaciones presentes y sus contrarios serán sus enemigos y rivales.

La novela de terror presenta la inclinación a escindir el yo del lector, por observación tendrá la posibilidad de yoes-parciales, identificándose entre varios héroes o personajes que en caminos paralelos le permitirán escenificar los conflictos de su vida anímica. Recordemos que los sueños diurnos son un sustituto y continuación actualizada en el adulto de sus juegos de niño, por lo que podrían fungir como posibilidades de descarga de pulsión, disminución de culpa y vergüenza generada ante la agresión deseada hacia uno mismo o el otro.  Reconocer dichos deseos en el mundo exterior nos escandalizaría y dejaría muy preocupados por lo que será de nosotros si nos dejamos llevar por tales nociones de maldad y sadismo, de ahí la cualidad de la fantasía en el sueño diurno, obtenemos el permiso de nuestro yo, con el debido permiso del superyó a transitar dicho camino que nos produce un elevado placer. La posibilidad de repetir dichos placeres nos engancha a una atracción irresistible (la fascinación) de vivir bajo el principio de placer.

Una intensa vivencia actual despierta en el lector el recuerdo de una anterior, que en diversas ocasiones puede pertenecer a su niñez permitiendo la liberación de tensiones pulsionales en nuestro aparato psíquico.

Es en el mundo de la ficción, en la literatura es donde buscamos el sustituto de lo que falta a la vida. Allí podemos hallar hombres que saben morir y perpetrar la muerte de otro. En la ficción se cumple la condición de que podríamos reconciliarnos con la muerte: que tras todas las vicisitudes de la vida nos reste una vida intocable (Freud, 1915, p 292).

 

Implicaciones terapéuticas.

Alejandro Beltrán (2019) nos comenta en una entrevista dada a la Federación Psicoanalítica de América Latina (FEPAL), que “la construcción del ser humano moderno se teje desde la literatura” (Beltran, 2019), el analista sirve como eje de construcción narrativa para el paciente, permitiéndole  comience a hilvanar su propia historia.

La construcción narrativa del analista depende de su capacidad para imaginar historias, comunicará y entenderá por ese medio el placer y el dolor del infante que fue el analista y la historia del conflicto anímico que trae al consultorio el paciente; la función narrativa aporta a nuestra capacidad de simbolizar los elementos psíquicos que nos depositan los analizandos.

Gladys Franco (2019) en entrevista para FEPAL menciona “Tanto el Psicoanálisis como la Literatura son disciplinas aptas para la expresión y captación de lo inconsciente en sus múltiples manifestaciones y las que más claramente se ocupan de dejar constancia de que el humano es un ser (hecho) de palabras” (Franco, 2019).

Nos comparte la sesión de un paciente que tras la muerte de un ser muy querido hablaba de la sensación de estar loco, por “escuchar” la voz de la persona muerta y cita:

El inicio de “Voces” de Kavafis dice: “Amadas voces ideales/de aquellos que han muerto, o de aquellos/ perdidos como si hubiesen muerto./ Algunas veces en el sueño nos hablan,/ algunas veces la imaginación las escucha”…  Algunas veces los poetas interpretan mejor lo insostenible del dolor psíquico, sin intentar psicopatologizarlo (Franco, 2019).

El Psicoanálisis nos va a permitir trabajar con los dolores esenciales que todos los humanos tenemos, así como las partes más oscuras y tenebrosas que no podemos aceptar en nosotros mismos porque nos generan horror ante las heridas narcisistas por no ser tan buenos y plácidos como la cultura espera de nosotros.

 

Conclusiones.

Stephen King escribe acerca de horrores que sirven como representantes de diversos conflictos internos que presentamos todos los seres humanos, el conocimiento-desconocimiento de los mismos nos atrae e intriga. Cuando podemos obtener mediante la literatura descarga de pulsiones mantenidas en conflicto entre elementos de nuestra vida anímica y el estar en la cultura, se generan posibilidades de placer sin peligro para nuestra integridad psíquica.

En el ámbito de la ficción tenemos una multitud de vidas que necesitamos, podemos morir identificados con un personaje y podremos volver a hacerlo con otro y seguir igual de ilesos. Podremos aniquilar a aquel que ya no podemos tolerar por los grados de represión tal vez sádica que nos genera y no entrar en conflicto, culpa o vergüenza por nuestros deseos agresivos.

En un meme que retoma una escena de Mafalda, Miguelito le grita y reclama al mundo exterior: ¡Pórtate bien! ¡Pórtate bien! ¡Uno no puede portarse SIEMPRE bien!  Y cuánta razón tiene, la literatura nos sirve como un vehículo para no siempre portarnos bien, aunque sea en la fantasía.

 

Bibliografía.

 

  • Beltran, A. (2019, 05 de septiembre). Entrevista con Alejandro Beltrán. Recuperado el 19 de septiembre de 2019 de http://www.fepal.org/es/entrevista-con-alejandro-beltran/?fbclid=IwAR3TQXUyD2xjoh4Q0tVHs3V68D_oIZ72a61HBht4-EP4iQb6Dbhs_I8fj8M
  • Franco, G. (2019, 29 de mayo). Entrevista con Gladys Franco. Recuperado el 27 de septiembre de 2019 de http://www.fepal.org/es/entrevista-gladys-franco/
  • Freud, S. (2008). EL delirio de los sueños en la <<Gradiva>> de W. Jensen y otras obras (1906-1908) En Etcheverry J. (traducción). Obras Completas de Sigmund Freud ( Vol. IX). 2da ed. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu
  • Freud, S. (2008). Contribuciones a la historia del movimiento psicoanalítico. Trabajos sobre metapsicología (1914-1916) En Etcheverry J. (traducción). Obras Completas de Sigmund Freud ( Vol. XIV). 2da ed. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu
  • Freud, S. (2008). De la historia de una neurosis infantil (el  <<Hombre de los Lobos>>) y otras obras (1917-1919) En Etcheverry J. (traducción). Obras Completas de Sigmund Freud (Vol. XVII). 2da ed. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu
  • Freud, S. (2008). El yo y el ello y otras obras (1923-1925) En Etcheverry J. (traducción). Obras Completas de Sigmund Freud ( Vol. XIX). 2da ed. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu
  • Freud, S. (2008). Presentación autobiográfica. Inhibición, síntoma y angustia. ¿Pueden los legos ejercer el análisis? Y otras obra. (1925-1926) En Etcheverry J. (traducción). Obras Completas de Sigmund Freud ( Vol. XX). 2da ed. Buenos Aires, Argentina: Amorrortu
  • Laplanche, J. (2004). Diccionario de Psicoanálisis. (pp. 302)1ª ed. Buenos Aires: Paidós
  • King, S. (1983) Cementerio de animales. México:Debolsillo
  • King, S. (2014). Apocalipsis. 2da ed. México:Debolsillo
  • Real Academia Española (2018). Diccionario de la lengua española. Recuperado el 19 de septiembre del 2019 de http://lema.rae.es/drae2001/srv/search?id=w06Mv3zmGDXX2aTp7P6d