La ética desde una perspectiva psicoanalítica.

Autor: Beatriz Ríos

 

Retomar el tema de la ética desde una perspectiva psicoanalítica, me llevó a preguntarme qué relación tiene con el aspecto de género, por ahora no lo sé, pero si sé que es un tema muy importante para todos los que hemos decidido abordar el modelo psicoanalítico que a ratos es sumamente complejo y en otros esclarecedor y profundo, y que si somos prudentes, como diría Andrés Gaitán iremos paso a paso en este tan largo camino. Además como menciona J-A Miller, (citado por Bermúdez, 2016) el analista “debe medir sus palabras porque no tiene ni la menor idea del eco que le puede venir de quien lo escucha” llama al analista como el “prudente moderno”.

Por lo anterior, el trabajo psicoanalítico nos invita a hablar de la ética, misma que nos remite de manera precisa al concepto central de Freud, lo inconsciente, siendo la parte más arcaica y originaria del psiquismo y al mismo tiempo la parte más próxima a los confines psíquicos y a las fuentes pulsionales, es decir, a los impulsos innatos, los sentimientos, los recuerdos reprimidos y los deseos, estos últimos figuran un papel muy importante para nuestro tema, ya que, para que el analista no ponga en juego sus propios deseos como persona en una cura, ha de saber sobre ellos y el modo que tiene en su propio análisis (Vacarezza, 2002).

Para ello, retomare un fundamento ético que todos conocemos: el analista debe tomar su propio proceso psicoanalítico, este proceso lleva a pensar y a profundizar indudablemente en los deseos del mismo, deseos que estarán en suma marcados por su inconsciente y mudados al trabajo de instalar el tratamiento en el paciente, Francischelli (2008) hace referencia que trabajo es la creación que nace con el talento y que necesita de trabajo para su materialización, este se concreta cuando se realiza con tenacidad. De modo, que el trabajo del analista será escuchar al futuro paciente y a sus resistencias que estarán siempre amenazadas por la presencia de las resistencias del analista, en el que será necesario como se mencionó anteriormente, el trabajo en su análisis personal, ya que escuchar el dolor del otro, no es una tarea que carezca de trabajo personal. Es este análisis lo que hará que el aparato psíquico del analista sepa de su deseo y lo habilite para oír el deseo del otro. Sin análisis personal se encontrara frente a una limitación de carácter ética. (Francischelli, 2008).

Es así, que es factible pensar que solo un deseo puede impulsar a trabajar a nuestro aparato anímico, por ende, el deseo está unido al trabajo, ese deseo que el analista mantiene y que debería anteponerse al concepto de contratransferencia, tendrá que ser no un obstáculo sino un aliado para el trabajo analítico. Pero, ¿por dónde comenzar? Se retomara la idea de Francischelli (2008) cuando menciona que – contemplar nuestro jardín y ver como lo estamos cuidando- es justo examinarse a sí mismo antes de atribuir las dificultades a otros. Es esa la cuestión, el analista emprendería un análisis personal que le dé la pauta de conocer a fondo esas partes de él que desean, desean satisfacción y no frustración, saber sobre sus fantasmas. Por lo que no hará de su paciente ni su portavoz ni su instrumento… (Vacarezza, 2002)

Otro aspecto importante que ayudara al trabajo de instalar el tratamiento en un paciente es preguntarse cómo recibimos a cada nuevo paciente, ya que como analista se tendrá la responsabilidad y la capacidad de crear un espacio analítico, partiendo de la demanda del paciente que siente y sufre. “Necesitamos construir, fabricar el espacio en nuestro psiquismo, un lugar donde alojar a alguien nuevo en nuestra labor profesional. (Francischelli, 2008)

Esto determinará la conexión por así decirlo con ese ser que sufre y demanda respuestas, demanda atención, demanda amor. Serán dos personas que establecerán una relación analítica, una relación íntima, pues tener la capacidad de sentir ese sufrimiento, ese dolor que quiebra y al mismo tiempo poder brindarle un espacio es sin duda un arte.

Dado lo anterior se pretende que – el paciente pueda vivir una relación en transferencia de un adulto, pero que lleva toda su niñez guardada en el pecho, el analista, en la medida en la que se organiza el vínculo transferencial, desempeña simultáneamente los distintos papeles proyectados en su figura. Esas relaciones primitivas, aquellas que se iniciaron a partir del nacimiento y que se harán presentes en la relación transferencial, se trata de una revivencia, es decir, se viven ahora, en el análisis, los vínculos pasados con las figuras primordiales de nuestros comienzos, sin los cuales no es posible sobrevivir. (Francischelli, 2008).

De este modo, la transferencia es un elemento esencial para el análisis, es la base de la clínica psicoanalítica. La transferencia torna al analista en distintos personajes del pasado de los pacientes. “Uno va desfilando en el imaginario del otro. Lo que se pretende es que con el trabajo continuo cada uno vaya siendo espontáneo, como uno es en la vida, donde exista un punto de autoconocimiento, identidad, aceptando las limitaciones, esos elementos harán que el trabajo analítico fluya de una manera lo más natural posible al igual que el analista, que se sienta libre de complejos, libre de representaciones que conllevan cierto desgaste psíquico y porque no utilizar esa energía en aplicar lo aprendido, en escuchar activamente al paciente y de esa manera dejar sentir lo que se tenga que sentir.

Una vez teniendo claro lo anterior, podemos pensar en iniciar el tratamiento psicoanalítico, ya que la base fundamental de este está presente en el analista, asimismo tomaremos cuatro momentos que serán esenciales pero siempre guiados éticamente para no dañar al que lo recibe.

El primer momento es la “ruptura narcisista” es la circunstancia que le ocurre a alguien cuando se quiebra su autoestima, es un ataque, una fragmentación de sí mismo, un momento desestabilizador, angustiante que escapa de su dominio, es justo el momento en el que permite la entrada de alguien más a su mundo sufriente y de dolor, que dentro de ello existe un deseo de vida. El analista a su vez necesita valorar esa decisión, se le recibe su sufrimiento y se le comparte, ya que el dolor psíquico que presenta el paciente es debido al sufrimiento del vínculo, vínculos que determinan a ese sujeto. (Francischelli, 2008).

El segundo momento es el tiempo de las entrevistas, en el que se da una escucha particular, sensible, el que oye deberá dejarse penetrar por esa voz sufrida del otro, hacerlo con amor y abrirle un espacio psíquico en su mente, estas entrevistas serán como lo menciona Etchegoyen (citado por Francischelli, 2008) entrevistas para detectar la crisis vital que el sujeto atraviesa. Vacarezza (2002) por su parte refiere que en ese comienzo del análisis se realizaran entrevistas preliminares (nada diferente a lo que propone Francischelli) para poner a trabajar la transferencia, es un tiempo que permitirá que se instaure o no “una demanda verdadera” en la que el paciente más allá de ser un síntoma o mostrar tal, supone que bajo este hay un saber que se le escapa y que necesita de un tercero para encontrarle, para mirarle. Por ello, será importante ubicar el síntoma, según Francischelli (2008) el síntoma como una creación ingeniosa del aparato psíquico para resolver una situación de conflicto que produce angustia y que esta fuera del yo. Justo el espacio analítico se abre para poner en palabras ese síntoma.

El tercer momento es el contrato que se promueve con la regla fundamental del psicoanálisis, donde el paciente debe decir todo lo que piensa y le venga a la mente. Cabe mencionar, como lo escribía Freud, el contrato se hace con la parte enferma del paciente, esta promete la más completa sinceridad. (Francischelli, 2008).

Ahora bien, un cuarto momento es el proceso, en el cual se pretende vencer las resistencias que se presenten, vencerlas será responsabilidad de ambos: analista- paciente, ya que estas resistencias en la enfermedad representan una fuente de beneficios secundarios para el paciente que sufre pero al mismo tiempo hay un disfrute inconsciente, pero eso es algo que el paciente aún no puede mirar, no lo sabe en su consciencia, y trabajo del analista es interpretarle, una buena interpretación deberá develar una verdad que el paciente ya tiene pero de manera inconsciente.

Pero esto no tendría sentido para el analista si no tuviera la vivencia como paciente, ya que constituye un factor fundamental para sensibilizarlo, para dotarlo de una posibilidad de escucha del sufrimiento psíquico del otro, sin embargo es importante resaltar lo que menciona Joyce McDougall (1982) todo lo que al analista le ha faltado explorar en su psicoanálisis personal se encuentra en el origen de su ceguera y su sordera frente a sus futuros pacientes. Lo que será un obstáculo para profundizar e interpretar el material que el paciente presente desde lo inconsciente.

No obstante, si evocamos a Tiresias, quien según el mito era un célebre adivino, este paseaba un día por el monte Cileno, el joven vio dos serpientes en copula, este separo a los animales e hirió a la hembra, como resultado de su intervención él quedo convertido en mujer, siete años más tarde, paseando por el mismo lugar, volvió a ver a otras dos serpientes acopladas, intervino de igual modo y recupero su sexo primitivo (Grimal, 2014). Su desdichada aventura, lo había hecho célebre, pues “el aprendiz de hechicero solo puede llegar a serlo cuando se sumerge hasta los confines de su inconsciente para saber de sí mismo tanto como se sabe mujer u hombre, con independencia de la anatomía, tal como un Tiresias moderno. (Francischelli, 2008)

Ese justamente es el trabajo que el analista debe emprender en sí, para recibir lo que el paciente tenga que depositarle según sus fantasías, sus deseos, su inconsciente. El analista debe considerar lo que escucha y preguntarse cuánto se puede escuchar, dependerá en gran medida hasta donde se atreve a llegar en su análisis personal.

Otro punto muy importante en el trabajo analítico es cuando el paciente en su ausencia se hace presente y esto exige al terapeuta un trabajo, una elaboración. La ausencia- presencia del paciente se remite a esos vínculos los cuales estuvieron, están y luego ya no, estos vínculos se traen con la palabra, se habla constantemente de ello. Pero, dónde trabaja o elabora el analista esa ausencia- presencia del paciente, existen dos espacios uno de ellos es el análisis personal del que ya se abordó anteriormente y otro lugar de trabajo es la supervisión, otro de los denominados pilares de la formación analítica. Supervisar es observar la evolución, el desarrollo de un análisis en el que el supervisor aparece como mediador, supervisar miraría de la misma forma al dúo trabajando, sin señalar conductas, procedimientos, etc. Comentará, desde ese lugar, lo que observa, aquello que su experiencia teórico- clínico le permita observar, percibir y sentir… (Francischelli, 2008).

Me parece importante resaltar que el trabajo analítico comienza desde nuestro propio análisis, es sentirse acompañado en esos procesos emocionales que desgastan pero al mismo tiempo fortalecen desde que dejamos que alguien más entre en nuestra dinámica, en nuestro sufrimiento. Es por ello que remarco en este escrito la responsabilidad que se tiene al hacer esa práctica clínica, que amerita toda la atención y escucha necesaria, no solo para escuchar al otro en su discurso, en su inconsciente, sino también en nuestro propio psiquismo, aprender a escucharnos, aprender a escuchar al otro analíticamente, ¿Quién dijo que sería fácil? Y es así como podría escribir estas líneas, con la misma dificultad que engloba su práctica, su ética.

 

Y entonces, termino como inicié preguntándome y preguntándoles ¿la ética desde una perspectiva psicoanalítica qué relación tiene con el aspecto de género?

 

 

Bibliografía

  • Bermúdez S. (2016) “Ni rápido, ni furioso la prudencia del psicoanalista”. Virtualia. Debates, bordes y perspectivas. Recuperado junio, 2018: revistavirtualia.com/storage/artículos/pdf
  • Francischelli L. (2008). “¡Mañana, Psicoanálisis! El trabajo de instalar el tratamiento en el paciente”. Biblos. Buenos Aires.
  • Grimal, P. (2014) “Diccionario de mitología griega y romana” Paidos. Buenos Aires.
  • McDougall J. (1982). “Alegato por una cierta anormalidad” Barcelona Petrel.
  • Vacarezza L. (2002). “El trabajo analítico. Conceptos indispensables”. Síntesis. España.