Carolina Gutiérrez

Regresar a la vida presencial tras un año y medio de encierro no ha sido fácil para nadie, especialmente para los niños a quienes les faltó socialización. El regreso a las escuelas ha sido todo un reto con varias incertidumbres; regresando a casa por semanas y después de nuevo al colegio, los niños convivían en grupos burbuja, recreos en turnos, etc.

Con esta incertidumbre constante, al regresar al colegio nos encontramos con niños muy necesitados de contacto físico, de mostrar sus cuerpos y de verse. Tenemos muchos golpes, no hay tolerancia a la frustración, capacidad para resolver problemas, ni habilidades para la detección de emociones. Todo esto ha llevado a una crisis escolar, los alumnos pelean a golpes constantemente, se asoman entre ellos en los baños y buscan enseñarle sus genitales al sexo opuesto en la primaria baja de 1º a 3º grado. En la primaria alta, de 4º a 6º grado, se viven golpes, empujones y autolesiones constantes.

Observar todo esto durante los últimos meses me llevó a cuestionarme si las situaciones descritas anteriormente son una simbolización a través del juego para resolver el trauma experimentado por el encierro, o si el encierro fue una situación tan extrema que evitó el desarrollo de los niños en varios ámbitos, ocasionando que en estos momentos los niños estén apenas desarrollando y vivenciando ciertos retos de una edad anterior. Este trabajo tratará de dar una explicación a la situación que hoy en día se vive en la gran mayoría de los colegios, hablando por la experiencia propia de un colegio privado.

Primero me gustaría empezar recordando lo que los niños viven en la etapa de la latencia que va de los 6 a los 11 años aproximadamente. Durante esta etapa los niños subliman sus deseos sexuales por impulsos y tareas socialmente aceptadas como las relaciones entre amigos, competencias, aprendizaje, entre otras. Por lo mismo el ello es aplacado y el yo reforzado, el superyó actúa con mayor severidad, siendo de acuerdo con Freud el heredero del complejo de Edipo. Al reprimir los contenidos sexuales se reprime la lucha contra la masturbación y la curiosidad por ver y tocar los genitales del sexo opuesto y en lugar de esto aparecen sensaciones de pudor y aspiraciones morales donde hay una excitación sexual con manifestaciones poco visibles. Al sublimar, el niño está en la búsqueda del conocimiento, interesado en sus actividades académicas, deportivas y en su grupo de amigos del mismo sexo (López Barros y Russo de Sánchez, 2006).

Tras el largo encierro de más de un año, parece que no nos enfrentamos hoy en día a la latencia descrita anteriormente. Los niños mantienen una activa curiosidad por observar los genitales del sexo opuesto preguntándoles a las niñas si les pueden enseñar su pene y las niñas asomándose en los baños de los niños, o levantándose la camisa frente a los niños. Esta curiosidad no era algo constante en la primaria antes de la pandemia.

La pandemia vino a cambiar muchas situaciones, la mayoría de los niños la vivió encerrado en su casa o departamento con sus hermanos en caso de haberlos o solos, jugando exclusivamente en línea con otros amigos y compañeros del colegio. Los más pequeños se vieron limitados a videojuegos, las llamadas en Zoom con otros amigos eran pocas, y así su creatividad se vio limitada. Llegó un punto en el que la mayoría de los alumnos pedían a gritos ideas de juegos para hacer en sus casas, ya habían hecho la mayoría, y las demás no les eran permitidos por sus papás. A veces te encontrabas con niños que sus papás no querían salir ni al jardín a jugar con ellos por miedo a contagiarse, evitaban toda reunión social y es hasta ahora que los niños volvieron a encontrarse en un ambiente donde la socialización es la actividad principal. Al reencontrarse comencé a escuchar comentarios entre los niños de mucha sorpresa por el físico de sus compañeros, y de una falta de límites y conocimientos para jugar. Al volver se tuvo que volver a enseñarle a jugar a los alumnos, ya que se les había olvidado poner límites y reglas en los juegos, escoger turnos, compartir y escuchar la opinión del otro. A los niños les ha costado mucho trabajo regresar a lo presencial, y diario hay muchos problemas sociales sobre comentarios inapropiados, golpes, curiosidad por el sexo opuesto, enamoramientos que asustan a las maestras, autolesiones, envidias y una muy baja tolerancia a la frustración. Todas estas han sido cuestiones que se han trabajado a lo largo del ciclo escolar junto con las maestras, quienes también se debieron involucrar en el juego de los niños para reaprender con ellos.

En “Realidad y Juego” D. Winnicott (1971) explica que en el juego llegan a observarse excitaciones físicas, pero no necesariamente se trata de una masturbación. El juego finalmente es hacer. A través del juego se facilita el crecimiento y poco a poco tras el objeto de transición y el juego con la madre, éste conduce a relaciones de grupo, por lo que también es una forma de comunicación. El niño reúne objetos y fenómenos de la realidad externa y los usa al servicio de la realidad interna, así propongo que todas estas agresiones en los juegos están al servicio de simbolizar y elaborar el trauma del encierro, la realidad interna. Al implicar confianza, esto sólo lo están haciendo con sus amigos o niños que juegan con ellos en los recreos, no en casa con sus papás por miedo a ser castigado. Sabemos por Winnicott que la excitación de las zonas erógenas amenaza el juego y en él el despertar de los instintos no es excesivo, sin embargo, me parece que tras tanto tiempo sin socializar hizo falta elaborar dicha curiosidad por el sexo opuesto ocasionando una constante excitación en donde uno de los dos termina enseñando sus genitales asustando al otro por la misma excitación. Observo a alumnos de 1º de primaria que constantemente me buscan para pedir ayuda, ya que algún niño o niña le declaró su amor y no saben qué hacer, o porque todo el tiempo los están abrazando y dando besos y no saben poner límites. En el caso más extremo hay algunos niños especialmente varones que comenzaron a mostrar una masturbación excesiva en el colegio y asumo también en casa. Por todo lo anterior me pregunto si realmente se estará jugando cuando los impulsos tanto agresivos como sexuales salen a la luz.

De acuerdo con Fabiana Freidin (2019) quien cita a Melanie Klein, el juego sirve para descifrar simbolismos, fantasías e impulsos reprimidos, por lo mismo en el consultorio facilita el trabajo con los niños quienes en el juego expresan situaciones traumáticas. En algunas ocasiones he sacado a jugar a algunos alumnos con Legos, cuando los maestros observan que algún niño no está bien emocionalmente o está teniendo problemas constantes de conducta, lo cual me ha permitido observar que en la mayoría de los casos me construyen una casa totalmente encerrada, con varias puertas o incluso solamente paredes. Esto me ha permitido deducir que la experiencia de estar en casa no ha sido algo que fácilmente se tramite y elabore, ha perdurado ahí y no se ha hablado. En casa los niños han estado conectados a internet la mayor parte del día, con poco control parental, asumo que en varios casos hubo presencia de pornografía, al igual que el escuchar o incluso ver a los padres teniendo relaciones. Igualmente se vio mucha violencia en los videojuegos y noticias. Incluso recuerdo que al inicio de la pandemia se les tenía que recordar a los papás constantemente dejar de hablar sobre las cifras de muertes por Covid-19 frente a los niños. Todo esto llevó a los niños a vivir con el impulso de muerte a flor de piel, muchos sí vivieron la muerte de tíos, abuelos, e incluso padres, pero todos vivieron el mismo temor del adulto y la misma angustia sin entenderla. Finalmente todos vivieron encerrados en cuatro paredes escuchando, viendo y experimentando violencia y sexualidad. En el colegio, los niños están intentando reparar tantas cosas vividas y no estoy segura de que verdaderamente sea mediante una simbolización.

En el mismo artículo, Freidin, habla de la simbolización de acuerdo con W. Bion, quien me permitió entender que finalmente los niños no han asimilado las experiencias que despertaron la pulsión de muerte y por ende se vive mucha angustia en ellos. Los niños están intentando asimilarla mediante el juego agresivo, la observación de genitales y las autolesiones. Todo con el afán de experimentar el dolor físico que viven psíquicamente y poder tramitarlo, o por lo menos intentar entenderlo. Pero por otro lado también me pregunto si la simbolización en el juego se vio limitada después de estar tanto tiempo encerrados con no solo su superyó, sino también con su superyó encarnado, es decir los padres 24/7, poniendo castigos, regañando, sacando su enojo con ellos, junto a la amenaza del complejo de Edipo constante. Aunado a un incremento en el uso de videojuegos y redes sociales, pareciera que la capacidad de juego con el otro se vio limitada a los impulsos agresivos que tratan de elaborar y a la imitación de los videojuegos y los gritos de los padres desesperados.

Viendo tanta agresión hacia los demás y hacia ellos mismos, me interesé por entender más sobre ella. De acuerdo con D. Winnicott en su artículo “Las raíces de la agresión” (1964) los golpes tempranos de los bebés inducen a conocer el mundo exterior y así entender que es distinto de su self y comenzar a relacionarse con los objetos externos. La conducta que pronto se denotará como agresiva al inicio es un impulso que conduce al movimiento y al placer. Winnicott hace la diferencia entre el niño audaz que logra el alivio proporcionado por la expresión abierta de la agresión, y el niño tímido que no encuentra esa agresión en el self, la encuentra en otra parte y se asusta de ella o espera su venida desde el mundo exterior. Por un lado, tendríamos a los niños que desde pequeños pueden expresar esta agresión sin miedo a una retaliación, y por la otra los niños que no aceptan ser seres agresivos por la definición social que se le da “lo malo”, “prohibido”, lo cual los lleva a esperarla del mundo exterior. Prohibida o no actualmente todos los niños están expresando esta agresión innata, si no es por golpes o autolesiones, es por palabras, groserías, empujones, incluso no querer compartir, pelearse por que no se jugó a lo que ellos querían y salir corriendo. Todo es una expresión de sus impulsos agresivos que constantemente se asoman, impulsos que no fueron sublimados ni expresados en el encierro y es hasta ahora que salen a la luz.

En otro artículo de D. Winnicott titulado “La agresión” (1939), se da a entender que tanto el amor como el odio implican agresión. La agresión, es energía instintiva encerrada que es un peligro para el individuo y la comunidad, por lo que se lleva a una prohibición. Así cuando estas fuerzas destructivas amenazan con predominar sobre las amorosas, el niño debe hacer algo para salvarse, una de estas cosas que hace es dramatizar el mundo interior, actuar el papel destructivo y conseguir que una autoridad externa ejerza control, buscando los límites que él en su momento es incapaz de poner. Los niños constantemente después de pegar y ser pegados buscan al prefecto, a una maestra o las psicólogas del colegio, para tener a alguien que los frene y que ejerza el control sobre sus instintos agresivos. Pero antes ya hubo una descarga importante, ya pegaron, ya se autolesionaron, ya insultaron, ya lastimaron al otro o a sí mismos. Esto inconscientemente los dejó sintiendo que lograron expulsar lo malo a través de estas acciones, me pregunto en la situación actual ¿qué será eso malo que necesitan expulsar? ¿Será toda la agresión que introyectaron durante el encierro, el miedo a la agresión? O bien, ¿será que no habían podido procesar y proyectar sus impulsos agresivos y ahora los vemos con mayor potencia?

En cuanto a las autolesiones en los niños de primaria alta, veo un masoquismo, explicado igualmente por Winnicott en el artículo mencionado anteriormente “La agresión”. El masoquismo es una forma de manejar la agresión en la realidad interna, así el individuo consigue sufrimiento y se alivia de sus sentimientos de culpa mientras disfruta de la excitación y gratificación sexual que el mismo masoquismo produce. Me parece que estos niños están intentando manejar su agresión. Las niñas son en quienes lo observo más, esto me parece que se debe a que en la sociedad está prohibido para ellas golpear, por lo que se provocan lesiones para aliviar sus sentimientos de culpa y odio, que no saben tramitar de otra manera y así disfrutar del mismo placer que esto produce. 

En el libro “El yo-piel” de Didier Anzieu (1974), se propone que la piel tiene una gran importancia en el desarrollo del niño. El yo-piel es descrito como “la necesidad de una envoltura narcisista que asegura al aparato psíquico la certeza y la constancia de un bienestar básico” pp. 50. Durante la primera infancia, la piel le sirve al niño para representarse a sí mismo como un yo, el cual tiene los contenidos psíquicos originados por su experiencia en la superficie del cuerpo, en la etapa oral principalmente podemos ver esto. La piel propone D. Anzieu, funciona como la inscripción de huellas sensoriales que tiene dos bases la biológica y la social, veo que la falta de contacto social en el encierro puso en duda esta función en los niños y los llevó a una angustia de no pertenencia social, en donde no había la visión del otro ni el reflejo de uno mismo en el otro. Asimismo, observo que la función de continente se vio alterada, el niño comenzó a descuidar su cuerpo, estaban todo el día en pijamas, encerrados toda la mañana en su cuarto junto a su cama tomando clases en donde realmente la interacción social era mínima. Me parece que el descuido del yo, llevó a un impacto en el yo-piel, en donde los niños se han atacado a sí mismos, con la pulsión de autodestrucción del ello. Los niños ahorita están viviendo esto más que nunca, con las autolesiones, los golpes, los constantes reportes. Finalmente se ponen en un riesgo de autodestrucción, el impulso de muerte presente en todo momento.

Por otro lado, Anzieu explica que las prohibiciones del tocar se instauran desde la niñez, se prohíbe la agresión hacia el otro y el autoerotismo funciona como una forma de manejar la excitación de las pulsiones agresivas, por lo mismo no se diferencia la agresividad y la sexualidad, y son asimiladas ambas como expresión de violencia. Las prohibiciones tienen sus funciones, definen los peligros externos y permiten saber que no se puede controlar todo, entendiendo que no se puede tocar a las personas de forma violenta y tampoco se pueden tocar las zonas erógenas.

Anzieu me permitió entender que lo que vivimos hoy en día con los niños es más complejo, me parece que hay un intento de controlar con los golpes, las autolesiones y el mostrar y ver los genitales del otro. Y que este intento se debe a un total descontrol y una incertidumbre vivida durante mucho tiempo, en el que estuvieron recibiendo el mensaje constante de no tocar, no dejar que nada llegue a tu piel, y en estos términos a tu yo. Nada podía penetrar esa barrera de protección, y nada podía asegurar el bienestar básico psíquico.

En conclusión, me parece que los niños en la latencia se están viendo amenazados por mucha agresión vivida durante un año y medio, ya fuera por videojuegos, el constante miedo a la muerte de ellos o de un ser querido, los constantes gritos de los maestros en Zoom por desesperación, o los de sus papás por la misma razón. Se vivió mucha agresión que no fue tramitada en los niños, donde especialmente ellos se vieron obligados a callar, y si se expresaban había un castigo, la agresión no podía ser parte de ellos. Ahora lejos de la casa, puedo concluir que los niños están simbolizando toda esa agresión en el juego para poder elaborarla y así depositarla inconscientemente fuera de ellos. Su necesidad de contacto y un contacto agresivo viene de una gran falta de él en estos años, los niños necesitan recomponer su barrera, y volverse a sentir seguros en su propia piel, pero para esto hay mucho que elaborar y entender.

Me parece muy importante que los maestros estén dispuestos a recibir toda esta agresión y ayudarlos a elaborarla, sin embargo, lo que veo hoy es una incapacidad de entenderlos por el miedo que ocasiona tanta agresión y tantos impulsos sexuales en niños pequeños. Las maestras se asombran porque a los niños de 1º de primaria les guste una niña o niño, y los regañan cuando se enteran de esto, los niños que constantemente están pegando se llevan reportes a casa y ahora estamos lidiando con muchísimos reportes de agresiones, que no corresponden a agresiones de niños que buscan lastimar al otro, sino que son agresiones que necesitan para volver a comprender e internalizar su propio cuerpo, su propio yo piel, y también dejar salir la pulsión agresiva que viven con tanta intensidad. Entiendo ahora que los niños buscan una elaboración de todo lo vivido y no hablado.

Bibliografía

  • Anzieu, D. (1974). El Yo-piel. Madrid, España. Biblioteca nueva
  • Freidin, F. (2019). La simbolización y sus límites: lecturas desde la Escuela Inglesa. Revista Universitaria de Psicoanálisis. (No. 19), pp. 23-25.
  • López Barros, L.E. y Russo de Sánchez A.R. (2006). La latencia. Psicogente. Vol. 9 (No. 15), pp. 66-93
  • Winnicott, D.W. (1939) La Agresión. Obras Completas de Winnicott. Pp. 1061-1066
  • Winnicott, D.W. (1964) Las raíces de la agresión. Obras Completas de Winnicott. Pp. 1452- 1456
  • Winnicott, D.W. (1971). Realidad y juego. Barcelona, España. Gedisa