Adriana Villarruel 

“Lo que hace que el individuo sienta que la vida vale la pena de vivirse es, más que ninguna otra cosa, la apercepción creadora” (Winnicott 1971 p.115).

Nos encontramos en una época en donde pareciera que se lucha por salir del modo automático, por sabernos existentes, genuinos y vivos. A esto se le suma la pandemia que impuso una realidad rígida, repetitiva y amenazante que ha generado un agotamiento generalizado, aunado al miedo, las muertes y a todas las fantasías y problemáticas asociadas a dicha crisis que fomentan la sobre adaptación, el sometimiento, así como la dificultad para identificarnos con realidades más esperanzadoras.

Pienso que esta situación, puede propiciar una forma de relación con la realidad exterior que es, de acuerdo con Winnicott (1971), una relación de acatamiento, definida como un sentimiento de inutilidad asociado a la creencia de que nada importa y que la vida no es digna de ser vivida, en donde la realidad se experimenta en función de encajar ante la exigencia de una adaptación importante que limita la espontaneidad.

El desafío (en parte) ha sido conservar nuestra espontaneidad ante una realidad que nos impone desafíos a cada momento, y que pone a prueba la capacidad con la cual inicio el presente trabajo: la capacidad universal de ser creativo, la cual según dicho autor corresponde a la condición de estar vivo.

Para Winnicott (1971), vivir desde la capacidad creadora es un estado saludable y considera que el acatamiento conduce a la enfermedad, siendo ambas posiciones subjetivas frente a la realidad exterior. Desarrollar esta capacidad creadora y de sentir que la vida es digna de ser vivida, está relacionado de forma importante con la calidad del ambiente en las primeras etapas del desarrollo del bebé.

Desde esta premisa, Winnicott (1970), sostiene que “para ser creativa, una persona tiene que existir y sentir que existe, no en forma de percatamiento consciente, sino como base de su obrar” y que “para que uno sea y sienta que es, es preciso que la actividad motivada predomine sobre la actividad reactiva”.

Cuando habla sobre los orígenes de la creatividad, dice el autor que el “ser precede al hacer”, debido a la “tendencia genéticamente determinada del individuo a estar vivo, permanecer vivo y relacionarse con los objetos que se interponen en su camino cuando llega para él el momento de esforzarse por conseguir cosas”.

Esta tendencia y capacidad, es fomentada cuando la madre puede responder a las necesidades del bebé, adaptándose a éstas activamente mientras el pequeño aprende de forma gradual a hacer frente a las frustraciones, pasando del principio del placer al de realidad y de esta manera, el bebé puede empezar a relacionarse con la realidad exterior para formarse una concepción de ella (Winnicott, 1971).

Al mismo tiempo, Abram (1996) citando a Winnicott en 1967, refiere que para el desarrollo de la “forma creativa de ver el mundo, la persona debe en primer lugar, haber interiorizado la experiencia de haber sido visto”, de esta manera se da lugar la apercepción, es decir, “verse a sí mismo a través de ser visto por la madre”, así́ como la percepción, siendo esta “la habilidad de ver objetos completos, que es la capacidad de diferenciar entre yo y no-yo”. Cuando el proceso de apercepción fracasa, el bebé se ve obligado a estudiar el rostro de la madre para poder predecir su estado de ánimo, lo cual afecta su capacidad de ser espontáneo al inhibir la expresión de sus necesidades por temor a sufrir represalias, en cambio, cuando el proceso se da de forma adecuada y la madre es suficientemente buena, el niño se siente animado a desarrollar su sentido de sí mismo.

Ahora continúo con la experiencia de omnipotencia del bebé ante los cuidados efectivos de la madre, es decir, sentir que crea el pecho, entendiendo este como el estilo de crianza y la “carne real” a partir de la capacidad y necesidad de amor del pequeño. Así es como, “la madre coloca el pecho en el lugar en que el bebé está pronto para crear, y en el momento oportuno” (Winnicott, 1971), generando la ilusión de que su capacidad de crear el mundo se ve reflejado en la realidad exterior.

Mencionaré brevemente, que dentro de este campo de la ilusión, se despliegan los objetos transicionales, los cuales permiten que se desarrolle un espacio neutral de experiencias que no podrá ser atacado y que, en función al desarrollo de los intereses culturales de la persona, se podrá observar dicha experiencia en la vida imaginativa, la religión, las artes, etc. (Winnicott, 1971).

Así es como, esta capacidad de crear el mundo es entendida en la vida adulta como creatividad y la conservación de cierta parte de la omnipotencia, a través de dicha capacidad. Esto permite asimilar el principio de realidad como “el hecho de la existencia del mundo independientemente de que el bebé lo cree o no” (Winnicott, 1970), por lo que, la creatividad, permite que la realidad sea más tolerable y menos un “insulto” como refiere dicho autor.

Sostiene Winnicott (1970): “Para mí, vivir creativamente significa no ser muerto o aniquilado todo el tiempo por la sumisión o la reacción a lo que nos llega del mundo; significa ver todas las cosas de un modo nuevo todo el tiempo”.

Me parece que ver las cosas del modo que propone Winnicott, es un desafío, en donde también se pone a prueba nuestra capacidad de integrar la vida y nuestros objetos internos, ya que, al quedarnos en polaridades y extremos, pienso que podemos estar más cerca de la sumisión y del propio aniquilamiento al vivirnos como autómatas.

Crear también implica integrar, deconstruir y reelaborar, así como interconectar experiencias, ideas y sentimientos para darle una nueva mirada, haciendo uso de nuestra omnipotencia y narcisismo para sentirnos seguros y capaces de que ver las cosas de un modo distinto, cuando todo ya parece haberse dicho y pensado, es un acto humano universal y necesario, ya que “cuando nos sorprendemos a nosotros mismos estamos siendo creativos y descubrimos que podemos confiar en nuestra inesperada originalidad” (Winnicott, 1970).

Pero ¿cómo vivir desde esta capacidad creadora ante las amenazas constantes, no solo en forma de virus, sino en forma de gobiernos, de conflictos sociales, familiares, laborales y de exigencias externas e internas, que nos son mostradas y a las que accedemos libremente desde la palma de nuestra mano todos los días?

En la era de la hipermodernidad, la sobre estimulación es la norma, generando un ambiente que propicia ser reactivos, estar polarizados y en un acatamiento que nos aleja del segundo concepto que me gustaría introducir de forma concisa siguiendo al autor mencionado: el verdadero self.

En primer lugar, se puede entender que la devoción de la madre por el bebé, es decir su respuesta a los gestos espontáneos y necesidades de éste, permite que su desarrollo inicie desde la existencia, desde el ser y no desde la reacción, lo cual da origen al self verdadero. Su contraparte, sería el falso self, cuya función es proteger al verdadero self y su funcionamiento oscila entra la salud y la patología en tanto ocultar o proteger al verdadero self no genere sentimientos de futilidad, acatamiento y en casos más graves, el suicidio como forma de proteger a la totalidad del self, sino que funja este falso self, como comportamientos sociales adaptativos que permita el ejercicio de la espontaneidad y la simbolización (Winnicott, 1960).

Dice al autor, que “solo el self verdadero puede ser creativo… y puede sentirse real” (Winnicott, 1960), por lo que es experimentado como una continuidad existencial, es decir, es un proceso dinámico (Winnicott, 1965). Dentro de este proceso, existe una parte incomunicada con el exterior que al ser preservada permite que se experimente dicha continuidad de ser en la niñez y adultez sin riesgo de desaparecer. El uso del lenguaje es otra forma de comunicación que tiene el sí mismo y como tercera forma, se encuentra la comunicación intermedia, es decir, el juego, las diversas experiencias culturales y los fenómenos transicionales. Todo esto engloba una serie de posibilidades que para el autor significa como estar vivo.

Queda mucho por decir del verdadero y falso self, sin embargo, para efectos del presente escrito espero que la idea de la existencia de un sí mismo que nos permita hacer uso de nuestra capacidad creadora, sea tomada en cuenta en función de la afectación que puede tener dicha experiencia en la actualidad. Dicha afectación puede verse reflejada en estados propios del falso self patológico como “una extrema inquietud, incapacidad para concentrarse y necesidad de recoger incursiones de la realidad externa, para que el tiempo de vida del individuo pueda llenarse con reacciones a ellas” (Winnicott, 1960).

Me pregunto, ¿de qué buscamos llenarnos hoy, que en vez de hacernos sentir vivos y creativos, nos remite a estados de angustia y futilidad? ¿Cómo proteger a nuestro verdadero self cuando el afuera es amenazante y premia, por el contrario, un falso self patológico?

Para esto, Lipovetsky (2006) en su libro Los tiempos hipermodernos, nos habla de paradojas que se experimentan en la hipermodernidad, tales como el progreso de comportamientos responsables a la par de un mayor incremento en la irresponsabilidad, y a pesar de estar más informados, los individuos hipermodernos, se encuentran más desestructurados.

El autor describe adultos inestables, influenciables y aunque son más críticos, también son más superficiales, más escépticos y menos profundos, como ejemplo, menciono la conducta general en las redes sociales y cómo esta influye de forma importante en nuestro acontecer diario. Son adultos llenos de miedo ante la incertidumbre del futuro, con dificultad para asumir la etapa adulta, a la par de un ritmo de vida veloz que pasa factura en forma de padecimientos psicosomáticos, depresiones y agotamiento extremo.

Este sentido de urgencia constante pareciera que aplasta de forma considerable nuestra capacidad de crear de forma continua y nos invita a reaccionar, a consumir novedades que permitan sentir que revitalizamos el paso del tiempo y a nosotros con este deseo de “renovación perpetua de uno mismo y del presente” (p.84). La paradoja es que al buscar vitalidad y sentido de sí mismo, lo efímero de ese momento se convierte rápidamente en angustia por el porvenir.

La hipermodernidad no es ajena al consultorio, la inmediatez se muestra en forma del deseo ávido de un diagnóstico que nombre la experiencia en busca de una cura eficaz y permanente, la frustración de experimentar la repetición de sensaciones que se evitan pero que causa el efecto contrario, y la dificultad para detenerse a pensar y reflexionar. Esto proporciona un buen espacio para el psicoanálisis para acompañar el proceso de pensar y de sentir, tolerando la urgencia de cura que a veces es fantaseada como la ausencia de malestar. Bien decía Winnicott (1960), que detrás de las compulsiones está el miedo, y que es posible estar atrapados en ellas limitándose nuestra creatividad por no hacernos cargo de nuestro pasado.

¿Pero en qué tiempo nos hacemos cargo del pasado, si parece que somos más esclavos del tiempo que de nuestra propia historia? ¿O quizás nos vivimos de forma inconsciente como esclavos de ambos?

Para este punto, pareciera que existen más preguntas que respuestas, sin embargo mi invitación no tiene la intención de ser fatalista, sino todo lo contrario, me dirijo a tener presente de forma consciente que nuestra capacidad de vivir la vida desde la creación como un producto de la creatividad de acuerdo se trata de un instinto al vínculo (Spadaro, 2005), siendo uno de los tantos resultados de la experiencia con nuestro vínculo más primario (Spadaro, 2021), por lo también cobran vital importancia los vínculos que sostenemos actualmente, así como las identificaciones que nos permiten desarrollar nuestro potencial creador en un ambiente que aunque amenaza, también nos empuja como toda crisis y displacer, a movernos para cuidar dichos vínculos y cuidarnos activamente a través del sostenimiento conjunto.

Parecen dos caras de la misma moneda, la hipermodernidad que vende ilusiones fugaces en las cuales parece fácil perderse, y la autenticidad humana o el sí mismo siguiendo a Winnicott, que busca protegerse a toda costa de las deformaciones y el falso self necesario para hacer frente a los desafíos y controversias actuales.

La hipermodernidad es entonces, una época, en donde estamos expuestos a vivencias que pudieran generar estados de angustia, es decir “la expectativa frente al peligro y preparación para él, aunque se trate de un peligro desconocido” (Freud, 1984 p. 12), siguiendo el planteamiento de Lipovetsky (2006), pareciera que este sentido de urgencia, de reinvención constante y de incertidumbre ante el futuro, promueve un estado de angustia flotante al no tener objeto claro como amenaza, o al menos visible en caso del virus. Otros podemos verlos desde nuestra subjetividad y cuestionarlos desde ese lugar, como la defensa de los derechos humanos de las minorías, la pobreza, el racismo, los crímenes, sistemas de gobierno autoritarios y demás situaciones que están más cerca de repetirse que de repararse.

Esta es solo una variable más que quisiera sea tomada en cuenta, en función de seguir contextualizando nuestra situación actual, la cual puede parecer desalentadora si se mira de una sola perspectiva, pero si lo vemos como una esfera, donde coexisten múltiples escenarios, quizás podamos darnos el tiempo y el espacio de darle una nueva mirada a las experiencias, para aceptar la inevitabilidad del cambio y el hecho de que cada época tiene su desafío. Así que me pregunto

¿Desde dónde y cómo nos vamos a posicionar frente a tantos desafíos actuales? Considero que las respuestas a esta pregunta tienen el potencial de ser múltiples y dinámicas.

De momento, si partimos del hecho que todos hemos atravesado una pandemia haciendo uso de recursos tanto del verdadero como del falso self, sería importante considerar en qué medida dicha situación externa y sus consecuencias, tuvieron la fuerza suficiente como para traspasar la protección anti- estímulo, siendo esta la idea principal que refiere Freud (1984), para hablar de trauma, afirmando que se produce una alteración importante en la economía energética del sistema, lo que conduce al despliegue de los mecanismos de defensa pertinentes, para poder contener el estímulo externo, ligar los volúmenes de dicho estímulo psíquicamente para poder dirigirlos a su tramitación, todo esto genera a su vez una disminución de los demás sistemas psíquicos, lo cual se manifiesta en forma de parálisis o retraimiento de otras funciones psíquicas.

Seguidamente, Freud (1984) complementa señalando que “un sistema de elevada investidura en sí mismo es capaz de recibir nuevos aportes de energía fluyente y…ligarlos psíquicamente. Cuanto más alta sea su energía quiescente propia, tanto mayor será también su fuerza ligadora; y a la inversa: cuanto más baja su investidura, tanto menos capacitado estará el sistema para recibir energía afluente y más violentas serán las consecuencias de una perforación de la protección antiestimulo” p. 30.

Respecto a esto, Spadaro (2005) como una posible respuesta a esta disminución de capacidades, menciona en su artículo La creatividad y su papel en la superación del trauma que, si entendemos la creatividad como una tendencia de los instintos al vínculo, esta puede revelarse como la condición más adecuada para recuperarse de las situaciones traumáticas. Sostiene que en la relación terapéutica con pacientes que hayan experimentado vivencias traumáticas, la labor del analista es mantenerse alerta y dar cabida a las expresiones sensoriales que emergen de forma automática como respuesta a dicha experiencia, para poder relacionarla con la relación transferencial y contratransferencial, apuntando a desligar dicha respuesta de la compulsión a la repetición.

Es sabido, que una de las funciones del analista, es ser ese yo auxiliar para el paciente, en función de acompañarlo en diversas fases del proceso terapéutico, podemos pensarlo desde un yo auxiliar creativo que no solo cuida a nuestro verdadero self sino al del paciente, brindando ese ambiente seguro y la función materna de apercepción en donde el analizando pueda sentirse y saberse visto a través de la mirada del analista, como refiere Barreira (2011) siguiendo el planteamiento de Winnicott “la función del analista en primer lugar, es la de proveer un ambiente de confianza para que el paciente se arriesgue a ser sin peligros de aniquilación” p.50. De esta manera “el paciente deviene creador porque se ha construido un espacio personal para ello. La cuestión del entre, propio de la transicionalidad alude, justamente, a que el análisis no se sostiene en soledad” apuntando finalmente de acuerdo al autor, a que la persona tenga la posibilidad de sentirse “vivo, verdadero y real”.

Para finalizar, destaco que podemos posicionarnos desde la premisa en la cual sabernos creativos nos aleja del automatismo y le da espacio al verdadero self para desplegarse sin sentirse atacado, y que espacios como el análisis es uno de tantos en el que se genera un ambiente seguro para crear y recrear en conjunto, ya que albergarnos y sostenernos juntos, garantiza nuestra capacidad creadora, como bien decía Winnicott (1960) “Alguien tiene que estar allí para que lo creado sea real”.

Bibliogafía

  • Barreira, J. (2011). La problemática de la subjetividad y la clínica en Winnicott: verdadero y falso self. Perspectivas en psicología, volumen (8), pp. 45 – 51. Recuperado de https://www.redalyc.org/pdf/4835/483549017007.pdf
  • Freud, S. (1984c). Obras completas: Vol. 18. Más allá del principio de placer. Psicología de las masas y análisis del yo y otras obras. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Spadaro, F. (2005). La creatividad y su papel en la superación del trauma. Intercambios, papeles de psicoanàlisis / Intercanvis, papers de psicoanàlisi, [en línea], 2005, Núm. 15, p. 77-84,

           https://www.raco.cat/index.php/Intercanvis/article/view/354671 [Consulta: 23-05-2021].

  • Winnicott, D. W. (1970). Vivir creativamente. Recuperado de 
https://www.psicoanalisis.org/winnicott/vivimte.htm

• Winnicott, D. W. (1993/1965). El proceso de maduración en el niño: Estudios para una teoría del desarrollo emocional. Ed. Laia: Barcelona