Influencias del contexto social y cultural en los roles de género

Por Tania Díaz Michel

 

“Cuando los padres han construido todo,

a los hijos sólo les queda el derrumbarlo”

Karl Klaus

Cuando se espera la llegada de un hijo, todo comienza a cambiar, comienza un carrete de ideas en la mente de los padres: “será un varón y podrá jugar futbol conmigo”, “será una nena y así podré vestirla como princesa”, “Tendrá los bellos ojos de su madre”, o bien, “será tan fuerte como papá”. Usualmente proyectamos esta película en nuestra cabeza, ¿Cómo será? ¿Qué carácter tendrá? Pero casi nunca se queda en una incógnita sino que rellenamos esos huecos con lo que nos gustaría que nuestros hijos lleguen a ser, es decir, comenzamos a maquinar un ideal del yo para nuestro hijo.

Parece curioso que se atribuyan las cualidades de belleza a las pequeñas y las de destreza y fuerza a los pequeños. Lo anterior no es casualidad, si bien físicamente los hombres cuentan con una composición ósea y muscular distinta a la de las mujeres, no siempre se cumple esta regla de que el hombre es más fuerte o resistente. De igual manera, las chicas no son las únicas que pueden contar con unos lindos ojos o un arreglo vistoso.

Como sociedad construimos ideales que si cambian provocan conmoción en la sociedad. Pero ¿Cómo llegamos a construir esta identidad de género? Si buscamos respuesta en la biología, y si es que existe un rol de género como tal en el mundo animal, se nace hembra o macho, y el comportamiento de cada especie está determinado en una función instintiva en la que, por lo general, el macho es el más vistoso del par, ya que tiene que mostrar su belleza y fortaleza ante la hembra, mientras que la hembra se encuentra en la posición de decir si acepta o no al macho que la corteja; más tarde, cuando la hembra queda preñada y tiene a sus crías, su función es la del cuidado, y provisión de los alimentos. Pero ¿Cómo funciona esto en la especie humana? Freud en El múltiple interés del psicoanálisis (1913) propone:

La sexualidad infantil permite discernir otras dos propiedades que revisten significatividad para la concepción biológica. Revela estar compuesta por una serie de pulsiones parciales que aparecen anudadas a ciertas regiones del cuerpo —zonas erógenas—, de las que algunas se presentan desde el comienzo como pares de opuestos —como una pulsión con una meta activa y una pasiva—. Así como más tarde, en estados de anhelo sexual, no son sólo los órganos sexuales de la persona amada los que se convierten en objeto sexual, sino su cuerpo entero, desde el comienzo mismo no meramente los genitales, sino además otras diversas partes del cuerpo, constituyen los almácigos donde se origina la excitación sexual y, con una estimulación apropiada, producen placer sexual.(Freud, S., 1913/2011, pp.183)

Es decir, nacemos con un órgano diferenciado, que como en las especies animales es binario: hombre y mujer, pero que a diferencia de otras especies animales, el atractivo sexual no sólo se limita a la reproducción sino que se complementa con otras variables afectivas como pudieran ser las caricias, el discurso, el arreglo personal, etc.

A partir de lo anterior es importante considerar que en las especies animales, si bien hay variaciones por especie, los comportamientos son iguales dentro de la misma especie, es decir, todos los machos actúan un mismo rol mientras que todas las hembras actúan otro. Por ejemplo en la especie de los leones en donde son las hembras quienes cazan mientras que los machos se encargan de la seguridad de la manda. No es así en el ser humano en donde tanto hombres como mujeres asumen determinado rol de género con actitudes que se han designado socialmente como masculinas o femeninas, desde mi punto de vista, esto se da a partir de la crianza.

Freud, en Tres ensayos de teoría sexual (1905/ 2012) plantea que sólo con la pubertad se establece la separación entre carácter masculino y femenino. En cuanto a qué campos abarca lo masculino y lo femenino, Freud hace referencia a esto en una nota agregada en 1915 en la que propone su utilización en tres sentidos primordiales:

  • Actividad y pasividad: es el más usado para el psicoanálisis y se relaciona con que la libido es definida como activa mientras que la receptividad es por definición pasiva.
  • Sentido biológico: Aquí, masculino y femenino se diferencian con la presencia del semen o del óvulo y por las funciones que de estos derivan. Es decir, por los órganos sexuales.
  • Sentido sociológico: en los seres humanos no se haya una virilidad o una femineidad pura sino que exhibe una mezcla del carácter sexual biológico con rasgos de actividad y pasividad propios del sexo contrario.

Para entender cómo se hace esta diferenciación entre hombres y mujeres, en cuanto a lo social se refiere, tomaremos lo que Meler (2012) propone como socialización primaria; por ésta entendemos las pautas generalizadas en la crianza en las que se establece un sistema complejo de expectativas por parte de los padres que se diferencian según se trate del sexo de los hijos. De igual forma, se articula un sistema de géneros en el cual se favorecen o prohíben determinadas labores o actitudes según sea el sexo del pequeño.

Más allá de lo biológico y lo sociológico, que aprendemos principalmente de nuestros padres, pero también de nuestros pares, es lo que ayuda al pequeño a tomar determinadas posturas ante el rol de género que adquirirá. Así, si un chico ve a su padre cuidar de su hermanito pequeño, podrá más adelante identificarse con este rol, que si bien asume una posición social “pasiva” o “femenina” no cambia su identidad sexual, es decir, no por asumir esta función que antiguamente se le atribuía únicamente a la madre, a la mujer, deja de ser un chico. De igual forma, la chica que imita a la madre trabajadora y proveedora que asume una posición social “activa” no se convierte en “machorra”. Así vemos que los roles de género se van construyendo a través de identificaciones, pero no sólo, eso, también influyen los mandatos e ideales que proporcionan los padres.

En cuanto a los proyectos de vida que se incluyen en las prácticas parentales encontramos que muchas veces los padres fantasean con los proyectos de vida que tendrán sus hijos; en múltiples ocasiones encontramos que:

[…] los padres, que delegan sus aspiraciones grandiosas sobre los hijos, tienden a fantasear que su hijo será un gran hombre mientras que desean que su hija se case con un príncipe. Si bien ha transcurrido mucho tiempo, todavía es posible advertir la persistencia de representaciones y prácticas colectivas que proponen para la consecución de los deseos ambiciosos de los varones, la obtención de logros a través del esfuerzo personal, mientras que para las mujeres se acepta que la satisfacción de sus aspiraciones puede derivar de dones obtenidos de un varón poderoso cuyo amor hayan sabido conquistar. (Meler, I., 2012)

Judith Butler sustenta que el género no siempre se constituye de forma coherente o consistente en contextos históricos distintos ya que depende también de la cultura regional y de identidades discursivamente constituidas. Es decir, éste, se construye a través de la cultura y sociedad en la que se desenvuelve un individuo. El género, a su vez es el medio a través del cual una naturaleza sexuada se convierte en un elemento políticamente neutral sobre el cuál actúa la cultura.

Así mismo, encontramos enfermedades que predominan más en uno u otro sexo. Encontramos, por ejemplo, que para Freud, la histeria era predominante en las mujeres mientras que la neurosis obsesiva era más propia de los hombres. Cabría la posibilidad de que como plantea en un inicio, las cuestiones corporales, de vistosidad y de belleza son atribuidas a la mujer; mientras tanto, en el hombre, se busca que tenga una posición económica estable y que pueda ir aumentando su productividad, es decir, nunca será suficiente lo que haga, reforzando así las defensas obsesivas.

Una socióloga inglesa, J.Popay (Roma, 1988) realizó una interesante investigación sobre la demanda de las mujeres a centros de salud mental y su relación con los roles sociales. Señala dos modos explicatorios para tal demanda: a) el modelo social inducido, entendido como la mayor disposición de las mujeres a considerarse mentalmente enfermas, debido a que socialmente tienen un rol carenciado, inferiorizado, definido como enfermo; b) el modelo de causalidad social, entendido como una mayor disposición de las mujeres a enfermar mentalmente debido a estilos de vida (lifestyles) más bajos, más pobres, con mayores condiciones de estrés y problemáticas asociadas con sus roles sociales dentro de la familia, o combinando éstos con otros roles sociales. (Citado en Burin, M., 2010)

Con base a lo anterior, podemos ver que la etiología de la depresión en la mujer va relacionada a las carencias que llega a tener debido a la sensación de tener que cumplir con un rol de madre, de protectora y cuidadora del hogar, tornándose en ocasiones en un estancamiento en cuanto al cumplimiento de metas se refiere.

A diferencia de lo que ocurre con los varones, para quienes la baja condición económica está correlacionada con su salud mental (altos ingresos económicos constituyen factor de protección para algunos cuadros psicopatológicos, por ejemplo contra los estados depresivos), en el caso de las mujeres no existe tal homogeneidad en los datos. Las condiciones económicas y las diferencias de clase en las investigaciones realizadas pueden, pero no necesariamente, prestarle un gran peso a uno u otro factor; pero la pertenencia a determinado nivel económico social no está directamente correlacionada con la producción de trastornos mentales, según tales investigaciones. (Askenazi, M. y Casullo, M.M, 1981. en Burin, M, 2010.)

Es así que podemos ver que el estatus y poder en los varones aminora las probabilidades de presentar un trastorno mental. En este caso se evaluó el trastorno depresivo, mientras que en la mujer no quedan tan claros los factores que la producen ya que pueden estar orientados a factores corporales, hormonales, la partida de los hijos, etc. Mientas que en el hombre está centralizado en sus logros, lo que le da valía y que pareciera están enfocados al trabajo. Puedo inferir que en este estudio, efectuado en los 80’s no era tan común que las mujeres trabajan o al menos no tanto como lo es ahora. Sería interesante ver las estadísticas que se presentan en nuestro país y cómo evolucionan estas en función de los cambios laborales y/o de género en la sociedad.

Por otro lado, el rol de género está de cierta forma estereotipado. En la más reciente forma de humor gráfico, encontramos los “memes” y en particular me topé con uno que consiste en un esquema del cerebro en un hombre y en una mujer, en este podemos observar lo siguiente.

En ese cerebro masculino, caricaturescamente, encontramos secciones como:

  • Deportes
  • Poderes con las herramientas
  • “Charla de chicos”
  • Cosas del trabajo
  • Exploración y acción
  • Operación de computadoras
  • Miradas lascivas
  • Sistema de localización de bares

Mientras que en las mujeres encontramos elementos como:

  • “Lóbulo de chismes”
  • Neurotransmisores de chocolate
  • Instintos maternales, bodas y flores
  • Sistema de fantasía y chantaje emocional
  • Área de humores extraños
  • Lóbulo de compras, Percepción de telenovelas
  • Coordinación de estilo de ropa y peinado
  • Neurona de los argumentos lógicos

 

 

 

Pero ¿por qué asumimos que estas conductas son propias de un género en específico? Si bien en los hombres hay una tendencia a una mayor destreza en las habilidades espacio-temporales, el pensar en sexo no es exclusivo del varón; de igual forma, el instinto maternal no es exclusivo de la mujer y si bien tenemos una mayor tendencia a verbalizar, el ser chismoso no es una actividad puramente femenina. Así es que como plantea Butler, el género es promovido por la sociedad y, desde mi punto de vista, determinadas características van siendo reforzadas de acuerdo al sexo del niño, así las niñas que conviven con sus tías son invitadas a tomar el té y charlar mientras que los tíos y primos salen a jugar futbol, reforzando así, tal vez de manera inconsciente el que los niños son quienes juegan mientras que las niñas deben asumir un rol más pasivo y correcto.

Es curioso pensar en cómo desde la antigüedad existía una especie de batalla entre sexos y que inclusive los dioses del Olimpo de la antigua Grecia discutían acerca de estas diferencias. Así, encontramos a un personaje peculiar de esta mitología, Tiresias, un famoso adivino que cuenta la historia:

Un día vio dos serpientes copulando y les pegó con su bastón. Al momento quedó convertido en mujer. Un poco más tarde vio el mismo caso e hizo lo mismo y se volvió a convertir en hombre. Lo llamó Zeus para dirimir una disputa que tenía con Hera, tocante a quién gozaba más en el acto carnal, si el varón o la hembra. El respondió que la mujer. Y Hera en castigo lo dejó ciego. Pero Zeus en compensación le dio el don de la adivinación. (Garibay, M., 2013)

En este pasaje puedo intuir que Hera se avergonzó de poder gozar de su sexualidad; no obstante, su castigo de cegar a Tiresias, Zeus le da un gran regalo con el que trascendió en la mitología: el poder de ver el futuro. De esa forma se convirtió en el adivino más importante, guiando a personajes como Edipo, por ejemplo. Y siglos más tarde, en un contexto histórico, social y cultural, podemos ver que se siguen atribuyendo diferentes acciones a uno u otro sexo y que más allá de rigidizar un rol de género, en algunas sociedades, se han podido incorporar nuevos elementos que permiten una equidad en el rol social.

En la medida en que comencemos a ser conscientes de nuestros propios deseos, como decía Freud, podremos ir construyendo una sociedad que tenga personas más integradas, no sólo activas o sólo pasivas. Y del mismo modo que Tiresisas tomó lo mejor de los dos mundos, podemos apropiarnos de funciones activas o pasivas sin que necesariamente se torne en un problema de identidad de género o bien de la identidad sexual.

 

Bibliografía

 

 

  • Burin, M. (2010, Mayo). Género y salud mental: Construcción de la subjetividad femenina y masculina. Recuperado el 23 de Abril, 2018, from dspace.uces.edu.ar:8180/xmlui/bitstream/handle/…/1529/Burin_2010_Preprint.pdf?…

 

  • Butler, J. (2007). EI género en disputa. El feminismo y la subversión de la identidad. España: Paidós

 

  • Freud, S.(2012). Tres Ensayos de teoría sexual (1905) En Sigmund Freud Obras completas: Fragmento de análisis de un caso de histeria: Tres ensayos de teoría sexual y otras obras: (Tomo VII, pp. 109-224) Buenos Aires: Amorrortu.

 

  • Freud, S.(2012). El interés por el psicoanálisis (1913) En Sigmund Freud Obras completas: Tótem y tabú y otras obras (Tomo XIII, pp. 165-192) Buenos Aires: Amorrortu.

 

  • Meler, I. (2012). CONSTRUCCIÓN DE LA SUBJETIVIDAD Y ACTITUDES ANTE EL TRABAJO: DIFERENCIAS Y SIMILITUDES ENTRE LOS GÉNEROS. Subjetividad Y Procesos Cognitivos, 16(2), 70-94.

 

  • Montero, O. (2012). LA FEMINIDAD Y LA MASCULINIDAD ¿ESENCIAS O PARECIDOS DE FAMILIA? Revista Psicoanálisis, 10, 231-238.

 

  • Human Brain Analysis – Men vs. Women. (n.d.). Recuperado el 1 de Mayo, 2018, de http://mil-labs.blogspot.mx/2013/01/human-brain-analysis-men-vs-women.html