roudinesco-300x300Por: Alejandra Marín
Este ensayo estuvo inspirado en varias observaciones y cuestionamientos que se me han hecho y que yo misma me he formulado, con respecto al psicoanálisis. Por una parte, está la crisis por la que está pasando, en donde está siendo atacado por diferentes flancos y por las nuevas y proliferantes terapias, que prometen desvirtuar al síntoma y proveer de un rápido alivio al individuo.  Y por la otra, está la propia auto-destrucción del psicoanálisis en donde está reacio al cambio, y “todo lo que dijo Freud es lo único que tiene valor”, es momento de empezar a pensarnos a nosotros mismos como institución, a ponernos palabra, un idioma que sirva para comunicarnos entre estas aproximaciones divergentes, hacer un diálogo con todo lo que viene, cambiar un poco el esquema, más no la esencia y atrevernos a mirar a otras patologías. ¿Hasta dónde podemos cambiar, sin dejar de hacer psicoanálisis? ¿Hasta dónde podemos cambiar, sin alienarnos al discurso de la crisis que la misma sociedad está pasando? ¿Qué puede estar pasando, que hoy más que nunca, es el psicoanálisis tan temido? ¿Cuál es nuestro papel en esta crisis social? y “¿Por qué, luego de cien años de existencia y de resultados clínicos indiscutibles, el psicoanálisis es tan violentamente atacado en la actualidad por aquellos que pretenden sustituirlo por tratamientos químicos considerados más eficaces porque alcanzarían las causas llamadas cerebrales de las aflicciones del alma?” (Roudinesco, 1999) Quizás muchas de estas preguntas, van a tener una respuesta poco satisfactoria, no obstante la pregunta está hecha y se abre un espacio para cuestionarnos como profesionales de la salud mental.
Considero que nosotros como sociedad hemos cambiado en los últimos 100 años, más que en cualquier otro periodo de la humanidad. En este pequeño recorte, hemos pasado de los caballos a los automóviles que se manejan solos, de las cartas a los mensajes instantáneos, del cortejo prolongado a las citas instantáneas, del estudio astronómico a conquistar la luna, entre otros. Son cambios que al mismo tiempo, mientras aumentan nuestra omnipotencia y megalomanía como raza, también nos aterrorizan y nos dejan en un lugar en donde nada es suficiente, nos deja deseosos de más e inconformes con todo lo que podamos poseer. La persona actual se deja de reconocer en sí mismo y busca completa satisfacción en la imagen fantástica inalcanzable del otro. “El sufrimiento psíquico se manifiesta hoy bajo la forma de la depresión” (Roudinesco, 1999). Debido a esta falsa imagen de perfección y omnipotencia el hombre de hoy “busca desesperadamente vencer el vacío de su deseo” (Roudinesco, 1999) y así “pasa del psicoanálisis a la psicofarmacología y de la psicoterapia a la homeopatía, sin tomarse el tiempo para reflexionar acerca del origen de su desdicha” (Roudinesco, 1999).
Quizás todos estos cambios puedan contestar una pequeña parte a la pregunta de “¿por qué el psicoanálisis suscita sin embargo tanto oprobio? ¿Qué le sucedió para estar tan presente en los debates sobre el provenir del hombre y, a la vez, ser tan poco atrayente para aquellos que lo ven como envejecido, pasado de moda, ineficaz?” (Roudinesco, 1999), si al final del día es el psicoanálisis el que busca encontrar un alivio al sufrimiento, pero ¿a costa de qué? Quizás un precio que el individuo de hoy no está dispuesto a pagar.
La sociedad posmoderna nace del desencanto de la modernidad, en donde se creía que la razón era suficiente para dar explicación a los fenómenos sociales y culturales. El individuo posmoderno ya no cree en la razón, ni en la universalidad de los metarrelatos (Marx, Darwin, Freud, etc), ya no cree en el porvenir de un futuro mejor, se enfoca en el aquí y en el ahora, el pasado y el futuro dejan de importar.  “Ya no existe un lenguaje general, sino multiplicidad de discursos.” (Vásquez Rocca, 2011) Ningún relato puede alcanzar para explicar y alcanzar a cubrir toda la realidad, “ya que necesariamente caerá en alguna paradoja o alguna insuficiencia en la construcción” (Vásquez Rocca, 2011). El posmoderno de hoy se ha quedado sin discurso, intentando llenarse por las pequeñas historias que siempre resultarán insuficientes, ya que nada lo explica todo. Es probable que debido a esto intente negar su pasado y se intente llenar con el presente y con explicaciones del momento, que prometen aliviar un poco su decepción del mundo. “La posmodernidad ha desarrollado una suerte de fobia por los procesos ideológicos (…) que distorsionan, perturban y enajenan el conocimiento de la realidad” (Reid Tobar, 2016). No obstante los medios de comunicación nunca han estado tan presentes como ahora, se ha generado una especie de alienación selectiva, con la diferencia de que antes había un límite claro.
Ahora “el escenario posmoderno establece una lógica, pragmática, oportunista y desencantada, en donde pierden sentido las convicciones más íntimas del ser humano al instaurarse la ideología de lo híbrido en el espacio político y ético” (Reid Tobar, 2016). Y es así probablemente como, en parte, el psicoanálisis, al venir de un metarrelato, ya no es considerado y cualquier intento que éste haga por apalabrar el dolor, será insuficiente. El individuo posmoderno cree en la tecnología y en lo comprobable,  en lo eficaz.
El malestar de la sociedad actual, a decir de Roudinesco (1999) es que está compuesta por seres deprimidos, lo que la hace ser una sociedad deprimida. Un ser “herido en cuerpo y alma por este extraño síndrome donde se mezclan la tristeza y la apatía, búsqueda de identidad y culto a sí mismo” (Roudinesco, 1999). Vásquez Rocca (2011) dice que el sujeto posmoderno busca la individualidad, pero mediante un proceso contradictorio, ya que asimismo busca diferenciarse de los demás emulando las modas sociales. Es un sujeto que se reduce a la normalidad, pierde el sentido de comunidad para ver por su propio bienestar, pero asimismo nunca antes ha sido tan dependiente del ojo externo. Los pacientes que llegan al consultorio, son personas que están hambrientas por una cura, por no sentir el dolor, están temerosas de sus propios demonios, y tienen una baja tolerancia a la frustración. La demanda que se le exige al psicoanálisis y en general al resto de los tratamientos del alma, es completamente desproporcionado y alejado de la realidad, se exige tener “la pastilla mágica” que cure cualquier malestar, en el menor tiempo, las menos sesiones y el costo económico y psíquico más bajo posible. El paciente exige una cura inmediata y perpetua.
Debido a este desencanto por los discursos intelectuales, por el entierro del pasado, por la búsqueda de identidad y por la eterna decepción, este sujeto ávido de un discurso que le señale el Ideal del Yo del otro, busca la completa anulación de esta falta por medio de lo eficaz e inmediato, es decir lo que el discurso científico promete. De acuerdo a esto, muchas personas buscan anular su falta por medio de las drogas, despojan al dolor de discurso y lo rellenan con alguna sustancia química. Quizás debido a esto, la veracidad que todos nosotros ponemos en lo “científicamente comprobado” como si esa leyenda fuera una verdad completamente válida e infalible, y al final ¿cuántas cosas son científicamente comprobadas y terminan por ser refutadas o inciertas? Sin embargo, vivimos en la era de lo “científico”, dejamos de lado lo “inconsciente” y lo “desconocido”, nunca hemos sido una sociedad tan omnipotente y tan deprimida, que cualquier designio de desconocimiento u oscuridad con respecto a nosotros mismos, nos angustia y aterra.
Entonces ¿qué lugar tiene el psicoanálisis si se basa en lo desconocido, en lo inconsciente? quizás un lugar sin mucho aprecio y mucho escepticismo. “Muchos sujetos prefieren entregarse voluntariamente a sustancias químicas antes que hablar de sus sufrimientos íntimos. El poder de los medicamentes del espíritu es así el síntoma de una modernidad que tiende a abolir en el hombre no sólo su deseo de libertad, sino también la idea misma de enfrentar la adversidad. El silencio es entonces preferible al lenguaje, fuente de angustia y de vergüenza” (Roudinesco, 1999). Y aunque por un lado el hombre posmoderno busque diferenciarse, busque su propia historia que le resuelvan sus interrogantes, critique a los intelectuales de ataño por llamarlos alienados a un discurso que no lo explica todo, este sujeto termina encerrado en un discurso en el cual no se puede sostener, “porque la sociedad en la que vivimos es insoportable” (H. Laborit, citado en Roudinesco, 1999).
Y es así como la ciencia y la psicofarma “aunque no curan ninguna enfermedad mental o nerviosa, revolucionaron las representaciones del psiquismo fabricando un hombre nuevo, liso y sin humor, extenuado por la evitación de sus pasiones, avergonzado de no ser conforme al ideal que le proponen, los psicotrópicos tienen por resultado normalizar la conducta y suprimir los síntomas más dolorosos del sufrimiento psíquico sin buscar su significación” (Roudinesco, 1999) y es así como Roudinesco (1999) describe que se receta Viagra al mismo hombre cuya impotencia es orgánica, así como al hombre que la toma para poner fin a su angustia sin saber a qué está anudada esa causalidad psíquica. Menciona otro ejemplo de un investigador norteamericano que pretendió explicar que la causa exclusiva del suicidio residía en una producción anormal de serotonina, cuya historia borraría, “en nombre de una pura química biológica, el carácter de un acto profundamente humano” (Roudinesco, 1999)
“La traducción de locura por enfermedad mental, es tal vez un intento por deshacernos de ella, pretendiendo que la ciencia se haga cargo de “curarla”. Este deslizamiento implica un cambio total de perspectiva, pues le quita al individuo su calidad de sujeto y lo convierte en objeto de la acción que recae en él, transformándolo en víctima de un agente externo del que tendría que ser salvado” (Tinajero, 2011) Y es así como “desde 1990 intentan poner en juego los mecanismos que ellos llaman “genéticos” de la homosexualidad, de la violencia social, del alcoholismo o de la esquizofrenia” (Roudinesco, 1999). En este sentido “el cientificismo es una religión al igual que aquellas que quiere combatir. Es una ilusión de la ciencia en el sentido en que Freud definió la religión como una ilusión” (Roudinesco, 1999)
Entonces ¿cuál es nuestro papel como analistas?; ¿cómo llevamos estas ansias del devenir instantáneo, al devenir real del sujeto?  El paciente quiere remover sus síntomas y recibir algún consejo sobre su infortunio, no quieren contactar con el origen de sus demonios y menos aún se quieren responsabilizar sobre sus acciones. En cambio, piden al analista un consejo que los despoja de la libertad y los encadena al discurso del Otro, que promete normalidad, e incluso podría remover sus síntomas y mejorar su realidad más cercana, sin embargo eso sólo sirve como antifaz para seguir caminando en la oscuridad. “La psicoterapia se redujo a una técnica de supresión de los síntomas. (…)El medicamento responde siempre, sea cual sea la duración (…) a un estado sintomático. Que se trate de angustia, de agitación, de melancolía, o de una simple ansiedad, hará primero tratar la huella visible del mal, luego borrarla y, finalmente evitar buscar la causa a manera de orientar al paciente hacia una posición cada vez menos conflictiva y, por lo tanto, cada vez más depresiva. En lugar de las pasiones, la calma; en lugar del deseo, la ausencia del deseo; en lugar del sujeto, la nada; en lugar de la historia, el fin de la historia. El sanitario moderno, así como el paciente moderno, ya no tiene tiempo para ocuparse de la larga duración del psiquismo, pues, en la sociedad liberal depresiva, su tiempo está contado” (Roudinesco, 1999)
Y es así como llegamos a un presente, en el cual “vivimos en una sociedad en donde se cambia la singularidad por la individualidad “(Roudinesco, 1999), una sociedad en donde el individuo a expensas del propio placer, se difumina en el placer global, todos disfrutamos igual, todos nos enojamos por las mismas razones, todos llevamos el duelo igual. Una sociedad en donde aquel individuo que goce diferente o lleve el duelo diferente, despierta angustias y ansiedades que amenazan con derrocar esa pared bien construida, el sujeto trata de sofocar esa diferencia por medio de la psicofarmacología que promete aliviar ese “dolor orgánico”.
Élisabeth Roudinesco (1999) dice que los procesos psicológicos de normalización destruyen las diferentes formas de exploración del inconsciente, y de esta manera “el conflicto neurótico contemporáneo parece no depender de ninguna causalidad psíquica que provenga del inconsciente” (Roudinesco, 1999). Y si el conflicto no proviene de un inconsciente particular o singular, de las vivencias que nos hacen sujeto, de las experiencias dolorosas, los duelos, la propia locura, las ilusiones, las relaciones y la misma efímera felicidad, entonces el dolor es tratado universalmente, de manera globalizada, en realidad ¿qué tanto esperamos que ese conflicto se resuelva? Esperar que de esta manera se solucione la disputa implica amputar la falta, aumentar el espacio entre lo individual y lo global. Tratarnos con métodos universales sólo pondrá acento en las cosas que aún faltan por resolver, pero que quedan enterradas en la infinita decepción y frustración de que eso está mal y el pensamiento mágico de que lo que cura a los demás, también me cura a mí. Tachaban a Freud de loco, vidente, pero no creo que haya pensamiento más mágico que pensar que hay una medicina universal para todos. “Sin embargo el inconsciente resurge a través del cuerpo, oponiendo una fuerte resistencia a las disciplinas y a las prácticas dispuestas a eliminarlo. De aquí el fracaso relativo de las terapias proliferantes. No llegan ni a curarlo, ni a captar las causas de su tormento.” (Roudinesco, 1999)
Élisabeth Roudinesco (1999) dice que sabemos por Freud de una nueva estructura de la psique, que es capaz de interiorizar las prohibiciones, lo que es básicamente la concepción freudiana de la neurosis, la cual está centrada en la discordia, la angustia, la culpabilidad y los trastornos de la sexualidad. Un sujeto desgarrado por una conciencia culpable, que se encuentra en guerra contra sí mismo. Así como en el siglo XX las mujeres vivían una sexualidad martirizadora, incapaz de gozarla debido a las prohibiciones de una verdadera dulce y amable dama, ahora el humano se ha ido al otro extremo en donde el no gozar no es una opción, según Žižek (2004) el no-disfrutar es lo que nos hace sentirnos culpables hoy en día. En tiempos pasados la función del psicoanálisis era liberar a las personas de las prohibiciones internalizadas, para que aquellos pudieran disfrutar de su sexualidad, ahora es casi lo opuesto, en donde las personas se sienten culpables si no disfrutan, si no disfrutan del trabajo (la devaluación del “Godín”), si no disfrutan del poder, de la espiritualidad, etc. Así que a decir de Slavoj Žižek (2004), el trabajo del psicoanálisis es abrir un espacio en dónde esté permitido no-gozar, que no es lo mismo a prohibir gozar, un lugar en donde está bien no estar disfrutando todo el tiempo.
Al hablar de esto, él analiza las paradojas actuales del Súper Yo, en donde por un lado tenemos la pantalla de permisos y libertades, pero por el otro tenemos que disfrutar de una manera adecuada como sería, disfrutar de hacer ejercicio, no comer mucho, no fumar. El individuo de hoy está tan enfocado en disfrutar y en mostrarlo a través de las redes sociales, su cuerpo, su sonrisa, que termina por no disfrutar lo que está destinado a disfrutar: se toma 300 fotos en la playa, hasta que salga la perfecta que refleje su “felicidad del momento”, sin haber notado, que probablemente ya perdió una hora de estar en la playa y devaluó su cuerpo en las 299 fotos anteriores. “Dicho de otra manera, la concepción freudiana de un sujeto del inconsciente, consciente de su libertad, pero atormentado por el sexo, la muerte y lo prohibido, se sustituyó por la concepción más psicológica de un individuo depresivo que huye de su inconsciente y que está preocupado por suprimir la esencia de cualquier conflicto (…) el deprimido de fines de siglo ha heredado una dependencia adictiva al mundo. Condenado al agotamiento por la ausencia de perspectiva revolucionaria, busca en la droga o la religiosidad, en el higienismo o el culto de un cuerpo perfecto, el ideal de la felicidad imposible” (Roudinesco, 1999).
En la misma conferencia Žižek (2004) alega que la permisividad que aparentemente disfrutamos hoy en día está sujeta a un Super Yo que rige “you have to do it, you have to enjoy” (Žižek, 2004) y lo que al final parece ser más permisivo termina por ser algo mucho más opresivo. Él da un ejemplo de una vez que viajaba en un avión y vio un comercial en el que promovían “Sexo saludable”; lo cual consistía en hacerlo las más veces posibles porque era bueno para el corazón y para la circulación, también recomendaban dar muchos besos franceses, ya que fortalecía los músculos de tu boca y evitaba que cuando fueras viejo se te saliera la saliva. Él aterrorizado, reflexiona que no quiere hacer el amor, porque sea saludable y bueno. Termina concluyendo que no está sorprendido que en esta era de tantas libertades y permisividades haya tanta ansiedad, frigidez e impotencia. “El individuo depresivo padece más las libertades adquiridas por cuanto ya no sabe hacer uso de ellas” (Roudinesco, 1999)
El individuo de hoy, al igual que el “loco no se reconoce y esa es su tragedia. No se reconoce, porque no lo reconoce aquel que tendría que señalarle un camino para existir. Lo urgente para él es hacerse reconocer y sólo lo logra a través del sacrificio. En este sentido el reconocerlo como hablante, dar un lugar a su palabra, es crucial en la dirección hacia la cura” (Tinajero, 2011). Y probablemente así sea como “la psicofarmacología terminó por perder una parte de su prestigio a pesar de su formidable eficacia. Encerró, en efecto, al sujeto en una nueva alienación pretendiendo curarlo de la esencia misma de la condición humana. También alimentó con sus ilusiones, un nuevo irracionalismo. Pues cuanto más se promete el fin del sufrimiento psíquico por medio de la absorción de pastillas, que no hacen más que quitar síntomas o transformar una personalidad, más el sujeto, decepcionado, se vuelca luego hacia tratamientos corporales o mágicos” (Roudinesco, 1999). Analógicamente al “loco”, que cualquier “intervención terapeútica que busque quitarle su delirio a toda costa, sin hacer caso de la función que ocupa en su estructura subjetiva” (Tinajero, 2011) se vuelve incomprensible, el uso puro de medicamentos o de terapias cortas y directivas en el sujeto de hoy, se vuelve incomprensible también.
Es una crítica a la psicofarmacología cuando su uso es sustituto al psicoanálisis, considero que los medicamentos utilizados como muleta para ayudar al proceso analítico pueden ser de mucho apoyo. Creo que de cualquier cosa que el psicoanálisis se pueda ayudar para trabajar puede ser bien recibido, al final el psicoanálisis nunca ha intentado ser una cosmovisión que lo explique todo, el psicoanálisis al estar basado en un inconsciente, desconocido y oculto, siempre reconoce la falta y ayuda al otro a ser. “Nada está más cerca a la patología que el culto de la normalidad llevado al extremo” (Roudinesco, 1999)
A modo de conclusión les voy hablar de una metáfora del psiquiatra y rabino, el Dr. Abraham Twerski (2015),  en dónde explica cómo crecen los caracoles de mar. Él explica que por dentro son suaves y débiles, mientras que por fuera están cubiertos por un caparazón duro que les sirve de protección. Sin embargo, llega un punto, en el que el contenido suave y vulnerable crece y ya no cabe en ese caparazón, por lo que tiene que ir a buscar uno nuevo que le acomode mejor. Y él dice que así es como maduramos los humanos, necesitamos no sentirnos cómodos, es decir tener cierto grado de estrés que nos obligue a movilizarnos y a buscar un nuevo lugar. Necesitamos de la incomodidad para crecer y en cierto modo creo que es lo que hacemos en psicoanálisis, cuestionamos al sujeto sobre el lugar en dónde se encuentra para ayudarlo, en conjunto, a encontrar un nuevo caparazón. Al contrario de la psicofarmacología, en donde promueve que el sujeto deje de sentir el displacer cómo tal, apaga el síntoma, pero el sujeto sigue apretado en su viejo caparazón (Twerski, 2015)
“Un análisis es duro y duele. Pero cuando uno se hunde bajo el peso de las palabras reprimidas, de las conductas obligadas, de las apariencias, cuando la representación que uno se hace de uno mismo se vuelve insoportable, el remedio está ahí. Al menos yo lo probé  y le estoy infinitamente agradecida a Jaques Lacan (…)”
Francoise Giroud citada en Élisabeth Roudinesco, 1999
Así que regreso a la pregunta inicial, ¿hay hoy espacio para el psicoanálisis? Creo que hay poco espacio para hacer psicoanálisis, sin embargo también creo que nunca hemos estado tan necesitados, como sociedad, de tener una práctica que nos recuerde la esencia misma del ser humano, una práctica que nos ayude a vivir con lo que nos hace nosotros. El psicoanálisis es todavía hoy capaz de aportar una respuesta humana al salvajismo social de la actualidad, en donde “se tiende a reducir el pensamiento a la actividad neuronal y a confundir el deseo con una secreción química” (Roudinesco, 1999).
En el libro de Élisabeth Roudinesco (1999), ella habla de encuestas realizadas a pacientes que habían concluido su tratamiento psicoanalítico, en dónde se les preguntaba si estaban curados, a lo que ellos respondían que se sentían transformados. Eso es el psicoanálisis, proveer al sujeto de una palabra, de una representación simbólica que le permita deshacerse de las cadenas de lo reprimido, alojado en lo inconsciente, brinda significado a lo desconocido, le da dialéctica a lo innombrable. Quizás es momento de que el psicoanálisis empiece a conversar con otro tipo de tratamientos para invitar al sujeto a que se mire a partir de su subjetividad.  
Creo que el psicoanálisis tiene que cambiar en el sentido de que se tiene que abrir al mundo y hablar con un lenguaje un poco más cotidiano, quizás atreverse a ver otro tipo de patologías, de pacientes y de clases sociales, a veces pareciera que estamos inmiscuidos entre los bohemios, neuróticos y ricos. No niego la dificultad de este ideal, ya que es verdad que es un tratamiento que requiere tiempo y compromiso, al final somos humanos y vivimos de nuestro trabajo, sin embargo, así como el Dr. Luis Fernando Orduz, presidente de FEPAL, dijo en su plática en el Instituto, “es momento de cuestionarnos más como Institución, el momento en que algo se convierte en verdad, peligra” (Orduz, 2016) . El psicoanálisis no tiene por qué cambiar, en el sentido de hacerse más corto o prometer el alivio rápido, ya que nos estaríamos alienando a la demanda social, sin embargo puede cambiar en el sentido de explorar otros territorios hasta ahora desconocidos. Al final, como dijo Freud, no hay mejor cura, que la cura por la palabra.
El mismo Freud dijo “estoy obligado a decir expresamente que esta técnica ha resultado la única adecuada para mi individualidad; no me atrevo a poner en entredicho que una personalidad médica de muy diversa constitución pueda ser esforzada a preferir otra actitud frente a los enfermos y a las tareas por solucionar” (Freud, 1912), que “el pasado nos sirva como trampolín, no como sofá” (A. Jodorowsky).

Bibliografía

  • Freud, S. (1912). Consejos al médicosobre el tratamiento psicoanálitico. En Sigmund Freud, Obras Completas XII (págs. 107-120). Buenos Aires – Madrid: Amorrotu editores.
  • Orduz, L. F. (2016). Sobre Psicoanálisis. México.
  • Reid Tobar, J. (2016). Escuela de Contadores Auditores de Santiago . Recuperado en 2016, de http://www.ecas.cl/index.php/comunidad/47-contegeneral/204-conocimiento-cientifico-y-posmodernidad
  • Roudinesco, É. (1999). ¿Por qué Psicoanálisis? París: Paidós.
  • Tinajero, C. (2011). Diario de la locura. México D.F.: Arno Pro.
  • Twerski, A. (23 de diciembre de 2015). Responding to stress. Recuperado el mayo de 2016, de Improvised Life: http://www.improvisedlife.com/2015/12/23/what-lobsters-teach-us-about-stress-change/
  • Vásquez Rocca, A. (2011). La posmodernidad. Nuevo regimen de verdad, violencia metafísica y fin de los metarreatos. Revista Crítica de Ciencias Sociales y Jurídicas, 29(1), 16.
  • Žižek, S. (2004). The reality of the Virtual. Recuperado en mayo de 2016, de Freud Quotes Blogspot: http://freudquotes.blogspot.mx/2015/11/you-are-allowed-not-to-enjoy.html

 
 
 
Imagen: Elisabeth Roudinesco
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