Edgar Ventura

Es posible afirmar sin mucha oposición que desde que el ser humano puede preguntarse sobre sí mismo y documentarlo ha escrito sobre el conflicto, las peleas y la agresión que persisten en su condición existencial. Aunque hay una gran cantidad  de preguntas con respecto a este tema una de las más recurrentes y debatidas es la de si existe una predisposición natural del ser humano a ser violento y pelear o si la sociedad y cultura en la que crecemos es la que permite que existan dichas manifestaciones conductuales, afectivas y simbólicas.

Una de las contribuciones más famosas a este debate fue la que hizo Freud durante la correspondencia que compartió con Albert Einstein. El científico le preguntó al psicoanalista si es que consideraba que “¿existía en el hombre un instinto de odio y destrucción? Ya que de otra manera no entendía por qué “el hombre se entusiasmaba tan fácilmente con la idea de la guerra”. Freud contestó de manera sucinta que él consideraba que tal instinto existía y que consideraba que “este instinto opera en todos los seres vivos y busca arruinarlos y reducir la vida a su condición de materia inanimada”. (Freud, 1932)

Desde entonces mucho se ha debatido sobre la existencia del concepto psicoanalítico de la pulsión de muerte y su rol en el desarrollo y función del aparato mental. Si bien la importancia o existencia de este concepto varía entre escuelas psicoanalíticas creo que todas podrían admitir que no hay una sola razón o fuente de todo el espectro de manifestaciones agresivas y conflictos que observamos tanto en el consultorio como en la vida cotidiana. Por esta razón trataré de ahondar en los detalles de este fenómeno.

Un lugar sencillo para comenzar a deshebrar este objeto de estudio es a través de las definiciones que nuestra disciplina y otras áreas dedicadas al estudio del ser humano intentan darle. En “A glossary of Psychoanalytic terms and concepts”  Moore y Fine proponen que la agresión “Significa ataque o acción hostil. Puede llegar a tomar la forma de asalto físico a un extremo o una implícita crítica verbal, por el otro. También incluye una degradación por medio del acto o de la palabra, un evitar, molestar y provocar”. (Moore et al.)

La definición también propone que tenemos formas de agresión bien ritualizadas y aceptadas socialmente tales como las competencias deportivas. A propósito de esta parte de la definición podemos traer a colación una propuesta desde la psicología social hecha por Baron y Byrne en su libro “Psicología social”.  Proponen que “la agresión es infligir daño a otros de forma intencional” y que consiste en “una conducta que tiene como meta dañar a otro ser viviente, que está motivado a evitar este tipo de tratamiento”. (Baron y Bryne, 2005).

Hasta ahora las definiciones no parecen estar en conflicto e inclusive parecen similares y complementarias entre sí. Sin embargo cuando se discute en ambas la etiología general de la agresión es cuando podemos ver una distinción importante entre ambas escuelas de pensamiento. En la definición psicoanalítica se propone que “la agresión física que no es en respuesta a una amenaza real o una provocación inusitada en un adulto ocurre principalmente en casos de enfermedad mental o en trastornos de personalidad. En estos casos, la manifestación de agresión es atribuible a una intensificación patológica de las tendencias agresivas o a una debilidad patológica de los controles de ambas. En ciertas formas de enfermedad mental, la agresión puede tornarse en contra del individuo mismo llevándolo a realizar actos autodestructivos o al mismo suicidio. “ (Moore & Bernard, 1968).

Por supuesto que si nos quedamos con esta definición dejamos parada a la propuesta psicoanalítica como una explicación reduccionista y parca cuando en realidad es una llena de profundidad y complejidad, especialmente porque son varias y funcionan de maneras tanto contrastantes como complementarias. Podemos comenzar hablando de los insights sobre la materia esbozados por Avelino Gonzales en “La agresión y el concepto psicoanalítico del desarrollo”. En primer lugar nos plantea que el principal problema social al que se enfrenta su generación es el de “la agresión y sus consecuencias”. (Gaitan, 2011).

Es importante considerar que escribió esto durante la década de los 60´s, cuando la amenaza de la guerra fría era palpable y la destrucción mundial por guerra nuclear era una posible conclusión a la larga historia de agresiones que conformaron la historia del ser humano. Aunque aparentemente ya no estamos en el borde de una tercera guerra mundial no es difícil seguir pensando que uno de los problemas principales de nuestros tiempos es la agresión y el manejo de esta, tanto a nivel personal como a nivel colectivo. Quizá el trabajo sigue siendo relevante porque el problema de la agresión no parece ser uno que pueda ser solucionado, solo modificado y entendido a mayor profundidad. 

De manera casi premonitoria propone que no solo son las agresiones físicas y verbales directas a las que nos enfrentamos si no que el hecho de recibir noticias a un ritmo extremadamente acelerado y enterarnos de un día a otro de lo dañinas que son las cosas que hacemos y que suceden en el mundo es una forma de agresión “involuntaria, indirecta e inesperada” (Gaitán, 2011). 

Sin embargo, para los fines prácticos de este trabajo nos enfocaremos en la agresión en el individuo y sus objetos y lo que propone Gaitan es que es necesario considerar “el origen, calidad, cantidad, distribución, finalidad y objeto necesarios para su descarga”. También propone que el término “impulso instintivo” es fundamental para entender la agresión en el ser humano. La parte instintiva son las características heredadas que no necesitan de un proceso de aprendizaje para poner en marcha un patrón de conducta mientras que el impulso es la parte del instinto que puede experimentar grandes cambios dependiendo del aprendizaje que haya en el sujeto. (Gaitan, 2011).

Si la agresión es un impulso instintivo o pulsión esto implica que es un posible equivalente de la pulsión sexual por lo cual cuenta con un placer de descarga que influye en la regulación del funcionamiento mental. También significa que la frustración del instinto agresivo resulta en un fuerte displacer y que puede ser sublimada en distintas formas. Quizá la implicación más seria de esta afirmación es que la agresión es una constante en la mente de todo sujeto y no solo una respuesta ya sea a estímulos internos o externos frustrantes. Está ahí por siempre. 

Para entender más a fondo esta cuestión podemos acudir al texto seminal “Pulsión y destinos de pulsión”. De forma resumida podemos decir que en este trabajo Freud propone que la pulsión es un estímulo interno que funciona como una fuerza constante y no como una fuerza de choque. Una metáfora podría ser que “funciona como el dolor del hambre en vez de funcionar como el dolor por un objeto punzo cortante”. Lo que cancela el efecto de la pulsión temporalmente es el lograr una satisfacción parcial dirigida hacia esta. Otras características de la pulsión es que tiene fuente, esfuerzo, objeto y por último meta. (Freud, 1915).

Freud también propone que es probable que si la satisfacción de la pulsión es frustrada la respuesta será agresiva contra el objeto o circunstancia frustrante. La cantidad, forma y particularidades de la agresión variará de individuo a individuo pero la agresión se manifestará de una forma u otra. Esto nos obliga a considerar que hay dos tipos de agresiones, la primera es la que se suscita como un resultado de la frustración que experimenta el sujeto con respecto a sus necesidades instintivas y cuyo fin puede ser movilizar a su entorno para satisfacerlo o expresar el afecto negativo que ha sentido. La segunda es una agresión constitutiva que no es una respuesta a la falta de cumplimiento de una necesidad si no la necesidad misma y que es una de las vías regias para obtener placer con las que cuenta el ser humano en vez de ser una falta de control de impulsos o “lado obscuro” que debe enfrentar y vencer. 

Regresando a la propuesta de Avelino Gonzales nos encontramos con que él propone que hay componentes biológicos que actúan para que tengamos una proclividad al comportamiento agresivo, y que durante los primeros meses solo surge como en la forma de respuesta que discutimos anteriormente. Sin embargo, cuando comienza a tener un mejor discernimiento entre “self y no self” es cuando comienzan las fantasías de que el alimentarse del pecho puede generar que este se destruya. (González, 2011). Es posible que este proceso deje permanentemente ligadas las dos pulsiones. Comienza a haber cierta agresión en la obtención del placer y paradójicamente placer en la administración de agresión. 

Posteriormente se llega a la etapa anal en la que el Yo pasa por cambios importantes que le permiten tramitar tanto el mundo interno como externo de maneras más eficientes y efectivas para el sujeto en términos cognitivos y afectivos. La premisa es que el yo adquiere mejores herramientas para lidiar con los impulsos y a medida que crece el individuo cada vez es más capaz de lidiar con mayores cantidad de agresión en sí mismo y en su ambiente. Para cuando uno es considerado un “adulto normal” uno es capaz de “diferenciar entre los peligros reales e irreales, manejándolos al nivel más adecuado de comportamiento agresivo” (González, 2011). 

Es debatible sin duda alguna si es que alguna vez el adulto puede llegar a ese estado de autoconocimiento y control e inclusive si nuestra época actual lo permite. Sin embargo uno de los aspectos que quizá se critica más de la teoría psicoanalítica no es este sino el aspecto de la frustración. Esto nos regresa la propuesta de agresión de la psicología social expuesta anteriormente que continúa diciendo que se considera erróneo y anticuado considerar que existe un deseo innato hacia la agresión. También que se considera como un factor secundario y no central el papel de la frustración en la producción de una conducta agresiva. Lo que se propone desde esta disciplina es “El modelo afectivo general de la agresión” en el cual  la agresión se desencadena por un amplio rango de variables de entrada (Situación actual o tendencias que los sujetos llevan consigo. Provocación, frustración, exposición a modelos agresivos, señales asociadas con la agresión, causas de incomodidad, afectividad negativa, irritabilidad, creencias sobre la agresión, valores pro-agresivos, patrón de conducta tipo A, sesgo de atribución hostil. (Baron & Byrne, 2005).

 Por supuesto que podríamos montar un caso bastante sólido para demostrar como múltiples autores psicoanalíticos contemporáneos toman en cuenta los factores propuestos por la psicología social y para desmentir la idea errónea de que desde el psicoanálisis sólo se concibe la agresión cómo una cuestión pulsional innata o resultado de la frustración. También se podría hacer un esfuerzo valioso para debatir la relevancia de la pulsión agresiva y la frustración en las conductas agresivas que vemos en el consultorio, en la escuela y en los lugares de encuentro social. Sin embargo, quizá sea poco fructífero poner una disciplina contra la otra, después de todo la intención es hacer síntesis y nuevos conocimientos a través de ambas. 

Con todo lo anterior es fácil darse cuenta de que hay un amplio espectro de formas en las que aparece la agresión en la vida humana y múltiples funciones que puede tener o disfunciones que puede provocar. Tiene componentes inconscientes, sociales, biológicos, políticos, económicos, ambientales, contextuales y culturales.  Lo que quizás toca entonces es tratar de entender más a profundidad los factores inconscientes de la agresión sabiendo que tal vez no son la causa principal o única de la agresión en el mundo. Y propongo hacer esto intentando contestar la siguiente pregunta ¿En dónde podemos observar la clase de agresión que está más motivada por la satisfacción de una pulsión agresiva?

El primer paso es quitar factores que están vinculados con otras formas de agresión. Hay que dejar de lado la agresión que surge de la frustración de las pulsiones sexuales, la que viene de factores ambientales, de provocaciones, de recompensas sociales y culturales, de desbalances químicos, de patología mental y del instinto de supervivencia. (Probablemente dejé de lado muchos factores).

Al plantearme esto me di cuenta de que sería difícil encontrar una manifestación “pura” de satisfacción por pulsión agresiva observable, siempre habrá ciertos componentes de todos los factores mencionados, la esperanza es que la agresión y la satisfacción sean los aspectos predominantes. La idea de una posible evidencia de esto me llegó irónicamente del texto que fue tan crítico del psicoanálisis, en una sección en la que se examinaba el rol de las representaciones de contenido multimedia violento en películas y videojuegos se proponía la idea de que “la exposición a la violencia en los medios de comunicación puede de hecho ser un factor que contribuye a altos niveles de violencia en países donde esos productos son vistos por grandes cantidades de personas”. También proponían que a mayor cantidad de películas vistas había una mayor proclividad a actuar de maneras más agresivas, quizás por los aprendizajes durante la recepción del contenido y la desensibilización al dolor ajeno. Por último proponían que quizá la cantidad de películas y videojuegos violentos estaba impulsada por las creencias de los vendedores tales como “el sexo y la violencia vende”. Los individuos escogen más fácilmente lo violento porque hay más. (Baron & Byrne).

Una posible lectura de lo anterior es que la gente está siendo intoxicada por un exceso de violencia en su suministro de medios por lo cual son influenciados y predispuestos a más situaciones, pensamientos y sentimientos agresivos y violentos. En cierta medida inclusive se responsabiliza a los productores de contenido por llenar de violencia sus contenidos y no dejar opciones a los consumidores. Seguramente hay una correlación entre los factores planteados y como muchas veces sucede la causalidad se confunde entre ambos ¿Que provoca que?

Me atrevería a decir que es poco probable que los creadores y productores de contenido mediático inunden las redes y los aparatos con agresión y violencia solo porque consideran que es lo que “vende”. En realidad lo más probable es que ha habido un proceso dialéctico e histórico en el cual los consumidores tienden hacia una elección, los vendedores lo notan y reproducen más del contenido que se han percatado que atrae a los clientes. Por supuesto que hay un intento de seducción y manipulación por parte de las marcas pero fácilmente podríamos proponer que se trata más de un intento para incentivar al cliente a elegir una, no para comprar una, pues la compra ya está incentivada por el cliente. (Samuel, 2013)

A lo que voy con esta ligera digresión es a la premisa de que los medios de comunicación producen y reproducen agresión es debido a que la gente busca dichos contenidos. No es difícil ver esto hoy en día cuando una gran cantidad de la gente tiene acceso a internet y al contenido que deseen para entretenerse en sus ratos libres. Podríamos decir sin muchas dificultades que lo que más producen es contenido cómico, contenido agresivo, contenido sexual y contenido educativo. Dichos pilares se postran frente a nuestras pantallas casi como si fueran las bases de lo que necesitamos de nuestro híbrido digital entre la fantasía y la realidad, como una manifestación tangible de las cosas que valoramos no solo cómo culturas sino como especie. Y una de ellas es la agresión, en muchas de sus formas, tamaños y presentaciones. 

En pocas palabras me parece que las películas y los videojuegos son indicadores claros e importantes de que no solo somos agresivos si no que disfrutamos ver agresión y ser agresivos en la fantasía así cómo disfrutamos ver amor y ser amados en la fantasía, disfrutamos el destruir cosas tanto como disfrutamos la tarea constructiva de aprender y crear cosas. Nos gusta gritar e insultar tanto como nos gusta reír y bromear. No parece una revelación monumental y seguramente ya se ha hecho muchas veces, sin embargo es como si colectivamente se reprimiera el conocimiento. Pensamos en la agresión como algo que debe ser vencido, como algo que debemos tratar, como algo que quedará en el pasado si encontramos mejores herramientas para lidiar con las cosas. Y por supuesto que hay múltiples cosas que podemos hacer para sacarle provecho a nuestra agresión y encontrarle un lugar adecuado, de preferencia en la fantasía. Pero hay que tomar en cuenta de que siempre estará y que muchas veces saldrá. 

Para ahondar un poco en el tema de la elección y la satisfacción de la pulsión agresiva  me gustaría traer a colación 2 casos de psicoterapia psicoanalítica con dos pre-adolecentes de 11 años que he atendido durante la pandemia. Para fines de confidencialidad y por motivos narrativos llamaremos a estos dos niños “Caín y Abel”. Ambos habían sido atendidos por mí antes de la cuarentena y hace un par de meses decidimos de manera separada sus padres y yo retomar sus procesos de manera virtual. A los dos se les explicó que estaríamos hablando por video llamada y que mientras lo hacíamos podríamos hacer cualquier cosa que se les ocurriera en la computadora o en el Xbox. Naturalmente ambos eligieron dos juegos ipso facto, “Fortnite y Roblox”.

Cain eligió primero “Fortnite” un juego de “battle royal” en el que combaten 50 jugadores simultáneamente y se elimina a los contrincantes con una amplia gama de armas y construyendo fortalezas. La razón por la cual regresó a su psicoterapia fue porque su madre estaba preocupada de que estuviera accediendo a contenidos sexuales en línea de manera precoz y le interesaba saber si esto era parte de su desarrollo normal. Cuando comenzó sus sesiones se rehusaba rotundamente a hablar del tema y negaba cualquier forma de atracción a otras personas y sus cuerpos. Se dedicaba durante las sesiones a hablar de cómo me iba a ganar, de intentar eliminarme en el juego y de sentir el placer sádico de dominarme y de sentirse imparable frente a mis habilidades deficientes en el juego.

Abel eligió primero “Roblox”, específicamente “Adopt me”  un juego de “caja de arena” en el que no se permiten las agresiones y cuyo objetivo principal es socializar con los individuos dentro del servidor, construir hogares, adoptar mascotas y criarlas y conseguir prendas interesantes para el personaje que se puede personalizar. La razón por la que comenzó su psicoterapia fue porque estaba teniendo problemas de estado de ánimo y autoestima que la madre consideraba relacionados con los conflictos que estaba teniendo con una compañera del colegio que constantemente lo hostigaba, le quitaba sus cosas e inclusive llegaba a golpearlo y a agredirlo verbalmente. Durante las sesiones se dedicaba a mostrarme las partes de su casa, sus mascotas, sus atuendos, a enseñarme la ciudad y platicarme sobre todas las cosas que le gustaría tener y lograr dentro de ese universo. El placer que sentía era el de someter sus creaciones y su mundo a mi mirada, sintiendo así que obtenía en transferencia el amor del objeto que yo representaba. 

Con el paso de las sesiones e interpretaciones se fue volviendo evidente tanto para mi cómo para Caín que estaba tratando de poner toda la descarga de placer en la destrucción, la competencia y la agresión del juego y solo hablar de victoria, conflicto y poder para evitar hablar de los nuevos sentimientos de atracción que sentía. Se le interpretó múltiples veces y poco después de ciertas traslaboraciones decidió cambiar de juego y entrar a “Adopt me” en donde pudo poner en palabras su duda sobre lo que había visto y sobre las relaciones sexuales, su novedoso interés por las chicas de su salón, sus deseos de ser un “crack” y tener una relación en una casa como la de su juego. También se disiparon ciertos miedos que tenía que su mamá estuviese enojada con él y de que no hubiera lugar en su entorno para que creciera y se convirtiera en un adolescente. 

Por otra parte durante el transcurso de las sesiones de Abel se pudo ver que tenía muchas dificultades para utilizar su agresión con fines adaptativos y de placer. Utilizaba múltiples mecanismos de defensa tales como la racionalización, intelectualización, formación reactiva y anulación para justificar el no competir conmigo y no problematizar lo que su compañera le estaba haciendo en clase. Poco a poco a través de juegos en los que yo lo incitaba a ser más destructivo y agresivo pudo comenzar a manifestar el placer que sentía de vencerme, de poder competir conmigo y de sentir que yo podía aguantar su agresión sin que hubieran consecuencias graves o que perdiera en transferencia el afecto y el cariño. Al poco tiempo decidió que estaba listo para jugar “Fortnite”, para este momento ya había podido poner un límite a su agresora en la escuela y sus padres comentaban que  “ahora era un chico más relajado”. Comenzó a dispararme, a ganar y perder y a colaborar conmigo sin sentir que “lo tenía que cuidar en el juego”, inclusive tomando el liderazgo.

Por supuesto que estas breves descripciones carecen de muchos aspectos del análisis que son fundamentales para entender qué pasa con estos chicos y su agresión, quizá en otro trabajo puedan ser tratados más a fondo. Pero lo que quería recalcar con estas dos pequeñas viñetas es que la agresión, ya sea su exceso o su falta, resultaba un componente fundamental para lograr la satisfacción de los individuos. Cuando una pulsión estaba impedida era como si la otra se hipertrofiara para sobrecompensar por lo cual podríamos pensar de ellas como interdependientes y esenciales la una para la otra. Los chicos pudiendo hacer cualquier cosa en la computadora decidieron hacer algo relacionado con la agresión no porque fuera lo más disponible sino porque para ellos era una de las cosas necesarias junto con la cercanía y la vinculación. 

Al final me parece que es posible hacer la afirmación de que tenemos muchas razones para ser agresivos y una de ellas es porque nos hace felices y nos ayuda a ordenar nuestro mundo interno. En un sentido “Winnicotiano” podríamos decir que parte del vivir creativamente es poder destruir de manera creativa para después construir. La mitad de la satisfacción viene de la liberación de borrar y  cambiar. Considerando esto quizás el enfoque apropiado con la agresión es el de encontrar formas de ejercerla con la capacidad de tomar en cuenta al objeto que la recibe, dando y recibiendo más o menos en la misma medida y pudiendo respetar los límites que pueden hacerlo un ejercicio seguro. Dicho en menos palabras, quizás hay que hacer más esfuerzos para tratar la agresión como se ha comenzado a tratar al sexo en las últimas décadas: con apertura y responsabilidad. 

Bibliografía: 

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Samuel, L. R. (2013). Freud on Madison Avenue: Motivation Research and Subliminal Advertising in America. University of Pennsylvania Press.