03_Fibromialgia_1445347Fibromialgia: una aproximación psicoanalítica
Autor: Eugenia Narro
“Imagina que amaneces con la sensación de que fuiste duramente apaleada. La noche la pasaste en vela. Te levantas entumida, con intenso dolor en todo el cuerpo; empiezas el día agotada y aturdida. El dolor difuso y el cansancio persiste durante toda la jornada. Ahora imagina que esto sucede todos los días, todas las noches, todos los meses. Dolor, cansancio e insomnio. Ya visitaste a varios médicos y te sometiste a múltiples estudios y tratamientos. No encontraste mejoría, ni diagnóstico satisfactorio. La falta de respuestas a lo que te sucede te angustia y también deteriora las relaciones con tu familia. Todo esto, obviamente, estropea la calidad de tu vida” (Martínez, M, 2008 pp. 11).
Este trabajo, lo dedicaré a hablar de la fibromialgia, la cual es una enfermedad que ha sido poco comprendida y confundida con otros padecimientos, por lo que amerita conocimiento y comprensión por parte de aquellos dedicados a la salud tanto física como mental.
A lo largo de los años, la fibromialgia, ha sido confundida con otras enfermedades como el reumatismo o la artritis. En el siglo XIX se encontró que existía una forma de reumatismo muscular no deformante, en el cual el dolor se acompañaba de hipersensibilidad al palpar ciertas zonas donde se localizaba el tejido fibroso de los músculos. Al presionar estos puntos, el dolor se irradiaba a zonas circunvecinas.
A principios del siglo XX se acuñó el término fibrositis (que literalmente significa “inflamación del tejido fibroso”) para diagnosticar a las pacientes que tenían dolor muscular difuso e hipersensibilidad en ciertos puntos anatómicos. En aquellos años se pensaba que la causa del dolor radicaba en una inflamación bien localizada dentro de los músculos y de los tejidos fibrosos. Sin embargo, ésta teoría no se corroboró, ya que las biopsias de los sitios musculares doloridos, no mostraron datos de inflamación. Los médicos no encontraban explicación ni diagnóstico adecuado para un grupo creciente de pacientes que acudían a consultarlos aquejados de molestias musculares difusas. Éste fenómeno, fue particularmente notorio durante la Segunda Guerra Mundial, cuando muchos soldados sufrieron de estos síntomas. Al no hallar una explicación adecuada, algunos médicos diagnosticaban a los pacientes como portadores de un reumatismo psicógeno (Martínez, M. 2008).
Siguiendo con el Doctor Martínez Lavín, la era científica en el conocimiento de la fibromialgia comenzó en la década de los setentas del siglo pasado. Como reconocimiento a la ausencia de fenómenos inflamatorios, se cambió el término fibrositis por fibromialgia (dolor en músculos y tejidos fibrosos). Sin embargo no existían criterios diagnósticos precisos que permitieran definir mejor la enfermedad y diferenciarla de otros padecimientos reumáticos. Un adelanto importante en el conocimiento de la fibromialgia se dio en 1990, con la publicación de los criterios de clasificación promulgados por el Colegio Americano de Reumatología, con un grupo de expertos de Estados Unidos y Canadá. Ellos recabaron información detallada de las alteraciones que manifestaban un grupo grande de pacientes con fibromialgia (293 casos) y la contrastaron con las alteraciones presentadas por otro grupo de pacientes que tenían otras enfermedades reumáticas susceptibles de ser confundidas con fibromialgia (265 casos). Se hicieron cálculos estadísticos precisos y el resultado mostró que habían dos manifestaciones mayores que podríamos considerar definitorias de la fibromialgia: dolor difuso crónico en las cuatro cuadrantes del cuerpo y sensibilidad exagerada a la palpación en sitios anatómicos específicos.
La fibromialgia, es una enfermedad sin duda compleja y muy común. Se calcula que afecta de 2 a 4% de la población en general, en donde aproximadamente entre el 80 y 90% de estos casos son mujeres.
La variación de edad inicio del padecimiento es muy amplia; abarca desde la preadolescencia hasta la vejez (Martínez, 2008).
Hoy en día, es una enfermedad que se ha convertido en un problema de salud pública, por las altas repercusiones personales y sociales que conlleva al que lo padece, así como el alto porcentaje de gasto sanitario que provoca.
Asimismo, la saturación de los servicios públicos de salud, los convierte en lugares ineficaces para tratar pacientes con enfermedades tan complejas como ésta.
En 1992, la Organización Mundial de la Salud reconoció a la fibromialgia como enfermedad con diagnóstico diferenciado, clasificándola entre los reumatismos de partes blandas y la consideró como la causa más común de dolor osteomuscular generalizado (Duchên, 2012).
Siguiendo con Duchên (2012); desde el punto de vista médico, es una enfermedad de etiología desconocida. Se caracteriza por un dolor crónico generalizado, descrito por el paciente en el aparato locomotor, sobre todo, en el esqueleto axial, raquis cervical o tórax anterior.
Para su diagnóstico, según investigadores, debe producirse dolor a la palpación en al menos 11 de los 18 puntos simétricos del cuerpo.
Además del dolor y la sensibilidad exagerada a la presión en éstas determinadas zonas del cuerpo, como dos de los síntomas más importantes que suelen acompañarlo son: la fatiga intensa que describen los pacientes y las alteraciones en el sueño. Otros síntomas como las parestesias en las extremidades, rigidez articular, cefaleas y sensación de tumefacción en las manos se mantienen presentes.
Como síntomas psíquicos, en la mayoría de los casos, se diagnostica depresión y ansiedad (Ibid ant).
Asimismo, algunas características de la fibromialgia, que hacen más compleja su comprensión y tratamiento son que el diagnóstico está basado en una exploración clínica, pero no existe lesión estructural, es decir, no existe examen de laboratorio que verifique su presencia; por lo tanto existen distintas hipótesis etiológicas, multiplicidad de factores que influyen en su aparición y evolución y una prolongada latencia entre el inicio de los síntomas y el diagnóstico; lo que lleva al paciente en la mayoría de los casos a visitar a diferentes especialistas, que por lo general medican sin que éstos tratamientos farmacológicos sean eficaces. Otro aspecto importante, es que socialmente no se reconocen las dificultades que ocasiona este padecimiento (Felipe y Castel, citado en García- Bardón, 2012).
Muchos estudiosos se han encargado de investigar éste fenómeno; determinando el grado de predisposición genética (como lo es, la percepción de la intensidad del dolor), factores desencadenantes como: algún tipo de traumatismo físico (choque automovilístico) o un traumatismo emocional (muerte de un ser querido, divorcio etc.). También, existen algunas explicaciones médicas relacionadas como: una respuesta deficiente de la cortisona interna a diferentes estímulos, niveles disminuidos de la hormona del crecimiento, reducción del flujo sanguíneo al tálamo cerebral (zona encargada de inhibir el dolor), niveles bajos de sustancias parecidas a la serotonina, importante alteración del sistema nervioso autónomo, excesiva producción de adrenalina etc. pero aún así, hay un amplio camino por recorrer (Martínez, 2008).
Según algunos autores, punto de vista que comparto, la medicina tecnificada, tiene una visión fragmentada de las enfermedades en general. Demanda que los síntomas sean explicados por una lesión bien definida en el cuerpo, cosa que es imposible tratándose de la complejidad de las enfermedades, particularmente la que está en discusión ahora. Para entender este padecimiento, hay que comprender que el ser humano es un conjunto de cuestiones físicas y psíquicas, que al mismo tiempo tienen una influencia del entorno en la preservación de la salud o en el desarrollo de las enfermedades.
La bibliografía que existe hoy en día sobre psicoanálisis y fibromialgia es poca, de hecho, nos hace pensar siempre en una enfermedad nueva, aunque muchos autores refieren que el mismo Freud ya estaba familiarizado con estos problemas clínicos; uno de los mejores puntos de referencia sobre este padecimiento, se encuentra en el caso de Elisabeth von R, la joven paciente, de 24 años que padecía un cuadro que hoy habría merecido tal diagnóstico, a decir de varios autores estudiosos del tema. Nos dice Freud, “[…] se quejaba de grandes dolores al caminar, y de una fatiga que le sobrevenía muy rápido al hacerlo y al estar de pie […] El dolor era de naturaleza imprecisa […] era una fatiga dolorosa”. (Freud, 1895, p.151, en Salas). “Daba que pensar (añade Freud más adelante) que la hiperalgesia recayera principalmente sobre la musculatura. La dolencia más frecuente culpable de la sensibilidad difusa y local de los músculos a la presión es la infiltración reumática de ellos, el reumatismo muscular crónico común […] Lo probable, entonces era que hubiera sobrevenido una alteración orgánica de los músculos en el sentido indicado, en la cual la neurosis se apuntaló haciendo aparecer exageradamente grande su valor” (Ibid.ant). Las conclusiones metapsicológicas que extrae Freud en la epicrisis son: “Como resultado del conflicto, la representación erótica fue reprimida de la asociación, y el afecto a ella adherido fue aplicado para elevar o reanimar un dolor corporal presente de manera simultánea […] Era, pues, el mecanismo de una conversión con el fin de la defensa”. Y continúa más adelante: “El mecanismo psíquico de la simbolización no se situaba en primera línea, ella no había creado la abasia, pero todo indicaba que era algo preexistente y que había experimentado un refuerzo sustancial por este camino. De acuerdo con ello, esta abasia, en el estadio de desarrollo en que yo la encontré, no era equiparable sólo a una parálisis funcional asociativa psíquica, sino también a una parálisis funcional simbólica” (Ibid ant).
En este caso, Freud, hace una distinción muy nítida entre dos mecanismos responsables ambos de la somatización de su paciente: el “mecanismo de la conversión”, sin más, por medio del cual el afecto adherido a una representación reprimida pasa a reanimar e incrementar un dolor corporal preexistente; y, por otro lado, el “mecanismo psíquico de la simbolización”, que, según explica en otro pasaje del texto, sería el responsable de la especificidad de la somatización, es decir, del hecho de que el dolor afecte exclusivamente a una zona determinada del cuerpo, de modo que el síntoma adquiera un valor no solamente simbólico sino también significante. (Salas, S/A).
Anterior al caso mencionado de Freud, en Tratamiento psíquico (tratamiento del alma), escribe: “Existe un gran número de enfermos, leves y graves, cuyas perturbaciones y quejas plantean un gran desafío al arte de los médicos, pero en los cuales, a pesar de los progresos que ha hecho la medicina científica en sus métodos de indagación, ni en su vida ni tras su muerte pueden hallarse los signos visibles y palpables del proceso patológico”. Y a continuación añade: “Entre estos enfermos, hay un grupo llamativo por la riqueza y variedad de su cuadro clínico: no pueden realizar una labor intelectual a causa de los dolores de cabeza o fallas de la atención; les duelen los ojos cuando leen, las piernas se les cansan cuando caminan; sienten dolores sordos o se adormecen; padecen trastornos digestivos […]” (Salas, S/A. Pp 2).
En la cita anterior, se refiere a la neurastenia, pero la descripción que hace bien podría corresponder al cuadro que nos ocupa. Por otro lado, en Estudios sobre la histeria afirma que: “estos dolores miógenos (dolores del reumatismo muscular crónico), frecuentes en todas las personas, alcanzan gran significación en los neurópatas […] y brindan el material para muchísimas neuralgias histéricas”. Continúa haciéndose la pregunta clave: “¿Qué se muda aquí en dolor corporal?” A lo que se responde: “Algo desde lo cual habría podido y debido devenir dolor psíquico […]”. Siguiendo con Salas, tenemos en estas referencias de Freud, claramente expresada, una de las primeras formulaciones de un principio que hoy ya nadie pone en duda, según el cual el dolor corporal puede resultar un equivalente del dolor psíquico.
Es frecuente encontrar en la literatura científica referencias al elevado número de pacientes con fibromialgia que han tenido experiencias adversas en la infancia, situaciones de malos tratos infantiles, acontecimientos vitales estresantes en la edad adulta y previos a la aparición de los síntomas. La capacidad de reacción del aparato psíquico depende de las experiencias del sujeto, la calidad de sus vínculos y la presencia de un medio facilitador para que el niño lo desarrolle. Sabemos que todas las situaciones adversas infantiles, referidas por las investigaciones, en las que se describen experiencias de malos tratos y carencias afectivas en la infancia, han influido para que el sujeto no disponga de los recursos psicológicos suficientes para enfrentarse en la edad adulta a los acontecimientos estresantes de manera adaptativa.
Muro, citado por Duchên (2012), menciona que existen ciertas deficiencias en la capacidad de elaboración mental que, unidas a la intensidad del traumatismo, hacen que el aparato psíquico se vea desbordado, lo que podría llevar a la desorganización psicosomática, pero en lugar de la desorganización, lo que aparece es el dolor de la fibromialgia.
Es evidente los amplios esfuerzos por explicar psicoanalíticamente esta enfermedad; para otros autores se trata de una ruptura libidinal, que no pudo ser asimilada después del suceso traumático, en donde el cuerpo actúa soportando el síntoma del dolor que no ha sido tramitado por la vía simbólica (Duchên, 2012).
Siguiendo con Henríquez (2012), en esa misma línea, se puede decir que el sujeto afectado por esta enfermedad lleva a cabo una modificación en la distribución de la libido producida por una modificación del yo. La libido se retrotrae del mundo exterior al yo del sujeto.
El propósito de llevar a cabo tal modificación en la economía libidinal puede deberse a la incapacidad del sujeto de elaborar un estímulo, que puede ser psíquico o físico. En principio, el ser humano procesa cualquier estímulo, del orden que sea, de manera psíquica y somática. Si no puede elaborar psíquicamente un pensamiento o cualquier otro afecto psíquico, transformará por conversión tal estímulo en un afecto físico. En ese caso, se refiere a una estructura histérica.
La presencia de un pensamiento o de un sentimiento intolerable o doloroso hará que el sujeto lo reprima, constituyendo una representación sintomática en el cuerpo, que puede tener la forma de dolor.
Si el sujeto no puede tolerar psíquicamente los estímulos físicos displacientes, principalmente de carácter sexual, transformará tal estímulo en otro afecto desplazado en el organismo.
Desde mi parecer, aún queda mucho por estudiar al respecto y considero oportuno tener una visión global de la misma, es decir, considerar los aspectos tanto médicos como psíquicos que están involucrados en la fibromialgia.
Como psicoanalistas nos hemos preocupado fundamentalmente por entender el mundo interno de nuestros pacientes. Hemos llegado a comprender que el ser humano frecuentemente sustituye situaciones que le producen un profundo dolor, convirtiéndolas en síntomas y derivados de lo anterior. Lo cuál en general le resulta menos amenazante y más tolerable; aunque esto no quiera decir, que dicho sustituto no resulte perturbador y en general sea fuente también de sufrimiento para el paciente. Por lo cual, considero que como psicoanalistas se puede hacer una gran labor, al tener la oportunidad de trabajar con la subjetividad de quienes lo padecen.
 
Bibliografía:

  • Duchên, P. (2012). Tratamiento Psicoanálitico de la Fibromialgia. Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero Madrid. XIII Congreso de psiquiatría.com. Interpsiquis.
  • García- Bardón, Ma. V. (2011). Psicoterapia grupal operativa de orientación psicoanalítica en fibromialgia: evaluación y factores relacionados. Tesis Doctoral. Universidad Complutense de Madrid.
  • Henríquez, R. (2012). Fibromialgia. Una aproximación Psicoanalítica. Escuela de Psicoanálisis Grupo Cero Madrid. XIII Congreso de psiquiatría.com. Interpsiquis
  • Martínez, M. (2008). Fibromialgia: el dolor incomprendido. Un problema de salud de la mujer contemporánea. Punto de lectura. México.
  • Sales, L. (S/A). Dolor corporal y afectos. A propósito de un caso de fibromialgia. Gradiva Barcelona (en línea). España.

 

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