Experiencia subjetiva del poder del grupo
Autor: Fátima Laborda 

El poder es la capacidad de producir cambios significativos, ya sea en las vidas de otras personas, o bien sobre si mismo, a través de acciones. Es decir, implica transformar, de una condición a otra, necesariamente está relacionado con el cambio; por lo que dentro de una sociedad, el poder del individuo, se evidencia en su capacidad de adaptación y transformación del medio.

Desde el punto de vista psicológico, el poder tiene dos acepciones: por un lado la capacidad individual, relacionada con la función yoica de dominio y competencia, que se manifiesta de forma intrapsíquica derivando en algunos casos en manifestaciones externas. Por otro lado, se encuentra el poder intersubjetivo y relacional que implica la capacidad sobre otros o sobre una circunstancia.

Foucault, siguiendo las ideas de Maquiavelo,  explica que “el poder no es una institución, ni una estructura; tampoco es una cierta fuerza con la que estemos dotados; es el nombre que le damos a una situación estratégica compleja en una sociedad determinada” (1983). Su concepto involucra tanto las características de condicionamiento como de facilitación.

Para Paulo Freire (1986), el poder debe alojarse en la cabeza del dominado y llevarle a considerar como natural lo que desde el nacimiento se le esta imponiendo. Esto implica la capacidad de impactar en la vida de otros desde la perspectiva del sometimiento, sin embargo también existe la posibilidad de que el individuo valide y otorgue poder a otro, sea éste un líder/dirigente o un colectivo social. En el presente trabajo se expondrá esta última variante de poder y las posibles motivaciones que llevan a un sujeto a ceder parte de su poder personal al grupo.

En cada posibilidad social existe una relación que permite al individuo cumplir su voluntad, de acuerdo con Max Weber, así la sociedad puede ser vista como un conjunto de formas de condicionar la acción humana, pero también como lo que permite que esta sea posible, al menos en una cierta medida.

La sociedad moderna está amenazada por el fenómeno creciente de la concentración del poder dentro de las organizaciones, tanto privadas como gubernamentales, tienden a quedar bajo el control de reducidos, pero poderosos grupos políticos o financieros. Aunque los líderes son elegidos democráticamente, se observa una tendencia a integrarse en élites del poder que se preocupan básicamente por la defensa de sus propios intereses y posiciones a toda costa. (Weber, 1973).

En otras palabras podría decirse que en la actualidad existe el peligro de que las élites que deciden, nacidas en la sociedad a través de procedimientos legítimos, entren en un proceso mediante el cual el poder aumenta y se perpetua a si mismo retroalimentándose.

En el sentido sociológico incluye tanto al físico como al político al igual que muchos otros de los tipos de poder existentes donde las leyes son una interpretación de la evolución usada por individuos, con la finalidad de permitirles desarrollarse al más alto nivel adaptativo posible en su marco social.

Las cinco bases del poder fueron propuestas por los psicólogos sociales John French y Bertram Raven, en 1959. Desarrollaron un esquema de cinco categorías de poder que reflejarían los diferentes recursos sobre los que se apoyan los detentores.

Por otro lado, la teoría de la elección racional propone que, los individuos o grupos pueden ser modelados como “actores” que eligen de un conjunto de elecciones de posibles acciones, con la finalidad de intentar conseguir los resultados deseados. De esta forma la estructura incentiva de un sujeto comprende sus creencias sobre los costos asociados con las diferentes acciones de cada elección, y las probabilidades de que cada acción lleve al resultado deseado.

Foucault (1975) plantea su concepto de “tecnologías de poder“, en donde, explica que el poder tiene que ver con acciones sobre otras acciones a fin de interferir en ellas, afirma que presume libertad en el sentido en que no es forzar, sino formas de hacer que la gente se comporte por sí misma de modo distinto de cómo lo hubiesen hecho de otra manera.

Afirma que los sistemas de creencias ganan fuerza (y por tanto poder) cuando un mayor número de gente acepta los puntos de vista asociados con el sistema de creencias como conocimiento general (hegemonía); las ideas cristalizan como correctas o incorrectas, como normales o desviadas. Estas ideas, consideradas como “verdades” irrefutables, definen una particular manera de ver el mundo, y se encuentra normalizado un modo de vida asociada con estas verdades. “La dominación [no es] ese tipo de dominación sólida y global que una persona ejerce sobre otras, o un grupo sobre otro, sino las muchas formas de dominación que pueden ser ejercidas en el interior de una sociedad” (Foucault, 1996).

Las sociedades occidentales se estructuran en la actualidad en organizaciones, dentro las cuales transcurre la mayor parte de las actividades e interacciones de los seres humanos, en consecuencia estas dictan las pautas de relación de las personas con ellas. El poder en este contexto ha ido cobrando cada vez mayor importancia por ser un mecanismo de control y de coordinación necesario para la consecución de los fines y objetos de la organización dado que es un sistema que integra a un grupo de individuos y por ello es necesario una regulación del comportamiento y una coordinación en las actividades, de modo que aumente la predisposición de las conductas; Katz y Kahn (1977) apuntan que esto sólo es posible mediante un proceso de conformidad.

El modelo racional considera a las organizaciones como instrumentos racionales para lograr determinados fines colectivos; desde esta perspectiva el poder es un instrumento para conseguirlos.

Es por esto que el poder es un aspecto potencial en toda relación social y se caracteriza por su condición de asimetría: el sujeto que posee poder ejerce mayor control sobre la conducta del sujeto que la sufre que la inversa. Sin embargo este último en un sistema social o grupo en donde se respetan su condición de individualidad, valida el poder del primero a través de sus actos en búsqueda de la consecución de un objetivo (sea consciente o inconsciente, saludable o neurótico); resultando endémico en los humanos, como seres sociales y gregarios que son.

Por otro lado, una sociedad es creación del imaginario social instituyente; este produce significaciones que la psique no podría producir por sí sola. Es la instancia que genera las significaciones producidas en un determinado grupo llevando a la emergencia las características particulares del mismo. Esta capacidad instituyente del grupo es su dimensión creadora: crea instituciones y significaciones imaginarias sociales; estas últimas no son necesariamente explícitas, ni son lo que los individuos se representan, aunque dan lugar a las representaciones, afectos y acciones típicos de una sociedad forman entonces a los individuos sociales; las significaciones quedan representadas en las instituciones. (Castoriadis, 1993)

El poder, entonces, pertenece al grupo, y, por lo tanto, somete a los sujetos a partir de la incorporación que estos realizan – mediante el proceso identificatorio- de las significaciones imaginarias sociales, en la medida en que estos participan de las instituciones de la sociedad que las transmiten. Influye en los individuos de una sociedad, para hacerlos funcionales a la misma.

Freud (1921) en “Psicología de las masas” explica que el individuo temeroso del conflicto con el grupo se hunde en la gran masa, abdica respecto del proyecto de desarrollo de sus cuotas de diversidad y especificidad. La impotencia infantil primitiva se extiende, sin modificarse, a la vida adulta, pasando del núcleo familiar al social, de las normas educativas a las imposiciones sociales con las que están en continuidad.

Entonces se infiere que el poderoso es hasta cierto punto continente, pero la calidad de este de dicha contención y el contenido determina el desenlace del grupo.

Siguiendo a Freud, la idea del banquete totémico plantea el espacio metafórico en el que se expresa la delegación al grupo para la significación de la transitoriedad; el lugar mental de la elaboración del duelo por el asesinato del padre, el lugar de la introyección de sus miembros por parte del grupo de los hijos. Esta introyección común les permite a los hermanos constituirse en una comunidad y reinventar un  mundo regulado por leyes e ídolos compartidos.

Es por esto que el grupo social es el espacio psíquico que puede contener la dimensión del duelo, brindar los medios psíquicos para tolerar la pérdida, la separación, la finitud. Freud (1912) reconduce el sometimiento del individuo a la masa, a la necesidad de pertenencia, que quiere desarrollar una especie de psique colectiva, sin la cual el grupo no puede subsistir. En algunos casos la adhesión vuelve imposible soñar con convertirse en uno mismo, con emanciparse de la sombra de los objetos e individuarse.

Como animal social, el hombre necesita de los otros, puede autocomprenderse en la medida en que es considerado por otros que afirman o niegan su existencia, que lo incluye o lo excluye. Así también logra asegurarse otro fin, que sin el grupo le resultaría imposible: la perpetuidad por medio de la trascendencia. (Greenberg 1986, Solomon 1991)

El  individuo decide, aún sin tener consciencia de tal opción, apuesta por una determinada condición de vida que implica limitaciones y potencialidades de manera simultanea y que de alguna manera compensa el beneficio obtenido al sacrificio adaptativo que requiere la pertenencia. Por ejemplo, dentro de una sociedad democrática el individuo cede parte de su capacidad de decisión en otros, representantes de él, elegidos por él, que toman decisiones en su nombre las cuales ha de aceptar en la búsqueda de un bien colectivo mayor que le permite mantener condiciones de seguridad necesarias para su supervivencia.

Entonces el sujeto valida el poder de otro dentro de un grupo social desde sus intereses dado que el poder individual tiene ciertas limitantes; congregarse a un grupo con el que hay una condición de identidad le permite obtener un poder mayor.

Bibliografía

  • Castoriadis, C. (1992). Epilegómenos a una teoría del alma que pudo presentarse como ciencia. En “El psicoanálisis, proyecto y elucidación“. Ed. Nueva Visión: Buenos Aires. Pp. 114.
  • Freud, S. (1912). Tótem y tabú. Amorrortu: Buenos Aires.
  • Freud, S. (1921). Psicología de las masas y análisis del Yo. Amorrortu: Buenos Aires.
  • Castoriadis, C.(1993).  La institución imaginaria de la sociedad. Tomo I. Tusquests Editores: Buenos Aires. Pp. 175.
  • Foucault, M. (1983). Discurso del Poder. Folios: México.
  • Foucault, M. (1996). Hermenéutica del Sujeto. Altamira: Buenos Aires.
  • Freire, P. (1986). Pedagogía del oprimido. Siglo XXI: México.
  • French, J.R.P., & Raven, B. (1959). The bases of social power,’ in D. Cartwright. (ed.) Studies in Social Power. Ann Arbor, MI: University of Michigan Press.
  • Cohen, F., Solomon, S., Maxfield, M., Pyzszczynski, T., & Greenberg, J. (2004). Fatal Attraction. The Effects of Mortality Salience on Evaluations of Charismatic, Task-Oriented, and Relationship-Oriented Leaders. Psychological Science, 15(12).
  • Katz, D y Kahn, R. (1977). Psicología Social de las Organizaciones. Trillas: México.
  • Weber, M. (1973). Ensayos sobre metodología sociológica, trad. de José Luis Etcheverry, Amorrortu Editores: Buenos Aires.