Salomón Ancona

No es poco común percibir en nuestros pacientes la expresión de un sentimiento de vacío; en algunas ocasiones acompañado de llanto y frustración, en otras de largos silencios y poca capacidad de utilizar la palabra como herramienta para describir su dolor psíquico. Para algunos, esto es derivado de algún acontecimiento puntual, y qué en ciertos casos logra superarse con el paso de la actividad cotidiana. Sin embargo, para otros se convierte en algo perdurable, convirtiéndose en una fuente de angustia constante que no permite un funcionamiento adaptativo. Pero ¿Qué significa realmente sentirse vacío? ¿Cómo llenarlo? ¿Cómo hablar de aquel?  Todas estas preguntas pasan por mi mente al notar que es algo que constantemente suena en la clínica. 

El vacío es una palabra que abarca mucho, de aquí la necesidad de delimitarlo. Comenzaré con la definición. Según la Real Academia Española el vacío es “La falta de contenido físico o mental, el término puede utilizarse para referirse a la ausencia total de materia en un espacio o a la carencia de contenido en el interior de un recipiente”. De cualquier modo, me parece que el término puede ser aplicado según el significado que se le otorga en un ámbito específico, se habla del vacío en el arte, en la filosofía, en la religión por mencionar algunos y también este ha sido el caso del psicoanálisis. Me resulta interesante que una palabra que representa la nada, en ocasiones se vuelve el centro de un todo.

Muchos son los autores que se han propuesto la tarea de investigar el término y que lo han utilizado para catalogar algún aspecto que perdura en un espacio. Este es el caso de Lipovetsky con la obra La era del vacío. Ensayos sobre el individualismo contemporáneo de 1994. Autor que citaré más adelante. 

En lo personal, pensar en el vacío me llevó directamente a reflexionar sobre los distintos diagnósticos que lo incluyen. La vivencia subjetiva se presenta en los pacientes con una amplia escala de características. Por ejemplo, en las personas con Trastorno Límite de la Personalidad se presenta como una dispersión de la identidad que atenta a la continuidad de la propia existencia. De hecho, uno de los criterios diagnósticos del Manual Diagnóstico y Estadístico (DSM-5) para diagnosticar este trastorno, es la existencia de sentimientos crónicos de vacío. Por otro lado, dentro del Narcisismo se presenta derivado de la incapacidad de enfrentar los retos y fracasos constantes que la maduración y la vida diaria traen por sí sola. Mismas diferencias se representan en la clínica en formas muy peculiares, para ilustrar pongamos el caso del silencio. 

Jaime Lutenberg menciona que: “algunos son derivados directos de la acción de la represión, pero otros son la expresión del vacío mental que estos pacientes portan”. (Lutenberg, 2005 p.112) De lo anterior entiendo, que, en estos casos, no significa que el paciente recurra a utilizar una defensa, si no que las palabras le resultan inalcanzables y las siente como sobradas, por lo cual es de suma importancia distinguir el origen del silencio, pues parecerá fácil confundirlo. 

Por lo anterior, y por la experiencia de cualquier analista, a pesar de que se coincide en diagnósticos, lo observable dentro del tratamiento es muy variado y será tarea de la diada, paciente-analista encontrar el significado del origen. Como muestra de esto pondré a lo largo del escrito como ejemplo el caso de Sonia, una paciente de 28 años que llegó a consulta mencionando sentirse a grandes rasgos, “Triste, sola, sin motivación y un tanto desesperada por sanar”. Refiere que antes de llegar conmigo, había intentado todo tipo de soluciones, entre ellas, exceso de trabajo, aumento de interacción social y hasta una copa de vino por las noches.  En la sesión número 31, al conectarse intentó comenzar su asociación libre, sin embargo, el llanto no se lo permitió. Pasados unos minutos comienza el relato de una pelea con su madre y su pareja, a lo que termina expresando “a veces, me siento como en un laberinto, sola y sin salida, como si estuviera en la nada, me siento vacía y por ende drenada”

Escuchar este relato me llevó directamente a reflexionar como esta vivencia es una pérdida de la relación del sujeto con su mundo de objetos internos. María Palombo citando a Otto Kernberg menciona que “mucho de lo que experimentan estos pacientes es la sensación de futilidad en la vida, el desasosiego crónico, el hastío y la pérdida de capacidad de experimentar la soledad y sobreponerse a ella. Esta vivencia es más intensa que el sentimiento de tristeza y soledad y menos grave que la fusión regresiva de naturaleza psicótica que se produce cuando no se puede tolerar la pérdida de un objeto”.  Esto hace comprensible la desesperación que se presenta, no existe capacidad de observar una salida más allá del vacío, en ese lugar no hay nada ni nadie. 

De tal suerte que, después de un tiempo, a Sonia no le resultaba complicado poner en palabras su sentir y percibirse vacía, pero esto no nos da pie a descartar tal sentimiento en pacientes que no lo mencionan y lo actúan de otra manera, como lo hacía ella antes. Nuevamente citando a Otto Kernberg ahora en su obra, Desordenes fronterizos y narcisismo patológico, menciona que “muchos de los pacientes que viven un vacío tratan de escapar de esa dolorosa experiencia subjetiva desarrollando una intensa actividad social, de carácter adictivo, acompañada o no con ingesta de drogas, alcohol, actividades o comida. En esos casos lo directamente observable es la conducta de la huida del vacío”. 

 (Kernberg, 1975) Resulta tan intolerable que la idea, la percepción o el sentimiento busca ser eliminado rápidamente.  Si se siente en el cuerpo se intenta llenar con comida, con humo, con alcohol, o con alguna sustancia. Incluso, esto no solo sucede en individuos que padecen alguna enfermedad.  Me llama la atención que como sociedad constantemente intentamos huir de lo vacío.  Por ejemplo, si vemos algún espacio blanco, lo llenamos con fotografías o con alguna obra de arte. Si escuchamos sobre un lugar vacío, suponemos que no es útil o que algo falta y lo evitamos. Con Freud sabemos que los seres humanos cargan con un malestar interminable y que por eso se recurre a diferentes paliativos para poder atenuar el sufrimiento como lo son las sustancias, el amor, la religión entre otras. 

Lacan abordó el tema del vacío de distintas formas, una de ellas a partir del simbolismo: ¿Cómo nos damos cuenta de que falta un libro por mencionar un ejemplo? Porque falta un orden establecido o seriado. Pero cuando el librero está completamente desordenado y sin un orden específico ¿Cómo darnos cuenta de que falta uno? Porque en algún momento estuvo en nuestra posesión y ahora nos falta. Dicho de otro modo, es el orden simbólico el que introduce la falta y produce un efecto de vacío. Esto me remite a cuestionarme que el vacío es algo que se da cuando se obtuvo algo y ahora falta. 

Lo curioso con el vacío es que también falta aquello que no se conoce, pero ¿es esto posible? Para contestar esta pregunta me parece que también es de suma importancia ubicar el término en nuestros tiempos. Lipovestky plantea que ya desde el siglo XX no hay una base sólida ni un anclaje emocional estable, sino que todo se desliza en una indiferencia relajada. 

“Vivimos en un mundo de felicidad paradójica o de ligereza, donde hay mayor confort y satisfacción material. Vivimos mucho más tiempo y disfrutamos de más placeres que antes, pero el sentimiento de felicidad no progresa. Esto pasa porque el consumo nos manipula y nos hace soñar con cosas que no podemos comprar. (Lipovestky, 1994). 

Llama la atención que a medida en que pasa el tiempo, cada vez nos encontramos con mayores posibilidades de encontrar espacios que tienden a desviar los síntomas que resultan displacenteros. Quizás esto explique por qué los consumos siguen siendo deliberados y masificados, o bien, el aumento de turismo en el último año; la tecnología misma resulta fungir como un elemento que funciona como un estímulo que nos aleja de nuestro verdadero sentir. Existe una necesidad de mostrarnos a cada instante llenos y felices. A pesar de nunca haber tenido algo, en nuestra fantasía se encuentra todo lo que no tenemos. Nos falta también aquello que nunca hemos poseído. Si bien, esto ha permanecido con los años y funge como una característica de los seres humanos la intención es también invitar a reflexionar el papel que tiene la sociedad actual y las nuevas posibilidades que otorga para la huida del vacío. 

Ahora bien, hasta aquí, la intención ha sido exponer la subjetividad individual y social a la que se enfrentan estos pacientes, pero sería pertinente realizar una agrupación de lo que quizás se comparte en estos casos y con esto poder considerar un posible punto de partida.  

Winnicott afirma que “Los seres que han sido dejados caer en su primera infancia llevan consigo la experiencia de una angustia impensable o arcaica, saben lo que es estar en un estado de confusión aguda, o conocen la agonía de la desintegración, saben que significa que se les deje caer, la caída perpetua, o escindirse en la desunión psicosomática”. Winnicott 1969). En su trabajo: Nada en el centro se refiere a una paciente la cual en cierto momento de su análisis cuando refiere que le habían estado pasando muchas cosas pero que en el fondo era la misma, el interpreta que si no le sucedía nada ante lo cual pudiera reaccionar, ella llegaba al centro de sí misma, donde sabía que no había nada, esa nada era su hambre. “Existía un Self disociado que era nada, era un hueco, un vacío; y cuando revivía este vacío ella no era otra cosa que un hambre gigantesca” (Winnicott 1959). El vacío para Winnicott, puede ser la expresión misma de la irrealidad, pero también puede ser un estado que el paciente desee alcanzar “el sujeto siente miedo, porque ese vacío le parece terrible, entonces defensivamente organiza vacíos controlados, no poder aprender, no poder comer o comer compulsivamente” (Winnicott, 1963 pp 171)

 En mis palabras sugiero que, cuando los cuidados primarios no resultan ser suficientemente buenos, la experiencia genera cierta angustia de carácter elevado o extremo que incluso origina fantasías de muerte, esto queda en la conciencia como una huella, la cual tiene sus propios límites y misma que al perder el sentido de la vida, resurge y crea el vacío. A pesar de mostrar la tensión en la conducta, no es gratificado y se originan síntomas. Quisiera poner el acento en que no se trata de que la madre o aquel objeto primario haya sido completamente terrible, aunque bien podría haberlo sido, como en el caso Sonia, si no que ella la connotó de esa manera en su fantasía. 

Siguiendo la misma línea Melanie Klein, citando a Edward Glover sugiere que “El sentimiento de vaciedad en su cuerpo que siente el niño pequeño como resultado de la falta de gratificación oral, podría ser señalado como el punto de partida de asalto sobre el cuerpo de su madre, puesto que puede dar nacimiento a fantasías en las que el cuerpo de la madre está lleno de todo alimento deseado”. (Klein 1975 pp 144)

El paciente tiene la fantasía inconsciente de que el analista en su omnipotencia puede llenar ese vacío que lo llena de un dolor psíquico imposible de apalabrar. La voracidad del paciente con este malestar provoca que el analista se sienta abrumado de preguntas y demandas imposibles de satisfacer, estas preguntas surgen incluso cuando el paciente mismo en su relato menciona la respuesta, pero no es capaz de identificarla y espera que salga del analista pues él se vive como incapaz: Retomando el caso Sonia, a pesar de tener consciente su opción más viable, constantemente buscaba mi aprobación para tomar decisiones, especialmente en el trabajo. En transferencia yo era aquel ser suficientemente bueno que tenía la capacidad de elegir lo correcto. Me parece probable que, si el paciente no encuentra lo deseado, y de esto no se interprete, haga intentos de terminar su proceso obteniendo a un nuevo culpable. Dado que, el deseo inconsciente está relacionado con sentirse satisfecho, se emprenderá una búsqueda constante dentro del espacio analítico que otorgue al individuo ese sentir, si este se lograra momentáneamente, la búsqueda no terminaría, y quizás sea solamente la interpretación en transferencia la que ponga fin. 

En paralelo, si le adjudicamos al Yo la capacidad de inspiración y creación, es viable asumir que este se encuentra debilitado; lo más visible es la clara falta de identidad y la pérdida de sentido. Freud plantea en Las psiconeurosis de defensa, que “existe una forma de defensa enérgica y eficaz que consiste en que el Yo rechaza la representación insoportable al mismo tiempo que su afecto, y se conduce como si la representación no hubiese llegado nunca al yo”. (Freud 1929) Respecto a este fragmento queda más patente el intento de rechazar la frustración del psiquismo en el intento de crear nuevas defensas que para este momento requieren ser radicales. 

Sonia es una mujer que posee un notable sentido artístico que utiliza principalmente en su trabajo, pero que está sujeto a una crisis a la que ella llama “tener un espacio vacío que no puede llenar”, en la medida en que se vuelve más insoportable aumenta la defensa y con esto pierde su trabajo, pues se debilitaron sus capacidades creativas. Únicamente podía ver el vacío, se convirtió en su centro, todo se polarizó, no quedó espacio para el equilibrio. 

Es por esta razón que el vacío en la fantasía inconsciente se vive como la muerte, pues el Ello funciona de esta forma. Dentro de este marco se podría sugerir que frente al vacío lo que aparece es la pulsión de muerte. Maldavsky dice: “El proceso de alteración interna es la forma primordial de resolución de las tensiones, y cuando se mantiene este criterio, en lugar de surgir las acciones específicas se pone de manifiesto la pulsión de muerte” (Maldavsky, 1994)

Se vio en el análisis que fue en su miedo a reaccionar con su contenido “malo” el principal impedimento para continuar con sus funciones creativas. Después de un tiempo Sonia decidió emprender un trabajo por su cuenta, en donde pudo representar ese contenido. Al hacerlo lograba reparar la imagen que tenía de ella misma y de sus objetos y así achicando cada más ese espacio vacío.

Por último, sugiero que el vacío está dotado de mucha energía, generando un estado psíquico de tensión que conlleva el esfuerzo a cancelarla, esta se pierde sin compensación, como consecuencia, se permite recibir agresión constante, no queda lo necesario para hacerle frente y como consecuencia la sensación es de un crecimiento de aquel espacio vacío. 

Como conclusión, en dicha sesión 31, en la que por primera vez Sonia menciona el vacío me llevó a cuestionarme, ¿Por qué el paciente paga por ver un espacio vacío?  Y en un intento de contestar a dicha pregunta, realice este trabajo, que sin duda tiene muchos de esos espacios los cuales me resulta interesante seguir investigando. Por lo pronto lo que sugiero es lograr identificar estos espacios, visitarlos y pensarlos constantemente. Finalmente, interpretarlo y no intentar llenarlo de forma inmediata y momentánea, pues será esta una lucha interminable. De ello resulta necesario decir que este sentir puede aparecer muchas veces en individuos sanos, y que el escucharlo no nos da pie a para delimitarlo como patológico, de ahí que para otros pacientes se vuelve un estado constante y resultara necesario pensarlo como un síntoma que proviene de la enfermedad en donde se representa la dificultad en la simbolización o representatividad y con la carencia de un objeto interno capaz de calmar las ansiedades de muerte.  Quizás exista una tercera posibilidad como una forma de construcción del psiquismo y que es inherente al ser humano. Junto con esto, es conveniente tomar en cuenta aquellas nuevas vías que ofrece la sociedad y el desarrollo para huir de aquel, y con esto generar, en el consultorio un espacio en donde se permite frenar momentáneamente y regresar si es el caso de esa huida y sanar.

Bibliografía

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