20724666936_e128bf95bb_bPor: Erika Lepiavka
“Estamos pasando por una mala época, pero la ciencia tiene el ingente de enderezarnos la nuca.” Sigmund Freud, 1919.
El proceso electoral del 2016 en Estados Unidos dejó al mundo boquiabierto. Muchos nos quedamos atónitos mientras veíamos el mapa de Estados Unidos que se pintaba de rojo, el color del partido republicano. Resultó que las encuestas se habían equivocado y que muchos menospreciamos la capacidad del discurso de odio de Trump para resonar en su población. Finalmente, la promesa ominosa era cierta: una persona sin ningún tipo de experiencia en el gobierno de su país sería el nuevo presidente gracias a un discurso de odio y segregación.
Una gran parte de la prensa internacional expresaba conmoción y disgusto[1].El Daily Mail en Reino Unido, por ejemplo, describía “un drama humano electrizante y una elección creadora de ondas sísmicas en ambos lados del Atlántico” al cual llamó Trumpquake.[2] Bassets (2016) publicó en el diario El País cómo “El mundo esperaba ver a la primera mujer en la presidencia de EE.UU., después de tener a un presidente afroamericano. Ocurrió lo inesperado. Los votantes eligieron a un demagogo, un hombre que ha reavivado algunas de las tradiciones más oscuras del país, que ha colocado en el centro del discurso político el insulto y la descalificación, un admirador de Vladimir Putin que amaga con reformular las alianzas internacionales de EE UU y lanzar un desafío al vecino del sur, México.”
La posibilidad de que Trump llegara a la presidencia resultaba tan absurda para el sector liberal que fue descontada por completo. The Hufftington Post, por ejemplo, avisó en julio de 2015 que ya no cubriría la precandidatura de Trump en su sección de política, sino que la publicaría en la sección de entretenimiento “junto a las Kardashians”[3]. La victoria de Trump era impensable, algo que pasaría en otra realidad y en otra época. Sin embargo, llegó su victoria.
Una vez aceptada la noticia, me preguntaba cómo esto había sido posible. ¿Cómo podía ser que “un fascista, la quintaesencia del antagonista ideológico, ganó la presidencia del país más poderoso del mundo armado con poco más que un peluquín y una cuenta de Twitter”? (Medina Mora, 2016). El proceso electoral era casi surreal y no obstante completamente real. Después de reponerme de la noticia y su pésimo pronóstico tanto para la economía mundial como para los derechos civiles, pensé que, como todos los fenómenos sociales, éste tenía que tener una explicación lógica.
Este artículo nace a partir del desconcierto con el país vecino y tiene el propósito de explorar los factores psicológicos que entraron en juego en la elección. La pregunta entonces es ¿cómo estaba el terreno psicológico de Estados Unidos? ¿Qué fuerzas psíquicas llevaron a un país a escoger a un líder como Donald Trump? ¿Qué puede aportar el psicoanálisis en momentos de ondas sísmicas mundiales?
En 1919, posterior a la Primera Guerra Mundial, Freud escribió una carta a Jones en la cual decía “Estamos pasando una mala época, pero la ciencia tiene el ingente poder de enderezarnos la nuca” (Jones, 1957). Con el mismo espíritu, ante la amenaza que representa el nuevo gobierno de EE UU, busco en el conocimiento y en la ciencia la comprensión del fenómeno en la época de “hechos alternativos” (alternative facts) y “noticias falsas”.[4]
Considero importante aclarar que pienso desde México y por lo tanto, mis opiniones estarán matizadas por el innegable factor que representa el lugar desde el cual escribo. Formo parte de la población que se ha sido agredida por las declaraciones del actual presidente de Estados Unidos y este trabajo es también una reacción ante la actitud desconcertante de un gobierno agresivo. El sujeto siempre es parte de un contexto histórico, lo cual es importante tener en mente, pero no constituye un motivo para descartar la capacidad de observación y reflexión de dicho contexto. Espero, por lo tanto, aportar elementos de comprensión de un hecho histórico que ha dejado pasmados no únicamente a los mexicanos, sino a un gran número terrícolas.
Antes de dedicarme por completo a mis hipótesis psicodinámicas, creo que es imprescindible detallar algunos hechos. Primero, hace falta recordar que Trump no ganó la elección gracias a la mayoría de la población. Trump perdió el voto popular por más de dos millones de votos (Medina Mora, 2016), y ganó la presidencia gracias a un extraño sistema democrático donde la mayoría no es quien decide. Este es un dato de suma importancia, ya que nuestra exploración se concentra específicamente en la población que votó por Trump, que aunque no es la mayoría, sin duda es significativa. Es decir, que las ideas que desarrollaré a continuación se constriñen a este grupo poblacional.
 
Una explicación psicológica
La pulsión de muerte
La primera explicación que me di sobre la elección, era que la pulsión de muerte tendría algo que ver en las fuerzas que motivaron a los votantes, o en su defecto, les permitieron pasar por alto los excesos retóricos del candidato. Freud desarrolló su teoría sobre las pulsiones a lo largo de toda su carrera. Él aseguraba que en todo humano estaban presentes dos fuerzas (pulsiones) básicas que regían la conducta. La primera que desarrolló, la pulsión de vida, es la que busca la conservación de la vida y de la especie y tiende a la unión. Puede apreciarse en todos los actos que llevan a la creación y que tienen efectos positivos en la vida del sujeto. La pulsión de muerte, como contraparte, es esa fuerza que detiene el progreso, que busca siempre regresar a un estado inanimado, es evidente en los actos destructivos y es “conducente a la disolución de todo lo viviente” (Freud, leído en Gaitán, 2012).
El concepto de pulsión de muerte ha generado controversia y división entre los psicoanalistas posteriores. Algunos continuaron desarrollándolo, como es el caso de Melanie Klein, quien utilizó el concepto como base para gran parte de su teoría. Fenichel lo niega categóricamente y Hartmann decidió dejarle la discusión a los biólogos (Gaitán, 2012). André Green “da por hecho toda la teoría de los impulsos de Freud, incluyendo la pulsión de muerte” (Gaitán, 2012).
Por mi parte, me resulta imposible explicar muchos fenómenos sin la existencia de la pulsión de muerte. De acuerdo con las cifras más recientes, el suicido se encuentra entre las primeras diez causas de muerte en EE UU, con 42,733 casos en el 2014. La primera causa de muerte fueron las enfermedades del corazón (614,348), la segunda el cáncer (519,699) y la tercera las enfermedades crónico respiratorias (147,101)[5]. Sería de gran interés saber cuántas de éstas muertes se debieron a fallas en el autocuidado, pues dentro de las enfermedades cardiacas juega un papel importante la alimentación y el ritmo de vida, así como en las muertes por cáncer y crónico respiratorias están también los fumadores de tabaco.
Sin el concepto de muerte, no logro explicar todas aquellas conductas humanas que nos destruyen, ya sea lenta o súbitamente. Ejemplos hay muchos y los podemos observar en la vida diaria y en los periódicos; las muertes por conducción temeraria y/o alcoholizada, por consumo de alcohol o sobredosis de narcóticos. Se estima que aproximadamente 88,000 personas mueren anualmente por causas relacionadas al alcohol (Substance Abuse and Mental Health Services Administration SAMHSA, 2015), lo cual hace al alcohol la cuarta causa de muerte prevenible en EE UU (Mokdad, A.H.; Marks, J.S.; Stroup, D.F.; y Gerberding, 2004)[6].
Las muertes prevenibles expresan sin duda la presencia de una fuerza interior que, ya sea de manera consciente o inconsciente, opta por la destrucción. La pulsión de muerte puede estar dirigida hacia uno mismo (como sería el caso de la melancolía o depresión psicótica) o puede dirigirse hacia el exterior. Las cifras que mencioné tienen la finalidad de demostrar el grado al cual puede llegar la destrucción dirigida hacia uno mismo, pero ¿qué pasa cuando la pulsión de muerte se dirige al exterior?
En su correspondencia con Einstein, llamada Por qué la guerra (1933  [1932]) Freud relataba
“[…] Especulando un poco, hemos llegado a suponer […] que este instinto opera en todos los seres vivos y busca arruinarlos y reducir la vida a su condición original de materia inanimada. Por lo tanto, merece seriamente que lo llamemos pulsión de muerte, mientras que los impulsos eróticos representan el esfuerzo por vivir. El impulso instintivo de muerte se transforma en pulsión destructiva cuando se dirige hacia fuera, contra los objetos, con la ayuda de órganos especiales. Es decir que el organismo conserva su propia vida destruyendo una ajena.”
Regresaré a la pregunta que conduce esta exploración, ¿cómo pudo Trump haber ganado la presidencia? Los factores son muchos y yo tomaré aquellos que me resultan observables. Considero que la pulsión de muerte pudo ser uno de los móviles para la victoria del Trump. Muchas de sus promesas de campaña se enfocaban hacia la destrucción, como creo que es eliminar el Obamacare o Ley de Cuidados de Salud Asequibles cuyo objetivo es, (o era),dar acceso a más Americanos a seguros médicos de calidad, asequibles y reducir el crecimiento del gasto en servicios de salud en E.E.U.U.[7]
Otra propuesta fue frenar las medidas que se tomaron durante la administración de Obama para detener el cambio climático, la cual lo declaró una amenaza para la seguridad nacional. Por su parte, el nuevo presidente ha declarado en Twitter que “el cambio climático es un chiste creado por y para los chinos con el fin de hacer la manufactura de EE UU no competitiva.”[8] Dentro de sus propuestas de campaña, estaba cancelar los pagos hechos a la ONU para implementar programas que combatan el cambio climático. Estados Unidos es el segundo país que más contamina y está entre los primeros quince en cuanto a emisiones de dióxido de carbono.[9]
Negar el calentamiento global, o concederle poca importancia, podría tener un efecto terrible en el planeta. Es una posición que obedece a intereses personales, pues la industria petrolera se verá afectada negativamente por el combate contra el cambio climático. Más relevante para este trabajo, es la destructividad que está latente en esta actitud. Considero innecesario dar cifras que respalden las evidencias del calentamiento global, pues hoy en día es una realidad, es parte del conocimiento común, y negarlo corresponde a un pensamiento psicótico (en tanto que sus evidencias son perceptibles gracias a nuestra memoria y sentidos), ignaro o sociopático.
De la misma manera, el abatimiento del Obamacare hará que muchos jóvenes pierdan el acceso al seguro médico y responde también a intereses personales que, como la pulsión de muerte, optan en contra de la unión y el bien común. Estos son algunos ejemplos de los casos en los que la pulsión de muerte es dirigida hacia el exterior.
Freud explicó la reacción terapéutica negativa, el fenómeno en el cual un enfermo avanza por un proceso de cura, y sin explicación aparente, regresa a puntos anteriores en el tratamiento y en lugar de mejorar, su condición empeora. Para Freud, esta incapacidad para mejorar era una expresión de la pulsión de muerte, que se niega a la cura. Estados Unidos tenía a su primer presidente afroamericano, tras una historia sangrienta y violenta de sometimiento y cosificación de su población de piel negra. Sin embargo, los avances tomaron marcha atrás. Los votantes olvidaron las lecciones heredadas por las guerras mundiales, por la Guerra Civil Estadounidense, y vemos viva la terrible frase que dice cómo la historia tiende a repetirse. Pareciera que se trata de una compulsión a la repetición a nivel masivo, así como de un estilo de reacción terapéutica negativa colectiva.
Es importante hacer una distinción aquí: me parece ingenuo pensar que la administración de Trump no está enterada de la amenaza que representa el cambio climático. Es aquí donde hay que pensar en otro factor: la . La Sociopatía, también conocida como psicopatía o conducta antisocial, es aquella que vemos en delincuentes, quienes tienden a volcar sus impulsos agresivos hacia la sociedad, yendo en contra de ella, rompiendo constantemente sus reglas. En las esferas de política y gobierno, la conducta sociopática se puede ver en actos de corrupción, de enriquecimiento ilícito o de torcer la verdad y reglas para el beneficio propio.
Una gran parte de la industria quiere mantenerse viva sin importar las consecuencias planetarias, como es el mundo de los combustibles. Es así como hombres y mujeres, con un alto nivel educativo, adoptan falacias con el fin de no ver su economía dañada. Se persiguen intereses personales por encima del bien común, recitando noticias falsas sin el menor interés por la verdad.
La motivación sociopática es uno de los factores más importantes en la cultura de la campaña y la administración de Donald Trump y puede ser pensada también como una expresión de la pulsión de muerte. Subestimar la necesidad de atender el cambio climático, tiene como fondo la satisfacción inconsciente de destruir lo vivo. El hecho de que se mezclen los intereses monetarios, es el toque sociopático.
 
Lo paranoide

Sin embargo, la pulsión de muerte no es suficiente para explicar el complejo proceso psicológico que condujo a la actual presidencia. Se ha hablado mucho sobre el diagnóstico de la personalidad de Donald Trump, pero no es un tema en el que quisiera ahondar. Si bien son evidentes sus rasgos paranoicos o paranoides (y por ende narcisistas), así como los sociopáticos, me resultan más interesantes y más importantes las características de la población que votó por él.
Tal vez la principal propuesta del slogan Make America Great Again era la de ir en contra de los inmigrantes mexicanos y musulmanes. Trump prometió construir un muro bellísimo para mantener afuera a los mexicanos y vetar la entrada de personas de origen musulmán.
Trump, al estilo de Hitler o Castro, optó por señalar a los extranjeros como causantes de los males de los estadounidenses. El discurso resonó con una amplitud impresionante, pues encajó perfectamente en un terreno fértil y propenso al pensamiento paranoide. Que Trump sea o no paranoico, es algo que no puedo aseverar. Sin embargo, Arieti (1955) describe al paranoico quejumbroso, el cual
“cree que con él se han cometido injusticias y acude a la ley para que lo defienda (…) Según Mayer-Cross, este tipo no es tan común en Inglaterra como en Alemania. Afirma que la diferencia en la incidencia puede ser debida al hecho de que la Ley Común no ofrece a este tipo de reacción el procedimiento como el sistema codificado; o acaso también se deba al hecho de que la naturaleza patológica de estas reacciones no se reconoce con tanta facilidad como en Alemania. En mi propia experiencia, he comprobado que este tipo de paranoide no es raro en los Estados Unidos, donde he tenido contacto con varios casos.”
La cita de Arieti me resulta interesantísima, puesto que no sólo habla de la presencia del pensamiento paranoide en EEUU en una época cinco décadas previa a los ataques del once de septiembre, sino que también explica cómo el sistema legal puede propiciar, favorecer o normalizar la defensa paranoide. Arieti (1955) explica cómo en algunos tipos de personalidades paranoides “predomina el deseo que siente por defenderse (y) hay un cierto orgullo y complacencia en la manera en que el paciente se defiende contra sus acusadores. Surgen racionalizaciones y defensas pseudolegales. Algunas de estas personas nunca pueden llegar a ser psicóticos de modo manifiesto, por el contrario, sus tendencias a encontrar razones legales para protegerse o acusar a los demás pueden canalizarse sucesivamente en ciertas profesiones.”
Me parece que lo que se puede deducir es que el sistema legal en EE UU es uno que reafirma ideas de corte paranoico, pues se puede demandar por motivos que no procederían en el derecho de países como Alemania. Es decir que en EE UU, muchas de estas ideas encuentran una realidad que las confirma: la ley. Pensemos en el más fuerte castigo del derecho en EE UU: la pena capital o de muerte.
Hace unos meses vi varios documentales sobre Eileen Wournous, la mujer cuyo caso fue llevado al cine en la película Munster. Wournous probablemente sufría esquizofrenia paranoide hacia el final de sus días. Este final, fue impuesto por el gobierno, quien la condenó a muerte mediante la inyección letal. Tras ver su historia, pensé en el peso que debe de tener vivir en un país en el que el Estado puede decidir quitarle la vida a un criminal. Relaciono este aspecto directamente con el concepto de retaliación. Melanie Klein escribió en 1927 que “en el inconsciente está en acción el precepto bíblico ‘ojo por ojo’”. El temor a la retaliación por nuestras acciones es uno inherente a los seres humanos, sin embargo, me pregunto si la aplicación de la pena de muerte intensificará el temor a la revancha dentro de su población. En varios estados, por ejemplo, los familiares de la víctima son invitados a ver el siniestro proceso. Este, además, es un claro ejemplo de cómo la ley en EE UU puede doblar la lógica para castigar un crimen con el mismo crimen, salvo que éste último es legal.
La presencia del pensamiento paranoide en la cultura americana se puede apreciar en otros aspectos además del legal. Es innegable que los ataques terroristas del once de septiembre tuvieron un efecto en la manera en que el estadounidense se pensaba dentro del mundo. Fue a partir de entonces que la palabra musulmán obtuvo su uso más despectivo y convirtió a las personas de origen árabe en posibles atacantes.
La retórica en la campaña de Trump regresó una y otra vez al tema de la población mexicana ilegal en su país. El uso de esta y otras minorías en EE UU como chivos expiatorios, posibilitaron y legitimaron mecanismos de defensa primitivos. Trump, su equipo y su electorado, encontraron un refugio a sus problemas al aventarlos todos sobre ese Otro que no es blanco. Repentinamente, la solución a los problemas del país radicaba en deshacerse de los migrantes ilegales, quienes no permiten que “América” sea grande. Es evidente que este tipo de pensamiento no toma en cuenta el efecto en la economía que tiene la mano de obra ilegal. El pensamiento paranoide es uno que no entra en profundidades pues es evacuativo, arroja sus impulsos hacia el afuera y por lo tanto no deja lugar para el pensamiento crítico. De la misma manera evacuativa, está la promesa de deportar a once millones de indocumentados.
McWilliams (2011) describe que “la esencia de la organización paranoide de la personalidad es el hábito de lidiar con las cualidades negativas propias mediante su rechazo y proyección; así, los atributos rechazados se sienten como amenazas externas.”[10] Es mediante este hábito que Trump logró culpar a las minorías de los males del país. El votante pro-Trump no quiere pensar que los golpes a la economía nacional también pueden tener que ver con la quiebra bursátil del 2008, generada por banqueros en su mayoría de origen blanco y opta por comprar el discurso de que la culpa es de la globalización.
Existe por lo tanto un importante grado de negación en el pensamiento colectivo de los seguidores del presidente. La primera y más evidente negación, es que EE UU es un país construido por migrantes. Se niega también que la violencia no sólo viene de los migrantes, sino que hay un alarmante y creciente porcentaje de tiroteos en masa causados por los mismos americanos. También se niega que el problema del narcotráfico tiene dos lados, y que sin consumidor no habría negocio. Parece que el control de las armas no es importante, aun cuando la violencia al interior del país crece y el odio también va de blancos hacia negros, como se puede ver en el movimiento Black lives mattter.
Otro mecanismo de defensa presente en el pensamiento colectivo, es la escisión. Pareciera que la retórica trumpiana marcó una línea, en la que de un lado está la población blanca y del otro están las poblaciones LGBT, negras, latinas, musulmanas, judías y con capacidades diferentes. El mundo queda dividido en dos, en buenos y malos, blancos y negros, útiles y “nocivos”. Es evidente entonces, como la parte psicótica de la personalidad, descrita por Bion (1957) forma un gran componente en la elección de Trump. Tal vez sea la presencia de este tipo de pensamiento lo que la hace tan difícil de comprender: desafía a la lógica.
 
La grandiosidad
En su artículo Violencia en la política exterior americana, Frank Summers explica los orígenes de la identidad estadounidense. Los fundadores puritanos del país entendían su trabajo como parte de una “tarea gloriosa asignada a ellos por la Providencia” (Summers, 2009). La ocupación del nuevo mundo tenía un origen divino. Tocqueville (1835) describió a la población estadounidense de la siguiente manera; “creen que son el único pueblo religioso, iluminado y libre… Tienen una opinión de sí mismos inmensamente alta y no están lejos de creer que forman una especie aparte del resto de la raza humana (…) la mayoría vive en un estado de perpetua auto-adoración.” Un remanente de esta concepción es el lema oficial del país, In God we trust o el hecho de que muchas escuelas opten por enseñar el Creacionismo y omitir la Teoría Darwiniana de la evolución.
Summers explica que “esta noción de América como elegida especialmente por la Providencia para crear y sostener la libertad de la humanidad fue central para la representación del self de EEUU mientras se convertía en una república.” La representación de sí misma es equivalente a la de un imperio que invade y conquista territorios. Sin embargo, EEUU está establecido como una república. Esta negación del estatus imperial le permite a los EEUU operar en por lo menos 750 instalaciones militares en 159 países (Hoff, 2008). Es de este modo que “la representación nacional del self se escinde entre la imagen consciente de pureza ética y una omnipotencia que cree en la capacidad y el derecho de EEUU para controlar el mundo y sus eventos como mejor le convenga” (Summers, 2009).
Aunque todos los países tienen su propia narrativa respecto al orgullo nacional, lo que diferencia a la cultura de EEUU es el concepto del self omnipotente, con una pureza moral históricamente infundida en las connotaciones religiosas, que mezcla los intereses de EEUU con la liberación de la gente del mundo (Hixson, 2206).
Si bien el artículo citado fue escrito para explicar los motivos de la invasión de Iraq, esclarece también una gran parte de lo que se jugó en la elección. Summers afirma que “la atracción del público americano por la retórica de auto-engrandecimiento nacional se demuestra en la retórica política.”
El momento en que el World Trade Center es atacado marca un parteaguas en la historia de los Estados Unidos, el país vivió un estado de vulnerabilidad que probablemente no tenía precedentes (Summers, 2009). Este fue un momento en que la grandiosidad del país fue derrumbada y constituye una herida narcisista en la historia de EEUU. El país no era omnipotente y el ataque podía venir de cualquier lado. A partir de entonces, la defensa paranoide fue normalizada y el perseguidor era siempre un extranjero.
Los rasgos narcisistas de la población estadounidense, descritos en la auto-representación del país como uno capaz de conquistar todo, se vieron defenestrados por los ataques terroristas. Fenichel, en su libro Teoría psicoanalítica de las neurosis, describe la línea de narcisismo en el bebé, quien en sus inicios cree ser omnipotente al conseguir todo lo que desea con sólo pensarlo. Sin embargo, conforme crece se da cuenta que él mismo no puede satisfacer sus propias necesidades, que hay otro que se llama mamá y que ese otro podrá o no satisfacer sus necesidades. La pérdida de la omnipotencia constituye un momento de duelo en la vida del bebé y coincide con lo que muchos llaman the terrible twos o los terribles dos. La mejor salida que encuentra el bebé a esta situación, es aliarse a la madre o el padre, junto a quienes se sentirá de nuevo omnipotente. Este es el narcisismo secundario, el que se obtiene mediante la adhesión a algo externo. Tal mecanismo se replica en conductas futuras como la afición a un equipo de fútbol, o en el sentimiento patriótico.
Considero que a partir de momentos de crisis en el paisaje social, cultural y económico de EEUU, como fue el 9/11, la Gran Recesión y la globalización, la población empezó a necesitar algo que los detuviera de sentir sus faltas. Esta salida, al narcisismo secundario, es la ideología de Trump. Todos aquellos cuya economía se vio afectada recientemente, encontraron en la frase Make America Great Again la reconstrucción de su dañada omnipotencia.
Los factores decisivos de la elección presidencial de 2016 son muchos, y sería absurdo no tomar en cuenta factores como el nivel educativo de los votantes. Están también aquellos votantes pro-Trump de origen hispano, así como el voto femenino. Sin embargo, considero que los motivos de estos dos últimos grupos no deben ser tan diferentes a los del voto blanco: ambos niegan partes de la realidad.
Es importante tomar en cuenta otras variables, como el hartazgo de muchos votantes hacia el sistema tradicional (el deseo de votar por una persona externa a la política), la antipatía hacia los Clinton, el voto duro del partido republicano, el rechazo al partido demócrata, los intereses políticos y personales, la identidad de Trump como hombre de negocios y el mito del gran negociador. Por otra parte, alrededor de la figura de Hillary Clinton está la asociación con la figura femenina y por lo tanto materna, la cual fue un blanco fácil para impulsos hostiles y conductas misóginas.
A través de las diferentes caras del prisma que es EEUU, he intentado demostrar que conceptos como la destructividad, la paranoia, el narcisismo y la sociopatía facilitaron el arribo al poder de un sujeto como Donald Trump. No quisiera terminar sin antes recalcar que queda una enorme parte de EEUU, de hecho, la mayoría, que no eligió a Trump. Existe en EEUU un sector importantísimo que opta por la unión y la integración de las minorías, que cree que las vidas negras importan y que se oponen las fuerzas destructoras del séquito de Trump. La pulsión de vida y la de muerte, no sólo batallan en la mente de un individuo, sino también en los movimientos sociales y políticos. Por último, el fenómeno en EEUU nos sorprende, pero es uno que parece repetirse una y otra vez en diferentes épocas y lugares. Ejemplos sobran, desde Nerón hasta Chávez, pasando por Hitler y el Brexit. Si algo podemos hacer quienes observamos al terremoto Trump, es tomar conciencia de nuestra propia destructividad, y procurar no continuar con la compulsión histórica a la repetición.
 
Bibliografía

  • Arieti, S. (1965). Interpretación de la Esquizofrenia. De Labor. Barcelona.
  • Bassets, M. (10 de noviembre de 2016.) Donald Trump, elegido presidente de Estados Unidos. El País. Recuperado de http://internacional.elpais.com/internacional/2016/11/09/estados_unidos/1478647677_279555.html
  • Fenichel, O. (1966): Teoría Psicoanalítica de las Neurosis. Paidós, Argentina: p. 79-80.
  • Freud, S. (1926 [1925]): Hemmung, Symptom und Angst. S. E. XX: 125. Inhibitions, Symptoms and Anxiety. O. C. II: 49. II.- Inhibición, Síntoma y Angustia. VII. Leído en Gaitán, A. (2012)
  • ———— (1933 [1932]c): Warum Krieg? E. XXII: 211. Why War? (Einstein and Freud). Traducción de Avelino González, (1969a).
  • Gaitán, A. (2012) Agresión y pulsión de muerte. Recuperado de http://spm.mx/home/agresion-y-pulsion-de-muerte/
  • Jones, E. (2003). Vida y obra de Sigmund Freud (Vol. III) (L. Trilling & S. Marcus, Eds.; J. C. Tembleque, Trad.). Barcelona: Anagrama.
  • McWilliams, N. (2011). Psychoanalytic Diagnosis: Understanding Personality Structure in the Clinical Process(2nd ed.). Nueva York: Guilford Press.
  • Summers, F. (2009). Violence in American Foreign Policy: A Psychoanalytic Approach.  J. Appl. Psychoanal. Studies, 6(4):300-320

[1] https://www.nytimes.com/2016/11/10/business/media/trumps-victory-on-front-pages-worldwide.html?_r=0
https://www.thesun.co.uk/news/2150600/donald-trump-us-election-win-front-pages/
[2] https://www.theguardian.com/us-news/2016/nov/10/the-worlds-newspapers-react-to-trumps-election-victory
[3] http://www.huffingtonpost.com.mx/entry/a-note-about-our-coverage-of-donald-trumps-campaign_us_55a8fc9ce4b0896514d0fd66
[4] Hago referencia a las recientes frases utilizadas por Trump, quien descarta hechos y noticias al llamarles falsas de acuerdo a su criterio.
[5] Datos de Centers for Disease Control and Prevention, National Health Center for Health Statistics. La traducción es mía.
[6] Leído en www.niaaa.nih.gov. La traducción es mía.
[7] http://obamacarefacts.com/en-espanol/obamacare-espanol/
[8] https://www.theguardian.com/commentisfree/2017/jan/18/the-guardian-view-on-trump-and-global-warming-the-right-fight
[9] Carbon Dioxide Information Analysis Center/Appalachian State University
[10] La traducción es mía. Cita original; “The essence of paranoid personality organization is the habit of dealing with one’s negative felt qualities by disavowing and projecting them; the disowned attributes then feel like external threats.”
Imagen: Donald Trump
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