Autora: Jocelyn Raya

En México existen niños y niñas que nacen y viven en prisión, la organización Reinserta nos indica que hay más de 800 menores viviendo en centros penitenciarios, sin embargo de acuerdo con el Censo Nacional de Gobierno, Seguridad pública y Sistema penitenciario Estatales (2015), se registran más de 549 niños viviendo con sus madres en los centros penitenciarios del país, de los cuales 247 niños tenían menos de un año de edad, 126 un año, 94 dos años, 53 tres años, 16 cuatro años y 13 menores tenían cinco años. Como se refiere, la mayor cantidad de infantes no tienen ni un año de edad. Existen diferencias de la máxima edad permitida para poder estar con sus madres entre la ley nacional de ejecución penal y los reglamentos de cada centro penitenciario, que van desde los cero meses hasta los 12 años como en la ciudad de Guerrero. En la Ciudad de México y el Estado de México la edad máxima permitida es de 5 años 11 meses; así también existen antecedentes jurisdiccionales que velan por el interés superior del menor y la separación gradual y paulatina entre el infante y su madre, aunque no siempre se logra realizar de esta forma. (INEGI, 2017) 

Estos niños han nacido y crecido en un ambiente regido por las normas y restricciones “legales” mismas en las que viven sus madres, sin embargo como si fuera poco, incluso se encuentran en un ambiente donde de manera interna abunda la ilegalidad. Por ello me parece pertinente abordar un poco acerca de estas condiciones en las que se encuentran expuestas estas madres. Si bien son mujeres sentenciadas o en espera y curso de su debido proceso, por cometer o no, diferentes delitos, al igual que motivadas por diversa causas, la Comisión Nacional de los Derechos Humanos promulgó (2013) un informe en el cual se pronunció la preocupación por estas mujeres privadas de su libertad y de los menores que se encuentran viviendo con ellas, que al igual que sus madres comparten el estar  privados de su libertad. Tal informe evidenciaba la transgresión de derechos fundamentales e irregularidades en cuanto a las deficiencias de alimentación, servicios de higiene, atención médica entre otros; pues en esta evaluación realizada por la CNDH  se encontró que no se cuentan con las suficientes planchas para dormir, no hay medicamentos necesarios, hay escasez de alimento, sanitarios sin funcionamiento, fauna nociva como cucarachas, ratas, chinches etc. Además de sufrir golpes, abuso sexual, humillaciones y tratos discriminatorios. De igual forma en el ambiente interno mencionado anteriormente dentro de la ilegalidad existen los cobros y privilegios, prostitución, irregularidades en la clasificación y sanciones disciplinarias. (Gómez, 2017)

Entendiendo las condiciones de vida de estas mujeres privadas de su libertad, en donde de la misma manera son privadas de sus derechos más fundamentales, ¿cuál es la situación de estos infantes que se encuentran compartiendo esta forma de vida? Pues bien, en investigaciones realizadas por la facultad de ciencias políticas y la facultad de filosofía y letras de la Universidad Autónoma de México, reflejan las carencias de servicios básicos como vacunación, alimentación, educación, beneficios de campañas de salud y atención psicológica, de igual forma menos de la mitad de esta población tienen acceso a espacios lúdicos y al Centro de educación inicial. Estos espacios logran ser un enorme rayo de luz ante esta tan lastimosa realidad, en estos espacios  pueden realizar actividades pedagógicas, convivir entre pares, tener un atisbo de educación escolar, además de ser cuidados por sus madres en un ambiente que favorece la expresión de afecto y vínculo entre madre e hijo con una angustia disminuida, pues evidentemente no es lo mismo mantenerse juntos sobreviviendo a constantes amenazas como las ya descritas anteriormente, que además debo mencionar que las internas no están clasificadas de manera que se encuentren en celdas con otras internas en las mismas condiciones, por lo tanto hay una enorme diferencia a compartir con otros niños, con otras madres; asimismo en ocasiones se les permite salir a determinados contextos sociales a través de organizaciones previamente autorizadas, sin embargo, aun cuando sólo se cuenta con uno o dos espacios para ellos, siempre tienen falta de recursos y en algunos centros penitenciarios no se cuenta con ningún espacio lúdico.

Estos menores se enfrentan a múltiples situaciones de violencia, desde la escucha de un lenguaje lascivo, estar en contacto con drogas, presenciar conductas delictivas, hasta presenciar homicidios y ser víctimas de abuso y maltrato sexual. Además de la ausencia de la figura paterna, ya que de acuerdo con la organización Reinserta, la ley nacional de ejecución penal carece de protocolos de género y se torna discriminatoria, pues no establece el derecho pero tampoco las condiciones para que sea posible el ejercicio de la paternidad, por lo que no están contemplados los varones como posibles cuidadores. Así mismo la vulnerabilidad en la que se encuentran los niños no acaba cuando salen del centro penitenciario, pues al salir se encuentran una vez más en la pobreza, les es complejo la adaptación social, son estigmatizados y discriminados por ser hijos de una madre privada de la libertad. 

Ahora bien dentro de los primeros seis años de vida, el infante consolida el tono afectivo de sus vínculos con sus objetos primarios de los cuales han recibido sentimientos, gratificaciones, frustraciones que trasmutaran y se desarrollaran deviniendo en la posterior elección de amistades y relaciones amorosas que se producen bajo la base de las huellas mnémicas, que aquellos primeros arquetipos dejaron tras sí (Freud, 1914) pensando en estos niños recién nacidos encontrándose en un narcisismo primario, donde la energía sexual está volcada hacia el yo, sin la capacidad aún de investir objetos y dependientes totalmente de quien pueda brindarle cuidados y satisfacción, en estos casos las madres al encontrarse privadas de su libertad, se encuentran en condiciones de mantenerse al cuidado de ellos en casi todo momento, los proveen del pecho materno y cubren sus necesidades vitales, girando siempre en torno a ellos, lo que pudiera parecer ser un exceso de gratificación, sin embargo aun cuando no tengan a donde ir, la realidad es que estas necesidades básicas son de forma precaria, además que las internas son llamadas para continuar con sus procesos, lo cual a veces les toma toda una mañana y tarde, del mismo modo tienen que trabajar, al mismo tiempo que cuidarse de todo el contexto. Ahora bien tienen un objeto que les otorga satisfacción y frustración, lo que lograra que este ser indefenso pase a un narcisismo secundario y en su continuo desarrollo pueda ir integrando un yo, que reconoce al otro, pero de igual manera logre reconocerse como otro objeto, lo que resulta saludable ya que “el resultado de un progreso sano en el desarrollo del infante en esta etapa es que se logra lo que podríamos llamar, estado de unidad. El infante se convierte en una persona, en un individuo por derecho propio” (Winnicott, 1965, p. 57). Continuando sobre esta línea, el funcionamiento de estas madres como un yo auxiliar no solo se ve establecido por ellas mismas, sino igualmente por el ambiente al no tener el control de todas sus acciones o decisiones y sin tener condiciones para mantener la suficiente distancia en la relación de madre e hijo. El funcionamiento de estas madres para brindar el suficiente cuidado y cubrir las necesidades básicas es enseñado en los grupos para madres incorporados al sistema, no así con el afecto, ni con la devolución metabolizada del ambiente hostil del exterior, al momento de expresarles amor, protección y seguridad hay una falla, pues ellas mismas no se encuentran en un lugar seguro, ni tampoco se sientes protegidas, son conscientes que el ambiente es un lugar peligroso para ellas, de igual forma para sus hijos, se encuentran incapaces de mostrarse libres de ansiedad y angustia. Esto podría significar para los infantes una distorsión en el yo y en las defensas contra las angustias primitivas, como la proyección e introyección. Al respecto Klein (1964), “menciona que como expresión de los instintos y a la vez como recurso defensivo, el yo se esfuerza por introyectar lo bueno y proyectar lo malo” (citado en Segal, 2002, p. 31). 

De tal forma que a pesar de las condiciones psíquicas y condiciones de vida en las que se encuentran estas mujeres  logran ser, lo que Winnicott llama un sostén, manteniéndose al cuidado de sus niños, protegiéndolos, cubriendo sus necesidades primarias, ofreciéndoles un pecho bueno y  logrando una fusión con ellos,  piel a piel para elaborar  su funcionamiento corporal y para diferenciar  la realidad externa de la realidad interna, otorgándoles la posibilidad de la fantasía la cual es primordial para la configuración del yo. Claro está, que no lo logran sin fallas en el camino, pero que en mi opinión merecen el reconocimiento de poder lograrlo pese a la situación. 

Por otro lado el proceso de maduración de la misma forma  se torna complejo, pues no se encuentran en un ambiente facilitador, hay diferentes variantes que influyen de manera negativa  para lograr una independencia y herramientas para socializar. Pues si bien logran pasar, no sin raspaduras el desarrollo de sus primeros dos años de vida; el desarrollo subsecuente se empieza a tornar mayormente delimitado, pues no hay una separación adecuada de la madre, ni en el momento del crecimiento ni tampoco cuando tienen que salir del centro penitenciario, al mismo tiempo el infante comienza a experimentar el aislamiento, la falta de esparcimiento y el contacto de un ambiente lascivo. Winnicott (1984) afirma que “un niño deprivado es un niño enfermo y el problema nunca es tan simple como para que la mera readaptación ambiental baste para que el niño recupere la salud”. 

El niño experimenta un ambiente violento en todas sus formas, así como la trasgresión a sus derechos humanos, esto puede significar  que no logre establecer confianza en el otro, ni logre el reconocimiento de sus emociones, de igual forma pienso en las demás identificaciones que puede lograr el infante con otros objetos con conductas delictivas.

A manera de conclusión, reconozco el cuidado materno que tienen estos niños, una función materna lo suficientemente buena para que no se encuentren en una estructura psicótica, sin embargo como ha sido evidente, no me atrevo a exponer un diagnóstico hipotético, en parte porque no es para nada mi intención etiquetar y señalar a estos niños, pues ya tienen suficiente sufrimiento y por otra parte porque es realmente increíble la fortaleza yoica que pueden llegar a desarrollar. Sin embargo, sí es mi intención hacerles la invitación de pensar en ellos, a que no sean más llamados los niños invisibles, a comprometernos con nuestra niñez como sociedad, como personas y como analistas, aportando algún beneficio desde nuestros propios espacios de desenvolvimiento; pues el contexto en el que se encuentran es verdaderamente deleznable. A mi parecer estos niños dejan una parte de ellos en los centros penitenciarios y si esto resulta favorable psíquicamente o no, no lo sé. De lo que estoy totalmente segura es que ningún menor debería de encontrarse en esta situación, donde pierden su inocencia, donde violan sus derechos, pues La Ley general de los Derechos de niñas, niños y adolescentes establece veinte derechos humanos de los cuales en este caso se transgreden dieciocho.

Por último me gustaría añadir que estos menores han sido severamente juzgados, aun sin conocerlos, se espera el peor pronóstico y los peores diagnósticos, sólo por el hecho de sus orígenes, si bien estos son de primordial importancia en su desarrollo psíquico, no olvidemos que la teoría no funciona de forma mecánica ni por contextos. Pues igualmente encontramos en contextos totalmente opuestos, los mismos quiebres psíquicos y las mismas patologías. 

La función de un buen sostén es sumamente simple y muy compleja al mismo tiempo.

Winnicott (1965) en su libro los procesos de maduración y el ambiente facilitador  afirma, que la provisión ambiental en el cuidado del infante y el niño es incluso más compleja, porque amplía esa provisión para abarcar el cuidado de la familia y de la pequeña unidad social. Teniendo como meta no dirigir la vida o el desarrollo del individuo, sino hacer posible que las tendencias que operan en él lo conduzcan a una evolución basada en el crecimiento emocional demorado y quizá distorsionado.

Bibliografía

  • Sigmund, F. (2005). Obras completas, tomo 14, Trabajos sobre metapsicología, y otras obras (1914-1916). (1 ed.). Buenos Aires: Amorrortu editores
  • Segal, H. (2010). Introducción a la obra de Melanie Klein. (8 ed.). Barcelona España: Paidós
  • Winnicott, D. (1984). Deprivación y delincuencia. (1 ed.). Buenos Aires: Paidós
  • Winnicott, D. (1965). Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. 
  • (1 ed.). Buenos Aires: Paidós
  • Gómez, C. A. (2017), Menores que viven con sus madres en centros penitenciarios. México: Senado de la República. Recuperado de http://bibliodigitalibd.senado.gob.mx/handle/123456789/1870
  • Reinserta (2019), Mujeres y niños. México: organización Reinserta. Recuperado de   https://reinserta.org/