El psicoanálisis, ¿un arte?
Autor: Ingrid Perdigón

 “Unir lo desunido, integrar lo desintegrado, juntar lo disociado  y armonizar las desarmonías entre el Yo y los instintos, entre la parte superior, espiritual y la parte inferior, animal del hombre, es también  el principio fundamental de la labor analítica”.

(Racker)

 ¿Cuántas veces a lo largo de nuestra formación, no hemos escuchado el cliché psicoanalítico de que “hacer psicoanálisis es un arte”? ¿Cuántas veces nos hemos detenido a cuestionar el origen de dicha aseveración? En esta ocasión, me dispongo a iniciar tomando como punto de partida la definición de arte.

La palabra arte proviene del latín ars, artis y se define como “la virtud , disposición y habilidad para hacer algo” y como “manifestación de la actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada que interpreta lo real o imaginado con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros (RAE, 2001).

Para que el arte se pueda llevar a cabo, algunos psicoanalistas como Fiorini, proponen la existencia de un proceso terciario del pensamiento que permite la existencia de movimientos transformadores de equilibrio entre regresiones y progresiones, análisis y síntesis, entre crear desorden y crear orden. (Fiorini, 1995)

“Durante el proceso terciario, el proceso primario “salta”, sin cuidarse de las leyes que fundamentan el juicio, de una línea de pensamiento a otra, y en varios puntos a la vez, en un modo aparentemente caprichoso que es “travieso” o lateral con respecto al camino del concepto. La metáfora, el símbolo, el pensamiento que llamamos creativo, nacen en esa amalgama de proceso primario y secundario que es la fuente del lenguaje, del teatro y del juego. “(Luis Chiozza, 1970)

“… puede decirse que la noción de procesos terciarios constituye la descripción de una transicionalidad interna intrapsíquica (…) que permite al sujeto establecer ligaduras tanto en el plano de la lógica de la realidad como en el de la lógica del fantasma y del inconsciente así como entre las diversas lógicas. Esta es la plasticidad propia   de los procesos terciarios.” (Green, 1998 en entrevista con Urribarri)

Ahora bien, si me decidiera a tomar en cuenta la primer definición propuesta, debería concluir enseguida que toda persona que se dedique a hacer algo y lo haga más o menos bien, en cierta medida, podría ser considerado un artista. Es por ello, que prefiero enfocarme a la segunda definición, misma que considero, comparte puntos importantes con la labor analítica.

Actividad humana mediante la cual se expresa una visión personal y desinteresada… cada analista, al momento de estar con el analizando, deja plasmado a lo largo del tratamiento, parte de su subjetividad; toda interpretación, es el resultado de la mera expresión de una visión personal de quien la enuncia. Claro está que detrás de la misma, se encuentra a su vez el respaldo teórico y técnico de años de estudio y práctica que fomentan lo genuino en cada intervención. De no ser así, podría existir un libro de interpretación de los sueños basado en lo propuesto por Freud que permitiera a dos analistas interpretar el sueño de un paciente  de la misma manera.

Que interpreta lo real o imaginado… pues es justamente con lo que nosotros trabajamos, con la realidad del paciente y su mundo interno. No enfocamos nuestro trabajo a averiguar si lo que el analizando dice paso justo como lo relata, si no más bien buscamos entender por qué lo vive de la manera en que lo hace y esto se logra a través de las asociaciones, los sueños y las fantasías.

Con recursos plásticos, lingüísticos o sonoros… ya que al realizar interpretaciones, buscamos que sean transmitidas al analizando en su lenguaje, de tal manera que podamos alcanzar su inconsciente. Por ello, la importancia de tener en cuenta el contexto del paciente para poder entender y empatizar con él.

El ser analista, de cierta manera, exige la capacidad de sensibilizarte ante lo relatado por el analizando, lo que te permite entender y aprehender las vivencias del mismo a partir de su mundo interno y los objetos que lo conforman.

El pensar en la frase “hacer psicoanálisis es un arte”, me lleva a reflexionar que pareciera, de entrada, una referencia a la forma en que el analista se vincula con el analizando y es quizá ahí, en donde encuentro el primer malentendido ya que más que lo artístico del psicoanálisis, prefiero pensar en lo artesanal del mismo, tomando artesanal como adjetivo de quien hace por su cuenta objetos de uso doméstico imprimiéndoles un sello personal.

Si bien un analista no hace objetos de uso doméstico, sí da significado al mundo de los objetos internos del paciente a través de la herramienta más importante con que cuenta, la interpretación. Es ahí en donde, considero, se imprime un sello personal en tanto nunca, aún proviniendo del mismo analista, existe una interpretación igual a otra.

Unos años atrás, me encontraba platicando con un colega cuya formación está llevando a cabo en buenos aires. Aún recuerdo cuando me dijo, un poco temeroso, que consideraba que en el psicoanálisis, tal y como en el arte, no todo se aprende y creo que en este aspecto, concuerdo con él. No basta con ejercer la trípode propuesta por la IPA (seminarios teóricos, análisis de alta frecuencia y supervisión) para ser un buen analista. Hace falta algo más que me cuesta representar con palabras y que se encuentra en el orden del renombrado “arte del psicoanálisis”.

Con ello, no me refiero simplemente a intuición, sugestión o algo místico, como lo refiere Freud tomando como base a Leonardo da Vinci, quien dice que “la pintura trabaja per via de porre, ya que sobre la tela en blanco deposita acumulaciones de colores donde antes no estaban; en cambio, la escultura, procede per via de levare, pues quita de la piedra todo lo que recubre las formas de la estatua contenida en ella, como sería el caso del psicoanálisis. (Sobre terapia, 1905)

En este aspecto, se podría pensar al analista como al músico que está por interpretar un solo dentro de alguna partitura. De entrada, conoce las reglas y la técnica que le puede llevar a una buena improvisión a partir de una escala dada, lo cual le daría una buena ejecución mecánica; pero no es sino hasta que el mismo pone parte de sí en dicha interpretación, hasta que encuentra el timing de entrada, duración de las notas, combinación entre las mismas y significado subjetivo a partir de la melodía original que logrará una interpretación tan dinámica que genere en quien le escuche una reacción, un movimiento o un cambio en algún aspecto de su vida.

De igual manera, el analista, con base en las asociaciones previas del analizando, la transferencia, el timing y haciendo uso de un lenguaje que el paciente comprenda, logrará hacer una interpretación que penetrará el acceso a los contenidos inconscientes más profundos.

Finalmente, me gustaría concluir con que, desde mi perspectiva, el psicoanálisis, como toda ciencia, tiene una parte de arte que le permite contar con un toque particular de cada analista que lo ejerce, volviéndose necesaria la capacidad de crear y ser creativo a partir de la conexión de inconsciente a inconsciente con el analizando.

Bibliografía

  • Real Academia Española (2001). Diccionario de la Lengua Española. Vigésima segunda edición. Madrid, España.
  • Freud, S. (1905). Sobre Psicoterapia. Buenos Aires, Argentina. Amorrortu Editores, VII.
  • ————- (1922). Dos artículos de enciclopedia: Psicoanálisis y Teoría de la Libido. Buenos Aires, Argentina. Amorrortu Editores, XVIII.
  • http://www.chiozza.com/detalle_libro.php?lang=es&id=20