Froylan Avendaño 

Mi primer encuentro con el psicoanálisis se dio durante la preparatoria: no recuerdo con exactitud si fue en primero o segundo año, pero la profesora de psicología nos presentó de manera muy escueta la tesis freudiana acerca de los sueños. Algo en mi cabeza explotó en aquel momento: la idea de que los sueños representaban un material interpretable a partir de cierta técnica propuesta por Freud, me pareció simplemente una maravilla. Durante esos últimos años de prepa y los siguientes de universidad, junto a un amigo, nos dedicamos a leer por capítulos la interpretación de los sueños y a jugar un rato al psicoanálisis, interpretando por turnos nuestros propios sueños de acuerdo a lo que creímos entender de aquellos textos. Esta actividad lúdica se volvió mi primer acercamiento al psicoanálisis, mi primer encuentro con una teoría que hoy en día comprendo como una teoría perpetuamente interminable, siempre en construcción. La idea de una teoría que explique la complejidad de la mente humana no puede, sin el riesgo de convertirse en dogma, afirmar haber entendido todo.

Pero empecemos por el principio. ¿Qué es el psicoanálisis? Según el diccionario de Pontalis y Laplanche (2010) el psicoanálisis puede ser entendido desde tres incisos:

  1. Método de investigación consistente en evidenciar la significación inconsciente de las palabras, actos y producciones imaginarias de un sujeto.
  2. Método psicoterapéutico basado en la investigación y caracterizado por la interpretación controlada de la resistencia, la transferencia y el deseo.
  3. Un conjunto de teorías psicológicas y psicopatológicas en el que se sistematizan los datos aportados por el método psicoanalítico de investigación y tratamiento.

Como carta de presentación, suena todo muy bien. Pero, ¿existe en realidad EL Psicoanálisis? Cuántas veces hemos escuchado: si no son 4 o 5 veces por semanas, no es psicoanálisis; si no se interpretan sistemáticamente las resistencias, no es psicoanálisis; si no se interpreta sistemáticamente la transferencia, no es psicoanálisis; si no se usa exclusivamente la interpretación como herramienta de trabajo no es psicoanálisis; si no eres neutral y abstinente, no es psicoanálisis; lo que estás haciendo es simple psicoterapia, si bien nos va. No hay duda que la búsqueda de legitimación como rama de estudio, por un lado, y la institucionalización del psicoanálisis a partir de sus diferentes escuelas por el otro, requieren establecer lineamientos que permitan discriminar lo que es y lo que no es psicoanálisis como fundamento y base de su propia existencia; sin embargo, como método de investigación, como método terapéutico y como teoría psicológica, siguiendo la propia descripción de Laplanche, ¿existe EL psicoanálisis? Quizá valga la pena desandar algunos pasos para dar con algunas respuestas.

Los primeros pasos

En 1895 es publicado por Freud y Breuer Estudios sobre la histeria (Freud y Breuer, 1895), donde ambos médicos se disponían a difundir los descubrimientos encontrados tras analizar a profundidad el malestar que aquejaba fuertemente a una parte de la sociedad que sufría bajo el yugo de la represión de las expresiones sexuales. Durante el estudio de estos fenómenos Freud no sólo desarrolló una teoría, sino, principalmente, una forma muy especial de escuchar el malestar de sus pacientes, una manera de aislar el “ruido” de las comunicaciones manifiestas para enfocarse en el contenido latente de lo comunicado. Acerca de una de estas pacientes, Emmy von N., Freud escribió: “Por algún camino doy en preguntarle por qué ha tenido dolores de estómago y de dónde provienen. Su respuesta, bastante renuente, fue que no lo sabe. Le doy plazo hasta mañana para recordarlo. Y hete aquí que me dice, con expresión de descontento, que no debo estarle preguntando siempre de dónde viene esto y estotro, sino dejarla contar lo que tiene para decirme”. Líneas más adelante, Freud prosigue “así [interrumpiéndola para corregirla] no consigo nada (…) no puedo ahorrarme el escucharla en cada punto hasta el final”. (Freud y Breuer 1895). Al buen entendedor pocas palabras. En ese momento clínico relatado por Freud el resultado de la represión victoriana tomaba posesión de una de sus pacientes para materializar una exigencia que hoy en día, a pesar del correr de los años, sigue siendo igual de vigente: reconóceme, escúchame. Antes de la cura por la palabra, el uso de la hipnosis y la sugestión eran técnicas utilizadas entre los médicos tratantes de la histeria, Freud mismo fue prácticamente de esta técnica, llegándola a llamar “la tiranía de la sugestión” (Freud, 1921). Es curioso que teniendo esto en mente, aún en el mismo relato clínico citado, Freud hiciera uso de su “tiranía” como médico para imponerle un plazo a su paciente para recordar el porqué de sus dolores de estómago. Plazo que buscaba ejercer una exigencia desde su lugar de médico para comprobar las teorías que él mismo había conjeturado alrededor del malestar de su histérica. Esta no sería ni la primera ni la última vez que Freud usaría la sugestión, de la que él mismo renegaba, para hacer reconocer a su paciente hipótesis por él formadas (recordemos el caso de la joven Dora); sin embargo, quedarnos sólo con esta parte de la historia sería muy tendencioso. A partir de la queja de Emmy Von N. y el profundo entendimiento de Freud surgiría una escucha que haría ascender dos nuevos seres paradigmáticos: el primero de ellos, no se trataba ya únicamente de un paciente, de un ser pasivo que escucha y asimila las sabias palabras del médico, sino del analizando (palabra que en su terminación “ando” busca emular la característica principal de los verbos en gerundio, representando una acción que no termina, sino más bien, que se está ejecutado), aquel que analiza y participa, contraparte fundamental del proceso analítico. Por otro lado, el médico, palabra última del destino de sus consultantes, asumiría una posición más humilde en cuanto a participación, pero más rica en cuanto habilitador de un espacio generador de aquel que tiene algo que decir para un aquel que tiene algo que escuchar. Con ello, Freud reconocía que existía en el analizando una demanda de ser escuchado, y, en el lugar del terapeuta una responsabilidad de escuchar.

Del Psicoanálisis al psicoanálisis para todos

Drivet (2013) En su artículo Del hacer callar al dejar hablar. Reflexiones freudianas sobre ciencia y democracia, nos dice: “Ese movimiento reflexivo inédito es ya en sí mismo potencialmente curativo y politizador en la medida en que rompe el hechizo del aislamiento (incluso de la huida en la multitud) recogiendo la llamada del otro, que es en principio una botella echada al mar”. Romper el hechizo del aislamiento, por un lado y crear la huida de la multitud, por el otro, describe la doble apuesta que el ejercicio del análisis debería buscar en su objetivo curativo y politizador: crear un espacio donde el sujeto pueda aislarse del ruido de la multitud, de sus exigencias, sus modas, sus ideales y sus requisitos de pertenencia, haciendo emerger una individualidad que, paralelamente, pueda conectar y vincularse de la manera más armoniosa posible con la comunidad que lo politiza. Un sujeto con otros sujetos que juntos son una comunidad.

Cuando me refiero a comunidad que lo politiza hago referencia a la pertenencia a un grupo que lo habilita como sujeto político, siendo éste capaz de mantener una tensión entre lo privado y lo público, donde su propia individualidad adquiere su dimensión e importancia al mantenerse ligada a los intereses públicos y colectivos. Psicoanalíticamente hablando, podemos pensar en los términos que Bion utilizó para distinguir el social-ismo del narcisismo. En el análisis de la individualidad buscamos la vinculación con los otros: del ruido de la multitud, a la reflexión del sujeto, de la reflexión del sujeto, a la comunicación y el diálogo con el otro. Al subrayar la individualidad, en mi opinión, dejamos poco espacio para la adaptación, objetivo de muchas corrientes terapéuticas (incluso algunas psicoanalíticas) que buscan convertir al sujeto en un engrane más al servicio de una sociedad sin cuestionar su procedencia, su coherencia y legitimidad moral, su perversidad o su ética. No olvidemos que existió, y probablemente aún exista en la cabeza del algunos psicoanalistas, la idea de que el sujeto sano era aquel que podía vincularse de manera genital con una persona del sexo opuesto, donde la negativa a la maternidad, del lado de las mujeres, podía ser vista como una resistencia y no como una singularidad.

A lo largo de estos párrafos me he enfocado en la individualidad de nuestros analizandos, colocando esta variable como indispensable en los procesos psicoanalíticos. Es por ello que la idea de UN psicoanálisis, de una teoría unificada y sistematizada que nos explique de pies a cabeza a todos los sujetos con los que nos encontraremos en nuestros consultorios, me parece una idea aberrante. Es pensar que contamos con un molde-teoría donde cada uno de nuestros pacientes debe caber, y, en caso de no hacerlo, tendremos dos caminos: patologizarlos por no querer ajustarse a nuestros moldes, o cortar (coartar) aquellas partes que sobresalgan del molde. De ser así, corremos el riesgo de convertir el descubrimiento de Freud en una maquila de sujetos. Ferro y Civitarese (2016) Nos dicen: “El propio psicoanálisis ha perdido su estatus sulfuroso original y se ha convertido en la enésima ideología utilizada para normalizar y adormecer la conciencia.” Esto aplica, desde mi opinión, para lo teórico y lo técnico. Lo que estos autores recalcan es la posibilidad, muchas veces inmotivada, de dominar y controlar la situación terapéutica mediante la huida a la realidad: la realidad representada por la teoría, la técnica, los ideales no sólo sociales, sino también psicoanalíticos, etc. Poniendo en cambio, en el centro, las emociones del analizando y sus transformaciones. La idea de salud mental tiene otra perspectiva, enfocándose en la capacidad de adoptar una variedad de posiciones emocionales hacia el objeto: es decir, tolerar el tener varios puntos de vista sobre las cosas. Esto, como pueden imaginarse, complica la idea de la clínica: la idea de proceso pierde su linealidad unívoca.

Esta no linealidad en el proceso terapéutico le resta certezas al analista al no saber con qué se topará en el próximo encuentro con su paciente, no pudiendo “adelantarse” a lo que su analizando traerá la próxima sesión; sin embargo, al mismo tiempo, le suma receptividad, al exigirle mantenerse entonces siempre “abierto”, no saturado, a la espera de aquello “nuevo” que vendrá a sorprenderlo y que por lo tanto lo llevará a echar a andar los mecanismos propios del pensamiento, a la más bioniana idea de dicho proceso. Esta forma de mirar la teoría y la técnica coloca al psicoanálisis como un campo con una estructura témporo-espacial compleja, la cual contiene elementos lingüísticos, extralingüísticos y paralingüísticos que, desde esta perspectiva, convierte la sistematización congruente y absoluta, a manera de teoría científica, en una tarea extremadamente difícil de llevar a cabo. No buscamos certezas, buscamos caminos.

Como ejemplo, de ello, compartiré una pequeña viñeta de una analizanda adolescente con la que llevo algún tiempo trabajando.

A. sufrió abuso sexual estando ella en tratamiento. En una de las sesiones, me contó lo difícil que estaba siendo para ella continuar con el proceso de denuncia, al tener que repetir ante los peritos la experiencia por ella vivida, siendo ésta reciente y aún muy dolorosa. Se sentía también obligada por sus papás a continuar con el proceso cuando, a decir de ella, hubiera preferido dejar las cosas como estaban. No se sentía lista en ese momento. La sesión en la que me narraba esto ocurrió días antes de un nuevo careo que tendría con las autoridades pertinentes. Este encuentro le aterraba. Propuse vernos un día antes del encuentro, por si, pensando juntos, podíamos disminuir su angustia. Fijamos un día y un horario. El día llegó y ella no llamó. En nuestra siguiente sesión, en lugar de señalarle el no haber asistido y las resistencias de abordar las emociones suscitadas al recordar el abuso sexual, decidí no mencionar el tema. Para mí, y posteriormente para los dos durante el desarrollo del tratamiento, este espacio ofrecido y rechazado significó lo que sus papás, los peritos y su agresor no pudieron darle: la libertad de elegir. “Aunque el paciente es a menudo el Minotauro con el que el analista puede sentirse tentado a combatir, es siempre, también, la Ariadna que ofrece, de forma bastante inescrutable, el hilo por el que se puede salir del más complicado de los laberintos” Ferro y Civitarese (2016).

Oídos sordos, palabra muda

A veces, podríamos pensar a nuestros analizandos como fuentes inagotables de discursos, de palabras. Pero, ¿existe el riesgo de secar la fuente inagotable de significados y significantes que nuestros analizandos parecen ser? Quizá la idea de secar la fuente sea algo extrema, pero no me queda duda que a veces, sin darnos cuenta, podemos parcialmente llegar a ese punto. Párrafos arriba describía la atención que me parece el analista debe poner a la individualidad de sus analizandos y describía la tensión óptima que debe existir entre el mundo privado del sujeto y el mundo público. Para la teoría del campo, el analista y el analizado crearán una tercera mente en movimiento a partir de la comunicación de inconsciente a inconsciente que se da durante el sueño que es la sesión misma; sin embargo, es claro que esta comunicación requiere de ciertas condiciones para poder mantenerse. Sabemos que el dispositivo que Freud nos heredó requiere de ciertos artilugios que nos permiten tener un lugar privilegiado para que el lenguaje analítico pueda desarrollarse, uno de ellos es el concepto de asimetría. Civitarese y Ferro (2016) Proponen que si bien la relación terapéutica es asimétrica, en el plano de las interacciones inconscientes la relación es totalmente simétrica, mencionando que si bien esto nos desestabiliza en cuanto al plano de la autoridad, nos fortalece al reconocer que dicha autoridad es falsa, por lo que debemos responsabilizarnos mucho más de nuestro funcionamiento psíquico inconsciente. El riesgo ante esta propuesta es bastante clara: si no nos percatamos de ello, si no nos responsabilizamos y entendemos que todo discurso emitido por nosotros se da desde un lugar de autoridad, de poder, corremos el riesgo de retraumatizar a nuestros analizandos, de desconocer su verdadero sufrimiento y de convertirnos en una mente que, incluso sin darse cuenta, busca desconocer a la otra. Decimos que la realidad es dura y nosotros como analistas somos parte de esa realidad. Ya sea por ideologías, convicciones teóricas o por evitar experiencias psíquicas dolorosas que nuestros analizandos nos plantean y que no sabemos cómo resolver, podemos caer en el camino fácil del adoctrinamiento o de la defensa teórica de libro.

Magia caos

¿Podemos evitarlo?

La magia, si pudiéramos resumirla en pocas palabras, es un sistema que a través de la combinación de varios ejercicios prácticos (técnicos) busca generar un cambio de actitudes y creencias en su medio ambiente y en las personas. La magia caos, por su parte, propone que para generar dichos cambios, no es necesario repetir al pie de la letra los pases mágicos propuestos por los sistemas tradicionales, los cuales se encuentran repletos de símbolos complejos e indescifrables y hasta contradictorios, ingredientes imposibles de conseguir y poderes inalcanzables para la mayoría de los mortales. La inmensa cantidad de conocimientos y rituales que se han ido acumulando por las diferentes creencias y prácticas terminan confundiendo más que iluminando al practicante, pues es necesario un vasto conocimiento sobre la simbología de cada uno de estos sistemas. La magia del caos propone únicamente unos cuantos puntos: tener confianza en la magia y tener una mente abierta y receptiva, la cual es llamada de distintas maneras (la No-Mente, Detener el diálogo interno, pasar por el ojo de una aguja, etc). El objetivo final: la resignificación del espacio anudado a la intención del mago practicante y su deseo. ¿Algo de esto les hizo pensar en conceptos como atención flotante, heredada por Freud; capacidad negativa y fe, descrita por Bion, o la ya famosísima “Sin memoria ni deseo? ¿Psicoanálisis y magia? No nos asustemos, tampoco es necesario tensar tanto la liga; sin embargo, es interesante pensar cómo nuestra certeza teórica, nuestro deseo de validación como ciencia natural, social o de la salud, como decidan llamarle, brinca a defenderse ante tales comparaciones sacrílegas: lo mismo pasa cuando pensamos en psicoterapia u otra corriente psicológica, los deseos cientificistas y positivistas que Freud-médico una vez albergó, y que con el Freud de Análisis terminable e interminable, disminuyeron un poco, siempre estarán en nuestro ADN teórico.

Pero, entonces, ¿existe EL psicoanálisis? Y en caso de existir, ¿nuestros analizandos, primero y nuestra disciplina, después, se benefician de ello? El psicoanálisis contemporáneo pareciera por lo menos plantear otra cosa, donde la complejidad de pensamiento, la duda constante antes que las certezas teóricas, el cuestionamiento de la neutralidad del analista en los tratamientos, nos hacen tener que repensar nuestras certezas en cuanto a teorías como en el consultorio. Como conclusión, pienso que la búsqueda de armados conceptuales que compaginen producciones de distintos esquemas referenciales, deberían permitir una porosidad y laxitud tal que habiliten su articulación, tanto en lo teórico como en lo clínico, dificultando que se dogmatice el conocimiento y permitiéndonos pensar en los diferentes tipos de psicoanálisis y no psicoanálisis que puedan ayudar a nuestros diferentes analizandos. Una teoría técnica y clínica única, está destinada a ver a un único tipo de paciente.

Bibliografía

  • Freud, S. (1999). Obras Completas – Tomo III Primeras Publicaciones Psicoanalíticas. Amorrortu Editores.
  • T., Lagache, D., Laplanche, J., & Pontalis, J. B. (2010). Diccionario de psicoanálisis. Paidós.
  • Drivet, L. (2013a, diciembre). Del hacer callar al dejar hablar. Reflexiones freudianas sobre ciencia y democracia. www.estudiosdefilosofia.com.ar. Recuperado octubre de 2021, de:

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  • Corvo, R. E. L. (2002). Diccionario de la Obra de Wilfred R Bion. Alianza Editorial.
  • Antonino Ferro M.D. & Giuseppe Civitarese M.D., Ph.D. (2016) Confrontation in the Bionian Model of the Analytic Field, Psychoanalytic Inquiry, 36:4, 307-322, DOI: 10.1080/07351690.2016.1158060