El proceso artístico y la tarea analítica: Algunas reflexiones en torno a la obra Sunday in the Park with George de Stephen Sondheim.

Autor: Juan Pablo Quibrera

 

El psicoanálisis y el estudio de obras artísticas son dos disciplinas que han estado muy cercanas una de la otra desde que Freud comenzó a investigar lo inconsciente. Freud mismo se dedicó a estudiar ciertas obras, tanto de la literatura como de las artes plásticas, y cayó en cuenta de que en el arte, así como en los sueños, se podían descifrar caminos hacia lo más primario. En el arte, así como en los síntomas, hallamos rastros que conducen a lo inconsciente. Sin embargo en el arte, a diferencia de otros caminos, las represiones no operan de la misma manera, permitiendo encontrarse con lo que es innombrable, inexplicable, pero sumamente conmovedor. Vale la pena preguntarse: ¿quién hace arte y quién no? Si bien todos los seres humanos somos susceptibles de aprender una disciplina artística como la música, la pintura, la escultura, la escritura…, son pocos los que logran realmente sublimar algo inconsciente y producir una obra que toca lo más profundo de la psique. Y son todavía menos aquellos que logran llevarlo a cabo con una técnica novedosa, rebelde, y que cambian un paradigma. Para mí, estas personas merecen el estatus de genios. En este trabajo quiero hablar de uno de mis genios artísticos favoritos, Stephen Sondheim, y de la relación de su obra con el proceso psicoanalítico.

 

  1. ¿Quién es Stephen Sondheim?

Stephen Sondheim es un compositor y escritor de musicales nacido en Nueva York en 1930 y cuya obra ha sido muy celebrada tanto en Broadway como en el West End londinense y que ha permeado la cultura popular. Entre sus trabajos más reconocidos se encuentran Into the Woods, Sweeney Todd, West Side Story, Gypsy, Company y Follies. Ethan Mordden, historiador del teatro musical, describe a Sondheim como el exponente más importante de este género del siglo XX, y no sólo eso, sino la figura más revolucionaria dentro del mismo. Hablando de teatro musical, se podría decir que existe un antes y un después de Stephen Sondheim: antes de él, los espectáculos que la gente veía en Broadway eran por lo general comedias ligeras con melodías pegajosas (“catchy tunes”) que la gente tarareaba al salir del teatro. Los musicales eran para distraerse y pasársela bien. En este sentido, la comedia musical pre-Sondheim era puramente entretenimiento, y fue precisamente Sondheim quien se encargó de darle un giro al género, de tal manera que las obras musicales adquirieron un valor artístico que antes no tenían (Mordden, 2016).

Para Sondheim, las obras musicales no necesariamente tenían que ser agradables ni bonitas, las producciones no tenían que ser elaboradas y deslumbrantes. Para él, el lenguaje del teatro musical se convirtió en la vía para hablar de temas humanos, complejos, y que muchas veces terminaban no satisfaciendo al espectador sino al contrario, frustrándolo y confrontándolo consigo mismo. En mi punto de vista, Sondheim es el autor de teatro musical más literario de todos, lo podría comparar con el Hemingway de la literatura, quien con una prosa muy desnuda plasmó temas más profundos que otros autores que utilizaban un estilo mucho más florido. Los musicales de Sondheim no son precisamente fáciles de ver ni escuchar, requieren cierta atención y disposición del espectador para cuestionarse. Son musicales que no necesariamente tienen un final feliz, a veces ni siquiera tienen un final claro, sino que son ambiguos. Esto no quiere decir que la obra de Sondheim sea aburrida o difícil, simplemente es otro tipo de teatro.  Contrasta mucho con los musicales que existían antes, por ejemplo La Novicia Rebelde o Hello, Dolly!, donde el público se quedaba satisfecho con reírse y cantar.

2) Vida de Sondheim [Resumen]

Sondheim fue hijo único de un matrimonio muy complicado. Sus padres se separaron cuando él tenía doce años, y él se fue a vivir con su madre a Pennsylvania, al campo. Dio la casualidad (¿o fue el destino?) que su vecino era nada más y nada menos que Oscar Hammerstein, el hasta entonces más famoso compositor de musicales de Broadway (escribió junto con Richard Rodgers éxitos como La novicia rebelde, Oklahoma!, El rey y yo, Carousel, South Pacific). Oscar Hammerstein se volvió el gran mentor de Sondheim y le inculcó el amor por la música clásica y el teatro. Sondheim no tenía una buena relación con su madre, de hecho la detestaba. A decir de él, su madre proyectaba todo el enojo que tenía hacía el padre por el matrimonio fallido sobre él (Sondheim), y era abusiva psicológicamente, al grado de decirle que su único arrepentimiento en la vida era haber dado a luz a un hijo como él (Mordden, 2016). Pero bueno, no todo terminó en tragedia (al menos para Sondheim): se formó como compositor de música clásica aunque siempre involucrado con el teatro, y eventualmente empezó a tener éxito. Primero escribió las letras para el musical West Side Story (Amor sin barreras), lo cual le permitió después componer sus propias piezas. En 1962 revolucionó Broadway con A Funny Thing Happened On the Way To the Forum, en 1964 fracasó rotundamente con Anyone Can Whistle que duró sólo 9 funciones; en 1970 escribió uno de los mejores musicales de la historia, Company que le valió sus primeros premios; en 1971 triunfa otra vez con Follies, en 1973 con A Little Night Music, en 1979 escribe su obra maestra Sweeney Todd: The Demon Barber of Fleet Street, en 1984 compone Sunday in the Park with George (la obra que nos interesa hoy), en 1987 hace Into the Woods donde subvierte los cuentos de hadas, y continuó haciendo muchos musicales más que no voy a listar para no aburrirlos de más. La obra que nos compete es Sunday in the Park with George, que quizá no es su obra maestra, pero sí es muy especial y probablemente mi favorita.

3) Sunday in the Park with George

Sunday in the Park with George trata sobre el pintor impresionista Georges Seurat (1859-1891). A lo largo del musical, Sondheim habla de los sacrificios que un artista debe de hacer en aras de su arte. En específico, vemos cómo Georges se pelea con su amada Dot, pues no puede darle la vida que ella desea. Ella desea vivir en el mundo, mientras que Georges desea vivir en su mente, con sus creaciones, con sus cuadros, observando la vida más que viviéndola, para poder plasmarla. Vemos cómo poco a poco Georges va creando su obra maestra, la pintura Tarde de domingo en la isla de la Grande Jatte, que muchos reconocerán. Al ver esta obra de teatro, nos podemos cuestionar varias cosas: ¿vale la pena sacrificar una “vida normal” por una profesión? ¿Uno es artista antes que persona, o persona antes que artista? ¿Trabajar para vivir o vivir para trabajar? ¿Deben estar separadas la vida cotidiana y la profesional? Estas preguntas sin respuesta que nos hace Sondheim son especialmente importantes para los psicoanalistas, a mi manera de ver. Sigo sin saber si el psicoanálisis es arte, ciencia, artesanía, o si la pregunta en sí da igual, pero me parece que en esta genial obra de teatro hay mucho con lo cual podemos identificarnos.

4) Finishing the Hat: la profesión imposible de ser analista

Ya decía Freud en Análisis terminable e interminable (1973, cit. en Malcolm, 2004) que una persona que quiere dedicarse a nuestra profesión debe predisponerse a no tener ningún resultado satisfactorio. En este sentido, las equipara con gobernar y educar. Otros analistas más modernos coinciden con Freud en cuanto a que el análisis no sólo es difícil, sino en esencia imposible (Limentani, 1977, cit. en Malcolm, 2004).

Uno de los obstáculos más grandes que tenemos en el consultorio es el de la transferencia: damos por hecho que se creará un vínculo especial entre analista y analizando, especial por la regresión, la frecuencia de sesiones y todo lo que tiene que ver con el encuadre; sin embargo, el paciente se relacionará con el analista no nada más como objeto real sino a través de su propio mundo interno. En 1917 (cit. en Malcolm, 2004) Freud ya exhortaba a los analistas en formación a que estuvieran listos para recibir la transferencia del paciente pero, más importante, a no actuarla. Aquí entra el tema de la renuncia. Un desafío del psicoanalista es que siempre está solo, siempre actúa solo, aunque irónicamente su trabajo requiera necesariamente del otro. El analista tiene que hacer un sacrificio importante, tiene que estar dispuesto a sacrificar una forma “convencional” de relacionarse, ya que para poder escuchar al paciente uno tiene que dejar de existir. Esto es debatible: ¿qué tanto puede una persona, psicoanalista, dejar de ser quien es, aunque sea para trabajar con sus pacientes? ¿Se puede realmente uno “borrar” para que haya neutralidad? ¿O es más bien un ideal al que se aspira, más que algo realista? Otra pregunta más interesante es si esto se debe de hacer, si el analista debe de estar en posición de muerto, como dicen, o si debe mantenerse neutro mientras sigue siendo quien es, espontáneo, natural. Yo considero lo que dice Etchegoyen (1986, pp. 579-581), que un analista no puede ser 100% como un espejo por el simple hecho de que un espejo no interpreta. Regresamos a lo mismo: ¿qué tan espontáneo puede ser un analista con sus pacientes? Bueno, lo cierto del caso es que por más natural que pueda ser un analista es analista, y eso ya lleva implícito que no puede ser 100% quien es, ya que su papel en la relación analítica es la de ponerse al servicio del analizando, o bien, ser un observador participante (Etchegoyen, 1986. pp. 70-71).

Hasta aquí, tenemos que el analista debe ser capaz de (y estar dispuesto a) renunciar a una vinculación “transparente” en su profesión. Esto lo hace diferente de otros trabajos donde la gente se relaciona con sus colegas o colaboradores y forma amistades, incluso relaciones de pareja. El analista trabaja solo pues su instrumento es él mismo, e incluso cuando está con otra persona (analizando) solamente existe en función del otro y en servicio a éste. (Ver video “Finishing the Hat”, link en Referencias, minuto 53:39)

En esta escena de Sunday in the Park with George, quizá la más representativa de toda la obra, vemos cómo Georges el pintor habla de los sacrificios que debe de hacer por su arte, de cómo renuncia al mundo y al amor para poder “meterse en el mundo del sombrero”, es decir, para realmente trabajar con precisión, pues si no, no vale la pena. Me gusta que utiliza la metáfora de meterse en el mundo del sombrero porque coincide con una de las funciones del psicoanalista: explorar procesos mentales conscientes e inconscientes tanto del paciente como del analista (Etchegoyen, 1986. pp. 579). Pensemos ahora en la asociación libre del paciente, que encuentra su equivalente en la atención libremente flotante del analista. En La interpretación de los sueños, Freud (1900) comparó el acto creativo del artista con la asociación libre, una hazaña muy difícil de lograr (Malcolm, 2004. pp. 33). Podríamos decir que esta es otra de las tareas imposibles del análisis. En esta canción de Sunday in the Park with George se puede ver cómo el artista asocia libremente conforme va creando una escena en su mente. Está increíblemente disperso y al mismo tiempo increíblemente enfocado. Podría ser contradictorio, pero en el caso de Georges y de los psicoanalistas, no es así. Además, me gusta mucho esta parte de Sunday in the Park with George porque se deja ver el deseo que el artista tiene por lo que hace, incluso su necesidad.

Ralph Greenson (1976, pp. 355-396) se dio a la tarea de describir de forma muy esquemática los requisitos que debe tener un analista. Los divide en tres: destrezas, rasgos de carácter y motivaciones. Sin entrar mucho en detalle, vamos a ver cada uno.

  1. Destrezas (entender lo inconsciente, comunicarse con el paciente, facilitar la neurosis de transferencia y la alianza de trabajo).
  2. Rasgos de carácter (búsqueda persistente del entendimiento, escuchar sin aburrirse, una sensibilidad especial, ser indiferente a las cosas superficiales de la vida, empatizar con el paciente, poder comunicarse con éste, elegir las palabras más adecuadas, soportar el silencio propio y el ajeno, tener buen timing, soportar la frustración emocional y la abstinencia, tener compasión y apego, y poder hablar abiertamente de cosas incómodas).
  3. Motivaciones (por qué quiere transmitirle insight al paciente, qué impulsos libidinales y hostiles están en juego en la tarea analítica, qué busca reparar o neutralizar el analista).

Con esta lista de requerimientos, parecería que no cualquier persona se podría apuntar a ser analista. Siguiendo a Greenson, uno necesita tener ciertas características personales muy específicas, más aparte la técnica que se debe de aprender a lo largo del tiempo. Abro la pregunta: ¿todos pueden aprender a ser analistas? ¿Qué sí se puede aprender y qué no? Tal vez en eso nos parecemos a los artistas: es importante tener cierta constitución o facilidad, pero es necesario aprender a trabajar bien (técnica).

5) Color and Light/Putting it Together: la tarea del analista

¿Qué debe de hacer un psicoanalista? ¿Cómo le hace para curar, hacia dónde apunta? La concepción de los objetivos del análisis varía dependiendo de las escuelas y teorías que cada quien siga, y con base en eso se entiende cuál es la tarea del analista. Para Hartmann, es reforzar las áreas libres de conflicto; para Klein, elaborar la angustia (Etchegoyen, 1986, p. 697); para Meltzer, resolver la angustia de separación (ídem, p. 638).

Juan David Nasio, en su libro Cómo trabaja un psicoanalista, comienza diciendo que no podemos pensar en la técnica psicoanalítica como un instrumento maniobrable, sino más bien como una forma de operar a través de la cual el analista dirige la cura del propio paciente (1996, p. 15) El analista no está todo el tiempo activamente buscando algo, sino que está a la espera, captando poco a poco el inconsciente del otro (ídem). Hay varias imágenes que nos sirven para ilustrar esta actividad: ir tejiendo lo que dice el paciente, hacer una construcción con bloques, o ir armando un rompecabezas con paciencia. En Sunday in the Park with George podemos ver esta actividad creativa en el puntillismo. La gran pintura que Georges va pintando está compuesta sólo por pequeños puntos de distintas tonalidades, que ya percibidas en un conjunto dan la impresión de formar imágenes. Es por esto que el puntillismo se sostiene en una ilusión (óptica). La tarea del analista se asemeja a esto ya que el analista tarda tiempo en ir juntando todos esos colores, esos puntitos, esos fragmentos de información verbal y no verbal, hasta que en un momento algo logra ver en su conjunto y entonces puede interpretar. En el siguiente video se muestra la escena de Georges armando poco a poco el cuadro. (Color and Light video minuto 19:10-21:25) En esta escena se pueden dar cuenta del genio de Sondheim, que logra poner en lenguaje musical la actividad del puntillismo, además de su impecable trabajo con ritmo, rima y métrica. Aquí también se ve cómo los personajes hacen hincapié en el arte de estar quieto, de estar concentrado pero dejarse llevar, lo mismo que un analista. En esta escena también se ve la distancia que tiene Georges del mundo real: su novia quiere pasársela bien, salir a bailar, tener una vida; pero él tiene que ensimismarse y volcarse sobre su mundo interno y su trabajo. Pienso en cómo los analistas, al menos mientras estamos en formación, tenemos que hacer ciertos sacrificios y dedicarnos a nuestro propio mundo interno, es como “echarse un clavado” en nosotros mismos. Esto no significa, evidentemente, que tengamos que perder contacto con el mundo exterior, pero creo que sí constituye otro desafío más para el analista: cómo navegar el mundo interno sin perderse en él.

6) Sunday: la interpretación mutativa

Sin duda, son muchos los desafíos implicados en esta profesión, y muchas las tareas que el analista tiene que poder llevar a cabo. No se trata de mencionarlas todas aquí, pero quisiera tocar un último tema antes de cerrar. Hemos visto hasta aquí cómo el analista, al igual que Georges, tiene que hacer sacrificios para poder entrar en el mundo del sombrero/paciente, y cómo se coloca en un lugar de búsqueda de lo inconsciente, y va poco a poco reuniendo fragmentos y colores para armar un todo. En la técnica psicoanalítica, el “armar un todo” a partir de los fragmentos para poder regresarlo al paciente ya digerido es precisamente la interpretación mutativa. Para Strachey (1934, cit. en Etchegoyen, 1986, p. 500) la interpretación mutativa es la que logra romper el círculo vicioso neurótico, y produce cambios estructurales. Consiste en dos fases (Etchegoyen, 1986, pp. 500-501): la primera es cuando el analizando se vuelve consciente de la pulsión y de la defensa ante ésta. La segunda fase tiene que ver con el objeto original de esa pulsión, esto ya tiene que ver con la transferencia. De ahí sale la típica frase que escuchamos en supervisión de que una buena interpretación tiene el impulso, la defensa, la transferencia… el allá y el entonces en el aquí y el ahora. La interpretación mutativa idealmente debe ser específica e inmediata, pero sobre todo bien dosificada, nunca apresurada (ídem). El resultado es una interpretación que viene como anillo al dedo, está formada por todos los puntos de la metapsicología (genético, dinámico, económico, estructural, topográfico, adaptativo). Une, integra los fragmentos. En el último video que voy a enseñar, Georges logra integrar todo su esfuerzo, su sacrificio, su dedicación, su atención al detalle, y arma un conjunto, la obra de arte más importante de su vida. Aquí ya encontró un poco de armonía dentro del caos. (Ver Sunday video minuto 1:24:00, link en Referencias)

Conclusión

Me parece que Sunday in the Park with George permite establecer un puente entre la tarea del artista y la del analista. Sondheim puso mucho de sí mismo en este musical, y se reflejó en el personaje de Georges. Cualquier psicoanalista puede verse reflejado también en Georges. Hablé de las frustraciones y sacrificios que ambas profesiones conllevan, así como la actividad de integración y sublimación que se necesita para obtener el producto final. Para el artista, sería su obra; para el psicoanalista, una interpretación completa.

Bibliografía

  • Etchegoyen, H. (1986) Los fundamentos de la técnica psicoanalítica. Buenos Aires: Amorrortu.
  • Greenson, R. (1976) Técnica y práctica del psicoanálisis. México: Siglo XXI.
  • Malcolm, J. (2004) Psicoanálisis: la profesión imposible. Barcelona: Gedisa.
  • Mordden, E. (2016) On Sondheim: An Opinionated Guide. Nueva York: Oxford University Press.
  • Nasio, J. (1996) Cómo trabaja un psicoanalista. Buenos Aires: Paidós.
  • Sondheim, S. (1986). Sunday in the Park With George 1986 (Stephen Sondheim) – Subtítulos en español. 2 de noviembre de 2018, YouTube Sitio Web: https://youtu.be/fUdfHcfjsPM