Autor: Diana Gabriela Rodríguez Varela

“….Y entonces, alrededor del castillo empezó a crecer un muro de zarzas; y creció y creció, cada año un poco más, hasta que cubrió todo el castillo y no se veía ni la bandera en lo alto de la torre más alta.Y aquellas zarzas daban rositas silvestres, y por todo el país se contaba la historia de la hermosa hija del rey, que estaba dormida con sus padres y toda su corte en un castillo escondido entre zarzas. De vez en cuando, llegaba a aquella tierra algún príncipe que quería pasar entre las zarzas para ver el castillo encantado; pero las zarzas enredaban al que se acercaba, y ya no lo soltaban más.”

Creo que todos reconocen el fragmento del cuento de “La bella durmiente” recopilado por los hermanos Grimm a mediados del siglo XVIII, en el trabajo que a continuación presento veremos la vigencia de este cuento.

En los primeros años de la vida del ser humano se presenta una identificación femenina con la madre sin importar el  sexo del niño, posteriormente continua la etapa de separación-individuación, descrita por varios autores, entre ellos Greenson (1995)  que plateó la necesidad que experimenta el niño varón para des-identificarse de su madre y adquirir la identidad masculina. Esta etapa se da en promedio al año de vida. El niño empieza a movilizarse y despegarse de la madre, si la madre no se encuentra preparada es posible que no permita esta separación.  El chico ansia crecer y valerse por si mismo así como también desea ser cuidado y protegido. Autores como Benjamín (1996) y Volnovich (1999) opinan que si el padre no interviene probablemente los niños y sus madres permanecerán in-diferenciados por un periodo de tiempo mayor, favoreciendo síntomas conflictivos y no adaptativos.

Es aquí donde el papel del padre toma mayor importancia. Lacan (1970), escribió en su texto llamado “transformaciones del inconsciente” el concepto del “padre imaginario”, dijo que este padre es visto como un fantasma creado sobre la base de los deseos y defensas del infante, se encuentra revestido de características amenazadoras que entran en acción durante el periodo Edipico, para separar la díada madre-hijo y, es en este momento, donde se hace real la figura del  padre terrible.

Irene Meler (2000) habla de la figura del padre legislador, es aquel que dicta las leyes en su reino y separa por decreto al hijo de la madre por la incompatibilidad de la maternidad y la sexualidad.

A continuación ejemplificaré las dificultades que se presentan en un caso en el que un padre no fue capaz de intervenir de forma adecuada en su función como separador de la díada madre e hijo, favoreciendo que la madre permaneciera unida y dificultando el crecimiento del hijo.

Memín, un niño de 4 años, llegó a consulta remitido por su maestra de kinder uno, debido a que era la segunda ocasión en que mojaba sus pantalones. Cuando a la madre se le solicita que lo lleve a terapia, ella no se opone en absoluto, solo comenta “es lo que estaba esperando, si no sucedía hoy tendría que ser más adelante”.

Por problemas entre la pareja, el esposo le impidió que ella viera a su hijo desde la edad de un año y medio, y permaneció esta condición hasta los 3 años de edad del niño, durante este tiempo estuvo bajo el cuidado de Sofía una ex-novia del padre, quien lo visitaba una vez a la semana. Memín permaneció ahí sin poder salir en absoluto, ni siquiera a la cochera, mientras tanto la madre desesperada hizo múltiples intentos por recuperarlo pero todos fueron infructuosos.

Tiempo después, tras negociaciones entre los cónyuges, estos “decidieron” volver a juntarse por el bienestar del niño.

A partir de este momento se impuso la forma en que la madre nombra a su hijo, con el diminutivo “Memín”. A Memín se le acentuaron características obsesivas en la limpieza y aprendió a coordinar perfectamente los colores de su ropa, desde la gorra hasta sus zapatos, dando un aspecto en ocasiones un poco afeminado.

En el kinder Memín empezó a jugar con niños más pequeños y a hablar como bebé. En casa tomaba mamila, se chupaba el dedo, les tenía miedo a las arañas y dormía en su cuna la cual era envuelta con una sábana, además de  siempre urgir por su “cobijita de pelusas”.

Cuando la madre lo recupera, lo sobre compensa para protegerlo conformando una fuerte tendencia a la fusión con su hijo, porque se convierte en realidad la amenaza de aniquilación hacia su hijo en la figura del padre. Memín fue acogido en una cuna. Cubierto por una sábana-zarza para protegerlo de los peligros existentes en el medio ambiente y haciendo que el padre se alejara todavía más de esta relación.

Memín llegó a consulta sin mostrarse angustiado. Su mamá ya le había explicado que iba a ver una “doctora” que cura sin medicina, tiempo después él me bautizo como “la doctora de la magia”  cuando la madre le cuestiono el nombre, Memín indico  que era por que yo curaba con palabras, (hada madrina).

En la primera sesión miró por la ventana como buscando algo y dijo “en ese cerro vive pinché Sofía”. “¿Tu y mi mamita se juntaran para ir a darle de patadas?”  Al cuestionarle sobre esta etapa de su vida, él relató una historia en donde había “tenido” que ir a vivir con pinché Sofía y la chamaca (la hija de Sofía), por que como le dijo su padre su mamita tenia que terminar de construir la casa en donde ahora viven.

Memín es un niño muy listo, fantasea como un acto libidinal para explicar el por que no estuvo con su madre, indicando que su mamita estaba construyendo una casa-castillo donde vivir, acto que él repite mediante el juego y comprueba que tan frágiles son.

Mediante entrevistas por separado con los padres, el papá mencionó que se encontraba muy a arrepentido y que no quería que habláramos durante las sesiones de cuando su hijo vivía con Sofía, él no creía que fuera necesaria la terapia y que los pantalones mojados se debían a que su hijo no sabia desabrocharse el botón. Reclamo inconsciente de que la madre no le enseñaba a ser suficientemente hombre.

La madre me advirtió que tuviera cuidado en creerle al padre, pues era muy hábil para ganarse a la gente y que debido a su profesión él creía tener muchos enemigos. La madre opinaba que todos los malestares de su hijo se debían a la separación que el padre impuso.

En sus primeras sesiones Memín, quien no tenía ninguna dificultad en el lenguaje, jugaba con una princesa de plástico y legos. Expresaba que “nenecesitaba” hacer escaleras para poder alcanzar a la princesa y que yo le ayudara. Cuando terminaba una escalera él decía “está bien pero nenecesita ser más alta”, esto continuó por un mes. Posteriormente empezó a construir casas que golpeaba alrededor para ver si resistían, todas se caían.

Cuando la madre recupera a su hijo ambos tratan de compensar de manera inconsciente el tiempo perdido, Memín se comporta como un bebé, se chupa el dedo juega y habla como un niño mas pequeño, utiliza la palabra “nenecesitar”, “nene necesita”, como símbolo de ser el bebé que mamá necesitaba.

Un día Memín me dijo que él continuaba tomando mamila por que sus papás no se las quitaban. Al preguntarle quien le daba de tomar en mamila, él contesto “mamita”, “por que cuando está mi papá no las tomo, sólo me chupo el dedo para dormir”. Al salir de la sesión corrió a abrazar a su mamá y le grito “mamita tírame las mamilas”. El padre levanto la mano en señal de triunfo, como para que “la chocaran”. Pero esto no fue posible por que la madre no lo soltó, le dijo “pero hijito ese no es el problema, yo te las puedo tirar, pero es que tú no tomas leche si no es en mamila”. Memín dijo “si la voy a tomar”, la madre le contestó “bueno pero en vaso de popote”.

Posteriormente la madre me informo que Memín ya tomaba la leche en vaso “aunque fuera con pipeta”.

Durante una sesión Memín se puso a ver que había debajo de la ropa de los muñecos. Me preguntó que porque un muñeco tenía cabello largo si era hombre. Mi respuesta fue que el cabello largo en ocasiones lo usan también los niños, pero que la diferencia entre niños y niñas era otra. Memín dijo “si ya lo se, el pene y la vagina”. Es ahí en donde me informó que su mamita tenía vagina y que él se la veía siempre que se bañaban juntos, la mamá no lo dejaba que se bañara sólo, pocas veces se había bañado con papá. Al preguntarle a la madre, ella confirmó lo expresado por el niño, explicándome que no podía dejar que el niño se bañara sólo porque era muy pequeño. Como un logro a su autonomía, tiempo después Memín empezó a bañarse sin su madre.

El miedo que Memín en un principio experimentaba por las arañas, fue sustituido por miedo a las antenas de las mariposas y luego por los aguijones de las abejas.

Recientemente Memín ha expresado el querer cambiar su cuna por una litera, que compartiría con su medio hermano mayor (de 16 años).

Bruno Bettelheim (2007) enfatiza la necesidad del periodo de pasividad aparente que es utilizado por el menor como proceso de maduración y preparativo para enfrentarse al mundo y sus peligros.

En las versiones de Perriot y de Grimm, la bella durmiente  (el bebé) es custodiado por una zarza de espinas, para proteger su inocencia, esta custodia está a cargo de la hada-madre, representada en la figura de un imponente dragón en la versión de Walt Disney,  esto es totalmente entendible debido a los sucesos ocurridos, la madre no lo hace por maldad, sino con la finalidad de mantenerlo a salvo de todos los peligros que significan crecer.

Hay que reconocer el esfuerzo consciente que han hecho ambos padres para que Memín se desarrolle y continué su madurez

“Y resulto que aquel día se cumplían los 100 años del sueño…y era el día en que tenía que despertar”,  el día que Memín entro a su análisis.

Bibliografía

  • Benjamín, J.: Los lazos del amor, Ed. Paidós, Buenos Aires, 1996.
  • Bettelheim Bruno. Psicoanálisis de los cuentos de hadas. Ed. Crítica, 8a edición. Buenos Aires, 2007.
  • Burin, M.: La hostilidad. En “Varones”. Burin. M. y Meler, I, capitulo 6. Ed. Paidós, Buenos Aires, 1990.
  • Edmée Maria. Cuentos de Grimm. Ed. Porrúa, México, 1969.
  • Greenson, Ralph (1995): “des-identificarse de la madre, su especial importancia para el niño varón”, Revista de la Asociación Escuela Argentina de Psicoterapia para Graduados, nº 21, Buenos Aires.
  • Lacan, J.: Las transformaciones del inconsciente, Ed. Nueva visión, Buenos Aires, 1970.
  • Meler, I.: Los padres. En “varones”. Burin. M. y Meler, I, capitulo 7. Ed Paidós, Buenos Aires, 1990.
  • Volnovich J. La inocente sexualidad de los varones y la sexualidad culpable de las niñas. En El niño del siglo. Ed. Lumen Humanitas. Buenos Aires, 1999.