El Moldeamiento de la Masculinidad
Autor: SharonArakindji
 
Breve historia sobre la investigación acerca de la masculinidad:
Hasta hace 3 décadas, los psicoanalístas estudiaban el desarrollo de la masculinidad a través de la teoría edípica plantada por Freud, en la que lo relevante de la etapa era que el niño quiere “tener” a mamá. Para soportar la ansiedad de castración por competir con el padre, el varoncito se identifica con él y así construye su identidad de género. Desde entonces, la atención se reedireccionó al hecho de que aún antes de que el varón haya “querido” tener a mamá, él quería ser ella, o tan siquiera quería tener lo que ella tenía para dar. Analistas influenciados por Margareth Mahler, comenzaron a reformular una nueva forma de entender  esta dinámica y es así como la teoría de la desidentificación formulada por Greenson y Stoller toma un gran peso. Esta teoría esta basada en el supuesto de que para que se establezca una masculinidad “normal” el pequeño debe desidentificarse de la madre y contraidentificarse con el padre. Solo existía una duda con estas ideas, esta teoría está basada en el modelo cultural el cual para ser masculino se tiene que desechar lo femenino, ya que tener aspectos femeninos dentro de la personalidad masculina están vistos como debilidad y duda,  O sea, que lo mas significante para ser hombre es no ser mujer, lo cual  choca con el modelo psíquico del niño. Posteriormente las ideas de Diamond toman un nuevo rumbo al plantear que el varón efectivamente hace una identificación primaria con la madre, pero no es necesario desidentificarse de ella sino separarse de ella a través de un fuerte apego. Así es como en los 80s y 90s los trabajos se comenzaron a centrar en los patrones de apego para que en la actualidad, el foco esté  puesto en las capacidades del adulto para establecer en el niño el apego seguro. Lo que estos estudios longitudinales van mostrando es una gama muy amplia de experiencias fallidas en la parentalización que generan un amplio espectro de psicopatología infanto‐juvenil.
 
Formación de la masculinidad:
Para poder entender como un varoncito de pronto ya se comporta como tal y deja de ser un bebé que podría tener las mismas actitudes que una bebé niña, tenemos que partir por la base de las identificaciones. La identificación primaria es un proceso intersubjetivo, el adulto ve un varón en el cuerpo masculino y lo trata como tiene configurado en su subjetividad el varoncito que quiere que sea su hijo. Identifica proyectivamente el modelo de varón deseado por sus expectativas y fantasías. A su vez, la criatura se identifica a ese papá que es como él. También la madre identifica proyectivamente en ese cuerpito un modelo de varón y se relacionará con él como tal.
Michael Diamond en diversos trabajos (2004, 2006) cuestiona la ampliamente aceptada propuesta sostenida por Stoller y Greenson que el niño tiene que desidentificarse de su madre para crear su identidad de género, dando la mayor relevancia a cómo el niño se identifica y construye su identidad de género a partir de las modalidades de su madre y su padre, cómo se relacionan entre ellos como hombre y mujer, qué concepción tienen del género masculino en su cultura  y cómo lo perciben y lo respaldan como varón. El escenario interpersonal e intersubjetivo en el que la subjetividad del varón se estructura le ofrece de entrada una identidad masculina en la cual podríamos detectar las modalidades de descarga activa y contención pasiva tan generalizadas y frecuentes en el género de los padres.
Los analistas de niños lo que vemos en los varoncitos apegados y sobreprotegidos por mamás que los adoran es un juego con camiones y héroes omnipotentes y nunca deseosos de jugar a las cocinitas o a las casitas. A su vez esa madre que lo infantiliza lo llama “mi machote” o sea, no duda que será su hombre.
¿Qué pasa con el varoncito con apego a la mamá cuando se encuentra con otros niños? La amenaza de ser rebajado, de ser calificado de “nenita” o “mariquita”, y de ser visto por su padre o hermanos como el bebé, es motivo de vergüenza y humillación? Jessica Benjamín sostiene que esto puede afectar la integración de todo lo que se ha consolidado gracias a la protección de las funciones maternales ‐receptividad, contención y responsabilidad en la propia regulación‐ y hacer que el niñopequeño quede sin contención, sobreexcitado e incontinente. El interrogante que surge es si el varoncito está identificado con la madre o se halla sumergido en una relación de apego que implica que el otro sea lo que él no es, un adulto mejor capacitado para la vida.
Pero regresemos a los comienzos de la vida. Como bien sabemos existe una idea de fusión en el bebé recién nacido con su madre; es esta la que lo provee de todas sus necesidades y a la que ve como una extensión de si mismo. No es hasta que a través de las óptimas frustraciones y gratificaciones, que el bebé se va diferenciando poco a poco de su madre y se empieza a consolidar como un otro que empieza a identificarse con ésta. Estas identificaciones primarias estàn establecidas en gran medida por las propias identificaciones que la madre hizo de sus padres, de sus conflictos inconscientes, de su experiencia de vida y de la capacidad que tenga la madre de crear un apego seguro con su bebé, en el cual le de la posibilidad de voltear a ver a “otro” (padre), de la capacidad de reconocer su propia subjetividad, la del esposo y la de su hijo.
La figura paterna a su vez tiene una especial relevancia en este proceso, es èl quien tiene la tarea de romper con esa simbiosis entre el bebé y la madre. Ya que esta simbiosis no es solo por parte del bebé, sino que se ve alimentada por la madre por el mismo deseo inconsciente de fundirse con el producto que solo hace unos instantes estaba dentro de su cuerpo y los cuales se pertenecían. Es desde los primeros momentos de la vida de su hijo que el padre tiene la tarea de entrar en acción y hacerse notar como un tercero en la relación. Mabel Burín sostiene que las relaciones sexuales genitales son un factor determinante de acercamiento del padre con la madre y de separación del bebé, ya que es un terreno en el cual éste no tiene competencia con su hijo para agradar a mamá. Así que la formación de la identidad de género del bebé se ve determinada no solo por la madre, sino por las imagos inconscientes de ambos padres y sus identificaciones que hayan hecho con sus progenitores, así como de la relación pre-edípica que tenga el padre con su hijo y su esposa, y de la capacidad que tenga el padre de soportar las agresiones y proyecciones que el pequeño le haga culpándolo de ser “el otro” que destruyó su relación diádica omnipotente e idílica.
La separación del niño del mundo de su madre es un proceso complejo en el cual están inmersos factores tanto biológicos como psicosociales. Es evidente que alrededor de los 3 años de edad, los varoncitos comienzan a experimentar alteraciones psíquicas causadas por el proceso de maduración de su cuerpo el cual le trae nuevas sensaciones. Esta advenimiento de la sexualidad es algo irruptivo en su vida, ya que en parte representa la perdida de la inoscencia en la relación con su madre. Bollas (2000) llama esta étapa “la muerte de la infancia”, en la que la madre pasa de ser proveedora a ser el objeto de deseo; esta pérdida tiene como resultados un conflicto psíquico importante el cual el pequeño tiene que defenderse y elaborar.
Las fallas en la identificación primaria sucede cuando:
a) La madre no está en sintonía con las necesidades de individuación del hijo
b) El padre es débil, poco disponible o misógino
c) El temperaramento y el propio deseo de fusión del hijo la  alteran
 
Las dinámicas anteriores son características de familias más narcisistas donde es complicado que exista más de una subjetividad, ya sea porque la subjetividad de uno de los padres domina o porque la misma subjetividad es poco reconocida. Cuando sucede esta desidentificación a modo de defensa, sobreviene una rigidez patológica, en la severidad del superyó y en la poca cohesión y fluidez de la sensación de la masculinidad en el niño. La desidentificación o repudio, son señales de la falla del óptimo desarrollo de la masculinidad, de una organización exclusivamente fálica en la cual se niega la capacidad procreativa y nutriente del hombre.
 
Diamond cuestiona la idea de Greenson de que el niño se tiene que desidentificar de la madre para crear una identidad de género, en contrario, afirma que entre mas consolidada este la relación madre-hijo, el varoncito podrá identificarse con la parte masculina de la madre, podrá identificarse con la parte femenina de su personalidad y le será mas seguro así reconocerse a través de la mirada de la madre como varón al igual que su padre. Es lo que Ogden (1989) llamó, “la paradoja de la masculinidad en la feminidad.” Un padre que cuida y protege, en conjunción con una madre en sintonía, capaz de reconocer la masculinidad de su hijo, son dos condicinoes que ayudan a mitigar la severidad de lo traumático que podría ser el proceso de separación e individuación. Así, separarse no es lo mismo que desidentificarse. Diamond, propone la fórmula Apego-individuación en vez de separación individuación.
 
Por lo tanto, las identificaciones primarias con la madre no deben de ser repudiadas, sino por el contrario deben de mantenerse  y ser significativas.
 
Una madre puede fallar como objeto de identificación por:
a) Su incapacidad de establecer un lazo lo suficientemente gratificante con su hijo o siendo     demasiado gratificadora
b) Sus limitaciones inconscientes para reconocer la masculinidad de su hijo y la paternidad de su esposo
c) Un padre poco disponible e incapaz de identificarse con la incursión del niño en el mundo masculino
 
Por estos factores, ciertos niños establecen internalizaciones pobres y conflictivas con sus madres y su masculinidad es desorganizada. El narcisismo fálico se vuelve urgente y los niños se quedan fijados en lo fálico como defensa contra los peligros de un objeto materno todavía necesitado que ha sido internalizado de una manera altamente problemática, queriendo compensar constantemente a lo largo de su vida a través de su falo y su relación con éste la pérdida de aquella “armónica-fusión” de omnipotencia que mantenía con su madre. Es como si quisiera llenar el hueco que la separación dejó.
 
“El dolor psíquico está relacionado con fallas en el reconocimiento y regulación, con una excitación causada por respuestas inadecuadas o abrumadoras y con la ausencia de mentalización. La psique es abrumada por su respuesta ante la estimulación del otro. Sin el otro externo el sí mismo originariamente indefenso no puede procesar ni la tensión interna ni la estimulación externa. Sin la contención que brinda la madre del dolor y la excitaciónel bebé no puede autorregularse” (EmliceBelichmar, 2012)
 
La elaboración de la masculinidad en el niño es deficiente cuando no existe un objeto interno (paterno) en el inconsciente de la madre. Wilkinson apunta a la importancia de que la madre aprecie a su hijo como un individuo con su propia subjetividad y como un objeto deseante. Laplanche lo sintetiza de la siguiente manera: no se trata de que el niño/a se identifica con la madre o con el padre, sino que es el adulto el que identifica al niño como varón o nena, “no es identificacióncon”, sino identificado por” (2007).El azul y el rosa desencadenan un infinito de identificaciones de los otros‐ todos‐ sobre la criatura.
 
Estas ambigüedades de la identidad de género son continuamente retrabajadas a lo largo del desarrollo a través de los diferentes desafíos de cada etapa. Éstos desafíos prevalecen principalmente en la etapa edípica, de latencia, la adolescencia, adultez joven, la edad media y la vejez. Por ejemplo, durante la etapa edípica y de latencia, la masculinidad del niño se ve impactada por la autoridad del padre, la capacidad de regulación emocional que tenga este, principalmente en el plano de la agresión y la capacidad que tenga en el plano creativo, la cual su hijo admirará. Así la sensación de inestabilidad en cuanto a su género posteriormente estará relacionada con sus pares y la capacidad que tenga ahora él de autoregular su agresión con estos, sus sentimientos de rivalidad, competencia y envidia. Es en la adolescencia cuando el varón se diferenciará de su familia en busca de su propia identidad, su propia masculinidad es nuevamente influenciada por su padre y la capacidad que tenga éste de soportar la separación de su hijo (tal cual como lo hizo anteriormente el niño con su madre). En la adultez joven la masculinidad se ve confrontada con la formación de la identidad adulta, la cual se verá influenciada por su capacidad sexual gratificante. Posteriormente en la adultez su identidad de género se va a ver comprometida con la capacidad del hombre en ser proveedor de su familia, del éxito en su carrera profesional para que finalmente en la mediana edad y vejez el curso de su masculiinidad se vea reafirmada de una vez por todas por los logros obtenidos tanto en el plano personal como familiar.
 
La masculinidad madura:
El desafío de la madurez en un hombre se trata de integrar varios apectos fálicos y genitales de su mundo interno hasta llegar a una posición genital madura, en la cual los elementos fálicos estén al servicio de la realidad, en donde la necesidad es crecer despacio en vez de volverse grandioso, omnipotente, fálico. Como resultado, el ideal del yo se ve menos ensombrecido por el delirio de grandeza, mas real, mas balanceado y mas masculino.
Así tal como Whitman dijo: “soy viejo y joven, ignorante y sabio, preocupado por los demás y agradecido por ellos, maternal y paternal, niño y hombre”
 
Bibliografía:

  • Bleichmar, E. (2012).  “La sexualización externa”. Ceir. Madrid
  • Burin, M. Meler I. (2000). Varones: género y subjetividad masculina. Paidós. Buenos Aires
  • Diamond, M. (2004). The shaping of masculinity: Revisioning boys turning away from their mothers to construct male gender identity. Int. J Psychoanal, 85: 359‐380
  • Diamond, M. (2006). Masculinity unraveled. The roots of male gender identity and the shifting of male Ego Ideal. J American PsychoanalAss, 54: 1098‐1130

 
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