Luz Elena Baz

El 25 de mayo del 2020, George Floyd fue arrestado al haber sido reportado por pagar con un billete falso de 20 dólares en una tienda en el vecindario de Powderhorn Park en Minneapolis; murió después de que Derek Chauvin un policía blanco presionó su rodilla sobre su cuello durante casi 8 minutos durante el arresto. Floyd, fue esposado con la cara al piso, mientras otros dos policías se interponían para que no hubiera intervención por parte de un tercero. En los últimos 3 minutos, Floyd estaba inconsciente, sin pulso y los policías no hicieron nada para revivirlo.

La muerte de George Floyd, ha detonado en Estados Unidos protestas de todo tipo que no han cesado posterior a su muerte, poniendo sobre la mesa el tema del racismo cómo un problema que forma parte de la cultura norteamericana desde hace cientos de años y que se ha visto intensificado desde la llegada de Donald Trump a la casa blanca. George Floyd, se ha convertido en un símbolo de protesta global y abre la discusión para hablar del racismo como uno de los principales malestares que vivimos como sociedad y del cual México no queda exento; aunque en nuestro país el racismo tiene otro matiz, otra narrativa más invisible pero no menos destructiva y limitante. 

Antes de iniciar la lectura de este trabajo, me gustaría aclarar que frente a las distintas crisis en las que nos vemos sumergidos durante estos tiempos,  el presente escrito pretende funcionar como un detonante para abrir la discusión entre colegas ; la cual  será muy útil para que a través de este espacio de intercambio, podamos pensar colectivamente y  generar acciones en lo concreto para trabajar esta terrible problemática; para ello se tomarán algunos de los fragmentos de la nota realizada por el periódico el País; “ el racismo que México no quiere ver” y el artículo del destacado psicoanalista chileno Jorge Kantor; el superyó piel: psicoanálisis y racismo, el cual fue presentado en el  congreso de Fepal en Cartagena e 2016.  Para finalmente concluir con algunas reflexiones a las que llegue sobre este fenómeno cultural que venimos replicando desde cientos de años atrás. 

 Nota; “el racismo que México no quiere ver” . Periódico el país. 

Patricio Solis, investigador del colmex, señala: “La discriminación étnico-racial es estructural porque se funda en un orden social y en una relación de poder que tiene antecedentes históricos en México desde hace varios siglos y se reproduce de manera permanente en la sociedad, por lo que también sus efectos son estructurales”

Judith Bautista, académica de origen zapoteco y directora del colectivo “para eliminar el racismo en México” menciona:” Se nos enseña que ‘el cambio está en nosotros’ y que ‘le echemos ganas’, se nos pide estar avergonzados de quiénes somos y eso nos confunde a tal grado que no dimensionamos en lo cotidiano lo que implica buscar ese ideal europeo, blanco u occidental. Y nos frustramos

Maria Elisa Velazquez, del Instituto Nacional de Antropología e Historia describe al racismo como un discurso y una ideología, que funciona en México desde el siglo XVIII, dándole todos los atributos negativos a las personas negras o indígenas de América”.  

Mientras el concepto de raza se ha desechado, el racismo ha mutado generación tras generación, desde los indios que no podían caminar por la misma banqueta que los blancos durante la Colonia, hasta los insultos contra la actriz Yalitza Aparicio por ser nominada a los Óscar.

Una batería de informes de los centros de investigación más prestigiosos del país en asociación con organismos internacionales e instancias oficiales ha recolectado evidencia abrumadora de los puntos de partida desiguales y los privilegios que emanan del racismo en México. Ser de piel más oscura implica tener en promedio dos años menos de escolaridad, menor ingreso, menor acceso a puestos directivos y menores probabilidades de mejorar la posición socioeconómica. “Decimos que queremos combatir la pobreza, la desigualdad e, incluso, la violencia, pero no hemos hecho un análisis profundo de cómo la discriminación desempeña un papel en todos estos fenómenos”, cuestiona Alexandra Haas, presidenta del Consejo Nacional para Prevenir la Discriminación hasta noviembre.

El país en su nota reporta que el  componente racial de la pobreza hace que las líneas entre la clase y la “raza” sean difusas y que se tienda a reconocer más el clasismo que el racismo. Lo cierto, coinciden los especialistas, es que ambos existen y que sus efectos son acumulativos. Se puede ser víctima de discriminación racial y socioeconómica, pero la experiencia discriminatoria será peor para mujeres y personas con otras identidades de género, por ejemplo, que ya son discriminadas por esos motivos.

Tras un proceso doloroso y prolongado de denuncia social, el país se ha puesto poco a poco frente al espejo del racismo. “Hemos pasado de un periodo de invisibilización a un periodo de visibilidad incómoda”, sostiene Solís.  Cada vez más sectores de la sociedad indagan sobre la pigmentocracia, el blanqueamiento, los prejuicios, el doble papel que implica discriminar y ser discriminado, y quiénes se benefician de un sistema de privilegios.

El fenómeno no es nuevo, pero la conversación apenas empieza y el trecho para las políticas públicas que combaten el problema es largo. “Tenemos que hablar de esto y aceptar que vivimos en un sistema que nos da más o menos valor por nuestra apariencia, nuestras facciones, cómo vestimos y hablamos”, sentencia Bautista. “El reto es tan urgente como tener que cambiar una tendencia histórica”.

El racismo como objeto de estudio urgente en el psicoanálisis

Desde hace algunas décadas el psicoanálisis está intentando sacudirse de la inercia respecto al tema del racismo y así tratar de pensar tanto sobre nuestra contribución al entendimiento de una expresión tan profunda y compleja de la psique humana, como a las implicancias de los prejuicios y la intolerancia racial en nuestra práctica clínica. (Kantor, 2016)

Tomas Böhm (2015), teoriza en su artículo  “On xenophobic and anti-Semitic prejudices” a través de una perspectiva kleiniana, postulando que las ideologías de naturaleza rígida, ya sean religiosas, políticas o sociales, producen un tipo de pensamiento “blanco y negro” que está asociado con la posición esquizo-paranoide. (Kantor, 2016)

Prejuicios hostiles y malignos son mecanismos de esta posición, ejemplifica Böhm: los deseos sexuales de hombres blancos del sur de los EEUU, antes del movimiento de los derechos civiles, se proyectaban a los hombres afroamericanos acusándolos de mirar lascivamente a mujeres blancas, a menudo antes de ser linchados eran castrados.( Kantor, 2016)

Desde otra vertiente teórica, Donald Moss (2001) publicó: “On Hating in the First Person Plural: Thinking Psychoanalytically about Racism, Homophobia, and Misogyny.” Basándose en referencias personales, culturales y clínicas, conceptualiza al racismo, la misoginia y la homofobia como formas de odio cimentado en un uso defensivo de la voz plural de la primera persona. En estos odios “Yo deseo” es defensivamente transformado en “Nosotros odiamos”. (Kantor, 2016) 

“Nosotros y ellos”, como señala Vamik Volkan (2015), es un fenómeno natural, el sentimiento de pertenecer a un grupo grande provee de autoestima a sus miembros y en muchas ocasiones les da satisfacciones y levanta sus espíritus, “es un antídoto contra la soledad”.

Pero cuando decenas, cientos de miles o millones de miembros de un grupo grande comparte un mecanismo psicológico tal como un prejuicio exagerado, vemos procesos sociales, culturales y políticos específicos a ese grupo en particular. Volkan es enfático al afirmar que los grupos grandes no tienen un cerebro para pensar u ojos para llorar. ( Kantor, 2016)

Moss, piensa que el psicoanálisis de los individuos de estos grupos se encontrará con la resistencia a “desidentificarse” de estos modos de defensa basados en el odio. O, si se prefiere hablar en el lenguaje de las relaciones objetales, la persona se resistirá a mutar de la posición esquizo-paranoide hacia la depresiva, donde se es capaz de mirar estas cosas desde una manera evolucionada. ( Kantor, 2016)

Jorge Bruce (2007) en “Nos habíamos choleado tanto. Psicoanálisis y racismo”, sostiene que son indispensables “recaudos técnicos” para tener presente un instrumento clínico capaz de percibir el “afecto racial” de los intercambios en los cuales se tramita el “imaginario racial” de las personas que vienen a analizarse, tanto en la transferencia y como en la contratransferencia.  Kantor, 2016)

Bruce llama la atención sobre el hecho de que en la práctica clínica tendemos a ignorar las asociaciones, las experiencias o las circunstancias relacionadas con el racismo. Él piensa que esta omisión nos permite observar la infiltración de una ideología racista encubierta en la mente del psicoanalista. ( Kantor, 2016)

Conclusiones

Como psicoanalistas mexicanos no podemos negar el racismo que se vive en nuestro país, esto implica hacer consciente en nosotros mismos que estamos atravesados por un sistema estructural de desigualdad, y la influencia que conlleva  en nuestra práctica y las relaciones que entablamos dentro de nuestra comunidad. Es nuestra obligación tomar en cuenta los elementos culturales que producen  sufrimiento para poder pensarlos y  elaborarlos.

El fenómeno de la pigmentocracia atraviesa cada uno de los estratos de la sociedad mexicana,  y  se ve reflejado en los síntomas, , crisis de identidad, ideales inalcanzables, la  vergüenza por el origen  de nuestros pacientes en la clínica. Nos refleja como se ha creado en nuestra cultura,  una imagen de status y éxito muchas veces inalcanzable para el común de la población; dicho ideal, genera una falta de integración psíquica, y cómo síntoma cultural  quizá un falso self  para proteger las partes lastimadas y vulnerables.

Estos fenómenos   deberán ser puestos en palabras e interpretados; lo cual  nos obliga  a comenzar a ampliar nuestra escucha psicoanalítica y tomar  en cuenta  el afecto racial descrito por Jorge Bruce,  sin perder de vista que el contexto mexicano y el racismo que se vive en nuestro país es distinto al  norteamericano, por ello me planteo que debemos comenzar a pensar que el psicoanalista mexicano en su proceso de formación, como requisito debe tener elaborada su propia historia interseccional, la cual le permitirá entender el lugar que ocupa dentro de la sociedad, y el impacto que esto conlleva en los vínculos que establecemos con nuestros pacientes. No dejar de tomar en cuenta los elementos patológicos de las estructuras sociales y las consecuencias que tienen la psique humana.  Corremos el riesgo como psicoanalistas de ensimismarnos institucionalmente y dejar de darle importancia al contexto social y político que nos rodea, de ahí la importancia de comenzar a pensar el psicoanálisis más allá de la clínica uno a uno. 

Para finalizar este trabajo me quedo reflexionando sobre la situación  que vivimos en México y el discurso político actual  como el resultado de años de desigualdad social,  en donde un partido  tomó como bandera el trauma colectivo  de la conquista y el complejo que esto conlleva. Lo que podemos observar retomando lo que plantea; Tomas Böhm (2015),  en su artículo  “On xenophobic and anti-Semitic prejudices” es como estamos viviendo un momento histórico de rigidez ideológica; la población está dividida  entre; conservadores—liberales, fifis—-chairos, bajo el lema  “estás conmigo o eres mi enemigo”,  fomentando  la escisión de pensamiento entre la población. Los prejuicios exacerbados por clase, son el mal de nuestros tiempos y  debilitan el  tejido social. Considero de suma importancia que como psicoanalistas podamos entablar un diálogo sobre estos fenómenos sociales y estar muy conscientes de nuestros propios prejuicios raciales y posturas políticas las cuales nos pueden cegar y debilitar nuestra comunidad de aprendizaje. 

Bibliografía

  • Camhaji, E, Serrano G, Corona, S  2019“ El racismo que México no quiere ver. El país. 
  • Kantor, J.  2016“ El super yo piel, psicoanálisis y racismo”. Congreso FEPAL Cartagena Colombia.