El Goce del Síntoma
Autor: Carlos González

El goce se ha usado de forma indistinta para nombrar al placer, pero será a caso un sinónimo o un equivoco de la lengua. Según la Real Academia de la Lengua Española, gozar se define como:

1. Tener y poseer alguna cosa; como dignidad, mayorazgo o renta// 2. Tener gusto, complacencia y alegría de una cosa// 3. Conocer carnalmente a una mujer//4. Sentir placer, experimentar suaves y gratas emociones.

En esta definición llama la atención dos conceptos. El primero es que el goce tiene similitud con la felicidad y el placer, y en segundo término que una mujer estaría imposibilitada de sentir placer, a menos que sea en un acto homosexual o masturbatorio.

La Escuela Francesa, como su precursor Jacques Lacan, nos ofrecen una visión diferente del concepto Goce; el cual no se limita únicamente al uso de la palabra, sino a una herramienta que tiene su uso primordial en el trabajo analítico, ya que tiene injerencia directa en la escucha y la interpretación.

Recordemos que el síntoma es una formación de compromiso entre el Yo y el Ello, entre una pulsión y un mecanismo de defensa. La represión juega un papel primordial en el desalojo del contenido pulsional al Inconciente, sin embargo este mecanismo no es del todo efectivo, ya que la pulsión busca una vía de escape, un desplazamiento, el cual es incrustado en el cuerpo; ya sea en el acto conversivo de la histérica o en el pensamiento del obsesivo. De esta forma el Síntoma se define como la descarga parcial, sustitutiva y disfrazada de un impulso en su mayoría sexual, libido.  Gracias a esta definición nos queda claro que el Síntoma es el Retorno de lo Reprimido.

En Acciones obsesivas y prácticas religiosas (1907), Freud no ilustra con genialidad la función del Síntoma, existe una renovación de la pulsión ante una Tentación, la cual genera un monto de Angustia en el sujeto, es una angustia ante la expectativa; el miedo a la pulsión misma. En consecuencia se asume un Castigo anudado a la tentación; la vivencia de la prohibición o la Ley del Padre, diría Lacan.

El Síntoma es la forma en que nuestra psique se defiende de la pulsión, Freud describió tres tipos de pulsión, la pulsión parcial las cuales están especificadas por una fuente (oral, anal); a lo largo del desarrollo del infante esta pulsión parcial se liga a ciertas representaciones o fantasías, obteniendo así una finalidad que se define como la satisfacción con objetos variables, esto da como resultado la pulsión sexual; que como hemos indicado es el cliente privilegiado de la Represión. La pulsión de muerte, se define como aquella que reconduce al sujeto al estado inerte, a la desintegración y la desfragmentación, y puede ser dirigida hacia el interior causando la autodestrucción o hacia el exterior dirigida a un objeto.

La pulsión de muerte tiene una fuerte implicación en la Compulsión a la Repetición, que es el motor de todo síntoma, se define como una serie de fenómenos repetitivos que difícilmente obedecen a una satisfacción o a dominar lo demoniaco, pero esta compulsión obedece tanto a la pulsión de muerte como a la sexual ya que estas no se encuentran diferenciadas o son fenómenos independientes “Es parte de la índole de las neurosis obsesivas, así como de todas las afecciones parecidas, que su exteriorizaciones (síntomas, entre ellos también las acciones obsesivas) cumplan la condición de un compromiso entre los poderes anímicos en pugna. Por eso siempre devuelven también algo de placer que están destinadas a prevenir, sirven a las pulsiones reprimidas no menos que a las instancias que las reprimen” (Freud, 1907). La pulsión sexual y de muerte se mezclan y desmezclan continuamente, el ejemplo más claro de la desmezcla es el Superyo hipermoral del obsesivo, donde la libido es impulsora del Yo y la pulsión de muerte se apodera del Superyo generando autorreproches y exceso de culpa.

El masoquismo es el modelo más claro de la combinación de las pulsiones, existen 3 tipos de masoquismo. El  erógeno que se encuentra desde el comienzo de la vida y donde la excitación erótica, libido, se convierte en dolor; se divide en primario el cual se dirige hacia el propio sujeto y el secundario que se dirige hacia afuera y regresa al sujeto “El masoquismo erógeno acompaña a la libido en todas sus fases del desarrollo, y le toma prestados sus cambiantes revestimientos psíquicos” (Freud, 1924).

El masoquismo femenino, que se podría nombrar también como infantil, se define como la fantasía de ser castrado, poseído sexualmente o parir “La angustia de ser devorado por el animal totémico (padre) proviene de la organización oral, primitiva; el deseo de ser golpeado por el padre, de la fase sádico anal, que sigue a aquella; la castración, si bien desmentida más tarde, intervienen en el contenido de las fantasías masoquistas como sedimento del estadio fálico de organización” (Freud, 1924).

Por último y más importante el masoquismo moral, donde existe una disputa entre los preceptos morales, Superyo, y el Yo; el Superyo es la internalización de las figuras parentales, resultado del Complejo de Edipo, por lo que esta instancia protege al sujeto del incesto, por ende esta desexualizada “Podríamos traducir la expresión <<sentimiento inconciente de culpa>> por <<necesidad de ser castigado por un poder parental>>. Ahora bien, sabemos que el deseo de ser golpeado por el padre, tan frecuente en fantasías, está muy relacionado con otro deseo, el de entrar con él en una vinculación sexual pasiva (femenina), y no es más que la desfiguración regresiva de este último. Si referimos este esclarecimiento al contenido del masoquismo moral, se nos vuelve evidente su secreto prohibido. La conciencia moral y la moral misma nacieron por la superación , la desexualización, del Complejo de Edipo; mediante el masoquismo moral, la moral es desexualizada, el Complejo de Edipo es reanimado, se abre la vía para una regresión de la moral al Complejo de Edipo” (Freud, 1924). Esta descripción tan puntual de Freud nos ofrece evidencia clara de la ligazón del placer, pulsión sexual, con el dolor y la autodestrucción, pulsión de muerte.

 

El término lacaniano de Falo nos ofrece otra perspectiva “el elemento organizador de la sexualidad humana no es el órgano genital masculino si no la representación construida sobre esta parte anatómica del cuerpo del hombre” (Nasio, 1998) . El falo en el orden de lo Real es el órgano en si, el que no pasa por la palabra por que deja de ser lo Real, su esencia el pene.

El Falo Imaginario, la representación constituida por lo anatómico, lo libidinal y fantasmático; aquel que es fácilmente sustituible, ecuación simbólica, y aparta al niño aparta del goce de la madre, deseo incestuoso “Esta serie conmutativa , denominada por Freud “ecuación simbólica”, esta constituida por objetos diversos cuya función, a la manera de un señuelo , estriba en mantener el deseo sexual del niño, a la vez que le posibilitan que apartan la peligrosa eventualidad de gozar de la madre” (Nasio, 1998) .

El Falo Simbólico, “significa y recuerda que todo deseo en el hombre, es un deseo sexual, es decir, no un deseo genital sino un deseo tan insatisfecho como el deseo incestuoso al cual el ser humano hubo de renunciar” (Nasio, 1998) instaurado por la Ley del Padre, el corte al vínculo Madre-Hijo; donde en un principio la relación dual, simbiótica, que soporta la ilusión de la Madre de tener el Falo (Hijo) y del Hijo de ser el Falo de la Madre. La Ley instaura un corte, le muestra al Hijo la prohibición, no puede poseer a su madre, lo castra.

 

Hegel, quien es retomado por Lacan, define el goce como: “Si digo que una cosa también me gusta, o si me remito a mi goce , sólo expreso que la cosa vale así para mí. Con ello he suprimido la relación posible con otros, que se basa en el entendimiento” (Hegel, en Braunstein 2006). Entendimiento, perdida de juicio de realidad, característica inigualable del síntoma.

 

Por lo que el Goce sería el placer que genera el dolor que sufre el Cuerpo, al satisfacer al Síntoma que pugna por un recuerdo, fantasmático, del cual el sujeto se defiende, “El significante fálico es el límite que separa el mundo de la sexualidad siempre insatisfecha del mundo del goce que es absoluto” (Nasio, 1998) . Siendo la palabra su opuesto, el que liga la pulsión con su representante.

Esto tiene un impacto en nuestro trabajo como psicoanalista, escuchar en donde se ubica ese Goce, donde la pulsión sexual y la pulsión de muerte aferran la existencia del síntoma; estar al pendiente de cómo el paciente va gozar con el analista, por ejemplo el masoquismo moral.

Interpretar el goce, darle palabra, nombrar lo prohibido.

Bibliografía

  • Braunstein, N. El goce: un concepto lacaniano. (2006) México, Siglo XXI Editores.
  • Freud, S. El problema económico del masoquismo. (1924) Buenos Aires, Amorrortu. Obras Completas, t.XIX pag. 161
  • Freud, S. Acciones obsesivas y prácticas religiosas. (1907) Buenos Aires, Amorrortu.  en Obras Completas, t.IX pag. 97
  • Laplanche, J. Diccionario de Psicoanálisis. (2007) Buenos Aires, Paidos.
  • Nasio, J.D. Enseñanza de 7 conceptos cruciales del Psicoanálisis. (1998) Barcelona, Gedisa.
  • Wolodarsky, D. Satisfacción del síntoma: el goce. (1997) Agentina, Paidos EOL. En Satisfacciones del síntoma. Pag. 19