Por: Valeria Bueno
Debussy pensaba que la música es el espacio entre las notas, algo parecido puede decirse del psicoanálisis” (Ogden, 1997. pp 107). Entre las notas de las palabras pronunciadas conscientemente (asociación libre) y la escucha del analista (atención flotante) constituyen el diálogo analítico que conecta el reverie del analista y del analizando, es aquí en donde se crea un espacio establecido por los dos en función de esta “pareja freudiana” (Bollas, 2007) y en donde uno encuentra la música del psicoanálisis (Ogden, 1997).
Freud primero estableció la teoría topológica (Freud, 1915) la cual está constituida por consiente, preconsciente e inconsciente y posteriormente la teoría estructural (Freud, 1923) en la cual explica que la mente esta constituida por ello, yo y superyó. Definió entonces el inconsciente como el mayor espacio mental, al cual la conciencia no tiene alcance a saber, sin embargo a través del pre-consiente como puente entre ambos, se logran conectar.
Sin indagar más en la definición de lo antes propuesto, me gustaría comenzar exponiendo mi interés en el tema. A lo largo de mi corto pero significante recorrido en este instituto, me han surgido varios cuestionamientos sobre la práctica psicoanalítica. Me remonto a los rotatorios clínicos, en donde a partir de un caso, varios candidatos proponen diferentes interpretaciones, así como diferentes maneras de abordar al paciente. Supongo que este factor se puede explicar desde distintos puntos de vista, no obstante esto también sucede dentro de la proceso psicoanalítico individual, cada análisis es único e irrepetible, y el encuentro que se da entre un analista y analizando (pareja freudiana) es producto de la conexión de dos mundos internos-reverie (Ogden, 1997).
Bollas dice: “Acaso pasen meses después de conocer a un nuevo paciente antes de que yo tenga alguna percepción del uso privado e inconsciente que esa persona hace de mí como objeto dentro de él como de la trasferencia” (Bollas, 1991 pp 331).
Así mismo, señala como cada analizando utiliza de manera diferente al analista, esto con el objetivo de crear diferentes situaciones en trasferencia. De el igual manera, cada paciente despierta diferentes emociones en el analista a lo que llamamos contratransferencia, la cual carga con historia personal del propio analista, creando así, un espacio distinto entre cada paciente (Bollas, 1991).
Pensando en la amplitud que mi tema puede abarcar, me gustaría aclarar que enfocaré mi reflexión siguiendo la línea de los siguientes autores: Klein, Bion, Ogden y Bollas.
 
Melanie Klein
Klein a diferencia de Freud, no cree que exista un narcisismo primario, ya que considera que desde el nacimiento el bebé tiene un yo primitivo, capaz de experimentar angustia, así como un conflicto entre las pulsiones de amor y odio en relación al vínculo con los objetos primarios. Para Klein el narcisismo del bebé, radica en una relación con el objeto idealizado, en donde el yo se confunde con dicho objeto, mientras que el objeto persecutorio se encuentra completamente disociado de él (Klein en Bleichmar & Leiberman, 1997)
A lo anterior Klein lo llama la posición esquizo-paranoide, y la define como
una estructura mental en los tres primeros meses de vida. La cual se caracteriza por una ansiedad persecutoria, relaciones de objeto parciales, es decir escindidas entre un pecho idealizado y un pecho persecutorio, así como mecanismos de defensa primitivos. Los cuales serian: escisión, identificación proyectiva, introyección y negación (Klein en Segal, 1985).
Ahora bien, si el manejo de ansiedad dentro de los primeros meses de vida es exitoso, el bebé es capaz de organizar gradualmente su universo interno. El infante ama al objeto bueno y trata de adueñarse de el. En el objeto malo ha proyectado todos sus impulsos agresivos y los siente como una amenaza. Si el desarrollo se efectúa en condiciones favorables, el bebé comienza a sentir que su objeto ideal y sus propios impulsos libidinales son más fuertes que el objeto malo y sus propios impulsos malos, por lo que se puede identificar cada vez más con su objeto ideal (Klein en Bleichmar & Leiberman, 1997).
Klein describe que desde el inicio hay una tendencia a la integración como a la escisión. Una vez que el niño siente que su yo es lo suficientemente fuerte como para tolerar los impulsos agresivos, el infante pasa a la posición depresiva. Klein la describe como la fase del desarrollo en el que el bebé reconoce un objeto total y se relaciona con dicho objeto. Es el momento en el que el niño comienza a reconocer a su madre, al darse cuenta que el objeto que tanto agredió, es el mismo pecho que lo alimentó y protegió (Klein en Segal, 1985).
Este cambio es crucial dentro del desarrollo ya que a medida que la madre se convierte en un objeto total, el yo del bebe se convierte también en un yo total. Llevando consigo la capacidad de tener relaciones de objeto totales durante la vida misma que se revive durante la terapia psicoanalítica en relación con el analista (Klein en Segal, 1985).
Es importante mencionar y explicar el concepto de Klein sobre escisión para así poder retomar a Bion y exponer profundamente lo que se entiende por identificación proyectiva, entre otros términos relevantes para este trabajo.
 
Wilfred Bion
Un primer concepto que mencionaré de este autor es el de continente-contenido. Bion describe cómo entre la madre y su bebé hay un vínculo emocional muy profundo, el bebé tiene necesidades corporales pero también psicológicas. Una de esas es contar con un objeto externo en el cual pueda volcar sus ansiedades. Cuando la angustia es muy intensa, el niño debe poder descargarlas en su madre; a esto se le llama identificación proyectiva. La madre, si tiene capacidad de reverie podrá absorberlas y regresarlas de una manera menos angustiante, la madre es continente con su reverie y funcionamiento alfa (Bion, 1974) .
Gracias a la capacidad de reverie de la madre de dar elementos alfa, inicia su vida psíquica emocional con la complejidad de todo tipo de vivencia física y emocional, la cual abarca desde el nacimiento hasta el presente. Este es el inicio de las funciones yoicas, es decir, del pensamientos y la capacidad de simbolización, entre otras (Bion, 1974) .
Ahora bien, esta experiencia es un proceso único que cada persona vive de manera individual, dando como resultado que el analista guarde de manera inconsciente esta experiencia.
Dentro del análisis el paciente trasfiere al analista restos pendientes de esta etapa inicial-elementos beta, y el analista con su capacidad de reverie digiere dichos elementos y los devuelve como elementos alfa. La manera que cada analista tiene de hacer esto dependerá de su historia de desarrollo, es decir, el reverie de los dos es único de acuerdo con el inicio de su vida psíquica, concluyendo así, que este es otro de los elementos que hace individual al tratamiento (Bion, 1974).
Bion explica que el analista tiene que trabajar dentro del espacio psicoanalítico sin memoria ni deseo, y señala que “si su mente está preocupada por lo que se dice o no se dice, o por lo que se espera de el o no, veremos que esto no permitirá que la experiencia se inmiscuya, en especial aquel aspecto de ella que va más allá del sonido de la voz del paciente o de la vista de sus posturas” (Bion, 1974. pp 43).
Si el mundo interno del analista es libre, podrá de mejor manera practicar la atención flotante, tiene que estar libre de su mundo interno ya que de lo contrario, esto bloquea la escucha. Esto es lo mas cercano al estado pre-consiente pues para conectarte con el inconsciente del analizando tienes que escuchar desde tu propio inconsciente (Bion, 1974).
Dado el párrafo anterior, considero entonces que la creación de un proceso analítico depende de la capacidad del analista y del analizando de poder embarcarse en un interjuego dialectico de estados de reverie que son privados de comunicación inconsciente-inconsciente (Bion, 1974).
Debido a esto, enfatizo que esta diada entre analista y analizando será única e irrepetible, ya que dicha relación es producto del universo que es cada individuo. Pues de esta forma, ambos crearán un nuevo espacio psicoanalítico (Bion, 1974).
Ahora bien, siguiendo esta línea de pensamiento me gustaría retomar a Ogden con el termino “tercero analítico” (Ogden, 1998).
 
Thomas Ogden
El autor explica la individualidad del proceso y lo llama el tercero analítico. Menciona: “el sujeto (intersubjetivo) se mantiene en tensión dialéctica con el analista y con el analizando, ambos sujetos separados y con sus propias subjetividades. Tanto el analista como el analizando participan de la construcción inconsciente intersubjetiva (comunicación inconsciente-inconsciente) pero lo hacen asimétricamente. Específicamente, la relación de los roles del analista y del analizando estructuran la interacción analítica de una manera que privilegia fuertemente la exploración del mundo de los objetos internos del analizando” (Ogden, 1998 pp 75).
Ogden señala que para que se de este tercero analítico, es necesario el uso del diván; ya que, aporta las condiciones necesarias para que cada uno de ellos pueda tener la suficiente privacidad interna como para entrar en sus propios estados de reverie, la cual es la condición necesaria para la elaboración y análisis del tercero analítico inconsciente e intersubjetivo. (Ogden, 1998)
El encuentro de inconscientes entre el analista y analizando también se refleja a nivel contratransferencial. El análisis de la experiencia inconsciente (transferencia-contratransferencia) requiere receptividad para estados de reverie de parte de ambos participantes con los que interpreta en base a esta conexión aspectos inconscientes de la experiencia (Ogden, 1998).
Ahora bien, por último me gustaría retomar a Bollas y profundizar en el concepto “objeto transformacional” (Bollas, 1991).
Christopher Bollas
La considerable prematurez de la crianza humana al nacer la hace depender de la madre para su supervivencia. Winnicott denomina madre ambiente a esta madre abarcadora, pues para el niño, ella es el ambiente total” (Winnicott en Bollas, 1991 pp 29).
Bollas dice que la madre es significante e identificable menos como un objeto que como un proceso que es identificado con trasformaciones acumulativas interiores y exteriores. El autor describe entonces como “objeto transformacional” la experiencia subjetiva primera que el infante hace del objeto. La huella que ese vínculo temprano ha dejado en la vida adulta. Un objeto transformacional es identificado vivencialmente por el infante con procesos que alteran la experiencia de sí mismo. Es una identificación que emerge de un allegamiento simbiótico, donde el primer objeto es “sabido” como una recurrente experiencia de existir, un saber que es más bien existencial (Bollas, 1991).
La madre entonces es vivida y experimentada como un proceso de transformación y este aspecto de la existencia temprana pervive en ciertas formas de búsqueda de objeto en la vida adulta. Se trata entonces de una relación de objeto que emerge no del deseo, si no de una identificación perceptual del objeto con su función: el objeto como trasformador ambiente-somático del sujeto. La madre trasforma el mundo del bebé cuando el es pequeño, por lo que en la vida adulta el individuo se la pasa buscando a este objeto (Bollas, 1991).
En el adulto la búsqueda colectiva del objeto transformacional se observa en las religiones, o en un nuevo trabajo, el traslado a otro país, las vacaciones, que pueden representar una demanda de experiencias de trasformación. La búsqueda de este objeto puede generar esperanza (Bollas, 1991).
Por consiguiente, podemos decir que todo lo anterior se da en relación a la pareja freudiana, es decir, analista y analizando. Es en este espacio, donde en trasferencia se revive inconscientemente esta búsqueda y se deposita en la expectativas del análisis o en el mismo analista. El proceso analítico debe funcionar entonces para hacer esta búsqueda consiente y de esta manera convertir a los objetos en objetos actuales reales (Bollas, 1991).
Bollas explica que dentro del proceso terapéutico aparece “lo sabido no pensado” y señala que dentro del análisis el individuo puede por primera vez experimentar elementos de la vida psíquica que no han sido pensados con anterioridad. Explica entonces que los elementos en trasferencia que se viven en sesión no necesariamente son eventos que se repiten en relación con la madre y el padre, si no que constituyen una experiencia totalmente nueva. Por consiguiente son ideas que alguna vez fueron consientes y reprimidas (Bollas, 1991).
En conclusión, personalmente considero, que la misma presencia del paciente en el consultorio es asociación libre, por lo que tiene contenido inconsciente. El inconsciente del paciente se puede observar desde el inicio del tratamiento y la sesión, esto es, en su forma de vestir, su lenguaje verbal y no verbal, la manera que espera en la sala del consultorio; es cuestión del analista poder sensibilizarse ante esta situación y así conectar con los elementos inconscientes del paciente, que servirán a lo largo del tratamiento para interpretar.
Es aquí, donde el analista debe permitirse sentir, poner su inconsciente al servicio del paciente, colocarse en una posición cómoda y poder sentir en niveles tan profundos que creará un espacio tan único donde le permitirá al paciente expresarse libre y diferente a como lo hace en el día a día. Este maravilloso encuentro nos concederá entender desde lo más profundo la razón por la cual el paciente ha venido a terapia y así nos permitirá dar interpretaciones directo al inconsciente, provocando un insight genuino, que transforma su vida externa como más real y autentica.
Entiendo que lo antes mencionado pueda sonar agotador, no obstante es gran parte de la realidad de nuestra profesión. El retomar las teorías antes propuestas nos hace darnos cuenta del recorrido histórico que ha pasado para que el encuentro analítico pueda llegar a donde estamos, y nos abre la posibilidad de observar y trabajar desde el inconsciente y en trasferencia, en el sentido más puro que se permita. Esta capacidad del analista de poner el inconsciente al servicio del paciente y de reverie explica, la empatía y el gran trabajo propio que cada uno debió realiza para poder llegar a ese momento. Es aquí donde se percibe la ética y la pureza del psicoanálisis.
Cierro mi trabajo con una cita de Winnicott que dice “a mis pacientes que pagaron por enseñarme” (Winnicott, 1971 pp. 20) ya que como lo mencioné anteriormente, el hecho de poner el inconsciente al servicio de paciente, representa en el Yo propio una fortaleza poco igualable y con mucho trabajo, todo lo antes mencionado es un pedacito de lo que sabemos del inconsciente y de lo extraordinario y enriquecedor que es trabajar desde el arte del psicoanálisis.
 
Bibliografía

  • Bion, W. (1974) Atención e interpretación. Editorial: Paidós
  • Bleichmar, N. & Leiberman, C. (1997) “El psicoanálisis después de Freud: Teoría y clínica”. Buenos Aires: Editorial Paidós
  • Bollas, C. (1991) La sombra del Objeto. Psicoanálisis de los sabido no pensado. Editorial Amorrortu
  • Bollas, C. (2007) The Freudian Moment. Editorial: Karnac
  • Freud, S. (1915) Obras completas. Conferencias de introducción al psicoanálisis. Tomo XV. Editorial: Amorrortu
  • Freud, S. (1923) Obras completas. El yo y el ello y otras obras. Tomo XIX. Editorial: Amorrortu.
  • Grinberg, L. Sor, D. Tabak, E. (1991) Nueva Introducción a las ideas de Bion. Editorial: Julián Yébenes
  • Ogden, T. (1998) Reverie and Interpretation, Sensing Something Human. Editorial: A Jason Aronson Book
  • Segal, H. (1985) Introducción a la obra de Melanie Klein. Editorial: Paidós
  • Winnicott, W. (1971) Realidad y Juego. Editorial: Gedisa

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