Christiane Musalem

“Si hay un otro, quienquiera que fuere, donde quiera que esté, cualesquiera que fueren sus relaciones conmigo, sin que actúe siquiera sobre mí sino por el puro surgimiento de su ser, tengo un afuera, tengo una naturaleza; mi caída original es la existencia del otro.”

-J.P. Sartre-

Durante esta cuarentena todos los seres humanos hemos experimentado una modificación en nuestra vida habitual, de una u otra manera. Hemos tenido que cambiar nuestro día a día, para podernos acoplar a una situación a la que muchos no estábamos acostumbrados. Estar guardados, aislados, privados de nuestra libertad, encerrados, o como le queramos llamar. El resultado es el mismo: debemos permanecer dentro de cierto perímetro por un periodo indefinido. 

Esta situación ha traído consigo numerosas consecuencias, mismas que cambian de persona en persona. En lo personal, ha traído algo de ansiedad, y con ésta, cientos de pensamientos relacionados con cárceles y las personas que habitan en ellas. Me preguntaba cómo podían estos hombres y mujeres tolerar tanto tiempo privados de su libertad; cómo pasaban ellos el tiempo dentro de sus celdas tantas horas al día; cómo podían tolerar la idea de estar aislados de sus seres queridos tanto tiempo; y cómo habría comenzado este movimiento de encerrar a las personas que cometían algún delito.

La historia del encierro es relativamente nueva, comparada con la historia del crimen y la locura, ambas poblaciones merecedoras de ser marginados de la sociedad. Michel Foucault (1975) habla sobre el nacimiento de la prisión, y la historia del castigo. Es bastante gráfico al describir escenas de tortura y mutilación hacia personas dignas de una punición por haber cometido un delito, o alguna acción que saliera de la norma. Todo esto sucedía delante numerosos espectadores en la plaza del pueblo, como testigos del procedimiento del castigo. Sin embargo, estas ceremonias de tortura física fueron desapareciendo paulatinamente para dar lugar a “unos castigos menos inmediatamente físicos, cierta discreción en el arte de hacer sufrir, un juego de dolores más sutiles, más silenciosos, y despojados de su fausto visible (…)” (Foucault, M., 1975). En estos nuevos castigos, el condenado ya no tiene que ser visto; continúa siendo digno de castigo, pero éste se convierte en la parte menos vista del proceso penal, pues “ha desaparecido el cuerpo como blanco mayor de la represión penal (…), puesto que ya no es el cuerpo, es el alma” (Foucault, M., 1975) la que resulta castigada. 

Entonces, el castigo pasó de ser un evento público a ser un evento privado. Pasó de ser una tortura física, a ser una tortura moral y psicológica. “No tocar ya el cuerpo, o lo menos posible en todo caso, y eso para herir en él algo que no es el cuerpo mismo” (Foucault, M., 1975). Las personas castigadas pasaron de ser vistas por toda la sociedad, a ser ignoradas y privadas, no sólo de su libertad, sino también de la mirada del otro. 

Una compañera que estuvo trabajando con población carcelaria por un tiempo alguna vez me comentó una experiencia que tuvo con un interno: se trataba de un hombre que había cometido un delito grave, y llevaba algunos años dentro de una cárcel de máxima seguridad. Mi compañera lo tenía que entrevistar para una investigación que realizaba en el momento, y me comentó que al momento de saludarlo y extenderle la mano, al hombre se le llenaron los ojos de lágrimas y le agradeció por saludarlo como persona, pues hacía años que nadie le extendía esa cortesía. Creo que es un claro ejemplo de la privación de la mirada del otro. Sin embargo, pienso que este encierro que estamos viviendo de manera colectiva justamente vuelca los papeles de la historia nuevamente para ser un encierro público, del que se habla y al que se ve de manera cotidiana y con regularidad. Esto me hace cuestionarme si el encierro es realmente una práctica efectiva de tratamiento o si de lo contrario, atenta contra la salud mental e integral de las personas.

El encierro en el cual vivimos actualmente, ha traído numerosas consecuencias en distintas personas. Por ejemplo: he escuchado relatos de personas en donde mencionan que llevaban una vida muy ajetreada, por lo que el encierro les ha traído un momento de paz y tranquilidad el cual no estaban acostumbradas a vivir, por el lado contrario, he escuchado historias en donde se menciona que el encierro es algo sumamente angustiante. 

Creo que es importante considerar dentro de esto, las condiciones en las que se está viviendo dicho encierro; ya que creo que las personas con las que viven o con las que conviven a diario influyen de manera importante en cómo se da dicha vivencia, ya que el otro tiene un papel de suma importancia.

Cuando se considera al otro, se hace, sobre todo, pensando en nosotros mismos, porque su definición no es posible sin ser afectados por ésta. Es por esto que hay una necesidad en el origen de nuestra mirada hacia él. La constitución de nuestra identidad tiene lugar desde la alteridad, desde la mirada del otro que nos objeta (y nos objetiva); un otro que nos seduce y al que seducimos, al que miramos y por el que somos vistos. De esta manera se entiende que comenzamos a existir a partir de un otro, a partir de esa mirada que nos extiende y que nos da refugio y certeza de que somos y existimos. Al igual que el otro existe gracias a nuestra propia mirada (Querol, J.M., 2008).

Sartre explica que cuando el hombre es visto por un otro, o mejor dicho, cuando él mismo se aprehende como siendo objeto de una mirada, sólo entonces, su acto se objetiva, dado que es la mirada del otro la que da consistencia a su ser. “De allí que la constitución de nuestra identidad, esto es, el ver claramente dentro de nosotros mismos, nos viene dado desde fuera, por la mirada del otro, del que nos valora, nos aprecia, nos traspasa, de allí que ya no nos resulte tan extraño que Sartre señale que ‘el infierno son los otros’, esto por la constante molestia que la presencia de los otros supone y sin embargo, no podemos pasárnoslas sin ellos” (Rocca, A. V., 2013). Esto puede señalar que en un encierro las personas no tienen opción más que enfrentar sus problemas y sentimientos, en otro contexto, lo más común que alguien hace dentro del sufrimiento es evitarlo (saliendo, distrayéndose de distintas formas, etc.) en esta situación nos vemos constantemente confrontados por nosotros mismos y la evasión ya no es una opción tan fácil como lo puede ser en otros momentos. 

Creemos saber la importancia de tener la mirada de un otro, incluso algunas teorías sugieren que ciertos trastornos de personalidad se ven influidos por la deficiencia de ésta en los infantes, como el narcisismo. Akhtar (1992) menciona que individuos con personalidad narcisista, a pesar de caracterizarse por falta de interés y empatía hacia los demás, todo el tiempo buscan admiración para alimentar su autoestima, puesto que probablemente carecieron de la mirada de sus objetos primarios, ahora la buscan en el resto de sus relaciones interpersonales, al grado incluso de caer en exhibicionismo (Akhtar, S., 1992). 

La constitución del yo, es un proceso de integración, que depende de la interdependencia con el otro. La función parental permite la integración del yo; pero si el niño no se va integrando los padres se encuentran con un bebé cada vez más demandante, ansioso y voraz. (Rotemberg, 2015). “Para que pueda devenir sujeto de su propio deseo y sentirse “verdadero”, es necesario otro acto fundante, un acto psíquico, me refiero a la “función de la madre como espejo”, que le devuelve una mirada desde su deseo y su propio imaginario, que preexiste al bebé” (Rotemberg, 2015). Cristina Curiel en el articulo “Conducta de los niños en cuarentena refleja el ánimo de mamá y papá” menciona que los niños aprenden las emociones a través de sus padres o de las personas que los cuidan, ya que son ellos quienes dictan la pauta; por lo que en esta cuarentena lo que Cristina Curiel le recomendó por medio de dicho artículo a los padres de familia, es que intenten entender sus propias emociones y que de igual manera inviten a sus hijos a poder expresarse y comprender que para ellos este momento también es difícil,  ya que su vida está siendo alterada (González, 2020). 

“Según Lacan, es la imagen del niño en el espejo la que primero le brinda al niño una imagen de su propia unidad y coherencia (…). El niño inviste jubilosamente con libido la imagen en el espejo y la interandina, de manera que se convierte en el núcleo, el corazón, la matriz o el molde del yo del niño. Las posteriores imágenes de sí que le son devueltas al niño por sus padres, maestros y otros se cristalizan en torno a ella. Lacan considera que el estadío del espejo proporciona una imagen estructurante (…). Permite en el niño el desarrollo de un sentimiento de sí y anticipa una suerte de unidad o autoidentidad que aún no ha alcanzado. Y es lo que finalmente le permite decir: Yo” (Fink, B., 2007). 

“No cabe duda de que el trabajo de Jacques Lacan, “Le Stade du Miroir” (1949), influyó sobre mí. Lacan se refiere al uso del espejo en el desarrollo del yo de cada individuo. Pero no piensa en él en términos del rostro de la madre” (Winnicott, 2013).

Winnicott en “realidad y juego” (2013) se plantea la pregunta ¿Qué ve él bebé cuando mira el rostro de su madre? A lo cual comenta que él piensa que se ve a sí mismo, sin embargo, muchos bebés no siempre reciben de vuelta lo que dan, es decir, no se ven a sí mismos. Esto tiene consecuencias ya que se puede empezar a atrofiar su capacidad creadora y de una u otra manera intentan buscar distintas formas de conseguir que el ambiente les devuelva algo de sí (Winnicott, 2013). Es por eso que me remito al punto mencionado anteriormente, de la importancia que pueden tener las relaciones con las que se está viviendo esta cuarentena, ya que de cierta manera es una situación que nos regresiona, por lo que nos vuelca a este sentimiento de cómo recibimos la mirada de los otros. De igual manera creo importante la relación que tenemos con nosotros mismos; por ejemplo, tengo una conocida la cual acaba de vivir un divorcio y tiene un hijo pequeño, y en vez de aprovechar dicho tiempo para estar con él, busca cualquier momento para buscar en el otro dicho cariño del cual parece carecer.

La realidad es que no solemos pensar qué pasaría si no tuviéramos esa mirada; si tuviéramos que estar encerrados sin ella; o qué pasaría si no fuéramos vistos por un otro, y mucho menos hoy en día que esa mirada del otro la podemos encontrar en donde sea, al mirar la pantalla de nuestro celular o computadora. Es una mirada constante que está con nosotros y nos acompaña a donde vayamos. No nos deja solos nunca. Si no fuera así, pienso que no podríamos empezar a formar una identidad, pues no tendríamos al otro para depositar lo que somos; pero por otra parte, si tomamos esa mirada del otro más literal, y de pronto no la tuviéramos sobre nosotros, pienso que habría más espacio para ser libres, para tener mayor introspección, para responder a las ganas más que a la necesidad, responder al ello más que al superyo. Si el otro no estuviera, los conflictos por el otro tampoco estarían.

Sin embargo, como el otro nunca deja de estar, existe cierta necesidad de complacerlo, de hacer notar que yo, siendo el otro, tampoco dejo de estar. Tomando las redes sociales como ejemplo, existe la necesidad de comprobar o confirmar que no me abandona, realizando publicaciones y esperando comentarios de las mismas, como si tuviera que confirmar la presencia del otro constantemente. Las redes sociales son una manera de lograr, de cierto modo, la permanencia del otro. Ese otro cumple con la demanda al poner un like o un comment en la foto y hacerte saber que te está viendo. Esta mirada del otro nunca se va, y te puedes sentir con la obligación de retribuirle, publicando cosas agradables, porque a fin de cuentas, para eso son las redes sociales.

Cuando una persona publica alguna noticia desagradable, triste o repugnante, es inmediatamente rechazado por su público, haciéndole saber que su publicación no es digna de la red social, y que se trata de una temática que debe permanecer en lo personal o en lo privado. Es por esto que se asume que las publicaciones deben ser alegres, positivas y que ayuden a subir el ánimo colectivo, sin importar si es cierto o no. Es aquí en donde se torna aún más interesante, pues las redes sociales comienzan a convertirse en un medio para publicar de cierto modo un yo ideal que cumple con la demanda de los espectadores.

Esta suerte de yo ideal pareciera que es una vida alterna a la real. Las personas que publican fragmentos de sus vidas en redes sociales, suelen ser extremadamente selectivas en cuanto a su contenido. Observando las de algunos conocidos, e incluso la propia, puedo notar que esta vida pública no es muy similar a la vida privada real; inclusive podría decir que la vida pública es más bien una vida ficticia, o vida de fantasía, pues suele cumplir con las fantasías de cómo nos gustaría ser vistos por otras personas. 

He presenciado gente cercana en días que no se sienten bien física o emocionalmente, sienten esta necesidad de subir una foto en donde salen bien para recibir comentarios positivos de personas, que los harán sentir mejor y los harán sentir queridos y vistos por alguien más. En mi mente se traduce como un ‘no querer dejar saber a la gente que me siento mal, al contrario, que sepan lo bien que estoy siempre.’ De igual manera, las personas están utilizando las redes sociales para sacar su agresión, en donde sienten la libertad de publicar por ejemplo en Twitter el enojo que sienten contra dicho virus o contra las personas que no están respetando la cuarentena, o incluso en Facebook o Instagram a través de distintos chistes contra el gobierno.

El deseo encuentra cierto tipo de placer en la fantasía, como dice Lacan, el tipo de placer que resulta de la alucinación más que de aventurarse en el mundo real para poder obtener algo, el tipo de placer que se obtiene bajo el principio de placer (Fink, B., 2007).

Su origen parece ser este: “La primera tendencia del bebé, según Freud (…), es obtener satisfacción inmediata de una necesidad de alimentación alucinando (es decir, trayendo a la mente de manera vívida la percepción) el rostro de la persona que le aporta el biberón con leche e imaginándose a sí mismo succionando y tragando la leche, en lugar de aguardar la gratificación demorada que se acompaña a la introducción de la acción motora en el mundo (como el llanto), para que una persona real aporte un biberón real y le provea al bebé una alimentación real.” (Fink, B., 2007). Por lo tanto, obtenemos cierto tipo de placer con tan solo imaginar la satisfacción, un placer que es mucho más fácil de procurar, más alcanzable y mucho más seguro que las formas reales de satisfacción, peligros e incertidumbres que puede implicar (Fink, B., 2007). 

Entonces, parece claro que las redes sociales fungen como el medio para demostrarle a los demás cómo fantaseamos y deseamos que fuese nuestra vida, porque al hacerlo, no solamente cumplimos con la necesidad de ser vistos por el otro, sino que también experimentamos cierto placer al imaginar esta vida ideal siempre alegre.

Después de escribir dicho trabajo, me quedó la duda de qué recursos utilizarán las personas que viven un encierro cotidiano para buscar esta mirada del otro. De igual manera me cuestiono, si este regreso a la “nueva normalidad” está siendo tan difícil de adaptar ¿Cómo será el regreso con las personas que viven un encierro más agresivo y prolongado al reintegrarse a la sociedad? 

A pesar de que este encierro comunitario que está en boca de todos, y nos genera angustia, enojo, incertidumbre y muchas otras emociones principalmente negativas, creo que sería importante rescatarlas, ya que hoy en día la ansiedad y la depresión son predominantes, lo cual de cierta manera ayuda a que estas mismas dejen de ser un estigma. Entonces, ¿La gente podrá elaborar sus emociones a partir de esta situación? ¿O simplemente generará más resentimiento y enojo? 

Bibliografía

  • Akhtar, S. (1992) Broken Structures. New Jersey: Jason Aronson.
  • Fink, B. (2007). Introducción clínica al psicoanálisis lacaniano: teoría y técnica. Barcelona: Gedisa.
  • Foucault, M., & Camino Aurelio Garzón del. (2018). Vigilar y castigar: nacimiento de la prisión. México: Siglo Veintiuno Editores.
  • González, V. (2020). Conducta de los niños en cuarentena refleja el ánimo de mamá y papá. Retrieved 6 June 2020, from https://ibero.mx/prensa/conducta-de-los-ninos-en-cuarentena-refleja-el-animo-de-mama-y-papa
  • Querol Sanz, J. M. (2008). La mirada del otro. Madrid: La Muralla S.A.
  • Rocca, A. V. (2013). Sartre: Teoría fenomenológica de las emociones. Existencialismo y conciencia posicional del mundo. Nómadas. Revista Crítica De Ciencias Sociales y Jurídicas, 36(4). doi: 10.5209/rev_noma.2012.v36.n4.42320    
  • Rotemberg, E. (2015). La “función parental verdadero self”, base de la integración del yo. Retrieved 31 May 2020, from http://www.aperturas.org/articulo.php?articulo=879
  • Winnicott, D. (2013). Realidad y juego. Barcelona: Gedisa.