El complejo Fraterno
Autor:  Ximena Moreira 

Introducción
En la clínica psicoanalítica, frecuentemente, se hace gran hincapié en los vínculos parentales.
Sin embargo muchas veces se comete el grave error de descuidar otro tipo de vínculo igual de trascendente: el vínculo fraterno. En esta investigación se pretende reconocer las diferentes reacciones hostiles y amorosoas que tiene una persona ante la presencia de un hermano. Asi como las funciones que puede desempeñar un hermano, como son la sustitutiva, la defensiva, la elaborativa y la estructurante y como estas ayudan a elaborar sentimientos pendientes con los padres como el complejo de Edipo. Tambien se buscará  explicar como dependiendo el orden de nacimiento cada hermano desempeña una función para con los padres. Subrayemos aquí que el hermano es un semejante demasiado semejante y a la vez la primera aparición de lo extraño en la infancia. El enfrentamiento con el otro, el intruso, el doble, comporta compromisos narcisistas considerables y reactiva, al mismo tiempo, los conflictos edípicos.
Conductas que se observan con el nacimiento de un hermano

Cunado nace un hermano se observa que el hijo mayor experimenta una  regresión que se puede observar mediante ciertas  conductas tales  como: mojar la cama por las noches, o volver a usar los pañales teniendo accidentes recurrentes habiendo ya controlado esfinteres; tartamudeo o hablar como bebe; cambios en la conducta alimentaria: dejan de comer o comen mucho, quieren tomar de biberón de nuevo, así como pueden presentar querer que los carguen a la hora de beber leche; uso de chupón; constantes berrinches o peleas; y existe también un aumento en el juego simbólico donde el niño a través de un objeto transicional representa el nacimiento del bebé, así como muchas conductas relacionadas con él.  (Stewart, 1987) Algunos autores manejan este término de regresión como una necesidad de imitar al recién nacido con el fin de que no exista un cambio en la atención de los padres hacia él. Todas estas conductas se van a ver intensificadas dependiendo de la edad del hermano al nacer el nuevo miembro de la familia. Mientras más grandes los niños, la intensidad de estas conductas es menor, aunque buscan la atención de la madre a través de conductas relacionadas a su edad, como por ejemplo el no querer asistir a la escuela para quedarse con ella, o mostrando ansiedad ante el aprendizaje.
También se observa que hay más rivalidad en los casos en los que los hermanos son del mismo sexo, pues compiten más entre ellos, así como tienen que compartir más su espacio, objetos personales como juguetes, y aprendizaje como tal. Parte de la rivalidad que el hermano grande siente por el recién nacido es por los sentimientos que se empiezan a generar en él hacia su hermano, sentimientos que van más allá de su comprensión y que los une intensamente.
En estudios encontrados se observa que el rol del padre juega un papel muy importante en la dinámica familiar, mientras más involucrado se encuentre con la familia y sea empático, cariñoso y comprensivo,  el hermano mayor va a poder manejar mejor el estrés que le genera la llegada del nuevo hermano, y su adaptación al cambio será mejor.  (Kojima, 2005) Los niños usan al padre como refugio de sentimientos encontrados, reduciendo los conflictos que genera la relación de la madre con el recién nacido.
Muchos de los padres reportaron que sus primeros hijos en el nacimiento de los hermanos, comenzaron a adquirir con mayor rapidez ciertas habilidades tales como el lenguaje, la independencia, autosuficiencia y ciertas conductas motoras (caminar, correr, tomar objetos pesados, etc); aún cuando seguían presentando conductas regresivas y hostiles por la presencia del nuevo hermanito. Por lo que se concluye que los niños presentarán conductas más independientes y la adquisción de nuevas habilidades, sin excluir que junto con ellas presentaran conductas regresivas frente al nacimiento del hermano, en algunas ocasiones por imitación y en otras por el miedo de perder su espacio.
Es primordial que la madre acepte que el niño tenga sentimientos negativos, y que le permita expresarlos a través de un objeto transicional, donde el niño pueda depositar la angustia, el miedo, el enojo sabiendo que no habrá una consecuencia negativa. Este objeto transicional le ayudará a manejar mejor sus sentimientos, y a expresar sin represión los deseos que tiene, para así en el momento en el que se encuentre con el hermano o en una situación tríadica pueda manejarlo de una forma más adaptativa. Otra estrategia que se recomienda para las madres es el empleo de diálogos que minimizen la importancia del recién nacido, en la presencia del hermano mayor. Estos comentarios no le harán daño al pequeño y le ayudarán al hermano mayor a disminuir su angustia y su miedo por la competencia que siente con el recién llegado.
Es importante mencionar que todas estas conductas que el niño va a estar presentando como proceso de adaptación al nuevo cambio va a ser elaborado más adaptativa y satisfactoriamente en la medida que los padres dejen expresar al niño sus sentimiento de enojo, angustia, miedo; y le respeten su espacio vital, y su espacio como hijo, sin forzar al niño a aceptar una situación a la cual apenas se está adaptando.
El complejo fraterno

Por complejo se entiende un «conjunto organizado de representaciones y de recuerdos dotados de intenso valor afectivo, parcial o totalmente inconscientes» (Laplanche J. & Pontalis J., 1993, p. 55). Y Kancyper (2004) se ocupará del estudio del complejo fraterno y lo definirá como un «conjunto organizado de deseos hostiles y amorosos que el niño experimenta respecto de sus hermanos» este complejo mencionado tiene fundamental importancia sobre la estructuración de la vida psíquica, dado que suele recubrir parcial o totalmente la estructura edípica, generando confusión, superponiendo roles y, como consecuencia, perturbando gravemente al proceso de la identidad.
El complejo fraterno al que hace referencia Kancyper (2004) cumple con cuatro funciones íntimamente relacionadas:
LA FUNCIÓN SUSTITUTIVA
La función sustitutiva del Complejo Fraterno es aquella en la cual el hermano remplaza las funciones parentales fallidas.
De esta forma la sustitución también puede llevar a cabo la elaboración del Complejo de Edipo y del narcisismo. Así como servir como defensa de angustía y sentimientos hostiles relacionados con los progenitores pero desplazados sobre los hermanos.
Por ejemplo el varón puede tomar a la hermana como objeto de amor en sustitución  de la madre que le es infiel por estar con el padre; de esta forma entre varios hermanos compiten por una hermanita más pequeña presentando situaciones de rivalidad hostil que cobrarán significación más tarde en la vida. Otro ejemplo es cuando una niñita encuentra en el hermano mayor un sustituto del padre, quien ya no se ocupa de ella con la ternura de los primeros años, o toma a un hermanito menor como sustituto del bebe que en vano deseó del padre.” (Freud,1916).
LA FUNCIÓN DEFENSIVA
La función defensiva es aquella que se da cuando los hermanos se muestran hostiles el uno con el otro . Con mucha frecuencia, los mismos padres son los que  provocan  falsos enlaces entre  los complejos paterno, materno y fraterno promoviendo las competencias hostiles entre los hijos. “Dividen para reinar”. De ese modo, la posibilidad de que los hermanos construyan lazos solidarios es casi nula por lo que los padres unidos será mas fuertes en la dinámica familiar.
LA FUNCIÓN ELABORATIVA
La función elaborativa es aquella que permite la superación  de los remanentes normales y patológicos del narcisismo y de la dinámica  edípica que se presentan a lo largo de toda la vida.
El sujeto que permanece fijado  a traumas fraternos, no logra una adecuada superación de la conflictiva edípica  y permanece en una atormentada rivalidad  con sus semejantes. En esta conducta  actúan las culpas edípicas no elaboradas, y  las culpas fraternas  y narcisistas, con sus correspondiente necesidad de castigo consciente e inconsciente.
LA FUNCIÓN ESTRUCTURANTE
El Complejo Fraterno posee un papel estructurante  en cuanto a que organiza la vida anímica del individuo, de los pueblos y de la cultura.
Participa en la  estructuración de las dimensiones intrasubjetiva, intersujetiva y transubjetiva a través de los influjos que ejerce en la génesis y mantenimiento de los procesos identificatorios en el yo y en los grupos, en la constitución del superyó e ideal del yo y en la elección del objeto de amor. Estos puntos se ilustrarán más claramente en el apartado posterior.
Rivalidad y protesta fraterna

En el historial clínico “Sobre la psicogénesis  de un caso de homosexualidad femenina” Freud (1920) nos revela la importancia que ejerce la rivalidad  fraterna en la determinación de la elección de objeto sexual y en el ámbito de la elección vocacional.
Describe el “hacerse a un lado” como la manifestación de una rivalidad que  depende de situaciones edípicas no resueltas y que implica además los componentes narcisistas relacionados con la dinámica del doble que es resignificado a través del hermano.
Dice Freud: “Como hasta ahora ese “hacerse a un lado” no se había señalado entre las causas de la homosexualidad, ni tampoco con relación  al mecanismo de la fijación  libidinal. Aquí mencionare un caso de Kancyper  donde habla de dos hermanos mellizos, dotados ambos de fuertes impulsos libidinosos. Uno de ellos tenía mucha suerte con las mujeres y mantenía innumerables  relaciones con mujeres. El otro siguió al comienzo el mismo camino, pero después se le hizo desagradable cazar en el coto ajeno y ser confundido con aquél en ocasiones íntimas  en razón de su parecido; resolvió la dificultad convirtiéndose en homosexual. Abandonó las mujeres a su hermano, y así  “se hizo a un lado” con respecto a él. Todas las mujeres pertenecían al padre  y al jefe de la horda primordial.”
En hermanos mellizos ese “hacerse a un lado” desempeña un importante papel también en otros ámbitos, no solo en la elección amorosa, si no también en la vocacional, si el hermano mayor experimenta con instrumentos musicales y es reconocido, el menor, aunque musicalmente más dotado, pronto interrumpe sus estudios musicales, a pesar de que desea dedicarse a ello, y es imposible moverlo a tocar un instrumento. No es más que un ejemplo de un hecho común  y la indagación de los motivos que llevan   a hacerse a un lado, en lugar de aceptar la competencia,  descubre condiciones psíquicas muy complejas. (Freud, 1921) .
En el “hacerse a un lado”, existe solo un tiempo, un solo espacio y una sola posibilidad que no se quiere compartir. Se reinstala así la relación sado-masoquista de un hermano que ejerce un excesivo control y un poder de sumisión obsesivo y perverso sobre el otro hermano. Al satisfacer sobre éste  sus mociones agresivas  se genera entre ambos un campo perverso   en el que se reactivan  las rivalidades edípicas  pero también las fraternas, que no se trasponen entre sí. En ambas intervienen diferentes angustias, sentimientos de culpabilidad y fantasías, que suelen desplegarse tanto en el hermano mayor  como también en el menor. Kancyper (2004).
En la protesta fraterna, uno de los hermanos manifiesta una agresión franca y un rechazo indignado  hacia otro hermano que, según él, sustenta un lugar favorecido e injusto. No oculta su hostilidad  porque, desde la lógica  de su narcisismo, la presencia del otro es vivida como la de un rival e intruso que atenta contra la legitimidad de sus derechos .
En las protestas fraternas circulan una amplia gama de  afectos, fantasías y poderes hostiles, no sólo desde el hermano mayor hacía el menor,  ya que también éste acumula, en  el tesoro mnémico de sus afectos, una intensa rivalidad hacia el primogénito, originada por la relación de dominio durante el período infantil entre ellos y por los sentimientos de culpa suscitados a partir  de los pactos secretos  que cada hijo establece con una  o con ambas figuras parentales Kancyper (2004).
En efecto, cada hermano,  desde su  diferente lugar en el orden de nacimiento, porta diversas protestas fraternas. En la observación directa con niños en la vida cotidiana,  se observa que  el anuncio del nacimiento de un hermano provoca una súbita revulsiva herida narcisista  acompañada de encarnizadas  protestas y rivalidades.
La presencia del otro quiebra esa creencia inconsciente que suele escenificarse en la fantasía de ser hijo unico. Él, en sí y por sí, es digno del amor, del reconocimiento y del poder ilimitado e inquebrantable.
Algunas consecuencias psíquicas  a partir de la diferencia en el orden del nacimiento  entre los hermanos.
“La posición del niño dentro de la serie de los hijos es un factor relevante para la conformación de su vida ulterior, y siempre es preciso tomarla en cuenta en la descripción de una vida”. Freud (1916)
La clínica psicoanalítica  revela y corrobora que, con notoria frecuencia, suele ser el hermano menor el que intenta descubrir, conquistar y cultivar los nuevos territorios; mientras que el mayor suele  asumirse como el heredero de la generación precedente, sobrellevando el ambivalente peso de actuar como el continuador y el  defensor que sella la inmortalidad  de sus padres.
El hijo mayor suele ser identificado como el destinado a ocupar el lugar de la prolongación y fusión con la identidad del padre.  Esta identificación es inmediata y directa. Se evidencia en él un recelo en cuanto a  no ser cuestionado en su exclusivo lugar como el supuesto único y privilegiado heredero ante los  subsiguientes hermanos usurpadores, generándose en un gran número de casos “la división del botín filial”. El hijo mayor se encuentra programado como aquél que llega al mundo para restañar las heridas narcisistas del padre y para completarlo, y el menor, para nivelar la homeostasis  del sistema narcisista materno. La experiencia psicoanalítica nos enseña que la rígida división del “botín de los hijos”, ofrendados como meros objetos para regular la estabilidad psíquica de la pareja parental, es punto de severas perturbaciones en la plasmación de la identidad sexual y en el despliegue  de los procesos sublimatorios en cada uno  y entre los hermanos.
El hermano menor exige un recorrido identificatorio más complicado para el logro de su identidad sexual, porque por un lado permanece excluido de un disponible lugar identificatorio con los progenitores  -circuito ya ocupado y vigilado por el otro-  y suele llegar -a través de un rodeo- a la búsqueda de nuevas alternativas exogámicas y lo más alejadas posible del territorio de la economía libidinal familiar.
Este recorrido identificatorio genera un trabajo psíquico adicional en el hermano menor, acrecentándose su bisexualidad,  que puede llegar a  sublimarse,   propiciando la creatividad: camino intrincado para la plasmación de la identidad sexual, pero también propiciador de búsquedas y de nuevas incursiones  en los territorios desconocidos. Mientras él suele ser el cuestionador y el creador, el primogénito, en cambio, es el que sigue las enseñanzas de sus padres y el conservador.
El primogénito es el primer heredero que anuncia la muerte a la inmortalidad de su progenitor y sobrelleva una mayor ambivalencia y rivalidad por parte del padre. Éste suele  negarlas a través de la formación reactiva del  control y cuidados excesivos sobre el hijo, llegando al extremo de estructurar entre ambos una simbiosis padre-hijo. Kancyper (2004)
Las  frecuentes identificaciones narcisistas que suelen recaer sobre el primogénito tienen un aspecto defensivo para la economía libidinal del padre. Sirven para sofocar  un amplio abanico de afectos que abarca,  además de las angustias y de los sentimientos de culpabilidad inconscientes y conscientes,  otra serie de efectos hostiles tales como odio, celos, resentimiento y envidia ante la presencia  del  primer hijo, que llega como intruso y rival,  para provocar su exclusión y generar una desarticulación en la regulación libidinal de la pareja.
El padre procura recuperar,  a través del primogénito, el estado llamado de omnipotencia del narcisismo infantil. Lo inviste como su doble especular, ideal e inmortal. Al primogénito se le adjudican identificaciones  preestablecidas, listas para usar, mientras que sobre el segundogénito  suelen recaer idealizaciones  menos directas y masivas, e identificaciones  menos precisas  y más próximas  al Ideal del yo  que al Yo ideal parental. “El Yo ideal connota un estado de ser ya alcanzado, mientras que el Ideal del yo  connota un estado de devenir, que es preciso alcanzar. Designa una capacidad aún no realizada: es la idea de una perfección por la cual el yo debe esforzarse. Esta diferencia entre el Yo ideal e Ideal del yo entre hermanos promueve distintos posicionamientos  de los hijos con respecto  a la asunción de las responsabilidades  en la transmisión  y perpetuación de la tradición intergeneracional.
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