Ana Karen Álvarez 

Dentro del espacio analítico escuchamos discursos que nos llevan a conocer no solo la realidad que vivencia un individuo, sino también las historias de familia, todo lo que rodea al paciente. Haciendo uso de nuestro aparato de pensar y las herramientas psicoanalíticas como  la atención flotante y la escucha activa,  podemos viajar con el paciente, imaginar y adentrarnos en un historia en la que incluso,  podemos fantasear con caras, voces y formas que con frecuencia serán desconocidas para nosotros y  que sin embargo serán siempre objeto de atención en el análisis del paciente, pues darán invariablemente una vista panorámica del  pasado y la actualidad del sujeto, la intersubjetividad de este. 

En el texto  “psicología de las masas y análisis del Yo”, Freud (1921)  menciona que “en la masa desaparecen las adquisiciones de los individuos y por tanto su peculiaridad, (…) engendrando un carácter promedio dentro de la masa”, es decir la familia es este espacio en el que el sujeto pierde su individualidad para convertirse en parte de un grupo.  En nuestro nombre y apellido se encuentra una de las primeras adherencias al grupo, y ahora somos “Pérez, López, Martínez, etc.” para luego afiliarnos también  a una serie de creencias, formas de relacionarnos, expectativas,  designios y limitantes que el grupo se imponen. 

Pichon Riviere (1982)  afirmó que “no existe psiquismo fuera del vínculo con los otros,” es decir “no somos” sin un  Otro, otro que nombra, que sostiene y que contiene,  Pichon Rivière (1982) definió al vínculo como “una estructura compleja que incluye el sujeto, el objeto y su mutua interacción, a través de procesos de comunicación y aprendizaje, en el marco intersubjetivo”.  El vínculo será pues la conexión del sujeto con todas las formas de relación que conocemos, con el otro, con la realidad externa e incluso con el mundo interno. La más arcaica de las relaciones, la que forjamos con la madre,  será la que  introduzca al bebé al grupo, formando inicialmente una diada, para poco a poco ir dando lugar al padre y posteriormente a  las  múltiples relaciones, mismas que serán una réplica exacta del modo de vincularnos con la realidad interna y externa. Esta madre que recibe y luego metaboliza las necesidades del hijo para traducirlas y darles estructuración por medio del lenguaje,  dando un significado a las primitivas formas de expresar las necesidades del bebe, lo que determinará la simbolización  dentro de la psique del sujeto  Este simbolismo permitirá asumir que en el entorno familiar “Las funciones parentales (…) no tienen que ser encarnados necesariamente por personas presentes. Es más, para el psicoanálisis, ni siquiera la existencia de un progenitor real garantiza la efectividad de su función”. (Ceverino, 2019)

Según  Lacan (1938) “La familia es la matriz del nacimiento del individuo como sujeto y de su crecimiento, y donde adquiere poco a poco su identidad”. Esta identidad que estará formada por el contexto, el par parental, las experiencias, la cultura y cada aspecto que el medio, la masa como lo mencionaría Freud, aporta al sujeto.  

 Ruffiot (1981) ha formulado la teoría de un Aparato Psíquico Familiar,  que  “resulta de la fusión de los espacios psíquicos primarios individuales, su función esencial es la de contener los psiquismos individuales”.  Es decir, este aparato resultara en la suma de estructuras inconscientes, psiquismos que se completan y complementan, que funcionan como uno mismo. Esta completud, dentro del consultorio la encontraremos en el discurso, los afectos, las pulsiones, los objetos catectizados,  las relaciones de objeto y los distintos selfs conectados entre sí,  todo eso que representan la intersubjetividad del sujeto.  Sin embargo el aparato psíquico familiar deberá ser considerado un psiquismo primitivo, el cual deberá desarrollarse e integrarse con la nueva realidad, los nuevos vínculos, permitiendo así el desarrollo de un psiquismo individual, siempre conectado al grupo.  

Si bien sería un gran error señalar a la familia como única fuente de la salud o la patología del individuo,  tendríamos que reconocer que  no es posible eximir del todo,  el impacto que la familia tiene en la organización del individuo, un ejemplo de esto es  “el “mito familiar” que es estructurante del funcionamiento de la familia y del destino de sus integrantes.” (…) es un relato que posee aspectos manifiestos y aspectos latentes. Contiene un sistema de creencias compartidas por los miembros de una familia”. (Losso, 2001)  Es un contrato no hablado pero transmitido de inconsciente a inconsciente que ha definido ya, el rol de cada integrante en el grupo, más allá de los roles de género impuesto socialmente, la familia tiene sus propios códigos, el hijo síntoma, el salvador, el que integrará y mantendrá unida a la familia, etc.  La función del mito familiar será la de integrar y convertir a todos los integrantes en cómplices de una historia ancestral.  

  El mismo autor  afirma que “cuanto más rígido y disfuncional es el mito, más tenderá a permanecer inmodificado a lo largo de las sucesivas generaciones. El mito es un mecanismo de protección: mantiene alejados a los intrusos”.

Debemos tomar en cuenta que el mito se transmite de forma transgeneracional, haciendo pequeñas modificaciones en cada una de ellas, lo que nos podría indicar los modelos de identificación de la persona que ahora tenemos frente a nosotros y con frecuencia retomar discursos de su pasado, mismos que en el análisis son cuestionados, re-afianzados, modificados o bien rechazados.  En el espacio analítico tenemos la oportunidad de mirar una película, donde con el discurso del paciente vamos recreando una historia, que no pertenece a una única generación, sino a varias de ellas, lo que nos permite comprender la dinámica actual de nuestro paciente.  Además de las historias que se comparten dentro de la familia, los designios, mitos, valores y secretos.

Freud (1908, citado en Smulever 2000) afirmó que “los mitos son residuos deformados de fantasías desiderativas de naciones enteras, verdaderos sueños seculares de la Humanidad”. Los hechos a menudo suceden determinados por la resignificación mítica que pueden luego asumir.

Bion (1990) considera el mito como “un objeto de indagación del análisis en cuanto forma parte del aparato primitivo de los instrumentos de aprendizaje de los que dispone el individuo”, descubrir los secretos familiares dentro del consultorio permitirán al sujeto, saber justamente a que se ha atado, para así poder elegir de una forma consciente si deseo continuar por este camino. 

Toda vez que nacemos dentro de una familia es importante hablar de varios conceptos de relevancia, como son el deseo, las  pulsiones y la identificación. 

En el caso del deseo Freud (1920)  afirma “que hay algo que escapa de la necesidad. Eso que de la necesidad no puede ser satisfecho, que no puede ser cubierto”.

En el caso del primer concepto, el del deseo,  la familia, tendrá que estar impregnada la relación por el deseo de los padres de crear una familia, este deseo que es engendrado a partir del propio deseo de sus padres alrededor de su existencia. 

Retomaré una pequeña viñeta clínica al respecto, especificará el caso de las familias adoptivas,  familias que con frecuencia están llenas de deseos, dispuestas a sostener a otro ser  ávido de ser acogido e integrado a un núcleo familiar, sin embargo las adopciones no siempre están provistas de tal;

X es un niño de 6 años que asiste a consulta a solicitud de los padres, pues poco tiempo antes estos habían realizado un proceso de adopción, mismo que  sucede entre dos hermanas. La primera, la madre biológica, parece no sentirse capaz de dar sostén a un ser que depende completamente de ella, por lo que decide dejarlo a cargo de su hermana mayor, la segunda, la madre adoptiva ya cuenta con su propia familia, por lo que deberá asignar un lugar dentro de ésta al nuevo integrante, un integrante que no fue deseado por esta madre, pero que ahora deberá hacer muchos movimientos para poder hacerlo propio, la mayor inquietud de la nueva madre es que X no se sienta parte de la familia. 

Retomando los conceptos que integran el análisis de la familia, podemos tornar a la clasificación de las pulsiones, por un lado la pulsión de vida, que crea, cohesiona, que integra y   la pulsión de muerte que desune, destruye y  ataca esencialmente los vínculos del sujeto. Estas pulsiones deberán mantenerse cercanas, interactuando la una con la otra, dando como resultado funciones necesarias y básicas para mantener al sujeto más o menos equilibrado, sin embargo el predominio de una de ellas, será inevitable. 

(Losso, 2001) afirma que la  pulsión de muerte puede ser reexaminada a la luz de la visión familiar,  mediante la tendencia a la repetición de modelos familiares arcaicos, en  donde los modelos identificatorios se “trivializan”. No hay lugar para lo nuevo y para la creación personal”.

Podemos pensar en X un pequeño que constantemente se encuentra atravesado por la pulsión de muerte, el no deseo de las madres lo coloca en una posición de no integración, en un hogar donde existe la cobertura de sus necesidades básicas, un intento de sostén pero siempre con la reserva de poder integrarse enteramente a la escuela, a los amigos, a los hermanos y a estos nuevos padres, desde la posición del Deseo-No deseo, que lo hace permanecer expectante y temeroso del nuevo abandono, preferiblemente alejado de la nueva familia. 

Por otra parte, cavilar sobre las formas de ser familia me lleva a pensar en el contexto mundial y  a las modificaciones que actualmente encontramos en la integración de los grupos y en específico de las familias. Estas que conocemos como mafias, que en realidad son familias “delictivas”, familias con estructuras perversas, los ejemplos son variados, la mafia italiana, la familia michoacana, las familias en Tlaxcala que se dedican al secuestro de mujeres para prostituirlas  y que educan a los hijos para convertirse en proxenetas, los hijos de los grandes capos del narcotráfico en América Latina, entre muchos otros casos de familia que enferman y patologizan los vínculos.  Al respecto (Losso, 2001) dice que “la compulsión a la repetición implica también la repetición de modelos de funcionamiento familiar, transmitidos transgeneracionalmente”. Los designios conscientes  e inconscientes que están puestos en el sujeto, habrían de repetirse en continuo de réplicas sin cuestionamiento,  en este sentido, una compulsión a la repetición familiar, implicaría la perpetuidad de la patología en el vínculo,  relacionada fundamentalmente con los mitos familiares.

La identificación es definida por Laplanche y Pontalis (2004) como el “proceso psicológico mediante el cual un sujeto asimila un aspecto, una propiedad, un atributo de otro y se transforma, total o parcialmente, sobre el modelo de éste”. Lo esperado en las familias es que los integrantes adopten sin cuestionamientos las ideas, creencias, definiciones de sí mismo y los otros, así como los modos de vincularse, representa la renuncia del individuo al trazo de un camino propio para convertirse en “sujeto” , sujetado  a la realidad y exigencias del grupo en sí. 

Losso (2001) señala que “el individuo no puede ser pensado sin considerar al otro y sus relaciones, explica que el yo se origina en las relaciones y “(…) a través del mecanismo de identificación el objeto se erige en el yo”.  

En el caso de las familias estructuradas patológicamente, la tarea correctora del análisis consistirá, para Pichón Riviere (1986), “en la reconstrucción de las redes de comunicación, un replanteo de los vínculos y una reestructuración del interjuego de roles”.  Un replanteamiento de las formas de vincularse, el descubrimiento de los deseos inconscientes que en los mitos familiares se hallan entrelazados, la posibilidad de establecer y dotar al sujeto de nuevas formas de comunicarse  

Para conseguir esa cura de la que  Pichon Riviere habla deberíamos poder realizar un movimiento en la familia, en donde la madre  que es la primera representante,  en el cual ella “parece saber que su niño ha adquirido una nueva capacidad, la de emitir una señal para guiarla hacia la satisfacción de su necesidad”   Winnicott (1965), habla de  la capacidad de “ser”, fuera y dentro del grupo, de poder extender la línea de vida tanto, que aun a pesar de la distancia, siga sintiéndose perteneciente al grupo, pero con la certeza de poder volver a él, sin que esta distancia implique la desintegración. 

Las familias al igual que la madre suficientemente buena de Winnicott (1965), proporcionarán al sujeto “el sostén  que incluye especialmente, sostener físicamente  al infante, lo que es una forma de amar, quizá la única con la que la madre-familia pueda demostrarle su amor al niño”.

El grupo es también el vehículo de transmisión de los valores familiares, de las tradiciones, de los mandatos, de los legados, etc. Tanto más “sana” será una familia cuanto más pueda favorecer la tendencia de sus miembros hacia el crecimiento y la (relativa) independencia como sujetos de la cultura

En la visión de Vilma Coccoz (2019)”La causalidad familiar no es unívoca, no se reduce al ambiente psicosocial” los aspectos sanos del núcleo familiar no serán correspondientes al nivel de salud del sujeto, sin embargo si marcarán una pauta en el desarrollo de la psique de un individuo,  una familia, de una comunidad y de una cultura.  

A modo de conclusión las relaciones con los padres, la familia, los recuerdos que estructuran y a su vez dan forma y contexto a una serie de eventos propios de la vida del sujeto, la forma en que enfrenta los retos cotidianos y expresa las emociones y las pone en palabras, cómo se acerca a la mundo externo, pero también cómo es que su mundo interno está edificado. Todo esto me  hace pensar en lo fundamental del aparato psíquico del grupo, y la tarea que cómo analistas tenemos de trabajar en comunidad y esparcir la idea de la salud mental en cada uno de los espacios en donde nuestra voz es escuchada.

La visión de la familia tendrá que ser ampliada a las nuevas formas de organización sin olvidar que la base de la familia es la función del sostén del otro, la contención de las angustias e impulsos, dotar al sujeto de las herramientas fundamentales para “ser”.

Bibliografía

  • Bion, W. (1990) Experiencia con grupos. Edit. Paidós Ibérica. Barcelona.
  • Ceverino, (2019) La estructura familiar en la constitución del sujeto. Revisado en La concepción psicoanalítica de la estructura familiar en la época contemporánea,  Edit. Asociación Española de Neuropsiquiatría. España 
  • Coccoz, V. (2019) Hacerse su familia. Revisado en La concepción psicoanalítica de la estructura familiar en la época contemporánea,  Edit. Asociación Española de Neuropsiquiatría.  España 
  • Freud, S. (1921) “Psicología de las masas y el análisis del yo”. Obras completas Tomo XVIII.: Amorrortu editores. Buenos Aires & Madrid
  • Freud, S. (1920) “Más allá del principio del placer”. Obras completas Tomo: XVIII Amorrortu editores. Buenos Aires & Madrid
  • Lacan, J. (1938). La familia.  Edit.  Argonauta. Paris.-
  • Laplanche J., Pontalis J. B. (2004) Diccionario de Psicoanálisis. Edit. Paidós. España 
  • Losso, R. (2019) Psicoanálisis de la familia. Edit. Humanitas, Buenos Aires. 
  • Pichon Riviere, E.  (1982).  El Proceso Grupal. Ed. Nueva Visión. Buenos Aires
  • Ruffiot, A. (1981), El grupo familiar en análisis. En La terapia familiar psicoanalítica. Ed. Dunod, Paris.
  • Smulever, M. A. (2001) Psicoanálisis y cultura Mito y personalidad, Buenos Aires.
  • Winnicott,  D. (1967)  los Procesos de Maduración y el ambiente facilitador. Edit.  Paidós.  Londres.